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Rebaño de vacas en la reserva de Masai Mara. Kenya. |
Todavía tuvieron que recorrer un largo trecho hasta llegar donde se encontraba el rebaño de Ikoneti. Una vez llegados al lugar de pasto de las numerosas vacas, ovejas y cabras que formaban la gran cabaña ganadera de la que disponía el patriarca Maasai, Ikoneti les dejó a cargo de su otro hijo, Mwampaka. Mwampaka era un muchacho de alrededor de 15 años, alto, bien desarrollado, musculoso, que ya estaba dispuesto para, en la próxima celebración,
recibir la circuncisión y pasar a ser Morani, guerrero Maasai. Por su inteligencia, bravura y arrojo, era uno de los preferidos de su padre dentro de todos los hijos de los que disfrutaba Ikoneti.
Porque Ikoneti, al tener gran número de vacas era uno de los Maasai más influyentes de la zona. Superaba los mil ejemplares, lo cual se considera ser rico dentro del pueblo Maasai. De hecho, el Maasai que no fuera capaz de alcanzar las cincuenta cabezas de ganado, podía considerarse pobre.
Tanto el número de vacas como el número de hijos es lo que permite al Maasai alcanzar su posición social y su importancia dentro del grupo.
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Sangre de vaca recogida en un cuenco y lista para beber. |
Mwampaka les fue enseñando a Lengwsi y a Makutule durante las siguientes semanas las distintas labores que debían ejercer como pastores. Tenían que aprender a cuidar
las vacas, de las cuales obtendrían la leche y la sangre; de las
ovejas y cabras, además de usar su leche, también podían usar su
carne, y su crianza era más llevadera.
Cuando el agua escaseaba en el entorno, que podía ser uno de cada tres días,
la leche en forma de grasa sustituía de forma adecuada al agua para eliminar todas las impurezas del polvo y de la tierra.
Los dos niños descubrieron también que
la palabra en lengua Maa -la lengua principal de los Maasai-
con que se denomina a los bueyes es la misma con la que se denomina a los hombres. Y que una expresión de buena educación que podían utilizar para saludar a otro Maasai cuando se cruzaran por los caminos era:
"Espero que su ganado esté bien". Mwampaka también les contó que con la piel se hacían sus
ropas, sus
camas, que el ganado servía para
pagar multas, y que incluso se usaba para establecer
lazos políticos entre unos poblados y otros.
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Morani (Guerreros Maasai). |
Hubo una cosa que les contó Mwampaka que les llamó mucho la atención. A veces, los rebaños de ganado se engrandecían robando los animales de pueblos vecinos. Eso era en parte
lo que justificaba el largo periodo de quince años como Morani de un Maasai. Eran necesarios grupos de guerreros bien entrenados y organizados, como auténticos ejércitos, para defender el propio ganado y las propias tierras; y para, cuando llegaba la ocasión, conquistar la tierra y el ganado vecino.
Por último, los niños fueron aprendiendo a reconocer las plantas silvestres de cuyos frutos o semillas se podían alimentar. Los Maasai suelen despreciar los vegetales cultivados, por razones religiosas y culturales. También se fueron acostumbrando como
base de su dieta, a tomar leche, mezclada con sangre de vaca o bien sola, queso y mantequilla. Y en cuanto a comer la carne de animales salvajes, solamente les estaba permitido consumir la
carne del eland y del búfalo, estando el resto prohibidos por causas religiosas.
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Eland. Cráter del Ngorongoro. Tanzania. Fotografiado por Mary Ann McDonald |
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Búfalo del Cabo. Fotografiado en el Serengeti. Tanzania. |