El camino de la vida. 1512-15, óleo sobre tabla. El Bosco |
Por casualidad, me he puesto a leer un libro de Naguib Mahfuz, premio Nobel de Literatura de 1988. Ha sido por casualidad, debido a que es un libro que tenía recluído en una carpeta sobre libros históricos. Estaba dedicado a la figura de Akhenatón, el rey rebelde de la, creo, XXIII dinastía de los faraones de Egipto. Aquel que acabó transitoriamente con el culto a Amón y estableció el culto al plato solar, a Atón.
Llevado por la curiosidad del personaje faraónico, tras dos libros semi-aburridos de tipo histórico, sobre todo el último leído, aterricé en éste. Y el autor me sonaba bastante, pero no terminaba de ubicarle. Cuando leí el prefacio al libro y descubrí su autor, me llevé una gran alegría. Cuando, en el lejano 1988, oí la noticia de que se le daba a un árabe, que además era africano, el Nobel de Literatura me alegre un montón. Se hacía notar que África no era solo un continente donde las noticias que llegaban eran de guerras, hambrunas, masacres, violencia, dictaduras, etc. También en África había gente que valía la pena, gente que trabajaba, gente con valores, gente con talento.
Este año, 2016, en cambio. al oír el destinatario del Nobel de Literatura no supe si llorar o echarme a reír. La literatura es mucho más seria que enlazar cuatro rimas, por muy bien hechas que estén. La literatura es mucho más que lanzar cuatro gritos, chillidos o sonidos más o menos guturales o armónicos y convocar a multitudes que tarareen aquello que supuestamente tú has creado. La literatura tiene una finalidad mucho más profunda que la que se puede obtener de un slogan más o menos bonito acompañado de una música más o menos acompasada.
No puedo valorar a la persona a la que han premiado. Quizá hayan acertado. El tiempo lo dirá. Pero para mí, concretamente a mí, la Academia me ha decepcionado profundamente.
Escrito en el año de nuestro Señor de 2016, a 22 de octubre, en la festividad de Santa María Salomé.
La nave de los locos en llamas. 1505-15, tinta parda agrisada a pluma. Taller del Bosco |