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domingo, 18 de abril de 2021

HILDEGARDA DE BINGEN: UNA CONCIENCIA INSPIRADA. 2012. Régine Pernoud.

 


Si la figura de Hildegarda de Bingen está siendo totalmente revisada en los últimos años, siendo "alzada" al puesto de Doctora de la Iglesia por Benedicto XVI, no se puede descubrir el alcance de esta mujer del medievo únicamente por estos datos.

La autora de esta biografía, Régine Pernoud, la descubrí al hallar una biografía de Leonor de Aquitania. En ella narraba, de forma magistral, toda la vida de la mujer que ha servido de modelo de mujer medieval fuerte, independiente y con carácter.

Régine Pernoud es historiadora, medievalista, paleógrafa y doctora en Letras Francesas; y sus obras han contribuido a situarla como una de las principales medievalistas de finales del siglo XX. Por eso cualquiera de sus obras ("Leonor de Aquitania", "La mujer en el tiempo de las catedrales" y tantas otras) tiene el marchamo de calidad que se pide a cualquier autor que se atreve a contarnos las vidas de personas que vivieron hace 800, 900 ó 1000 años.

Por eso, esta biografía de Hildegarda es mucho más. En ella nos habla sí, de su vida. Pero también nos acerca a su obra y consigue que entendamos el porqué se la ha considerado una de las figuras más importantes del siglo XII. Y no sólo por su obra religiosa, el "Scivias", sino también por su obra profana, sobre la naturaleza, los remedios a las enfermedades que padecían los hombres en aquella época, o sobre la música y el cómo usar ésta como una oración elevada hacia Dios, hacia el Padre.

Además de eso nos encontramos en el libro con la correspondencia que mantuvo, no con sus parientes cercanos, sino con los papas del momento o con emperadores como el mismo Federico II. Y vemos como tanto a unos como a otro los enmienda la plana. No tiene pelos en la lengua para reconvenirlos cuando es necesario. Y estas figuras punteras de su época (no entro en el porqué son punteras, ni es tema de esta entrada) no sólo aceptan las correcciones de la santa, sino que se puede observar en sus respuestas un respeto que puede rozar la admiración en algunos de los casos.

Otro de los puntos importantes del libro es el que recoge los sermones que da la santa en su recorrido, en los últimos años de su vida, por Maguncia y otros lugares en los que existen comunidades cristianas o de monjes, a las cuales acude por expresa petición de dichas comunidades y que reflejan las preocupaciones de la santa, reflejan que, a pesar de sus visiones, era una persona con los pies en la tierra que era capaz de discernir, dentro del comportamiento de su contemporáneos, aquello que puede hacer que la Iglesia Occidental caiga en la separación y el enfrentamiento entre facciones, tal como ocurrirá siglos más tarde.

No me resisto a copiar un texto procedente de uno se sus sermones, en el que la diferencia que marca entre ricos y pobres nos debería hacer reflexionar a todos:

"El rico quiere ser honrado a causa de su fortuna. Se le recibe y se le honra, sobre todo a causa de la ayuda que proporciona contra la adversidad y del temor que provoca su poder. Al pobre se le debe recibir por amor de Cristo y porque es hermano del hombre. Uno y otro no pueden considerarse iguales, pues eso sería no discernir. El rico desdeñaría sentarse en el mismo sitio que el pobre, y el pobre se atemorizaría si tuviera que sentarse junto a él. Pero el pobre debe ser recibido y tenido en consideración por amor de Dios y porque es hermano del hombre. Dios permite que el rico posea riquezas y que las comparta con los pobres, pero en cambio ama la figura del pobre, porque es su imagen. El rico, en efecto, a causa del orgullo de sus riquezas manda sobre los hombres a los que puede dañar, y les trata como si no fueran hombres hechos de la misma forma que él, y al hacer eso comete blasfemia con la palabra hombre, pues el hombre es por sí mismo imágen y semejanza de Dios."

He señalado en negrita aquellos fragmentos que creo más importantes. Y creo que la reflexión nos llevará a tener muy claro dónde estaba el discernimiento de Hildegarda. No es necesario más discursos, ni palabras ampulosas. Con la sencillez de reservar el trato más importante al que cualquier mortal de su época podía aspirar, al reservarlo al pobre, Hildegarda nos demuestra el porqué se la considera actualmente Doctora de la Iglesia.