Se
define como melanoma amelanótico aquel melanoma cuya cantidad de pigmento es
nulo o muy escaso. El melanoma amelanótico representa entre el 1,8% y el 8,1%
de los melanomas malignos (1); por su rareza y presentación variada puede ser
un gran simulador, siendo muchas veces diagnosticado tardíamente (2). Se estima
que alrededor de un tercio de melanomas acrales, los correspondientes a las
partes distales de las cuatro extremidades, manos y pies, serían
subdiagnosticados (3).
Más
del 95% de los melanomas primarios pertenecen a 4 tipos clínico-patológicos:
melanoma extensivo superficial, melanoma lentigo maligno, melanoma nodular y
melanoma maligno acrolentiginoso (4). Dentro del 5% restante se incluyen los
melanomas de las mucosas, genitales, del lecho ungueal, del párpado,
desmoplásico, polipoide y el amelanótico (5). Este último, que entra dentro de
las variantes inusuales por la falta de pigmento, induce a demoras y errores
diagnósticos que influyen en el pronóstico de la enfermedad.
El
melanoma maligno cutáneo primario se diagnostica generalmente cuando en un
paciente con factores de riesgo ocurre un cambio sobre un nevus conocido o por
la aparición de una lesión pigmentada nueva. En cualquiera de los dos casos son
de valor la asimetría, los bordes poco nítidos e irregulares, la policromía
lesional, el diámetro de 5 o más mm y la evolución de la lesión (cambio de
tamaño, color o espesor), que es lo que se conoce como ABCDE y fue desarrollado
por el New York University Melanoma Cooperative Group en 1984 para ayudar al
reconocimiento temprano de esta patología (6). Un pequeño subgrupo de melanomas
malignos produce poco o nada de pigmento, son los llamados melanomas
amelanóticos y se encuadran dentro de las variantes patológicas más inusuales
(1).
La
definición de melanoma amelanótico es clínico-patológica, es decir, se trata de
una lesión donde la melanina está ausente o es muy escasa (7), lo que implica
que clínicamente el tumor carece de pigmento que permita distinguir la zona
afectada de la piel de las zonas sanas de la misma. Por tanto, son difíciles de
distinguir de una gran variedad de patologías de la piel, tanto benignas como
malignas. Esto se ve reflejado en el trabajo de Andersen y Silvers, que
estudiaron 178 casos de melanoma, 8 de los cuales fueron amelanóticos (8), y en
ninguno de ellos se había realizado diagnóstico clínico previó a la extirpación
(9).
Para
el diagnóstico diferencial respecto a otras patologías, la gran mayoría de las
veces hay que recurrir a la inmunohistoquimica. Dentro de las tinciones inmunohistoquímicas
necesarias para la tipificación de la lesión es fundamental realizar la
proteína S 100 y HMB 45. La proteína S-100 nos indica sólo el origen
embriológico neuroectodérmico, es decir, de qué parte del embrión proceden el
conjunto de células que se están analizando. La tinción de HMB-45, que indica
la presencia de melanosomas, es negativa, alcanzando sólo el 22% de casos
positivos en los melanomas desmoplásicos (10); el marcador Melan-A (MART1) es
más específico para el melanoma no desmoplásico.
Se
ha podido observar en estudios llevados a cabo sobre enfermos con esta
patología que, en algunas ocasiones, sólo los hallazgos ultraestructurales de
la microscopía electrónica llevan a un diagnóstico definitivo (9, 11).
En
otro orden de cosas, el melanoma amelanótico es una de las neoplasias con mayor
índice de mortalidad, por su alta agresividad y baja probabilidad diagnóstica.
Afecta a la población de todo el orbe, con predisposición genética y factores
de riesgo como la exposición al sol. Presenta tasas de supervivencia menores
del 10% a los 5 años (es decir, 9 de cada 10 enfermos de melanoma mueren antes
de cumplir los 5 años del diagnóstico), y tasas de recurrencia elevadas; con
evidencia de procesos metastásicos a distancia en órganos como cerebro, tejido
celular subcutáneo, pulmón, peritoneo, hueso, lo que ensombrece el pronóstico.
El melanoma amelanótico, como parte de melanoma maligno, es un tumor raro con
gran potencial de diseminación por todo el organismo.
Existen
otros rasgos distintivos al examen del melanoma amelanótico: son de color rojo
o hipopigmentado asociándose a sangrado ocasional; la forma nodular suele ser
simétrica y la forma acral suele confundirse con ulceras del diabético o con
micosis (12, 13, 14).
Por
tanto, el melanoma amelanótico es una variante clínica poco frecuente, su
diagnóstico presenta dificultades que suelen generar demoras que influyen en el
tratamiento y pronóstico (9).
Melanoma acral
Los
melanomas acrales representan el 2% de todos los melanomas (un 1,5% el melanoma
acral plantar), tienen una incidencia aproximada de 1,8 casos por millón de
habitantes y parecen presentar un pronóstico peor que el de los melanomas de
otras localizaciones. Se ha postulado la implicación de los traumatismos
repetidos sobre la planta del pie en el desarrollo de estas lesiones, puesto
que se han documentado mayores tasas de incidencia de melanoma acral en las
áreas de la planta del pie que reciben una mayor presión física secundaria a la
bipedestación y la deambulación (15).
El
melanoma acral lentiginoso es el tipo de melanoma de localización distal más
frecuente, suele diagnosticarse en los estadios más avanzados y tiene un
comportamiento biológico más agresivo que otros tipos de melanoma, por lo cual
son de peor pronóstico. Representa entre el 5 % y el 10 % de los melanomas
malignos y es más frecuente en asiáticos, en la raza negra y en
latinoamericanos. En líneas generales, el melanoma es el tumor maligno de piel
más agresivo en el ser humano, con capacidad de dar metástasis linfáticas y
hemáticas, y causa el 90 % de las muertes asociadas a tumores de piel.
La
proporción entre los cuatro tipos clínico-patológicos, referidos más arriba en
este texto, son las siguientes: el de extensión superficial –el más frecuente–
(60 a 70 %), el melanoma nodular (15 a 30 %), el melanoma lentigo maligno (5 %)
y el melanoma acral lentiginoso (5 a 10 %). Según algunos autores, el 7 % de
todos los melanomas cutáneos se localizan en zonas distales (16).
El
melanoma acral lentiginoso se diagnostica con menor frecuencia en estadios
tempranos respecto al melanoma lentigo maligno y el de extensión superficial.
La patogénesis, es decir la forma en que se desarrolla la lesión, del melanoma
acral lentiginoso no es clara, algunos estudios han vinculado la exposición a
químicos y a las lesiones traumáticas como factores de riesgo en poblaciones
caucásicas.
En
la demora en el diagnóstico de este tipo de melanoma, que se estima en 1 a 3,7
años, parecen estar involucrados muchos factores como, por ejemplo, edad
avanzada, sitios ocultos, presentación inusual y diagnósticos previos errados.
Existe un importante retraso diagnóstico del melanoma acral lentiginoso debido
a su polimorfismo clínico (17, 18). Soon, et al., refieren que en su serie de
112 melanomas acrales lentiginosos plantares, 33,9 % fueron incorrectamente
diagnosticados; de estos, hasta 60 % eran amelanóticos y 39 % simulaban una
lesión hiperqueratósica benigna (3).
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