martes, 16 de julio de 2024

MEDICINA: Estenosis ureteral


  

La estenosis ureteral se define como un estrechamiento de la luz ureteral en relación con una enfermedad parietal (estenosis intrínseca) o una enfermedad periureteral por compresión (estenosis extrínseca) y responsable de una obstrucción renal [1].

El aumento de las lesiones ureterales iatrogénicas está vinculado a la generalización de la endourología y la laparoscopia. La obstrucción del uréter lleva a una dilatación y alargamiento del mismo, lo que se puede apreciar en pruebas de imagen.

La obstrucción ureteral se manifiesta por [2]:

 Disminución refleja del flujo sanguíneo renal, que lleva a la isquemia renal.

 Isquemia renal, en particular de la medular, que se expresa desde las primeras semanas por atrofia y fibrosis renal.

 Atrofia y fibrosis renal.

Entre las etiologías que provocan este cuadro se encuentran las debidas a malformaciones congénitas, la patología de origen vascular, de origen inflamatorio, malignas, raras y las iatrogénicas (producidas durante una técnica quirúrgica como puede ser la laparoscopia). Las pruebas complementarias que se realizan tienen como objetivo:

 Determinar las características de la obstrucción renal y de la estenosis.

 Determinar la causa de la obstrucción.

 Capacidad de recuperación funcional.

Se debe evitar, a la hora de establecer el diagnóstico, la multiplicación de pruebas de imagen y privilegiar los métodos sin radiaciones ionizantes.

El Uro-TC [3] evalúa el tamaño renal, el grosor del parénquima y la presencia de huella papilar (de la distribución de las papilas de la pelvis renal). Esta prueba de imagen detecta 3 tipos principales de anomalías:

 Retraso o asimetría de la nefrografía.

 Disminución de la velocidad de progresión y de eliminación del medio de contraste.

 Dilatación pielocalicial cuyo aspecto varía según la cronicidad de la obstrucción.

La presentación clínica de una estenosis ureteral tiene con síntoma principal el dolor [1], que es idéntico al de un cólico nefrítico, lo cual se explica porque la zona sufre distensión y compresión del uréter, que es justo lo que provoca el dolor en el cólico nefrítico. Se trata de un dolor lumbar, irradiado hacia la ingle, que puede asociarse a náuseas, íleo reflejo y síndrome de confusión. Al mismo tiempo, el manejo de la estenosis para su resolución implica técnicas de dilatación que también provocan dicho cólico nefrítico.

El objetivo del tratamiento es evitar una pérdida de nefronas y la atrofia renal. En un primer momento, el tratamiento de la estenosis ureteral pasa por la colocación de un catéter doble J [1], siendo esta técnica transitoria, salvo en los casos de patología oncológica avanzada. Los objetivos que se buscan con dicho catéter son:

 Suprimir la obstrucción ureteral.

 Tratar el dolor, sepsis y/o la insuficiencia renal.

 Romper el proceso fisiopatológico de degradación de las nefronas (las células renales productoras de orina).

 Completar la evaluación diagnóstica.

 Determinar las características de la obstrucción.

Una vez obtenidos dichos objetivos, se pasa al tratamiento propiamente dicho de la estenosis. Debido a la escasa morbilidad de las técnicas endoscópicas, éstas pueden proponerse como alternativa a la cirugía para las estenosis de menos de 1 cm. El éxito global depende de varios factores [4]:

 La antigüedad de la estenosis: con una tasa de éxito del 88% para una estenosis de menos de 3 meses.

La longitud de la estenosis: una tasa de éxito de 56% para una estenosis inferior a 2 cm.

 La etiología de la estenosis: para el origen quirúrgico de la misma y patología benigna la tasa de éxito es del 74%.

La primera opción terapéutica es la dilatación con balón. El uso de balón tiene una baja tasa de morbilidad, y unos resultados que, según los estudios, varían del 75 al 90% de éxito.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Boissier R, Faure A, Souteyrand P, Legris T, Lechevallier E. Estenosis ureterales intrínsecas y extrínsecas. EMC - Urología 2017;49(4):1-20 [Artículo E – 18-161-A-10].

[2] Gonnermann D, Huland H, Schweiker U, Oesterreich FU. Hydronephrotic atrophy after stable mild or severe partial ureteral obstruction: natural history and recovery after relief of obstruction. J Urol 1990; 143:199–203.

[3] Roy C, Buy X. Urinary obstruction: different radio-clinical types. J Radiol 2003;84(2Pt1):109–19.

[4] Beckmann CF, Roth RA, Bihrle W. Dilation of benign ureteral strictures. Radiology 1989; 172:437–41.

martes, 9 de julio de 2024

MEDICINA: Dolor neuropático crónico


 

El dolor neuropático es muy complejo y se define como un dolor crónico secundario a una lesión, cambio patológico o enfermedad del sistema nervioso o somatosensorial, tanto a nivel central como periférico [1]. Además de producirse a cualquier nivel del sistema nervioso, también puede implicar el que se conoce como sistema nervioso vegetativo, que es el responsable del control de distintas funciones orgánicas que, en condiciones normales, pasan desapercibidas (digestión, movilidad intestinal, producción biliar, etc.).

Esta condición dolorosa crónica se caracteriza frecuentemente por una discrepancia entre los signos objetivos de daño tisular (daño en los tejidos), la magnitud del dolor y la discapacidad que produce. Normalmente se trata de un dolor desproporcionado respecto de la lesión orgánica, junto con disestesias (sensación de malestar localizado en la zona del dolor, alteración de la sensibilidad a estímulos táctiles que se experimentan como quemazón, hormigueo, etc.) y alodinia (estímulos menores se interpretan por parte del sistema nervioso periférico como dolor sustancial y afectan a una zona más amplia que en la que se ha aplicado dicho estímulo).

El dolor neuropático localizado se describe como un tipo de dolor neuropático que se caracteriza por áreas consistentes y circunscritas de dolor máximo [2]. Existen también síndromes específicos de dolor neuropático como puede ser la Mononeuropatía traumática dolorosa, en que se ve afectado un único nervio del organismo; y los Síndromes de dolor postquirúrgico, que tal como indica su nombre, aparecen, sin causa aparente, tras una intervención quirúrgica.

Esta enfermedad afecta aproximadamente a un 7-8% de la población europea, siendo la incidencia anual de casi el 1% de la población [3]. Se trata de una condición dolorosa crónica que suele ser difícil de tratar.

Los dolores post-traumático y post-quirúrgico tienen potencial de progresión a dolor neuropático crónico de tal forma que el 1 a 3% de los pacientes sometidos a cirugías general u ortopédica cursan con dolor neuropático [4]. La depresión, ansiedad y trastornos del sueño son también significativamente más prevalentes en pacientes con dolor neuropático comparado con otros tipos de dolor [5], y podrían ser considerados factores de exacerbación de la clínica dolorosa.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Treede R-D, Jensen TS, Campbell JN, Cruccu G, Dostrovsky JO, Griffin JW, et al. Neuropathic pain: Redefinition and a grading system for clinical and research purposes. Neurology. 2008; 70(18):1630-5.

[2] Mick G, Baron R, Finnerup NB, Hans G, Kern K-U, Brett B, et al. What is localized neuropathic pain? A first proposal to characterize and define a widely used term. Pain Manag. 2011; 2(1):71-7.

[3] Dieleman J, Kerklaan J, Huygen F, Bouma P, Sturkenboom C. “Incidence ratesand treatment of neuropathic pain conditions in the general population”. Pain 2008; 137: 681-8.

[4] Sadler A, Wilson J, Colvin L. “Acute and chronic peuropathic pain in the hospital setting. Use of screening tools.” Clin J Pain 2013; 29: 507-11.

[5] Freynhagen R, Baron R, Gockel U et al. “painDETECT: a new screening questionnaire to identify neuropathic components in patients with back pain”. Curr Med Res Opin 2006; 22: 1911-20.

martes, 2 de julio de 2024

MEDICINA: Cuerpos extraños intravasculares

 


El empleo cada vez mayor de procedimientos intervencionistas mínimamente invasivos ha supuesto que, con más frecuencia, fragmentos de los materiales utilizados se rompan y permanezcan retenidos en el organismo, tanto en el órgano donde se está interviniendo como a distancia (por embolización de dicho fragmento); en otras ocasiones se trata de materiales que han sido mal implantados.

Estos “cuerpos extraños” pueden estar localizados en el territorio vascular más frecuentemente como: fragmentos de catéteres venosos centrales o de catéteres diagnósticos, fragmentos de catéteres-balón, stents vasculares, coils de embolización, filtros de vena cava, guías, etc., aunque también pueden localizarse en territorios no vasculares como la vía biliar, vía urinaria, tracto gastrointestinal, cavidad abdominal, etc.

Estos materiales deben ser retirados inmediatamente o de forma programada (antes de la primera semana) con control fluoroscópico para prevenir posibles complicaciones graves (que pueden aparecer en el 70% de los casos, con una mortalidad del 25%-60%), como formación de trombos con potencial de embolización periférica repetida, endocarditis, arritmias, perforación cardíaca o vascular, infección, etc. [1]. En caso de que algún fragmento no haya podido extraerse, se requerirá un seguimiento clínico estrecho por parte del médico responsable del enfermo durante, al menos, dos años. La posibilidad de extraer íntegro ese cuerpo extraño es mayor al 90% en ambos territorios, utilizando un material o una combinación de diferentes materiales.

Es recomendable que se haga en el mismo acto del procedimiento diagnóstico o terapéutico que se viene realizando. En caso de que la liberación del cuerpo extraño ocurra en otra unidad dentro del propio hospital u otro hospital, deberá programarse su extracción antes de la primera semana para evitar que éste produzca complicaciones agudas o para prevenir una posible emigración distal que provoque “impactación” del mismo en territorios mucho más lejanos que impidan su extracción [1].

Los cuerpos extraños dentro del espacio intravascular se pueden clasificar en no iatrogénicos (ej.: proyectiles, fractura de agujas en pacientes drogadictos) e iatrogénicos, los cuales a su vez se subclasifican según que su fin sea diagnóstico (ej.: cuerda guía, catéter diagnóstico, agujas) o terapéutico (ej.: filtro de vena cava, stent, coils, balón de angioplastia, hilos de sutura, válvulas o electrodos de marcapasos, entre otros).

Una vez que se identifica un cuerpo extraño intravascular, se debe realizar una exhaustiva anamnesis para determinar el tiempo de evolución de dicha complicación. A mayor tiempo de permanencia de un cuerpo extraño dentro del espacio intravascular, mayor es el riesgo de la tasa de fracaso y aparición de complicaciones durante su extracción [2].

La decisión de cuándo recuperar un cuerpo extraño debe tomarse de manera particular en cada paciente [2]. La prevalencia de infección de cuerpos extraños endovasculares no está claramente definida, pero existen descripciones en la literatura de porcentaje de colonización de los materiales extraídos entre un 28 % y un 52 %. La probabilidad de trombosis a largo plazo tampoco está definida, pero existen múltiples publicaciones que sugieren que dejar un CE que se encuentra firmemente adherido a la pared del vaso y/o completamente endotelizado no implicaría mayores riesgos [3].

La canulación arterial es una práctica común en anestesiología y cuidados intensivos y está indicada cuando se requiere un monitoreo hemodinámico continuo de la presión arterial. Las complicaciones principales son hemorragia o hematoma en la inserción del catéter, oclusión temporal de la arteria, trombosis, gangrena digital y necrosis de la piel, pseudoaneurisma, parálisis del nervio mediano, infección local, sepsis o complicaciones mecánicas como la migración del catéter o fractura [4].

La arteria radial es el sitio más común para el cateterismo arterial [5]. Se prefiere la canulación de la arteria radial [6] debido a la presencia de circulación colateral desde la arteria cubital, lo que reduce el riesgo de lesión isquémica. Sin embargo, el acceso radial se asocia con complicaciones como oclusión de la arteria, sepsis, infección local, hematoma, pseudoaneurisma o hemorragia [7].

La complicación más común fue la oclusión temporal de la arteria radial (19,7%) y el hematoma (14,4%), seguido de infección del sitio de punción (0,72%), hemorragia (0,53%) y bacteriemia (0,13%) [5]. Hay casos que informan sobre la aparición de síndrome de dolor regional complejo debido a lesión arterial después de la punción [8]. La presencia de fragmentación del catéter intraarterial es muy rara [5].

La presencia de un fragmento de catéter en la arteria radial puede provocar complicaciones graves. Si la circulación colateral de la arteria cubital es insuficiente, puede causar claudicación de la mano o isquemia aguda debido a trombosis o embolización. La presencia de un cuerpo extraño intraarterial también puede causar daño a la íntima (la capa interna de la pared arterial), ya sea debido a la pérdida de integridad en la introducción o la reacción local del cuerpo extraño [9].

La recuperación percutánea de cuerpos extraños intravasculares es una técnica segura, efectiva y asequible. Su tasa de éxito puede variar de 50% a 100% [9].

BIBLIOGRAFÍA

[1] Zurera LJ. “Extracción percutánea de cuerpos extraños. Estándar de procedimiento”. Comisión científica de SERVEI. Estándares de trabajo. servei.org/mdocs-posts/extracción-percutanea-de-cuerpos-extraños/.

[2] Kass J, Sherkat A, Nahum E, Hartman M. “Search and Rescue: A Case Report and Discussion of Iatrogenic Intravascular Foreign Bodies”. Curr Probl Diagn Radiol. 2018; S0363-0188(18)30160-9.

[3] Carroll MI, Ahanchi SS, Kim JH, Panneton JM. “Endovascular foreign body retrieval”. J Vasc Surg. 2013; 57(2):459-463.

[4] Nuttall G, Burckhardt J, Hadley A, Kane S, Kor D, Marienau MS, et al. “Surgical and Patient Risk Factors for Severe Arterial Line Complications in Adults.” Anesthesiology. 2016 Mar; 124(3):590-7.

[5] Scheer B, Perel A, Pfeiffer UJ. “Clinical review: complications and risk factors of peripheral arterial catheters used for haemodynamic monitoring in anaesthesia and intensive care medicine”. Crit Care. 2002 Jun; 6(3):199-204.

[6] Bengezi OA, Dalcin A, Al-Thani H, Bain JR. “Unusual complication of radial artery

Cannulation”. Can J Plast Surg. 2003; 11(4):213-5.

[7] Luo CF, Mao CC, Su BC, Yu HP. “An iatrogenic complication of radial artery cannulation”. Acta Anaesthesiol Taiwan. 2010 Sep; 48(3):145-7.

[8] Lazaro RP. “Complex regional pain syndrome and acute carpal tunnel síndrome following radial artery cannulation: a neurological perspective and review of the literatura”. Medicine (Baltimore). 2015 Jan; 94(3):e422.

[9] Nuno N., Reis D., Carreira C., Bernardino A. “Intravascular fracture of an arterial catheter: an uncommon nevertheless real complication”. Rev Chil Anest 2020; 49: 915-918.

martes, 25 de junio de 2024

MEDICINA: Apendicitis aguda

  


El inicio del intestino grueso se conoce como ciego, al que llega el intestino delgado, su parte conocida como íleon, no en la zona en que empieza dicho intestino grueso, como sería lógico, sino en la pared lateral. Debajo de la entrada del íleon queda el ciego, que acaba en forma de saco, y de él, de manera postero-interna, surge un tubo pequeño y estrecho que se conoce como apéndice y que también acaba en forma de saco.

El apéndice es variable en cuanto a su tamaño, que puede ir de 2 a 20 cm, y también es muy variable en cuanto a la posición que ocupa en el abdomen, así como en su relación con los distintos órganos adyacentes [1]. Debido a la falta de acuerdo, se han propuesto numerosas clasificaciones según la posición del apéndice en el abdomen.

En cuanto a la apendicitis aguda, es una de las urgencias quirúrgicas más comunes en todo el mundo, habiéndose estimado un riesgo de 7-8% de sufrirla a lo largo de la vida. A pesar de ser tan común, aún existe una ausencia de parámetros que identifiquen en la valoración inicial la severidad de la apendicitis, por lo que la obtención de un diagnóstico fiable sigue siendo un reto [9]. El pico de incidencia (es decir, donde existe una mayor frecuencia de aparición) se da entre los 10 y los 30 años.

La presentación típica [2] incluye dolor epigástrico o periumbilical, junto a náuseas, vómitos y anorexia. Tras unas cuantas horas, el dolor se desplaza al cuadrante inferior derecho del abdomen, zona conocida como Fosa Ilíaca Derecha (FID). El paciente presenta hipertermia o fiebre (de 37,3 a 38,3ºC), y dolor al palpar el punto de McBurney, situado en la unión de los tercios medio y externo de una línea imaginaria que uniría el ombligo con la espina ilíaca anterosuperior. En ese mismo punto existe dolor al descomprimirlo súbitamente, lo que se conoce como signo de Blumberg.

Sin embargo, esta presentación típica solamente ocurre en el 50% de los pacientes. La apendicitis que ocurre en un adulto [8] puede empezar de una forma atípica e insidiosa, con temperatura normal, disminución de ruidos intestinales y una masa en cuadrante inferior derecho. No es frecuente la presencia de leucocitosis (cifras elevadas de leucocitos) y hay que buscar signos irritación abdominal. De hecho, en aquellos pacientes que presenten sólo dolor o sólo irritación peritoneal, debe pedirse análisis de sangre y orina, junto al test de embarazo si es mujer, para descartar las alternativas diagnósticas de infección de orina o la existencia de un embarazo ectópico (fuera de la cavidad uterina). Según la Guía Práctica Clínica del Instituto Mexicano del Seguro Social, la hipersensibilidad al rebote, que es en lo que consiste el signo de Blumberg, sólo aparece en el 26% de los casos. La misma guía indica que en los pacientes de 20 a64 años, la rigidez abdominal está presente en el 43% de los mismos y el diagnóstico correcto al ingreso hospitalario solamente alcanza el 61% [8].

Un dolor localizado puede orientar hacia una peritonitis circunscrita que tanto puede ser una apendicitis, como una colecistitis o una diverticulitis [11].

Todos y cada uno de los signos clínicos por separado tienen un valor predictivo escaso. En combinación, se acercan más al diagnóstico, aunque no llegan a ser exactamente precisos. Debido a esta circunstancia, se han desarrollado varios índices de riesgo clínico. El más usado es el de Alvarado, que valora síntomas, signos y resultados de laboratorio [9].

Las apendicitis que ocurren en un apéndice localizado en zonas inusuales pueden presentar síntomas atípicos y signos que pueden llevar a una ausencia de diagnóstico o a un diagnóstico erróneo, con una mayor incidencia de complicaciones, como la perforación [3]. De hecho, la apendicitis puede simular a otro tipo de dolores abdominales agudos, tales como adenitis mesentérica, infección del tracto urinario, divertículo de Meckel, colecistitis o patología ginecológica [1]. Cuando el dolor de la apendicitis es de tipo sordo, se puede confundir con una diverticulitis o con una pielonefritis [6].

El signo de Blumberg lo que indica es irritación peritoneal en FID, pero no es exclusivo de apendicitis, sino que se debe a patologías que estén irritando el peritoneo en dicha FID.

Los estudios de laboratorio, en el caso de apendicitis, suelen mostrar una leucocitosis que va de 12.000 a 15.000 leucos/mml [2]. La patología urológica no da signos de irritación peritoneal. Los síntomas urinarios, en el caso de una apendicitis, se asocian con un apéndice difícil de diagnosticar y que con más frecuencia causa complicaciones [7].

El uso de la ecografía ha resultado tener una sensibilidad del 86% (de 100 casos en que se diagnostica apendicitis por la ecografía, 86 son apendicitis). Si damos la vuelta a las cifras, de 100 casos en los que el diagnóstico de apendicitis se realizó basándose en los hallazgos de la ecografía y que acabaron en apendicectomía, 14 casos no lo eran. Lo que indica que la precisión diagnóstica se encuentra limitada, no es completa. Los mejores resultados se obtienen en niños, que tienen típicamente una piel abdominal más fina, con menos grasa abdominal. Los adultos, en cambio, tienen un panículo adiposo a nivel abdominal que en ocasiones dificulta la exploración ecográfica, y, por tanto, dicha precisión diagnóstica [9].

Incluso ni el TAC, ni la RMN de urgencia son capaces de discriminar entre apendicitis perforada y no perforada, lo cual limita a los médicos a la hora de aplicar el tratamiento más adecuado, pues en algunos casos de apendicitis, ésta responde adecuadamente a una terapia antibiótica [9] y no llega a ser necesaria la apendicectomía.

El abordaje laparoscópico permite a los cirujanos inspeccionar la cavidad abdominal y excluir los distintos diagnósticos [4]. Además, la apendicectomía laparoscópica para aquellos apéndices que presentan una posición anatómica infrecuente es mejor opción que la técnica de laparotomía (intervención quirúrgica clásica), ya que permite la localización del apéndice con una única incisión individual y pequeña para la cámara, y una vez localizado el mismo, es cuando se realizan las correspondientes incisiones para los trócares que extirparán dicho apéndice [5]. El sistema de clipaje mediante Hemolock es uno de los más avanzados en el momento de la intervención de la paciente [12].

Por último, la presentación puede variar a lo largo del día. Retrasos de 12 a 24 horas en pacientes estables hemodinámicamente (es decir, con buena Frecuencia Cardíaca, Tensión Arterial y Saturación de O2) no se asocian a un incremento en el riesgo de perforación [10]. Por ello, un tiempo de observación amplio en pacientes con signos confusos, junto a la revisión de la situación clínica por intervalos, incrementa la precisión diagnóstica sin incrementar el riesgo de perforación en una apendicitis aguda.

De hecho, se ha podido asociar un incremento de la morbilidad (aparición de complicaciones) en la cirugía inmediata con una Odds Ratio de 3,3 (valor estadístico que representa la probabilidad de que un fenómeno esté asociado a otro, en este caso la apendicectomía temprana con la aparición de complicaciones), lo que manifiesta un riesgo innecesario de resección ileocecal (7,4%) [9]. Por otro lado, la aparición de un absceso pélvico tiene una frecuencia de 9,4%, es decir, casi en 1 de cada 10 casos de apendicectomía, a pesar de un tratamiento quirúrgico adecuado, surge esta complicación. Como todo médico conoce, un absceso en abdomen puede conllevar la aparición de una perforación intestinal, así como una perforación en tracto gastrointestinal puede dar lugar a un absceso abdominal [9].

Las tasas que se alcanzan de complicación post-apendicectomía varían del 8,2 al 31,4%. Incluso las apendicectomías negativas, es decir, las apendicectomías realizadas y en las que no se han encontrado apendicitis presenta el mismo incremento de mortalidad a los 30 días y a los 5 años que aquellas apendicectomías en que se ha encontrado un apéndice perforado [13].

No debemos olvidar que la apendicitis es, en realidad, un proceso infeccioso intraperitoneal y, por tanto, la posibilidad de aparición de complicaciones en el postoperatorio no se pueden calificar como “raras” o “poco frecuentes” [14]. Las apendicitis agudas complicadas con perforación y peritonitis constituyen un 3,6% del total de apendicectomías. Los abscesos intraperitoneales un 1% [15]. Estos abscesos intraperitoneales hacen que la perforación intestinal aumente de un 1,7 a un 7,5% [16].

En cuanto a las manifestaciones clínicas de una perforación intestinal, el cuadro típico consiste en un dolor brusco, intenso y súbito, describiéndolo el paciente como “una puñalada”; permanecen absolutamente quietos, ya que los movimientos aumentan el dolor; la respiración es superficial y el aspecto es sudoroso. Si la perforación está “encubierta” por estructuras vecinas, la clínica es más moderada, más prolongada en el tiempo, lo que lleva a un retraso diagnóstico de dicha perforación [11].

BIBLIOGRAFÍA

[1] “Impact of the appendiceal position on the diagnosis and treatment of pediatric apendicitis”. Aneiros Castro B., Can Novillo I., García Vázquez A., Yuste García P., Ferrero Herrero E., Gómez Fraile A. Rev Paul Pediatr. 2019; 37(2): 161-165.

[2] “Apendicitis”. Ansari P. Manual MSD para profesionales. Última modificación septiembre-2021. https://www.msdmanuals.com/es-es/professional/trastornos-gastrointestinales/abdomen-agudo-y-gastroenterolog%C3%ADa-quir%C3%BArgica/apendicitis.

[3] “A diagnostic dilemma: Left-sided appendicitis in a 10 year old boy with previously undiagnosed intestinal malrotation. A case report.” Shekhar A, Hendahewa R, Premaratne G. Int J Surg Case Rep. 2015; 14:10-12.

[4] Karakus SC, Kilincaslan H, Koku N, Ertaskin I. “Is single port incisionless- intracorporeal conventional equipmentendoscopic surgery feasible in patients with retrocecal acute appendicitis?” J Korean Surg Soc. 2013; 85:80-3.

[5] Fernandez EM, Favre Rizzo J, Artega González I, Hernández Hernández JR. “Left- sided appendicitis: diagnosis and minimally invasive treatment.” Acta Gastroenterol Latinoam. 2014; 44:62-6.

[6] “Dolor abdominal agudo”. Ansari P. Manual MSD para profesionales. Última modificación septiembre-2021. https://www.msdmanuals.com/es-es/professional/trastornos-gastrointestinales/abdomen-agudo-y-gastroenterolog%C3%ADa-quir%C3%BArgica/dolor-abdominal-agudo?query=Dolor%20abdominal%20agudo

[7] “Síndrome urinario por apendicitis retrocecal.” Vicente Navarro E., Ferrándiz Gutiérrez M., Sánchez Calderón M., Rodríguez Ariza S., Brizzola Andreini N. E., Gutiérrez Férriz G., Fracés Artiga P., Antón Maldonado V., Peiro Muntadas L. Semergen. 2016; 42(Espec Congr 15):136.

[8] “Diagnóstico de Apendicitis Aguda. Guía de referencia rápida.” División de Excelencia Clínica. Coordinación de Unidades Médicas de Alta Especialidad. Unidad de Atención Médica. Dirección de Prestaciones Médicas. Instituto Mexicano del Seguro Social. http://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/guiasclinicas/031GER.pdf

[9] “Acute appendicitis: modern understanding of pathogenesis, diagnosis, and management.” Bhangu A., Søreide K, Di Saverio S., Hansson Assarsson J, Thurston Drake F. The Lancet. September 26, 2015; Vol. 386: 1279-1287.

[10] Drake FT, Mottey NE, Farrokhi ET, et al. Time to appendectomy and risk of perforation in acute appendicitis. JAMA Surg 2014; 149: 837–44.

[11] “Abdomen agudo quirúrgico”. Caínzos Fernández M. A., Domínguez Comesaña E., González Rodríguez F. J., Blanco Freire M. N., Parada González P., Lesquereux Martínez L., Fernández López F. Medicine. 2020; 13(10):523-40.

[12] “Grapadora endoscópica en comparación con clip Hem-o-lok® para sujetar el muñón del apéndice y el mesoapéndice durante una apendicectomía laparoscópica.” Al-Temimi MH, Berglin MA, Kim EG, Tessier DJ, Johna SD. Am J Surg. 2017; 214(6):1143-1148.

[13] Andersson RE. “Short and long-term mortality after appendectomy in Sweden 1987 to 2006. Influence of appendectomy diagnosis, sex, age, co-morbidity, surgical method, hospital volume, and time period. A national population-based cohort study”. World J Surg 2013; 37: 974–81.

[14] Aguiló J., Peiró S., Muñoz C., García del Caño J., Garay M., Viciano V., Ferri R., García-Botella M., Medrano J. y Torró J. “Efectos adversos en la cirugía de la apendicitis aguda”. Cir Esp. 2005; 78(5):312-7.

[15] McKellar A, Mackay AJ. “Wound and intraperitoneal infection following appendicectomy for perforated or gangrenous appendicitis.” Aust N Z J Surg. 1986; 56:489-91.

[16] Reid RI, Dobbs BR, Frizelle FA. “Risk factors for post-appendicectomyintra-abdominal abscess”. Aust N Z J Surg. 1999; 69:373-4.

martes, 18 de junio de 2024

MEDICINA: Prolapso de los órganos pélvicos


 

El prolapso de los órganos pélvicos (POP) se define como el descenso de uno o más órganos, entre los que se incluyen el útero, la vagina, la uretra, la vejiga, el recto, el colon sigmoide o el intestino delgado, desde su posición anatómica habitual.

Este desplazamiento se produce como consecuencia del fallo de las estructuras de soporte y puede alcanzar diferentes grados. Según los estudios, un 41% de mujeres no histerectomizadas y un 38% de mujeres histerectomizadas (que se le ha extirpado el útero) tenían algún tipo de POP, siendo el prolapso del compartimento anterior el más frecuente en todas las series de pacientes [1].

En la exploración ginecológica se manifiesta como un descenso del cuello uterino o de las paredes vaginales (anterior, lateral, posterior o superior). En el prolapso de la pared vaginal anterior puede encontrarse la uretra o la vejiga.

Existen factores iniciadores, como es el caso del parto vaginal; factores favorecedores, como la obesidad; y factores descompensadores como el envejecimiento. Dentro de ellos la paridad (el número de partos) es el factor de riesgo que con mayor frecuencia se asocia al POP. Dentro de los factores de riesgo modificables se encuentra la obesidad, en dónde un índice de masa corporal (IMC) por encima de 25 implica un incremento del riesgo [5].

En una gran parte de los casos, las lesiones de los tejidos pélvicos comienzan con los partos. De hecho, está establecido que el riesgo relativo de prolapso genital aumenta de forma significativa con el número de partos [2]. El daño postparto no sólo incluye desgarros en la musculatura perineal, sino también la sobredistensión del hiato genital, lo que favorece el POP [3].

El síntoma fundamental es la sensación de bulto genital y este síntoma es independiente de la gravedad del prolapso. Además, el prolapso genital sintomático puede asociarse a disfunciones sexuales, siendo la más frecuente la dispareunia (dolor con las actividades sexuales). Otra sintomatología puede ser la sensación de peso o dolor en la región genital, dolor lumbar inespecífico o estreñimiento [4].

El tratamiento puede ser conservador. En este caso, lo primero es eliminar o reducir los factores de riesgo, intentando reducir el peso para conseguir niveles de IMC<25. También existen ejercicios para la musculatura del suelo pélvico. Estos ejercicios son efectivos a la hora de reducir los síntomas de disfunción del suelo pélvico, pero no hay evidencia que nos indique su efectividad para reducir la severidad del prolapso. Por último, los pesarios son una opción viable. Son unos dispositivos, normalmente de silicona que se colocan en la vagina para “empujar” el prolapso a la situación anatómica normal. Precisan de vigilancia periódica y del uso de estrógenos tópicos y antisépticos vaginales. También puede usarse el pesario mientras se espera la cirugía, en casos de prolapsos muy avanzados.

El tratamiento quirúrgico está indicado cuando el POP es sintomático y afecta a la calidad de vida [6]. Normalmente, esto ocurre en pacientes con un grado II o superior de POP. Sus objetivos son que el síntoma principal, la sensación de bulto genital, quede resuelto; que haya una mejoría de las disfunciones encontradas en el estudio preoperatorio, y prevenir la recurrencia. Sin embargo, por desgracia no siempre son alcanzables y dependen en gran medida tanto de las características de la paciente como de la presencia de factores de riesgo.

Las técnicas quirúrgicas existentes son:

A. Obliterativas o colpocleisis: en ellas se cierra el orificio genital para evitar que el prolapso salga al exterior. Se emplea en pacientes de edad avanzada, prolapsos importantes, alto riesgo de recidiva, o que acepten la incapacidad de mantener relaciones sexuales coitales.

B. Reconstructivas: son aquellas en que intentan, tal como su nombre indica, reconstruir la “solidez” de la parte del aparato genital afectado. Y se dividen, a su vez en:

1) Reconstructivas del compartimiento anterior. Cuando hay afectación de la pared vaginal anterior.

2) Reconstructivas del compartimento apical. Cuando el prolapso procede de la parte superior de la vagina, zona conocida también como “cúpula vaginal”.

3) Reconstructivas del compartimento posterior. Al afectar a la pared posterior de la vagina.

Las principales complicaciones de esta cirugía son dos: La dispareunia o dolor al mantener relaciones sexuales; y el Dolor Pélvico Crónico (DPC) [7]. Por otro lado, las tasas de recidiva (de que vuelva a aparecer el POP) son muy variables y se han publicado tasas de reintervención entre el 0,7% y el 5,4%.

BIBLIOGRAFÍA

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[7] Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. “Prolapso de los órganos pélvicos”. Prog Obstet Ginecol 2020; 63(1):54-59.

[8] J. Moore. “Causes of chronic pelvic pain”. Bailliere´s Clinical Obstetric and Gynaecology 2000 Vol 14, No.3, 398-402.