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lunes, 1 de mayo de 2023

BREVE HISTORIA DE AL-ÁNDALUS. 2013. Ana Martos

 

Es un buen libro para conocer, con unas cuantas pinceladas, la historia de la península Ibérica y de los pueblos que la habitaron, con excepción de Portugal, desde la llegada de los musulmanes, en el 711, hasta la conquista del último reino musulmán, el Nazarí, por parte de los Reyes Católicos en 1492, a 2 de enero, si no me falla la memoria.

Porque eso es lo que hace Ana Martos. A partir de unas pinceladas sobre el nacimiento y desarrollo del islam durante el siglo VII de nuestra era, llega al acontecimiento del paso de los ejércitos musulmanes desde el norte de África al reino visigodo de Toledo en el 711 y a la conquista del mismo en pocos años. Después, de forma esquemática nos habla de cómo fueron sucediéndose el emirato de Córdoba, el califato, las taifas, los almorávides, los almohades, y por fin, el último reino que aguantó algo más de doscientos años, el reino nazarí de Granada.

Para todos aquellos que quieran introducirse en la historia de Al-Ándalus de una forma sencilla y amena, es recomendable esta lectura.

Uno de los aspectos que mejor se reflejan en el libro es la sociedad musulmana y su evolución en Al-Ándalus a lo largo del tiempo. Veremos cómo se va radicalizando conforme pasa el tiempo. De unos conquistadores relativamente tolerantes con las religiones del libro, pasaremos a las dos olas, de Almorávides primero y Almohades después, que querían instaurar la pureza de la religión islámica en el territorio de Al-Ándalus. Veremos como la sociedad de la Córdoba omeya, del emirato y califato, poco tiene que ver, en cuanto a convivencia y justicia, con las que posteriormente van a imponer los invasores del otro lado del estrecho.

Pero es que era un signo de los tiempos. La radicalización see hizo cada vez más acentuada, del siglo VII al XIII. Dónde antes se toleraban otras creencias, pasado el tiempo se expulsaban a aquellos que no seguían las creencias de los poderosos, de los dominantes. Tanto a un lado como a otro de la frontera que separaba Al-Ándalus de los reinos cristianos. En fin, la historia de la humanidad discurre como un péndulo que pasa de planteamientos extremos y excluyentes a conciliadores, y viceversa. Y así, hasta el día de hoy.

sábado, 16 de abril de 2022

EL AMOR DE LA SABIDURIA ETERNA. 1703. San Luis María Grignion de Montfort

¡Aviso! Es un libro religioso. Y el que quiera leerlo debe tener en cuenta que está escrito por un santo católico. Luego, entonces, lo que va a encontrar es la interpretación de dicha persona sobre la Sabiduría con mayúsculas, que él la basa en Jesucristo como Hijo de Dios. Por tanto, absténganse aquellos que se echan para atrás de aquellos textos en que se habla de Dios, Jesucristo y la Virgen María. Porque éstos son los protagonistas de las páginas de este libro.

Sin embargo, todos aquellos que quieran sentir palabras de consuelo, de alivio, en el transcurrir de sus vidas; y que no les importe que les hablen de la religión católica, se van a encontrar con una lectura acogedora y preciosista. Se trata, como su título indica, un libro de amor. ¿Y qué es lo que se puede escribir cuando se escribe a la persona amada? ¿Al ser vivo al que más quieres? Pues seguramente lo que destacaremos serán todas las virtudes, todas las características positivas, todo aquello que nos hace que nos sintamos atraídos hacia esa persona que nos llena por entero y que sin ella la vida no tendría sentido.

Por tanto, este libro es un texto dedicado al amor que un cristiano, un cristiano auténtico, no de aquellos de cumplimiento (cumpli y miento), de los cuales, gracias a Dios y a la sociedad de nuestros días, van quedando cada vez menos. Decía que el libro describe el amor que un cristiano auténtico tiene hacia Jesucristo y que se puede observar en todo lo que escribe San Luis María Grignion de Montfort.

San Luis María habla de sus fundamentos cristianos profundos. Pone a la figura de Jesucristo, no al Jesús histórico, sino al Jesús Hijo de Dios, como la Sabiduría Eterna. Y esa sabiduría no la hace equivalente a ninguna ciencia o conocimiento humano. La sabiduría de la que habla el santo es la mística con palabras sencillas, cercanas, y vuelvo a decir, acogedoras.

Se nota que me ha gustado, pero reconozco que debe ser para personas que simpatizan con las figuras religiosas del cristianismo. El resto, lo dicho, abstenerse.

VIDA DE SAN LUIS MARÍA GRIGION DE MONTFORT

Se celebra el día: 28 de abril

Nacimiento: 1673 - Muerte: 1716 - País: Francia

Beatificación: León XIII, 22 ene 1888 - Canonización: Pío XII, 20 jul 1947

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre.

Vida: San Luis María era el mayor de los ocho hijos de Juan Bautista Grignion, modesto ciudadano de Montfort que pertenecía, entonces, a la diócesis de Saint- Malo. Allí nació el santo en 1673. Después de educarse en el colegio de los jesuitas de Rennes, fue al cumplir veinte años a París, a prepararse para el sacerdocio. Como era demasiado pobre para entrar en el seminario de San Sulpicio, ingresó en otra institución dirigida por el P. de la Barmondiére. A la muerte de éste, pasó a un seminario todavía más estricto, en el que reinaba una gran pobreza. Los mismos seminaristas preparaban por turno la comida, «para tener el gusto de envenenarse a sí mismos», según la irónica expresión de uno de ellos. Luis cayó tan enfermo, que hubo de ser trasladado al hospital. Cuando recobró la salud, consiguió ingresar en el seminario de San Sulpicio, donde permaneció hasta el fin de sus estudios. Un año, tuvo el honor de ser uno de los dos mejores estudiantes que, según la costumbre, visitaban un santuario de Nuestra Señora. La peregrinación de aquel año fue a la catedral de Chartres.

El éxito que obtuvo durante sus años de seminario en la catequesis de los niños más abandonados de la ciudad, no hizo más que confirmar su deseo de consagrarse al apostolado. Después de recibir la ordenación sacerdotal, en 1700, estuvo algún tiempo en Nantes, con un sacerdote que se encargaba de preparar a los jóvenes para diversas clases de apostolado y, al fin, fue nombrado capellán del hospital de Poitiers. Pronto emprendió las reformas que necesitaba aquella institución de caridad y organizó, entre el personal femenino, el núcleo de lo que más tarde había de convertirse en la Compañía de las Hijas de la Divina Sabiduría, cuyas reglas redactó entonces. Pero las reformas que había introducido provocaron una violenta reacción, y el santo tuvo que renunciar a su cargo. Enseguida, se dedicó a predicar misiones entre los pobres que acudían en masa a oírle; pero el obispo de Poitiers, a instancias de los enemigos del siervo de Dios, le prohibió predicar en su diócesis. Sin desalentarse por ello, San Luis emprendió, a pie, el viaje a Roma, donde fue recibido amablemente por el papa Clemente XI; al volver a Francia, llevaba el título de misionero apostólico. Como Poitiers siguió cerrándole las puertas, volvió a su tierra natal de Bretaña, donde emprendió una serie de misiones hasta su muerte.

Cierto que la mayoría de las parroquias le recibían con los brazos abiertos, pero no faltaban quienes le criticaban severamente, hasta el grado de que varias diócesis jansenizantes le cerraron las puertas. El santo exhortaba a sus oyentes a llevarle todos los libros impíos para quemarlos públicamente en una gran hoguera, sobre la que colocaba la efigie de una mujer mundana que representaba al diablo. En otras ocasiones, organizaba la representación de la escena en que agonizaba un pecador, cuya alma se disputaban el diablo y su ángel guardián. El santo representaba el papel del pecador y otros dos sacerdotes, los del diablo y el ángel custodio. A pesar de ello, su predicación no era puramente emocional y conseguía frutos prácticos y duraderos, simbolizados por la restauración de alguna iglesia en ruinas, la erección de gigantescas cruces misionales, limosnas muy generosas y profunda reforma de las costumbres. Casi sesenta años después de la muerte del santo, el párroco de Saint-Lô declaraba que muchos de sus feligreses practicaban todavía las devociones que Luis María había inculcado en una de sus misiones. La principal de ellas era la recitación del rosario, para promover la cual fundó numerosas cofradías. Además, hacía aprender al pueblo oraciones rimadas e himnos que él mismo componía y que se cantan aún en muchas regiones de Francia. A lo que parece, su amor al rosario fue lo que le movió a ingresar en la tercera orden de Santo Domingo.

Pero el esfuerzo de evangelización de san Luis no se limitaba a las misiones, pues era de los que creían que debe predicarse la Palabra de Dios oportuna e inoportunamente (2Tim 4,2). En una ocasión en que navegaba por el río, entre Dinant y Rouen, sus compañeros de travesía empezaron a entonar canciones obscenas; cuando el santo los invitó a rezar el rosario, se burlaron de él, pero al fin, acabaron todos por arrodillarse a rezar y escucharon atentamente el sermón que siguió a las oraciones. En otra ocasión, un baile al aire libre terminó de la misma manera. Pero tal vez el santo obtuvo sus mayores triunfos en La Rochelle, que era el centro del calvinismo, donde predicó una serie de misiones famosas y reconcilió a numerosos protestantes con la Iglesia. San Luis tenía, desde hacía tiempo, el proyecto de fundar una asociación de sacerdotes misioneros; pero sólo pocos años antes de su muerte, logró reunir a los primeros misioneros de la Compañía de María. La súbita enfermedad que le llevó a la tumba le sorprendió cuando predicaba una misión en Saint-Laurent-sur-Sévre. Entregó su alma a Dios en 1716, a los cuarenta y dos años de edad. Además de sus versos e himnos, la más conocida de sus obras es el tratado de «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», que se divulgó ampliamente de nuevo con motivo de su canonización, en 1947.

Oración: Oh Dios, sabiduría eterna, que hiciste al presbítero San Luis María insigne testigo y maestro de la total consagración a Cristo, tu Hijo, por mano de su Madre, la bienaventurada Virgen María; concédenos que, siguiendo su mismo camino espiritual, podamos extender tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Tomada de El Testigo Fiel, https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1399

domingo, 28 de febrero de 2021

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 23: El monte Tabor

El monte Tabor
Retomo esta serie sobre las sorpresas que me da mi hija pequeña, porque ayer surgió algo que me llamó la atención y que creo que es importante dejar aquí la reseña.

El evangelio de hoy se refiere a la subida al monte Tabor y a la transfiguración que sufrió Jesús de Nazareth en la cima del mismo. Le acompañaban sólo 3 de sus apóstoles, Santiago el Mayor -patrono de España-, San Juan -el discípulo amado-, y San Pedro -el que será la piedra sobre la que edificará su Iglesia-. Eran algo así como el círculo más íntimo de Jesús, pero vayamos al lío.

Mi hija vio un librito sobre el evangelio de cada día que tengo en mi escritorio. Antes habíamos hablado de otro libro que tenía encima de la mesa. Sólo tiene 4 años, y el hablar es que me enseñó como sabía pasar las páginas y yo le enseñé lo que era un señalador de libro y para que servía. Pues su atención pasó de ese libro al librito del evangelio 2021. Le volví a enseñar lo mismo, por dónde iba, que me lo señalaba el separador, y que era lo siguiente que me tocaba leer. Y avanzando en el mismo, llegamos al evangelio de este domingo (28 de febrero) en que se narra, en el evangelio según San Marcos, la transfiguración de Jesús.

Y le quise explicar lo que era, o ella me lo preguntó, no recuerdo bien. Y aquí llegó el problema:

-¿Y qué es que se transfiguró? -preguntó ella. Pregunta interior que me hice: ¿Cómo se lo explico? Inmediatamente me fui a lo que yo creía un sinónimo.

-Pues que empezó a relucir por dentro. -Podía haber usado el término "relumbrar", quizá sería más preciso, y desde aquí un saludo a todos los que me leen y usan esa palabra. Pero la niña no lo entendía, así que tuve que echar un vistazo a lo largo de la habitación mientras hacía tiempo para buscar una explicación que pudiera entender mi hija, cuando me topé con el flexo. "¡Ya está!" Pensé.

-Relucir es como esto. ¿Ves la bombilla que está apagada? -y le di al interruptor, la bombilla se encendió- Lo ves, es como si tuviera una luz interior que reluce. -volví a realizar la misma operación para que lo terminará de entender.

-¡Yo también tengo una cosa que reluce! -dijo toda entusiasmada. Saltó de la silla y se fue hacia el pasillo, indicándome que fuera a su habitación- Ven, ven.

-Mira. -me dijo. Estaba sentada enfrente de un enanito de Blancanieves que su madre le puso para que no tuviera miedo por la noche. Este enanito tiene una bombilla en su interior y cuando das al interruptor ¡reluce!

Lo había entendido mucho mejor que muchos adultos, que cuando llegan a este texto, se empiezan a hacer cábalas preguntándose qué es eso de "transfigurarse". Pues ya lo ven. Una niña de 4 años lo ha explicado para todos ustedes.

Un abrazo y nos vemos en la red.

"Transfiguración del Señor". Giovanni Francesco Penni (Según modelo de Rafael Sanzio)


sábado, 6 de febrero de 2021

EL PASTOR DE HERMAS. Siglo II.


Este libro se encuentra en la recopilación de escritos de los Padres Apostólicos que venimos viendo en las dos anteriores entradas. Tiene entidad propia, y su extensión permitiría ser editado como libro único (un ejemplo, la portada de esta entrada), sin necesidad de agruparlo con los otros escritos. ¿Por qué?

Allá vamos. En primer lugar, está escrito por un tal Hermas, que parece ser que fue canonizado incluso. Yo, al principio de su lectura, pensé que Hermas era un pueblo, y no una persona; y que el pastor era el que estaba narrando el relato. Pero no, primera confusión en el título, Hermas es el protagonista y narrador del libro. ¿Qué que narra? 

San Hermas de Roma

Al principio nos da una serie de pinceladas sobre su vida. De hecho la resume muy rápidamente. Él era un esclavo, que fue vendido a una tal Roda. Posteriormente conseguiría la libertad, se haría rico, poseyendo tierras entre Roma y Cumas. Y entonces vuelve a encontrar a Roda, de la que se enamora, y se casa. No queda claro si con ella tiene dos hijos, o es ella quién ya los tenía y el los adopta. Lo que si queda claro es que sus hijos se "relajan" en cuanto al seguimiento de las doctrinas del cristianismo, y que, según le orienta la primera aparición que tiene, debe reprenderlos por desviarse del buen camino.

A partir de aquí, el relato se complica. Su lectura se hace densa, el estilo llega a ser confuso en algunos fragmentos, y es necesario echarle ganas para seguir leyendo. ¿Qué pasa en el texto para que ocurra lo que acabo de decir?

El Pastor de Hermas. Catacumbas San Calixto. Roma

Se relatan un total de cuatro visiones. En ellas, el común denominador es la figura de una mujer que comienza siendo vieja y va rejuveneciendo conforme pasan las visiones. La mujer le plantea a Hermas una serie de interrogantes sobre su vida espiritual y sus creencias en la Iglesia y en Dios. Por último, en la cuarta visión aparece un pastor, con todo el ropaje y utensilios de un pastor de ovejas pero se presenta a Hermas como un ángel. Este ángel es el que le va a conducir a Hermas por las otras dos partes de la obra, pues hasta aquí llega la primera parte.

La siguiente consiste en los distintos mandatos que el ángel le comenta a Hermas y las múltiples preguntas que tiene este último, exponiéndole las dudas que rondan en su mente. El texto ha pasado de un carácter apocalíptico a otro normativo, pero aderezado por la discusión de los dos personajes.

La tercera parte consta de 10 parábolas. Pero no son como las de Jesús en los Evangelios. Son mucho más oscuras, cogidas por los pelos y difíciles de comprender. Y ahora un dato histórico.


Parece que Hermas existió realmente. No existe un acuerdo entre los historiadores, pero la opinión más difundida es que fue hermano de Pio I, décimo papa de Roma, y que escribió "El Pastor de Hermas" entre el 130 y el 145 d.C. Por alguna de sus referencias en el texto, se cree que tuvo las primeras visiones alrededor de los años 88 y 97 d.C. También se cree que "El Pastor de Hermas" es la recopilación de una serie de textos o fragmentos de textos y que quién los pone a todos en contexto sería Hermas. en los años a los que nos hemos referido más arriba.

En fin, un texto tildado de apocalíptico, con normas, enseñanzas y parábolas. Aquel que quiera atreverse con un lenguaje intrincado y metafórico, aquí tiene un estupendo ejemplo, pues esas dos características dominan por completo este texto. Ánimo lectores.

Queridos amigos, nos vemos en la red.



domingo, 31 de enero de 2021

PADRES APOSTÓLICOS. Siglos I-II. Editorial Ivory Falls Books. 2ª parte.


Nos habíamos quedado en la entrada anterior hablando de la "Didaché", término con el que se denomina el conjunto de normas o acciones y actitudes, recogidas a partir de la predicación de los apóstoles, que era necesario cumplir, o mejor dicho, los comportamientos que debía mostrar aquella persona que quería formar parte del grupo de los cristianos. Era algo así como un catecismo para aquellos que querían bautizarse y así profundizar en su vida de fe y creencia en Jesucristo.

San Bernabé

Pues bien, detrás de este "ejemplo de vida cristiana", esta edición de Ivory Falls Books nos muestra la epístola de Bernabé. Bernabé es el compañero de viajes de San Pablo, en la primera etapa en la que este último recorre Siria y Asia Menor. Después vuelven a Jerusalén para asistir al que ha pasado a ser conocido como el "primer concilio de la cristiandad" y en el cual se van a enfrentar dos posturas muy distintas: Los dogmáticos, encabezados por Santiago, la cabeza visible, según los historiadores, de la Iglesia de Jerusalén, que abogaban por el mantenimiento de las normas y reglas judías dentro del grupo de los cristianos (hasta cierto punto, Jesús era judío, había venido a intentar "rescatar" al pueblo de Israel, y por tanto, se podía argumentar que debía cumplirse con los ritos judíos). Del otro lado se pone San Pablo, con una visión mucho más universal, mucho más integradora y mucho menos rigorista. Parece mentira que éste sea el mismo Saulo de Tarso que hasta hace unos años perseguía con saña a los cristianos, porque los consideraba unos herejes del judaísmo, que no merecían otra cosa que persecución y muerte. Pero nos volvemos a ir del tema.


El caso es que tras este concilio, más bien conciliábulo, en el que se reúnen los pocos "dirigentes" que eran, en ese momento, de los seguidores de Cristo, Bernabé se separa de Pablo. Sus caminos serán distintos. Pablo, siguiendo la costa del Levante Mediterráneo, llegará a Roma, donde sufrirá martirio, será decapitado por su creencia en un sólo Dios y por confesar que Jesús de Nazaret es su hijo. Bernabé, en cambio, desaparece de la historia de "Los Hechos de los Apóstoles", y según los historiadores, se dirigirá a Chipre, donde morirá también por su fe en Cristo.

La epístola de Bernabé tiene dos partes. La primera se dedica a demostrar que Jesús de Nazaret ha sido la culminación de la historia de la Salvación del pueblo judío. Y hace un repaso de todo lo acontecido en el Antiguo Testamento, llegando al Nuevo y enlazando ambos. Está dirigida a aquellos cristianos provenientes de la fe judía, a los que crítica sus dudas acerca de la autenticidad del relato de Jesús como el Mesías esperado por el pueblo judío.

La segunda parte de esta carta se dedica a enumerar una serie de preceptos, muchos de ellos inspirados en el Antiguo Testamento, y que podría constituirse como un añadido a la Didaché de la que hablábamos la semana pasada.

Tras la epístola a Bernabé viene el texto conocido como "El pastor de Hermas". Pero como se va alargando la entrada, lo dejo para la próxima, que será ya la última de esta "minitrilogía" sobre los escritos de los Padres Apostólicos.


Termina el libro que nos brinda la editorial Ivory Falls Books con una epístola y unos fragmentos. La epístola está dirigida a Diogneto, y fue encontrada en Constantinopla a mediados del siglo XV. Aquí el texto, cuyo autor es muy discutido, muestra el estilo de preguntas y respuestas. Respuestas a dudas y cuestiones que plantea, o hace el escrito que se plantee, el tal Diogneto. Parece ser que la fecha de producción de esta epístola es de aproximadamente primera mitad del siglo II. En la misma vemos como se da un repaso a los distintos cultos paganos y su inconsistencia, al sin sentido del culto judío en espera de un Mesías, el cuál ya se ha encarnado como Jesús de Nazaret, y por fin muestra a Dios como un Dios benigno y amante de los seres humanos.

San Papías

Unas pocas palabras sobre los textos con que acaba este libro de los Padres Apostólicos. Los fragmentos de Papías. Éste parece haber nacido alrededor del 70 d.C. y muerto sufriendo martirio alrededor del 150 d.C. Puede haber sido discípulo de Juan el presbítero, no confundir con San Juan Evangelista, y ser compañero de San Policarpo. Sus fragmentos nos muestran sus opiniones sobre Dios y cómo se comprendían en su época ciertos aspectos de la vida de Jesús y de la liturgia cristiana.

Aunque queda todavía la entrada de "El pastor de Hermas", no me resisto a escribir en este momento la conclusión. "Los Padres Apostólicos. Siglos I-II" que nos presenta la editorial Ivory Falls Books es una inmersión en el mundo de hace 1900 años, en cómo veían la vida y se la planteaban aquellos primeros seguidores de lo que luego será una de las creencias mundiales más importantes y con gran influencia en el devenir de la historia. Nos muestra sus pensamientos, sus razonamientos y aquellos que les movía a lo largo de su vida, hasta incluso dejarse matar por sus ideas. Creo que, aunque en algunos momentos nos resulte pesado, vale la pena "bucear" en esos "mares" del tiempo.

Queridos amigos, nos vemos en la red.

domingo, 24 de enero de 2021

PADRES APOSTÓLICOS. Siglos I-II. Editorial Ivory Falls Books. 1ª parte.

 


Hoy toca viajar al principio de nuestros 2.000 años. Iremos al siglo I y II de nuestra era. Y voy a hablar de una serie de escritos que no los conoce casi nadie, salvo aquellos que se dedican a su estudio. Se trata de unos textos que proceden de los llamados Padres Apostólicos. Estoy seguro que a muchos les sonará más eso de los "Padres Fundadores" de los Estados Unidos de América, que el título de "Padres Apostólicos". Una pena, pues son algo así como los "Padres Fundadores" de la cultura occidental. Sí, ahora se me echarán encima todos aquellos que digan que me olvido de la civilización grecorromana, que es la auténtica base de nuestra cultura. Pues no y sí, no me olvido de dicha cultura grecorromana, sobre todo si aceptamos extremos como la esclavitud, la guerra, las diversiones donde corra la sangre a raudales (gladiadores, lucha con fieras, cacerías, etc.), Y sí, sí me olvido porque creo que nuestra civilización actual tiene mucha más base en los principios que empujaron a ese puñado de hombres y mujeres de principio de nuestra era, que en los principios grecorromanos. Pero me estoy desviando del libro.


Los Padres Apostólicos son precisamente los discípulos de los Apóstoles de Jesús de Nazareth. Aquellos más punteros, que se convirtieron en obispos de distintas ciudades, entre ellas Roma, y que sucedían a dichos Apóstoles y representaban a Jesús en la tierra. Cuidaban de las comunidades nacientes, pocos años antes instituidas. Se puede decir que fueron la segunda generación de dirigentes cristianos que trataron de mantener viva en todo momento las creencias y las doctrinas que les fueron transmitidas por los Apóstoles.

San Clemente I, de Roma

Uno de ellos es Clemente de Roma. Existe una tradición que hace de él un seguidor de San Pedro, y de los más fieles, tanto es así que es el propio San Pedro, antes de morir en la colina Vaticana, el que le nombra su sucesor, y tiene que empeñarse en ello, pues Clemente parece ser que fue renuente a aceptar el obispado de Roma, y más que el obispado, aceptar ser digno sucesor de San Pedro. Otros lo identifican con Clemente de Filipos y con Clemente de Alejandría. Sin embargo, parece ser que predomina el parecer de que Clemente era romano, de una familia acomodada, incluso perteneciente a la nobleza. Cuando oye las predicaciones de San Pedro, se convierte, abandona la vida de riqueza que lleva y se vuelve un seguidor incondicional del apóstol. Por fin, acaba sus días durante la persecución que llevó a cabo Domiciano contra los cristianos.

Clemente posee una carta a los Corintios y una segunda carta que es más bien una homilía y que no se tiene claro si es suya o no. En la carta a los Corintios les recrimina el que haya habido divisiones entre ellos, por creer en unos estafadores que, diciendo que predicaban las doctrinas de Jesús, se levantaron contra el obispo de Corinto y sus ayudantes. Como vemos, ya en esta primera época había disensiones en el seno de lo que podríamos considerar como Iglesia naciente o Iglesia primitiva, pues durante este tiempo la primacía de la sede romana no estaba en absoluto definida.

San Ignacio de Antioquía

Después de Clemente nos encontramos a Ignacio de Antioquía. Fue discípulo del apóstol San Juan, y fue condenado, durante la persecución que se dio en tiempos de Trajano, a morir devorado por las fieras en Roma. Por tanto, custodiado por los soldados romanos que fueron a prenderle, inicia camino desde Antioquía, en Siria, a Roma, en la actual Italia. Durante su camino va siendo asistido por los grupos cristianos de las poblaciones por las que va pasando, y va escribiendo una serie de cartas a los creyentes de las ciudades de Éfeso, Magnesia, Trallia, Filadelfia, Esmirna, la propia Roma, y al obispo de Esmirna, Policarpo. En estas cartas se destacan dos cosas. La fe de Ignacio en la existencia del más allá, junto a Cristo resucitado, y el honor que siente al mantenerse fiel a Cristo y no traicionarlo, aunque ello le cueste la vida. Si uno lo lee de forma detenida puede pensar dos cosas: o que está ante un demente, o ante un Santo, capaz de dar la vida por sus creencias. Tanto es así que en una de sus cartas pide a sus hermanos en la fe que no le ahorren ni un segundo del suplicio (iba a ser devorado por las fieras) dándole una muerte más rápida, que no se apiaden de él, pues el morir sufriendo como lo hizo Jesús de Nazareth para él constituye un honor.

San Policarpo de Esmirna

Policarpo de Esmirna, también es obispo, mártir y también tiene una epístola, dirigida a los filipenses. Policarpo constituye el eslabón entre el apóstol Juan e Ireneo de Lyon, permite la transmisión de la doctrina lo más "pura" posible, para que posteriormente Ireneo pueda "luchar" frente a las tendencias que iban surgiendo a final del siglo II y que hacían dudar de distintas afirmaciones sobre la divinidad o humanidad de Jesús que se venían haciendo desde la época de la predicación apostólica. Por otro lado, es el mismo Policarpo al que va dirigida la carta de Ignacio de Antioquía, que veíamos más arriba.

Tras la carta de Policarpo a los Filipenses, la editorial Ivory Falls Books añade un escrito titulado: "Carta de la Iglesia de Esmirna a la de Filomelio". En esta carta, se describe, de forma detallada, y se podría decir que hasta morbosa, el martirio que padeció Policarpo en Esmirna, cuando ya era un anciano, por no declarar al César como Dios y mantenerse firme en sus creencias en Jesús de Nazareth. Muere en la hoguera, después de haber sufrido tortura. Rayaba la edad de 80 años.

Lo que sigue a esta carta no es otro texto de un obispo mártir. Se trata, ni más ni menos, que de la "Didaché". Y aquellos que no estén familiarizados con el término preguntarán, ¿qué es la Didaché? Pues bien, se trata de la enseñanza de Jesucristo transmitida a los pueblos de la tierra por los Apóstoles. Consiste en un escrito, que llegó a alcanzar la categoría de libro del Nuevo Testamento, que se recomendaba para instruir a los catecúmenos, a aquellos que se acercaban a la predicación de los apóstoles y terminaban queriendo formar parte de ese grupo que tenía creencias como la existencia de un solo Dios, que su Hijo se hizo hombre para librar al hombre de la mayor esclavitud: el pecado; y que resucitó después de haber sido ejecutado por los romanos mediante la tortura de la crucifixión.


Pero no nos llamemos a engaño. La Didaché, a pesar de todo el peso doctrinal que posee, de la forma en que define los distintos usos de la liturgia de aquel momento, y de que termina haciendo una referencia a esos últimos tiempos en que vendrá nuevamente Jesús de Nazareth, no sustituye ni una coma de los evangelios, tal como hoy los conocemos. Me atrevería a decir más. La Didaché sería una orientación para la vida de un cristiano, pero la auténtica esencia del cristianismo está, en todo momento y en todo lugar, en los evangelios.

Hasta aquí, los textos más sencillos de leer, más atrayentes, en los que nos vamos a sentir más cómodos leyéndolos. Nos sorprenderemos de lo cercanos que nos suenan. Nos llamará la atención, si reflexionamos un poco, la poca diferencia que muestran respecto al ser humano de hoy en día. ¿A qué me refiero? Si leemos atentamente, e intentamos imaginarnos a esos hombres y mujeres de los primeros siglos de nuestra era, veremos que sus formas de pensar, de razonar no son tan distintas como las nuestras. Ellos explicaban la vida de una manera, discutían, disentían, se enfrentaban, se separaban, llamaban a la unidad, intentaban enseñar lo que creían verdadero e incluso eran capaces de dar la vida por sus creencias. Nosotros, en el mundo de hoy explicamos la vida de otra forma, pero nuestros comportamientos son muy similares a ellos. Quizá nos falte la pasión. La pasión que les llevaba a sentirse felices por entregar su vida a un ideal. ¿O quizás no?

Hasta aquí por hoy. No ha acabado el libro. Nos queda una segunda parte. Pero esa será la cuestión que nos permita hacer una nueva entrada, la próxima.

Mientras tanto, queridos amigos, nos vemos en la red.