Queridos amigos, nuestro viaje de hoy no sólo se va a circunscribir a un espacio determinado, el suroeste de Etiopía, el valle del río Omo; no sólo nos vamos a introducir en la vida y costumbres de un pueblo que habita las orillas más fértiles de dicho río, el pueblo Karo; sino que, además, vamos a realizar un viaje en el tiempo. Vamos a acompañar a nuestro protagonista, el anciano Molu, al que conocíamos en entradas pasadas, en uno de los momentos más importantes en la vida de un varón karo: la ceremonia del "pilla". ¿Qué es el pilla? El pilla es la ceremonia de iniciación en el que el joven karo adquiere el estatus de miembro de pleno derecho en la sociedad karo. Pero dejemos que el relato protagonizado por Molu sea el que nos guíe.
Molu notó como la luz comenzaba a entrar entre el entramado de troncos que formaban la pared del "ono", de la choza que pertenecía a su padre. Poco a poco, conforme iba iluminándose la estancia circular, Molu iba intentando desperezarse, desembarazarse del poco sueño que aún le quedaba. Sonrió. ¡Sueño! Se había pasado la mitad de la noche en vela pensando en el acontecimiento de ese día. Le había dado tiempo a repasar muchas escenas de su vida. Los recuerdos le venían a saltos. Unos detrás de otros.
Uno de ellos, de los más tempranos en su vida, era cuando jugaba frente al ono, frente a la vivienda, en un cobertizo que tenía su padre, y que usaban en la estación seca para dormir. Allí revolvía los pocos utensilios que tenía su madre, le escondía cosas, le tiraba otras, se reía, y su madre le reprendía. Pero su sonrisa siempre podía con ella. Y la reprimenda nunca pasaba de una voz más o menos alta y un amago de golpe, que no llegaba a materializarse. Otra de sus travesuras era jugar con las termitas, cuando sus padres y otra gente del poblado trataban de exterminarlas. Las termitas solían dañar los ono, sus chozas, por lo que había que renovar los troncos de las paredes dos veces por año. Al niño le gustaba observarlas, sobre todo a las termitas soldado. Sus amplias cabezas con las enormes tenazas le dejaban boquiabierto. Molu sonreía al recordar esos ratos.
Después le llegaron los recuerdos de más mayor, cuando ya era un niño preguntón. Así se lo decía su madre. Su padre en cambio, siempre le contestaba. Y siempre le llevaba consigo.
-Padre. Eso que tenemos al principio de la casa, ¿qué es? -y el padre contestaba.
-Eso Molu, se llama "mulda". Es un armazón de troncos en forma de Y donde colgamos distintas cosas. Rabos, orejas y hasta las pezuñas de los búfalos. Se hace de una manera distinta según cada familia. Sirve para distinguirnos unos a otros.
-Pero padre, hay también una a la entrada del poblado.
-Esa sirve para distinguirnos como clan. Hay muldas que son familiares y muldas que pertenecen al clan.-y Molu quedaba satisfecho de aprender algo nuevo.
Un día que Molu estaba paseando con su padre llegaron a un extremo del poblado. Allí había un terreno cuya entrada estaba señalada de forma especial y ante la cual el padre de Molu se paró.
-Padre, ¿por qué paramos?
-Porque no podemos pasar.
-¿Y por qué no? -Molu estaba en esa edad en que los niños se vuelven insistentes en sus cuestiones. Su padre se arrodilló frente a él, fijó sus ojos en los suyos y le dijo:
-Molu, ¿ves este sitio que hay aquí? -el niño miró fijamente el lugar.
-Sí, padre.
-Pues bien. Se trata de un espacio sagrado. Se llama "marmar", y solamente pueden entrar los adultos de nuestro pueblo que estén casados. Aquí se ofician las ceremonias más importantes.
-Entonces, ¿yo no puedo entrar? -preguntó Molu con un tono de decepción.
-No, Molu, hasta que no seas adulto y no estés casado, no.-la respuesta de su padre fue firme. El niño le miró a los ojos y le dijo:
-¿Y cómo se consigue eso? -su padre se rio a carcajadas.
-No te preocupes Molu. No te preocupes. Ya te llegará.
Molu, en el ono, ese amanecer, ya sabía cómo se conseguía hacerse adulto. De hecho, se iba a hacer adulto a través de la ceremonia de ese día.
Pero vamos a dejar que sea en la próxima entrada dónde veamos cómo Molu alcanza el estatus de madurez dentro del pueblo karo. Hasta ese momento, queridos amigos, nos vemos en la red.
Ono (choza) vivienda karo, junto al cobertizo para la estación seca |
Uno de ellos, de los más tempranos en su vida, era cuando jugaba frente al ono, frente a la vivienda, en un cobertizo que tenía su padre, y que usaban en la estación seca para dormir. Allí revolvía los pocos utensilios que tenía su madre, le escondía cosas, le tiraba otras, se reía, y su madre le reprendía. Pero su sonrisa siempre podía con ella. Y la reprimenda nunca pasaba de una voz más o menos alta y un amago de golpe, que no llegaba a materializarse. Otra de sus travesuras era jugar con las termitas, cuando sus padres y otra gente del poblado trataban de exterminarlas. Las termitas solían dañar los ono, sus chozas, por lo que había que renovar los troncos de las paredes dos veces por año. Al niño le gustaba observarlas, sobre todo a las termitas soldado. Sus amplias cabezas con las enormes tenazas le dejaban boquiabierto. Molu sonreía al recordar esos ratos.
Después le llegaron los recuerdos de más mayor, cuando ya era un niño preguntón. Así se lo decía su madre. Su padre en cambio, siempre le contestaba. Y siempre le llevaba consigo.
-Padre. Eso que tenemos al principio de la casa, ¿qué es? -y el padre contestaba.
-Eso Molu, se llama "mulda". Es un armazón de troncos en forma de Y donde colgamos distintas cosas. Rabos, orejas y hasta las pezuñas de los búfalos. Se hace de una manera distinta según cada familia. Sirve para distinguirnos unos a otros.
-Pero padre, hay también una a la entrada del poblado.
-Esa sirve para distinguirnos como clan. Hay muldas que son familiares y muldas que pertenecen al clan.-y Molu quedaba satisfecho de aprender algo nuevo.
Un día que Molu estaba paseando con su padre llegaron a un extremo del poblado. Allí había un terreno cuya entrada estaba señalada de forma especial y ante la cual el padre de Molu se paró.
-Padre, ¿por qué paramos?
-Porque no podemos pasar.
-¿Y por qué no? -Molu estaba en esa edad en que los niños se vuelven insistentes en sus cuestiones. Su padre se arrodilló frente a él, fijó sus ojos en los suyos y le dijo:
-Molu, ¿ves este sitio que hay aquí? -el niño miró fijamente el lugar.
-Sí, padre.
-Pues bien. Se trata de un espacio sagrado. Se llama "marmar", y solamente pueden entrar los adultos de nuestro pueblo que estén casados. Aquí se ofician las ceremonias más importantes.
-Entonces, ¿yo no puedo entrar? -preguntó Molu con un tono de decepción.
-No, Molu, hasta que no seas adulto y no estés casado, no.-la respuesta de su padre fue firme. El niño le miró a los ojos y le dijo:
-¿Y cómo se consigue eso? -su padre se rio a carcajadas.
-No te preocupes Molu. No te preocupes. Ya te llegará.
Molu, en el ono, ese amanecer, ya sabía cómo se conseguía hacerse adulto. De hecho, se iba a hacer adulto a través de la ceremonia de ese día.
Pero vamos a dejar que sea en la próxima entrada dónde veamos cómo Molu alcanza el estatus de madurez dentro del pueblo karo. Hasta ese momento, queridos amigos, nos vemos en la red.