En primer lugar, una aclaración. Hay tantas fechas porque Santa Teresa lo escribe en dos periodos. El primero abarca dos años. El siguiente comienza en 1568. Pero, sin embargo, debido a que la princesa de Éboli, por venganza sin duda alguna, la denunció a la Inquisición, el libro quedo custodiado por la misma hasta que fue exonerado, y personalidades tan altas como el rey Felipe II mandó que existiera una copia y se guardara en la Biblioteca del monasterio de El Escorial. Ese libro, junto con otra copia manuscrita por la propia Teresa que se hallaba en el convento de las carmelitas descalzas de Sevilla, fueron los que usó como fuente Fray Luis de León para editarlo, por orden del mismo monarca, en 1588, de la forma más fidedigna a la escrita por la Santa. Y ahí está, para que aquellos que gozamos con las expresiones de Santa Teresa, podamos disfrutar de su auténtica palabra. Ella directamente, sin intermediarios.
Aquel que crea que en este libro se habla de las andanzas de Teresa de Ávila contadas por ella misma, va un poco desencaminado. Sólo durante los primeros 10 capítulos, de los 40 en que se divide el texto, nos narra Santa Teresa su infancia y juventud, cómo era su comportamiento, sus ideas de niña, con sus padres y hermanos. El resto es una loa a "las grandes mercedes que hace su Majestad a una pequeña cosa pecadora como yo", aunque no es exactamente la expresión que usa la Santa, sí resume la idea que quiere transmitir a quién la lee. Su Majestad, por supuesto se refiere a Dios, no a ningún rey de la Tierra, por mucho poder que éste tuviera.
En los 30 capítulos restantes, Santa Teresa nos cuenta cómo es su relación con el Señor, con Dios, con Jesucristo. Nos habla de lo que siente, de sus arrobamientos, de las visiones que tiene. Y quien lea con atención el texto se dará cuenta que la Santa hacía mucho menos caso de las visiones que tenía que de la sensación espiritual, que no física, que experimentaba (aunque lo que acabo de escribir pueda parecer una contradicción) cuando Jesús, Dios, le comunicaba algo.
De esta forma nos habla de su primera fundación, el convento de San José. Nos dice cómo llevo adelante el proyecto, las ayudas que tuvo, más bien escasas, y los ánimos que recibía de su "Majestad" como muchas veces llama a Jesucristo.
El caso es que, a pesar de las grandes dificultades que le puso casi todo el mundo, empezando por el obispo de la diócesis, los superiores de la orden, sus propias compañeras del convento, y acabando por los habitantes del pueblo en el que se iba a fundar, encabezados por los dos corregidores, que eran la máxima autoridad civil de aquella época, de ese siglo XVI; a pesar, digo, de todas esas "fuerzas vivas" que se le pusieron en contra, ella contaba con la principal ayuda y valía (valimiento, según diría ella): el apoyo de Dios, de su Señor Jesucristo que la animaba en los momentos más bajos.
Pero no puede uno decir que eso era normal porque era una santa. Ella misma reconoce que hay muchas personas mucho más dignas que ella para recibir las "mercedes" que ella estaba recibiendo de Dios y la ayuda que de Él obtenía. Ella se tenía por una gran y pobre pecadora y que tenía gran temor de fallarle a Dios en ese punto.
En suma, no es la Santa Teresa fuerte, firme, tozuda que nos podemos encontrar en alguno de sus textos y en alguna biografía que se ha escrito sobre ella, y alguna serie televisiva. Teresa se muestra como humilde sierva de Jesús y viene a reconocer a lo largo de todo este relato autobiográfico que, sin Dios, sin Jesucristo, nada es y nada puede. Y constituye un aviso para los navegantes de la vida. No se es más por tener más, creerse más, gozar de los favores de las gentes o de la fortuna. La única riqueza, su única riqueza la cifraba Teresa de Jesús en su relación con Dios, con Jesucristo. El resto venía por añadidura.
El texto es difícil de leer, pues la versión que he usado conserva gran parte del lenguaje del siglo XVI, así como expresiones y giros que actualmente están en desuso o directamente desaparecidos. Por ejemplo, ¿cuándo fue la última vez que alguno de nosotros ha leído, no ya oído o usado, sino leído la preposición "cabe" en su auténtico significado? Estoy seguro que muchos no sabrán ni lo que es, y muchos no sabemos usarla bien. Pues aquí, Santa Teresa la usa muchas veces: "sentí a su Majestad cabe mí". ¿Alguien es capaz de explicar que quiere decir con ello?
A pesar de todo, vale la pena leer la obra, pero recomiendo primero haber leído los otros dos libros que han salido aquí: "Camino de perfección" y "Las Moradas". Con todo lo dicho, ya no queda más que esperar que la lectura sea del agrado del lector.
Un saludo desde internet.