El prolapso de los órganos pélvicos (POP) se define
como el descenso de uno o más órganos, entre los que se incluyen el útero, la
vagina, la uretra, la vejiga, el recto, el colon sigmoide o el intestino
delgado, desde su posición anatómica habitual.
Este desplazamiento se produce como consecuencia
del fallo de las estructuras de soporte y puede alcanzar diferentes grados.
Según los estudios, un 41% de mujeres no histerectomizadas y un 38% de mujeres
histerectomizadas (que se le ha extirpado el útero) tenían algún tipo de POP,
siendo el prolapso del compartimento anterior el más frecuente en todas las
series de pacientes [1].
En la exploración ginecológica se manifiesta como
un descenso del cuello uterino o de las paredes vaginales (anterior, lateral,
posterior o superior). En el prolapso de la pared vaginal anterior puede
encontrarse la uretra o la vejiga.
Existen factores iniciadores, como es el caso del
parto vaginal; factores favorecedores, como la obesidad; y factores
descompensadores como el envejecimiento. Dentro de ellos la paridad (el número
de partos) es el factor de riesgo que con mayor frecuencia se asocia al POP.
Dentro de los factores de riesgo modificables se encuentra la obesidad, en
dónde un índice de masa corporal (IMC) por encima de 25 implica un incremento
del riesgo [5].
En
una gran parte de los casos, las lesiones de los tejidos pélvicos comienzan con
los partos. De hecho, está establecido que el riesgo relativo de prolapso
genital aumenta de forma significativa con el número de partos [2]. El daño
postparto no sólo incluye desgarros en la musculatura perineal, sino también la
sobredistensión del hiato genital, lo que favorece el POP [3].
El síntoma fundamental es la sensación de bulto
genital y este síntoma es independiente de la gravedad del prolapso. Además, el
prolapso genital sintomático puede asociarse a disfunciones sexuales, siendo la
más frecuente la dispareunia (dolor con las actividades sexuales). Otra
sintomatología puede ser la sensación de peso o dolor en la región genital,
dolor lumbar inespecífico o estreñimiento [4].
El tratamiento puede ser conservador. En este caso,
lo primero es eliminar o reducir los factores de riesgo, intentando reducir el
peso para conseguir niveles de IMC<25. También existen ejercicios para la
musculatura del suelo pélvico. Estos ejercicios son efectivos a la hora de
reducir los síntomas de disfunción del suelo pélvico, pero no hay evidencia que
nos indique su efectividad para reducir la severidad del prolapso. Por último,
los pesarios son una opción viable. Son unos dispositivos, normalmente de
silicona que se colocan en la vagina para “empujar” el prolapso a la situación
anatómica normal. Precisan de vigilancia periódica y del uso de estrógenos
tópicos y antisépticos vaginales. También puede usarse el pesario mientras se
espera la cirugía, en casos de prolapsos muy avanzados.
El tratamiento quirúrgico está indicado cuando el
POP es sintomático y afecta a la calidad de vida [6]. Normalmente, esto ocurre
en pacientes con un grado II o superior de POP. Sus objetivos son que el
síntoma principal, la sensación de bulto genital, quede resuelto; que haya una
mejoría de las disfunciones encontradas en el estudio preoperatorio, y prevenir
la recurrencia. Sin embargo, por desgracia no siempre son alcanzables y
dependen en gran medida tanto de las características de la paciente como de la presencia
de factores de riesgo.
Las técnicas quirúrgicas existentes son:
A. Obliterativas o colpocleisis: en ellas se cierra
el orificio genital para evitar que el prolapso salga al exterior. Se emplea en
pacientes de edad avanzada, prolapsos importantes, alto riesgo de recidiva, o
que acepten la incapacidad de mantener relaciones sexuales coitales.
B. Reconstructivas: son aquellas en que intentan,
tal como su nombre indica, reconstruir la “solidez” de la parte del aparato
genital afectado. Y se dividen, a su vez en:
1) Reconstructivas del compartimiento anterior.
Cuando hay afectación de la pared vaginal anterior.
2) Reconstructivas del compartimento apical. Cuando
el prolapso procede de la parte superior de la vagina, zona conocida también
como “cúpula vaginal”.
3) Reconstructivas del compartimento posterior. Al
afectar a la pared posterior de la vagina.
Las principales
complicaciones de esta cirugía son dos: La dispareunia o dolor al mantener
relaciones sexuales; y el Dolor Pélvico Crónico (DPC) [7]. Por otro lado, las
tasas de recidiva (de que vuelva a aparecer el POP) son muy variables y se han
publicado tasas de reintervención entre el 0,7% y el 5,4%.
BIBLIOGRAFÍA
[1] Boyles SH, Weber AM, Meyn L. “Procedures for
pelvic organ prolapse in the United States, 1979-1997”. Am J Obstet Gynecol
2003; 188:108-15.
[2] De Lancey JOL. “The hidden epidemia of pelvic
floor dysfunction. Achievable goals for improved prevention and treatment”. Am
J Obstet Gynecol 2005; 192: 1488-95.
[3] Dietz, H., J. De Leon, and K. Shek “Ballooning
of the levator hiatus”. Ultrasound Obstet Gynecol, 2008. 31: p. 676-680.
[4] Barber MD. “Symptoms and outcome measures of
pelvic organ prolapse”. Clin Obstet Gynecol 2005; 48:648-61.
[5] Friedman T, Eslick GD, Dietz HP. “Risk factors
for prolapse recurrence: Systematic review and meta-analysis”. Int Urogynecol J
2018; 29(1):13-21.
[6] Maher C, Feiner B, Baessler K, Schmid C.
“Surgical management of pelvic organ prolapse in women”. Cochrane Database Syst
Rev 2013;(4):CD004014.
[7] Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia.
“Prolapso de los órganos pélvicos”. Prog Obstet Ginecol 2020; 63(1):54-59.
[8] J. Moore. “Causes of
chronic pelvic pain”. Bailliere´s Clinical Obstetric and Gynaecology 2000 Vol
14, No.3, 398-402.
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