De los 100.000 sam que
viven en el sur de África, alrededor de 60.000 se encuentran en Botswana. Dada
la frecuencia de su aparición en distintos medios de comunicación, documentales
y libros de referencia, cabría pensar que están protegidos y viven en
consonancia con el entorno que les rodea. Nada más lejos de la realidad.
En el centro de Botswana
existe la Reserva de Caza del Kalahari Central. Cuando se creó en 1961,
pretendía ser un santuario para la fauna del desierto del Kalahari, y
protegería el territorio de los sam que vivían en aquella zona, garantizando la
continuidad de su cultura. Y todo fue así hasta los años 80 del pasado siglo.
¿Qué ocurrió?
La misma historia que nos podemos encontrar en muchos otros lugares. Aparece la codicia, en este caso en forma de diamantes. En los años ochenta se descubre la existencia de vetas diamantíferas en la zona de la Reserva. Y para explotarlas es necesario el uso de maquinaria pesada. Se produce el choque de intereses. La población sam vive de la misma tierra que ahora pretenden remover, perforar, destruir. Con la destrucción de la tierra, desaparece el hábitat de la zona que suponía la vida y la supervivencia, durante miles de años, del pueblo sam. Surge el conflicto.
El gobierno de Botswana
envía a sus ministros a hablar con los sam. Se pretende que salgan de la zona.
Es necesario, se les explica, para que puedan optar a un mejor desarrollo. No
consiguen convencerlos.
Ante la situación, un
grupo de bosquimanos, un grupo de sam, reaccionan. Llevan ante los tribunales
al gobierno de Botswana. Ocurre en 2002, las primeras vistas orales comenzarán
en 2004. Como resultado, el 13 de diciembre de 2006 consiguen una victoria
histórica: Los jueces dictaminan que la expulsión es ilegal e inconstitucional
y que los sam tienen derecho a vivir en la zona de la reserva.
A pesar de que el
gobierno no apela la sentencia, trata de poner las máximas trabas al
cumplimiento de la misma. Llega a establecer incluso la necesidad de una
licencia para cazar en la Reserva, tanto para nativos como para foráneos. A los
sam se les pide una licencia que deben renovar todos los meses. Sin embargo,
los cazadores extranjeros, acompañados de divisas que aportan al país, son
bienvenidos. Se llega incluso a negar el acceso a un pozo de agua a los sam que
viven en el interior de la reserva, lo que los lleva nuevamente a los
tribunales.
Nuevamente la sentencia
es a favor del pueblo sam. En enero del 2011 el Tribunal de Apelaciones de
Botswana falla a su favor y condena el trato “degradante” del gobierno de
Botswana a los bosquimanos. A pesar de ello, y oyendo al activista bosquimano
Jumanda Gakelebone: “mi gente aún está luchando por el derecho a seguir
viviendo según su antiguo modo de vida”.
Pero, por desgracia, la
infravaloración del pueblo sam está arraigada en el resto de la sociedad. Según
recoge en un artículo publicado en febrero pasado Robyn Dixon: “si un chico
hace algo malo se le dice: No te comportes como un bosquimano. Si va sucio, se
le dice: Eres tan sucio como un bosquimano.” Robyn recoge incluso la emisión de
una noticia de radio en dónde se narraba que había ocurrido un accidente de
tráfico en el cual habían muerto cuatro personas y un bosquimano. No se
consideraba al sam como ser humano.
Es triste que quizá la
salvación de los sam venga precisamente de la pérdida de la hegemonía mundial de Botswana en la producción diamantífera. Botswana produjo 3.600 millones de
dólares en diamantes el pasado 2014, siendo superada por Rusia con 3.700
millones. Las autoridades se han dado cuenta que su prosperidad no puede basarse
única y exclusivamente en la extracción de diamantes, que deben diversificar su
economía, pues el nivel de vida que han tenido hasta ahora, debido en gran
parte a la producción diamantífera, se está viendo mermado. De hecho, se prevé
déficit presupuestario para 2016, cosa que no había ocurrido en el último
lustro.
Esperemos que esto, junto
con la presión de distintos organismos internacionales, permita al pueblo sam continuar con su vida, tal como ellos quieran, en la tierra de sus ancestros.
Para concluir, podemos citar las palabras de Gakelebone: “La manera de vida de
los sam es suya. Si ellos la escogen así, ellos la han escogido.”