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viernes, 30 de septiembre de 2016

LA CULTURA DE LOS PUEBLOS (LCP) Cap. 37: El ganado Maasai

Pastor Maasai con su ganado.

Ikoneti, seguido de sus dos hijos, llegó a una extensión amplia de terreno. Allí se encontraba un gran número de vacas, con sus grandes cuernos dirigidos hacia el cielo, que en aquellos momentos lucía un azul brillante.

Ikoneti empezó a señalar a cada una de ellas y a decir sus nombres. Los chicos, conforme Ikoneti iba llamándolas, quedaban admirados de la capacidad de su padre para retener el nombre de todos aquellos animales, y de la capacidad para reconocer a cada uno de ellos entre el resto del ganado.

Cuando Ikoneti acabó de recitar la retahíla de nombres, se acuclilló al lado de sus hijos.

-¿Estáis sorprendidos porque sé todos esos nombres?

-Sí, padre. -respondieron ambos chavales.

-Pues no os preocupéis, que vosotros también terminaréis sabiéndolos. Un buen Maasai conoce a cada una de las vacas de su ganado. Las reconoce por su voz, por el color y las manchas de su piel, incluso por el color de sus ojos. Y cuando seáis dueños de un rebaño tan grande como éste, vosotros mismos les daréis nombre.

Los niños estaban asombrados. Ikoneti se alzó y comenzó a avanzar hacia el rebaño. Makutule y Lengwesi le siguieron, como los patitos siguen a su madre para llegar a las aguas del estanque donde vivirán la siguiente etapa de su vida.

Cuando llegaron junto al rebaño, Ikoneti les preguntó:

-Mirad las vacas, fijaos. ¿Os llama algo la atención?
Ganado Maasai. Raza cebú. En la villa de Selenkay, en Kenya.

Ambos niños miraron atentamente las vacas. Éstas eran cebúes. La raza se caracterizaba por dos enormes cuernos, que se dirigen desde la parte alta de la cabeza hacia el cielo formando los dos brazos de una hipotética lira. También era característica la giba que poseían en la parte anterior del lomo, concretamente sobre los cuartos delanteros. Los chicos le destacaron esas dos características, pero Ikoneti les pidió que se fijaran con más detalle, que miraran con más minuciosidad.

-Todos tienen el mismo corte en las orejas. -dijo al cabo de un rato Makutule.

-Eso es. -le contestó su padre- Ése es el detalle que quería que os fijarais.

-¿Y por qué? -preguntó Lengwesi.

Observesé el corte en la oreja izquierda del animal.
-Es nuestra marca. -le explicó su padre- Aprendedla bien. Nuestras vacas, nuestro ganado siempre tendrá ese corte en la oreja. Por ese corte sabréis que una vaca es vuestra, y la podréis reclamar ante cualquiera que diga que es suya. Nadie podrá discutiros vuestro derecho sobre ella. Es la señal de nuestra casa.

Una exclamación de admiración surgió de la boca de ambos niños. Estaban aprendiendo en esa salida un montón. Ikoneti prosiguió.

-Las vacas nos dan todo en nuestra vida. Nos dan la comida. La leche, la sangre, el queso y, a veces, la carne. También usamos su estiércol como combustible, porque quema muy bien y dura mucho tiempo encendido. Lo usamos también para la pared de nuestras casas. Si mezclamos el estiércol de la vaca con la tierra, éste se volverá duro y hará que la pared de la casa sea dura, y no penetre el frío o el calor y se pueda vivir en ella. Las pieles de las vacas nos sirven para vestirnos, y para taparnos en las camas durante las épocas de frío. Nuestras manos no se cortan con el frío o con el trabajo duro gracias a su orina. Cuando vemos que se van a cortar, bien porque llevamos mucho tiempo a la intemperie, bien porque el frío se ha quedado muchos días entre nosotros, usamos la orina del ganado y nos lavamos las manos con ella, y vuelven a ser suaves, como si fuera el primer día de trabajo. Nuestras calabazas, donde guardamos la leche, y su sangre, se hacen de cuero curtido, de su piel. Y la mantequilla de nuestros rituales se obtiene a partir de su leche. Recordad, hijos, las vacas son todo para el Maasai.

Los niños escuchaban sin perder detalle todo lo que su padre les estaba contando. Ikoneti continuaba.

-Engai, nuestro Dios, nos concedió todo el ganado para cuidarlo cuando creo el cielo y la tierra. Por eso debemos tenerlo siempre con nosotros. Y no debemos dejar que sea maltratado, debemos defenderlo de las fieras, e incluso de otros hombres que no sepan cuidarlo, y podemos arrebatárselo y quedarnos con él. Pues Engai así nos lo permitió al hacernos los guardianes del ganado.

-Pero, -comentó Makutule- si otros hombres cuidan bien del ganado, no es necesario quitárselo, ¿verdad, padre?

Ikoneti le sonrió, como quién sonríe a alguien que aún no ha descubierto todos los entresijos de una madeja de hilo y se deja llevar solamente por su superficie.

-Querido Makutule. Cuando llegues a guerrero, cuando alcances el grado de Morani, que lo alcanzarás, te darás cuenta que nadie cuida mejor del ganado que los Maasai.
Jóvenes guerreros Maasai.

Makutule quedó apesadumbrado. No terminaba de entender. Y la respuesta de su padre no le había resuelto el problema que surgía en su cabecita infantil.

-Por eso, -siguió Ikoneti- a partir de ahora, vais a empezar a ser los dos pastores de mi ganado.

De pronto, la cara de Makutule se iluminó, Lengwesi que se había ensimismado con el pensamiento de ser guerrero, dio un respingo. Ambos niños empezaron a preguntar al padre tantas cosas que Ikoneti no tuvo más remedio que hacerles callar.

-Tranquilos, tranquilos. Os creéis que es como jugar. No, mis queridos hijos. No es un juego. Aquí vais a empezar a crecer como hombres.


jueves, 15 de septiembre de 2016

LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Cap 35: Retazos de la historia del pueblo Maasai


Queridos amigos de La Cultura de los Pueblos, tras conocer la leyenda del origen del pueblo Maasai, tras haber presenciado, llevados por ese magnífico vehículo de que dispone el ser humano que es la imaginación, cómo un padre transmitía a sus hijos el saber ancestral sobre el nacimiento de su pueblo, sobre la razón de porqué y para qué estaban en el mundo; y no sólo eso, el cómo había nacido ese mundo; una vez que hemos conocido todo ello, vayamos a lo que los sesudos científicos conocen o han podido averiguar sobre el pueblo Maasai, sobre sus orígenes y su historia.

En primer lugar hay que decir que, según las distintas fuentes a las que acudamos, su población actual ronda los 880.000 individuos. Por tanto, nos encontramos con un pueblo indígena relativamente pujante. No se trata de las etnias del río Omo, la mayor de ella, los Hamer, alcanzaba los 46.000 individuos. Lo importante en el caso de los Maasai es que, a pesar de que constituyen uno de los mejores ejemplos de resistencia a la inculturación, al sometimiento a reglamentos, leyes o mandatos exteriores a su propio pueblo; sin embargo, su cultura puede estar diluyéndose. Sus formas de vida ancestrales chocan con las formas "civilizadas" actuales y, como veremos en las próximas entregas, tienden a la desaparición. Pero ya lo iremos viendo.
Maasailandia. Territorio Maasai.

Tienen una religión tradicional, con un Dios supremo, Ngai. Algunos han adoptado el cristianismo, fruto de la labor evangelizadora de los distintos grupos misioneros que han llegado a ellos. Son pastores nómadas, su vida gira en torno a su ganado vacuno que constituye su riqueza. Lo rico que es un hombre se mide por las vacas que posee. Por ello, siempre van buscando las mejores condiciones para criar a sus rebaños, y siempre se desplazarán allí dónde encuentren mejores pastos para sus reses. Viven en las llanuras abiertas al sudeste de Kenya, en la zona entre las ciudades de Narok y Namanga, y al norte y noreste de Tanzania.

Y su origen se encuentra en una zona que hemos visitado hace muy poco tiempo. El pueblo Maasai es un pueblo de origen nilótico, que en un primer momento se hallaban situados al noroeste del lago Turkana. Sí, justo al lado de la zona del río Omo, dónde hemos estado conociendo a las etnias anteriores, como los Surma, Mursi, Nyangatom, Dassanetch, Karo, Hamer. El pueblo Maasai, durante el primer milenio de nuestra era fue trasladándose junto con sus ganados, en un largo periplo migratorio, hacia el sur, recorriendo la gran fosa del Rift, de norte a sur. Y llegaron, casi como si fueran un pueblo elegido, a las llanuras situadas entre el lago Victoria al oeste, el Kilimanjaro al este, el monte Kenya y lago Nakuru al norte, y las Montañas Nguru al sur. Unas planicies llenas de herbívoros y carnívoros, de animales salvajes, y de hierbas. Unas planicies llenas de pastos donde sus ganados podrían alimentarse de forma continua con el correr de las estaciones. Y se hicieron dueños de las mismas, ocupando un terreno que se calcula aproximadamente en unos 16.000 kilómetros cuadrados, a finales del siglo XVI.
Periplo migratorio Maasai: Rojo = Zona asentamiento s. I; Verde = Zona asentamiento s. XVI.;
Azul = aproximación de la ruta que siguieron a través del valle del Rift

Desde entonces, y hasta la llegada del hombre blanco, a finales del siglo XIX, ejercen una especie de dominio sobre la zona. No sólo se ocupan de pastorear sus ganados. Son un pueblo guerrero. Y como tal, se lo demuestran a sus vecinos, robándoles el ganado y aumentando así sus propios rebaños. Ese continuo enfrentamiento con las tribus vecinas les lleva a ser una de las etnias más temidas, y al mismo tiempo admiradas, de todo el Oriente Africano.
La autora del libro "Memorias de Africa", Karen Blixen, dónde se narra
la vida de la colonia británica de Kenya a principios del s. XX

Es la colonización del s. XX la que hace que este pueblo comience a abandonar su tradicional forma de vida. En un primer momento, comienza la presión del gobierno británico sobre sus tierras, las más fértiles, para incautárselas y cederlas a los colonos para su explotación. Así transcurre la primera mitad del siglo. Posteriormente, con el nacimiento de los movimientos de protección de la fauna, los británicos se dan cuenta de la gran riqueza faunística que poseen en las tierras que hasta entonces eran de los Maasai, y que es mucho más rentable su explotación turística y ecológica que su uso agrícola y ganadero. Esto llevará a la expulsión de los Maasai de amplias zonas de sus territorios, como ya vimos en la entrada sobre el problema de Loliondo.

Con la independencia de los países de la metrópoli británica en los años 60 del pasado siglo tampoco les va a ir mucho mejor, sobre todo en Kenya. Parte de su tierra será nuevamente embargada para utilizarla en la agricultura debido a la presión demográfica y pasarán por un periodo de pobreza y desorganización. Será a partir de la última década del siglo cuando, gracias a cambios en el gobierno, comience una colaboración con el mismo, aunque no todos en Kenya vean esta colaboración con buenos ojos.
1 de junio de 1963. Independencia de Kenya. Investidura de Jomo Kenyatta como primer presidente de la joven nación africana

También a partir de esos años, y vuelvo a hacer referencia como ejemplo a la entrada sobre Loliondo, los Maasai comienzan a ver las posibilidades que posee el ecoturismo, comienzan a organizarse, a defender sus derechos, a darse a conocer internacionalmente y de esa forma conseguir victorias sobre un progreso que en bastantes casos destruye más que construye. Aunque creo que esta reflexión la dejaremos para otro día, pues el pueblo Maasai nos espera con sus costumbres y tradiciones.

Pero hasta ese momento, tened buena navegación por la red. Nos vemos en ella.

viernes, 19 de febrero de 2016

LCP XV: LA CULTURA MATERIAL DE LOS PUEBLOS OMO


¿Qué entendemos por "cultura material"? Dentro de este concepto, de esta denominación, nos referimos a los distintos instrumentos, utensilios y pertenencias que poseen los hombres y mujeres de un determinado pueblo. Un piso, un coche, un televisor, una moto, el ordenador desde el cual estoy escribiendo en estos momentos, formarían parte de la "cultura material" del hombre de nuestro "civilizado" primer mundo. Pero, para describir este aspecto de los habitantes del río Omo, prefiero que sea Maji, una niña oriunda de la zona, quien pueda contároslo con mayor frescura.


¡Hola! Mi nombre es Maji y vivo a las orillas de un río grande y largo, que desemboca en un gran lago. El río es tan grande, que los mayores tienen que cruzarlo de un lado a otro en sus canoas, porque es muy profundo y ancho, y nadando podrías cansarte y hundirte.


Mi pueblo es nómada, como la mayoría de nuestros vecinos. ¿Qué que quiere decir nómada? Pues que con las cabras y ovejas que tenemos, vamos de unos pastos a otros para que puedan alimentarse nuestros rebaños. Por esos nos llaman pastores. Estamos continuamente desplazándonos por la zona, sin alejarnos mucho del río, pues son las tierras más fértiles, aunque nuestro ganado come de todo, sobre todo las cabras. Otros vecinos nuestros, que tienen cebúes, necesitan pastos más extensos y de mayor calidad. Nosotros, no tanto.

Como estamos continuamente de un lugar a otro, no tenemos muchas pertenencias. Serían un engorro. Preferimos que las cosas propias sean pocas y ligeras. Así su transporte es mucho más cómodo. De hecho, se puede decir que cargamos con lo fundamental para vivir, lo imprescindible para el día a día.


Si en algún sitio nos quedamos por varios días, entonces construimos unas chozas más fuertes. Si entras verás que seguimos siendo austeros. El interior es muy sencillo. Un fogón, que suele estar en el centro. Junto a él un recipiente de barro, que se lo solemos comprar a los Bashada, que son una de las pocas tribus de por aquí que trabajan la arcilla. Y calabazas de distintas formas y tamaños. También puedes encontrar cestos, que son muy ligeros, y pieles de cabra y de cebú. Las calabazas y los recipientes de barro, que también los hay de madera, sirven para almacenar la leche que se obtiene de las cabras y de los cebúes. Los solemos adornar con muchas líneas y trazos, hasta que quedan muy bien decorados.


Los hombres portan sus armas. Los mayores nos cuentan que antes eran lanzas, escudos, porras. Los llevaban siempre encima, para defendernos del ataque de otras tribus o bien de los animales salvajes. También para defender al ganado y evitar perder algún animal porque se lo comiera alguna fiera o lo robara algún clan vecino. Hoy los han sustituido unas ametralladoras que se llaman Kalashnikov.

Algo que llevan los hombres en sus andanzas y que me llama mucho la atención son los apoyanucas. Se trata de un utensilio de madera que, debido a su pequeño tamaño, su gran ligereza y su amplio uso, es una pieza inseparable de la indumentaria del hombre. Les sirve tanto para sentarse sobre él, en las reuniones, o cuando se ponen a charlar en un encuentro casual con algún conocido; como para apoyar la nuca y reposar o dormir. De esta última forma preservan los ornamentos y los valiosos peinados que muchas veces suelen hacerse para lucir delante de los demás miembros de su poblado o de poblados vecinos.


Aquí queridos amigos, corto a Maji. Hemos podido ver con su relato, la escasa cultura material de estos pueblos. Pero esa escasa cultura material se compensa con la riqueza ornamental y simbólica que muestran en sus cuerpos mediante el peinado, los adornos, la pintura y las escarificaciones. Pues los pueblos del río Omo no sólo tratan de poner de manifiesto su belleza, sino también transmitir mensajes, señales y símbolos expresados a través del arte corporal. Pero dejaremos que sea Maji, en una próxima entrega, quién nos lo cuente.

Hasta entonces, queridos amigos, disfruten. Nos vemos en la red.

martes, 29 de diciembre de 2015

EL ESPÍRITU DE LA NAVIDAD

Es una expresión que siempre me ha resultado curiosa. Que poco a poco ha ido tomando cada vez más fuerza en nuestra sociedad consumista. Que se ha ido resumiendo en nuestra civilización occidental en las comidas de empresa con los compañeros de trabajo; en las reuniones familiares de parientes que quizás, el resto del año no se ven e incluso se ignoran; en el deseo de parabienes entre amigos lejanos que se envían fotos a través de Whatsapps -pues ya no hace falta siquiera realizar el esfuerzo de comprar una tarjeta navideña, escribir cuatro frases y echarla al correo-, Y que se ha ido representando por un señor barbudo y canoso, barrigón, con un traje de lana rojo, con terminaciones blancas y cinturón blanco, que intenta meterse por una chimenea inexistente en nuestros edificios actuales para dejar regalos la noche del 24 de diciembre. 

Cristo como Sol Invicti
Mosaico romano s.III d.C. 
Pues bien. Llega la resaca del 25. Los platos por fregar. La basura por bajar. Los cartones de los juguetes de los niños por recoger y el terrible dolor de cabeza de los que se hayan pasado con la bebida la noche anterior. Incluso en alguna reunión familiar, habrá habido algún altercado y habrán acabado las cosas mal. Y el famoso "espíritu navideño" se habrá ido a freír espárragos, pues bien es sabido que los niños, los locos y los borrachos son los únicos que dicen la verdad; o que creen decirla. En suma, un cuadro muy "edificante" de una celebración que hunde sus orígenes en unas creencias de las que la sociedad occidental está renegando. Las creencias cristianas. Sí, ya lo sé. Los eruditos me dirán: "Sr. Jesús, tenga usted en cuenta que la fecha del 25 de diciembre la puso la Iglesia el solsticio de invierno para juntar su celebración con la del sol invicti de los romanos." Habría mucho que discutir, pero de acuerdo, acepto la corrección. Y la acepto, porque no van por ahí los tiros de este post de hoy. Como tampoco van, como pudiera parecer por lo comentado hasta ahora, por el materialismo que ha inundado las fiestas navideñas desde el último tercio del siglo XX hasta nuestros días. No. Me refiero al significado de la expresión "el espíritu de la Navidad".

¿Llegamos a entender nosotros, ciudadanos "de un lugar llamado mundo -occidental, siglo XXI, lejos de lugares de conflicto-", lo que significó la primera Navidad? ¿Llegamos, por tanto, a entender lo que realmente estamos celebrando, el hecho que ha dado lugar a esta celebración a lo largo de los últimos 20 siglos -si somos puristas 16 siglos-?

Intentemos situarnos. Si partimos de la tradición, tenemos el portal de Belén. José, María, Jesús recién nacido, el buey, la mula, los pastores que llevan sus cosas para adorar al niño, etc. Quieren que "desbrocemos" la tradición, igual que hicimos con la de los "Reyes Magos" hace aproximadamente un año, ¿se acuerdan?


Empecemos. En primer lugar, fuera buey y fuera mula. Son introducidos muy posteriormente, cuando la piedad popular de la Edad Media considera que al ser un establo dónde dio a luz la Virgen María, perfectamente podría haber en él un buey y una mula. Y como en la Edad Media, la población de las aldeas solía compartir vivienda, incluso habitación dormitorio con sus animales de labor, que mejor que asegurar una "calefacción natural" para el recién nacido Niño Dios. Bien, buey y mula fuera.

Los pastores, que le adoran y le llevan presentes, o sea regalos. Permitidme la expresión: ¡Y una leche! El evangelio de S. Mateo no habla de pastores en absoluto, sólo cuenta el episodio de los Magos. Y el de S. Lucas, que es el que cuenta el de los pastores sólo dice que volvieron al pueblo y difundieron la noticia. Os transcribo el pasaje:


2:15 Después que los ángeles volvieron al cielo, los pastores se decían unos a otros: "Vayamos a Belén, y veamos lo que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado". 
2:16 Fueron rápidamente y encontraron a María, a José, y al recién nacido acostado en el pesebre. 
2:17 Al verlo, contaron lo que habían oído decir sobre este niño, 
2:18 y todos los que los escuchaban quedaron admirados de lo que decían los pastores.

Asi que eso de regalitos al niño, tradición, pero nada más. Otra tradición a desmontar. Y aquí alguién puede que me apedree. Tanto en la Biblia de Jerusalén como en la Biblia Septuaginta no he encontrado el pasaje de "parió sin dolor". No dice en ningún sitio, según afirma la tradición cristiana, que la Virgen María pariera sin dolor. En este caso vuelve a ser S. Lucas quién habla de ello, porque S. Mateo no hace ninguna referencia. Os lo vuelvo a transcribir:

2:6 Mientras se encontraban en Belén, le llegó el tiempo de ser madre; 
2:7 y María dio a luz a su Hijo primogénito, lo envolvió en pañales y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el albergue.

Luego el parto debió ser tan normal como el de cualquier otra mujer, con sus dolores, sufrimientos, temores y tantas otras cosas más. Y además, no en un sitio normal, pues una vez nacido, tuvo que acostar al niño en un pesebre, lo cual indicaba que estaban en un establo, pues "no había lugar para ellos en el albergue". 


Otra tradición que se cae. No se rechaza a la pareja de Nazaret porque la población belenita es "mala". No es que no se quiera dar cobijo a una embarazada porque la maldad ha "anidado" en el alma de los habitantes de Belén. Simplemente no hay ningún sitio libre, y el único libre es un establo, y antes que quedar a la intemperie, José decide que es el mejor sitio para pasar la noche y allí les llega el momento del nacimiento de Jesús.

Y ahora, después de desmontar todas las "tradiciones" que se han ido acumulando sobre el nacimiento de Jesús, volvamos a nuestro mundo y a la pregunta que hacía antes. ¿Entendemos el acontecimiento que en realidad celebramos el 25 de diciembre? (Quede claro que me importa un rábano que sucediera el 25 de diciembre que el 14 de abril). Imaginemos por un momento:


El día del nacimiento de Jesús, una pareja de jóvenes, él 24 años aproximadamente, ella 15 años más o menos. Ella se encuentra embarazada de ocho meses y pico. Habían realizado un viaje de unos 170 km. a lomos de un burro, para registrarse por orden de una autoridad que estaba a miles de kilómetros de distancia. Habían hecho el trayecto por caminos de piedra y tierra, lodo y fango. Llevaban lo puesto y un hatillo, una especie de bolsa de viaje, con lo necesario (por favor, visualicen la escena). Llegan al pueblo al anochecer. Esta lleno de gente, pues es el destino de multitud de viajeros. Van preguntando por varias fondas y en ninguna encuentran habitación, ni siquiera hueco. Al final, alguien les dice que si quieren, en un establo pueden guarecerse de la noche, el joven mira a su esposa y ésta le asiente levemente mientras en su cara aparece un rictus de dolor. El joven acepta y guiado por el posadero se dirige al establo. 

Allí se acomodan lo mejor posible. Sin embargo, los dolores son cada vez más continuos, y la joven no puede aguantar le pide ayuda a él y el muchacho no sabe que hacer. Nunca se ha visto en esa situación. Si se va, la deja sola, abandonada en un establo. Si se queda, no puede ayudarla. Ella le pide un abrazo. Y así, a cada contracción, a cada grito, nota como sus manos se contraen en sus brazos, como sus dedos se clavan en su piel, y él la abraza intensamente, no puede hacer otra cosa. Al final, nota un esfuerzo inmenso por parte de ella. Ella, con dolor inmenso, empuja y nota que de su interior sale un cuerpo, se desliza un ser. Llama a su pareja, que se desase por un instante, se gira y mira su entrepierna. Entre restos de sangre ve un niño. Le coge, le agita y el niño empieza a llorar, y le pone en el regazo de la joven madre. 

La madre mira al niño feliz, le abraza a su pecho y abrazada a él, mira a su joven marido y sonríe. Con solicitud, limpian al niño de los fluidos del parto y lo envuelven en unos trapos limpios que han conseguido guardar para la ocasión. Buscan a su alrededor un sitio donde poder poner al niño para mientras poder limpiar a la madre. Lo único que ven es el pesebre lleno de paja para las ovejas, y el mullido de las pajas les parece el mejor sitio para que pueda descansar ese rato. Una vez que la madre quede lavada y limpia volverá a cogerle en sus brazos y podrán disfrutar de su presencia.


Queridos amigos. Feliz Navidad.