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lunes, 4 de septiembre de 2023

HISTORIA DE DOS CIUDADES. 1859. Charles Dickens


El principio y el final de la obra son magistrales, sobre todo el principio. De un golpe, es capaz de ponernos en el ambiente que existía en los años en que está ambientada la novela, y tiene la magia de hacer que el lector piense que está hablando de su propio tiempo. Porque ese principio refleja el pensamiento, imperecedero, de aquellas personas que querrían que el ser humano fuera mucho más misericorde, entendiendo misericorde como persona guiada por el corazón, y, por tanto, por los buenos sentimientos, que lo que es en realidad. Porque después, Dickens da inicio a una historia en la que se van a enfrentar las dos personificaciones radicales del ser humano, la bondad y la maldad. Y, según nuestro parecer actual, habrá una víctima y una vencedora. Pero eso ya dejo que ustedes lo juzguen.

Por otro lado, es indiscutible que, si hubo una edad de oro de la novela, ésta se dio en el siglo XIX. Exceptuando ejemplos célebres (El Quijote, El Buscón, entre los españoles), durante el siglo XIX figuras como Dickens, Victor Hugo, Tolstoi, Dostoievsky, y muchos otros que me vendrán a la mente más tarde, serán creadoras de grandes historias. Historias que, por mucho que intentemos, será ya muy difícil superar. Si unimos la genialidad de entonces, a la ramplona simplicidad de nuestro mundo actual, comprenderemos mucho mejor que aquella literatura no se superará en mucho, mucho tiempo.

En fin, el siglo XIX fue el siglo de la literatura; el siglo XX, el siglo del cine y, en su último tercio, de la televisión; el siglo XXI va camino de ser el siglo de la saturación tecnológica, que hará que el ser humano se encuentre totalmente desconcertado, sin saber muy bien qué es lo que hace en este mundo.

Bueno, en un momento me he puesto demasiado filosófico. Disfruten de la novela. Vale la pena.

viernes, 25 de febrero de 2022

DAVID COPPERFIELD. 1850. Charles Dickens

Tenemos ante nosotros una obra maestra de la literatura. Y eso se nota desde las primeras páginas. Para una sociedad como la actual, que está embotada con la acción, la espectacularidad, las tramas complicadas, es difícil entender que, únicamente describiendo las circunstancias que rodean al nacimiento del protagonista, Charles Dickens consiga enganchar al lector. Pero eso es lo que tienen los grandes escritores. No necesitan de fuegos de artificio.

Porque la narración de la novela se refiere a seres normales en circunstancias normales de la vida. La maestría de Dickens se aprecia desde las primeras líneas. Las comparaciones no aguantan con muchas de las novelas actuales. Pero es que estamos hablando al gran maestro de las letras y del relato social, junto con Victor Hugo, del siglo XIX. El que alguien, sólo con su capacidad para narrar las cosas, sea capaz de enganchar a un lector en una trama de la vida cotidiana, sin que existan grandes alaracas, ni espectáculos, ni fuegos artificiales, demuestra la gran calidad que tiene como escritor, pudiéndosele calificar no solamente de escritor, sino de artista de las letras.

Al igual que con Victor Hugo, me ha pasado con Charles Dickens. Me he acercado única y exclusivamente para conocer algo de su obra y en esas primeras páginas ya he quedado prendado, no sólo de la historia, sino de la forma tan precisa y preciosa de su forma de narrar, de relatar, de escribir una historia.

Atrévanse con ella. No les defraudará.