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martes, 19 de noviembre de 2024

MEDICINA: Dolor abdominal

  

El dolor abdominal es un motivo muy frecuente de consulta, ya sea en el contexto de una urgencia o de una consulta programada, tanto si se trata de un dolor agudo reciente como de un dolor de más larga data, incluso crónico. Representa el 15-20% de los motivos de consulta en los servicios de urgencias [1]. La mayoría de estos dolores tienen una etiología benigna, por lo que el objetivo inicial de la asistencia médica es identificar a aquellos pacientes cuyo dolor abdominal sea debido a una patología grave [2]. Para ello es importante una buena anamnesis y exploración, enfocado a detectar signos y síntomas de alarma.

La clínica de dolor abdominal, en ocasiones, puede ser muy inespecífica pudiendo ser sutil en su inicio y variable en el tiempo, dificultando el reconocimiento precoz de su causa, retrasando así el tratamiento. Los diagnósticos más frecuentes dados a estas consultas son: dolor abdominal inespecífico (22,044.3%), apendicitis aguda (15,9-28,1%), enfermedad biliar (2,9-4,0%), perforación gastrointestinal (2,3-15,0%), íleo adinámico (4,1-8,6%), diverticulitis (8,2-9,0%), pancreatitis (3,2-4,0%), cólico renal (5,1%) y enfermedades inflamatorias intestinales (0,6%).

La herramienta para orientar los cuadros de dolor abdominal más sensible y específica, a la vez que económica, es una detallada anamnesis y exploración física [2].

El diagnóstico de “Dolor abdominal” viene avalado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en su Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 11 (CIE-11), que está en vigor desde el 1 de enero de 2022, con los siguientes códigos:

 MD81: Dolor abdominal o pélvico.

 MD81.1Z: Dolor abdominal localizado, sin especificación.

 MD81.2: Dolor abdominal generalizado.

 MD81.4: Dolor abdominal de otro tipo y de tipo no especificado.

BIBLIOGRAFIA

[1] Alvarado Blasco, M., Pérez Torres, J. (2016). Dolor abdominal agudo. En Manual de diagnóstico y terapéutica médica. Hospital Universitario 12 de Octubre. 8.ª edición. Madrid, pp.139-151.

[2] Guía clínica de dolor abdominal agudo (2021). [Internet. Fisterra.com]. [Consulta: 15 mayo 2024]. Disponible en: https://www.fisterra.com/guias-clinicas/dolor-abdominal-agudo.

martes, 9 de julio de 2024

MEDICINA: Dolor neuropático crónico


 

El dolor neuropático es muy complejo y se define como un dolor crónico secundario a una lesión, cambio patológico o enfermedad del sistema nervioso o somatosensorial, tanto a nivel central como periférico [1]. Además de producirse a cualquier nivel del sistema nervioso, también puede implicar el que se conoce como sistema nervioso vegetativo, que es el responsable del control de distintas funciones orgánicas que, en condiciones normales, pasan desapercibidas (digestión, movilidad intestinal, producción biliar, etc.).

Esta condición dolorosa crónica se caracteriza frecuentemente por una discrepancia entre los signos objetivos de daño tisular (daño en los tejidos), la magnitud del dolor y la discapacidad que produce. Normalmente se trata de un dolor desproporcionado respecto de la lesión orgánica, junto con disestesias (sensación de malestar localizado en la zona del dolor, alteración de la sensibilidad a estímulos táctiles que se experimentan como quemazón, hormigueo, etc.) y alodinia (estímulos menores se interpretan por parte del sistema nervioso periférico como dolor sustancial y afectan a una zona más amplia que en la que se ha aplicado dicho estímulo).

El dolor neuropático localizado se describe como un tipo de dolor neuropático que se caracteriza por áreas consistentes y circunscritas de dolor máximo [2]. Existen también síndromes específicos de dolor neuropático como puede ser la Mononeuropatía traumática dolorosa, en que se ve afectado un único nervio del organismo; y los Síndromes de dolor postquirúrgico, que tal como indica su nombre, aparecen, sin causa aparente, tras una intervención quirúrgica.

Esta enfermedad afecta aproximadamente a un 7-8% de la población europea, siendo la incidencia anual de casi el 1% de la población [3]. Se trata de una condición dolorosa crónica que suele ser difícil de tratar.

Los dolores post-traumático y post-quirúrgico tienen potencial de progresión a dolor neuropático crónico de tal forma que el 1 a 3% de los pacientes sometidos a cirugías general u ortopédica cursan con dolor neuropático [4]. La depresión, ansiedad y trastornos del sueño son también significativamente más prevalentes en pacientes con dolor neuropático comparado con otros tipos de dolor [5], y podrían ser considerados factores de exacerbación de la clínica dolorosa.

BIBLIOGRAFÍA

[1] Treede R-D, Jensen TS, Campbell JN, Cruccu G, Dostrovsky JO, Griffin JW, et al. Neuropathic pain: Redefinition and a grading system for clinical and research purposes. Neurology. 2008; 70(18):1630-5.

[2] Mick G, Baron R, Finnerup NB, Hans G, Kern K-U, Brett B, et al. What is localized neuropathic pain? A first proposal to characterize and define a widely used term. Pain Manag. 2011; 2(1):71-7.

[3] Dieleman J, Kerklaan J, Huygen F, Bouma P, Sturkenboom C. “Incidence ratesand treatment of neuropathic pain conditions in the general population”. Pain 2008; 137: 681-8.

[4] Sadler A, Wilson J, Colvin L. “Acute and chronic peuropathic pain in the hospital setting. Use of screening tools.” Clin J Pain 2013; 29: 507-11.

[5] Freynhagen R, Baron R, Gockel U et al. “painDETECT: a new screening questionnaire to identify neuropathic components in patients with back pain”. Curr Med Res Opin 2006; 22: 1911-20.

viernes, 20 de julio de 2018

LA PARADOJA DE LA MEJORÍA DEL DOLOR EN LA ENFERMEDAD CRÓNICA

Esta vez voy a hablar desde el punto de vista del enfermo. ¿Por qué? Porque soy yo el que estoy padeciendo la enfermedad. Tengo una lesión desde hace ya la friolera de 4 años, 3 meses y 11 días. Se supone que era una lesión leve, que en 3 meses se curaba, ¡3 meses!
Pues bien, por si fuera poco tres meses, en lugar de curarse, y a pesar de realizar todas las recomendaciones médicas correspondientes, ha ido cada vez a peor. Y me he encontrado con la circunstancia de ir 2 veces al quirófano, también en operaciones que eran sencillas y de resultados óptimos, y que, en cambio, la evolución a partir de dichas intervenciones quirúrgicas ha sido negativa. Me he visto, después de cada operación, más limitado en mis actividades de vida diaria.

Ahora, la solución que se me presenta es: o bien quedarme como estoy, con infiltraciones continuas y separadas en el tiempo por unos meses de diferencia y cuyo efecto me dura aproximadamente una o dos semanas como mucho; o bien una tercera operación en donde se me propone quitarme parte del hueso y esperar como funciona la rodilla. La alternativa es colocarme una prótesis, para de esta manera evitar el dolor. Sólo que este tipo de intervención tiene una eficacia del 60% aproximadamente.



Pero hasta aquí mi historia. Y ahora la reflexión "filosófica" que encabeza la entrada. La paradoja de la mejoría. ¿Por qué? Porque cuando mejoro, sé que es por poco tiempo. Hasta hace algún tiempo, tenía la esperanza que la mejoría era el principio de la curación. Era el principio de un proceso que me llevaría, tarde o temprano, a la resolución de mi lesión y a la recuperación, con secuelas más o menos evidentes, de mi vida normal. Eso hasta hace algún tiempo.

Ahora, mi experiencia, mi mente irracional, mi yo involuntario me dice que detrás de cada mejoría viene un empeoramiento. Ahora tengo que realizar un esfuerzo mental voluntario para intentar "engañar" a la mente para hacerle ver que esta vez puede ser la "buena", que esta mejoría que ahora experimenta el cuerpo puede ser la "de verdad". Pero la naturaleza es sabia, el cuerpo humano es sabio, el cerebro es muy sabio. Y por más que el hombre quiera engañarlo, el cerebro es muy tozudo. Si durante tanto tiempo ha experimentado en sus propias "carnes", si durante tanto tiempo ha almacenado en sus propias neuronas la información de que tras una mejoría llegará un empeoramiento, no habrá esfuerzo mental humano que le convenza de lo contrario.

Sobre todo porque, por desgracia, después de cada mejoría llegará un empeoramiento. Y no hay peor refuerzo mental que el que después de forzar al cerebro a pensar algo en contra de su hábito establecido, justamente se cumpla lo que él tenía establecido. Ello hará que lo establecido se refuerce de tal forma que la próxima vez que se den esas circunstancias, el cerebro responda igual, y será muchísimo más difícil convencerlo de lo contrario.

Por eso, mi cerebro, cada vez que yo noto una mejoría en mi salud, se echa a temblar. Esa es la paradoja de la mejoría en la enfermedad crónica. Que no nos alegra, al contrario. Esa mejoría nos entristece.