Debido a la falta de información sobre el periodo del reinado de Wamba, y dado que es el final más original de un rey visigodo, tonsurado en medio de una enfermedad que le había dejado seminconsciente, y que algunos historiadores atribuyen a un envenenamiento y a una conjura, Alfonso Solís monta una trama muy verosímil sobre lo que pudo haber ocurrido en aquellos lejanos años de finales del siglo VII, donde el enfrentamiento entre los poderes fácticos del reino visigodo, por muy soterrados que fueran, eran, al mismo tiempo enconados.
Una buena novela, con intriga, con un final que no acaba, y que es otro de sus aciertos, con el derrocamiento de Wamba y que permite apreciar lo parecidos que somos, mental y emocionalmente, a la gente de hace aproximadamente 1400 años, aunque nos creamos tan avanzados. Pero esa es otra historia.