James Martin es un sacerdote jesuita (sj) de los Estados Unidos que tiene varios libros publicados, de espiritualidad, religión, e incluso una novela, La Abadía, que ya apareció en este blog hace algunos meses. Por ello, me decidí a leer este libro. El título, con una sola palabra, suena apasionante. Pero, después de leerlo hay una serie de cosas que me han sorprendido.
Está estructurado a través de un eje vertebral constituido por el viaje que realizó el escritor a Tierra Santa y sus impresiones de la misma. Por supuesto, no fue un viaje englobado en los distintas grupos de peregrinación que desde distintos lugares del globo se organizan para mostrar todos los sitios más importantes de Tierra Santa. Lo hace en compañía de otro religioso y tiene una serie de lugares como objetivo, dejándose fuera otros tan significativos (él mismo lo dice en el libro) como Canaán. Al mismo tiempo, propone una reflexión sobre los textos evangélicos que corresponden a los distintos sitios que visita. Y por último, lo une a sus experiencias personales a lo largo de su vida y intenta dar las explicaciones doctrinales, más o menos actuales, más o menos correctas, sobre lo que se puede pensar, desde el punto de vista de la fe, de lo que realmente sucedió en esos sitios.
Y ahí justamente, cuando trata de explicar el porqué de los distintos pasajes del evangelio es donde más me ha sorprendido. Puede ser que el uso excesivo de la palabra "quizá" cuando va a explicar las distintas interpretaciones que da la Iglesia a los sucesos evangélicos. Puede ser que mi cultura, española y europea, y la suya, norteamericana son muy distintas. Puede que a alguien que inició su cristianismo desde una familia atea, al contrario de lo que me pasó a mi, la visión de los hechos que narran los Evangelios suponen cosas distintas. O puede, simplemente, que con mis años, 54, he alcanzado las suficientes certezas en ciertas cosas como para no andar mareando perdices.
El caso es que la sorpresa me llevó a la decepción. Es un señor que tiene que tener estudios teológicos superiores a los míos, de hecho yo no tengo ninguno. Es un señor que tiene que estar continuamente orando y celebrando el misterio de la Eucaristía, no en vano es sacerdote; yo no lo soy. Es un señor que, como se puede reflejar por su amplia producción literaria, tiene tiempo para poder escudriñar y asegurar lo que debe decir; yo no, ya quisiera, pero tengo unas responsabilidades que no permiten ocuparme las 24 horas del día en el misterio de la Encarnación. El caso es que me decepcionó. Y las novedades que puede presentar, las reflexiones que aporta, muy ricas, no digo que no, no son suficientes para cubrir esa sensación de que parece que el autor del libro, en lugar de un hombre de fe, de Fe con mayúscula, es un hombre de duda. Salvo por ciertas expresiones o afirmaciones, parece el libro que hubiera escrito alguien agnóstico. Alguien que sí, que se cree el cuento de la historia de los Evangelios, pero que mantiene una separación entre esa historia y lo que "realmente" sucedió.
Desde aquí recomendar otro libro, con el que sí se puede disfrutar, que rezuma en todas sus páginas el cariño de la obra bien hecha, y que sí que se nota en cada letra que quien lo ha escrito es un hombre de Fe. Se trata de "Jesús, aproximación histórica" de José Antonio Págola. Quizá algún día hable sobre él. Pero creo que mejor es que lo descubran todos ustedes.
Nos vemos en la red.