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martes, 16 de junio de 2015

CUEVAS (II): CUEVA DE LAS MARAVILLAS

La primera cueva kárstica que visité se halla al sur de la península Ibérica, concretamente en la provincia de Málaga, en Nerja. Se encuentra a las faldas de la sierra de Almijara, la cuál se encuentra cercana al mar. Todo ello en una comarca conocida como la Axarquía, con zonas de bancales donde se cultivan vides, olivos y almendros. También nos podemos encontrar con calas de aguas de azul intenso, habiendo sido alguna de ellas, como la del pueblo de Moro declaradas Paraje Natural. No es de extrañar que fueran una de las zonas más apreciadas por los árabes durante el tiempo que estuvieron en la península, y que sirviera de área de recreo y descanso para sus dirigentes cuando éstos querían distanciarse de los asuntos de la corte, en Córdoba durante los primeros siglos, y más tarde en Granada.



Mi visita, más cercana en el tiempo por supuesto, data de la época del colegio. Se trataba de la excursión en que se finalizaba el ciclo escolar de enseñanza general básica, la antigua E.G.B.


El destino era Granada, y en el viaje de ida se hizo una parada para visitar las cuevas de Nerja. Allí nos enseñaron las mismas y, entre el guía y alguno de los profesores, se esforzaron por hacernos entender la importancia y la belleza de las mismas ¡Ardua tarea! Intentar captar la atención de un grupo de treinta adolescentes que estaban hartos de recibir conocimientos a lo largo del año lectivo y que en esos momentos, tras un largo viaje en autobús, de lo único que tenían gana era de jarana. aún así, nos impresionaron las grandes salas y las formaciones que gota a gota, a lo largo del tiempo, habían ido dando lugar a estalactitas, estalagmitas y otra serie de figuras que podían simular, de manera más o menos realista o imaginativa, a elementos de nuestra vida diaria.



Años más tarde, volví a visitarlas. En este caso en un viaje familiar, con mis padres. Esta vez sin guía, y pudiéndonos parar a contemplar aquello que más nos llamaba la atención. Quedamos admirados, no solamente de las formas que el agua había ido esculpiendo a lo largo del tiempo, sino de la magnificencia de las grandes salas que formaban un espectáculo de la naturaleza. Aquel viaje pillaba al autor de estas letras más maduro, más crecido, más dispuesto a contemplar las maravillas que encerraban este tipo de estructuras naturales.



Y precisamente cueva de las Maravillas es como se denominó a la cueva de Nerja cuando se produjo su descubrimiento en 1959. Al poco, dándose cuenta de la excepcionalidad del complejo de cuevas ante el que se estaba, la Delegación de Excavaciones Arqueológicas de Málaga habilitó una entrada y un recorrido para su visita. Y el 15 de junio de 1961 era declarada Monumento Histórico Artístico. Pero quizá estamos avanzando un poco rápido. Los hechos de su descubrimiento merecen dedicarles unas líneas. Pero esto será tema para la próxima entrega.

Mientras tanto, quedémosnos a la puerta de la cueva, recibiendo la brisa marina mediterránea.