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sábado, 30 de julio de 2022

CAMINO DE PERFECCIÓN. 1564-1567. Santa Teresa de Jesús


Es un libro que llevaba tiempo queriendo leer. Me intrigaba saber qué es lo que había plasmado la Doctora de la Iglesia en unas páginas para enseñar un camino para la perfección. Y verdad sea dicha que no me ha defraudado.

En primer lugar, hay que destacar la forma de escribir de Santa Teresa. Me habían dicho que era una forma sencilla, llana, directa, sin expresiones rebuscadas. Pero lo que no me imaginaba, y que ha resultado ser una grata sorpresa para mí, era el estilo campechano, rallando lo pueblerino, dicho con mi mayor respeto, de su escritura. Sobre todo, al principio, cuando se refiere a cosas más comunes y que se pueden aplicar a los cristianos en general, y no sólo a sus monjas, a las que va dirigido el texto. En estos primeros capítulos había momentos en que me parecía estar escuchando al gran actor Paco Martínez Soria. Sí, ese de "La ciudad no es para mí" y "El turismo es un gran invento". Porque la santa habla con tal naturalidad de la actitud y comportamiento que deben tener sus monjas ante las tentaciones del mundo que te parecen razonamientos escritos por los guionistas de esas películas y recitados por ese gran referente, aunque a algunos les pese, de la España de la recuperación económica y del éxodo rural hacia las ciudades.

Más adelante, una vez que te acostumbras a ese lenguaje, te das cuenta que el "Camino de perfección" está escrito para sus monjas, y para toda aquella persona que quiera profesar en una orden monástica contemplativa. Pues les indica la forma de orar, cómo comunicarse con Dios, los problemas que les van a surgir en este "camino" y les exhorta a la paciencia, la humildad, la sencillez y el alejamiento del mundo. Por ello es uno de los textos más cercanos a la vida contemplativa y que son más entendibles a pesar de que hayan pasado ya más de cuatro siglos desde su escritura.

Una pequeña reflexión. Al leer este libro, entiendes el por qué la princesa de Ebolí fue expulsada del convento por Santa Teresa, por muy noble que fuera la tal señora. ¡No era nadie Santa Teresa!