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martes, 10 de marzo de 2015

DESARROLLO CEREBRAL HUMANO (III)


En el estudio del desarrollo cerebral humano existe una técnica relativamente novedosa, que últimamente se está usando por parte de ciertos científicos para conocer cómo y de qué manera puede comenzar a desarrollar el ser humano una de las herramientas más importantes que tiene para su vida social: el lenguaje.

Esta técnica a la que me refiero es la Espectroscopia de rayos infrarrojos. La espectroscopia de rayos infrarrojos ha revolucionado, como decía antes, la investigación sobre el cerebro y su funcionamiento en los últimos diez a quince años. Y gracias al avance experimentado en la última década, se ha convertido en una herramienta accesible, fácil de usar y eficiente a la hora de explorar las habilidades lingüísticas y cognitivas de los bebés y de los niños, abriendo nuevas perspectivas en cuanto a la adquisición del lenguaje y al desarrollo del conocimiento por parte de los pequeños.

Para ello, investigadores de la Universidad de París Descartes están realizando un estudio con bebés. Entre ellos la Dra. Judit Gervain, nuestra protagonista del post de hoy. 

El estudio consiste en lo siguiente: se escanea con el espectroscopio el cerebro del bebé mientras se le hace escuchar distintas secuencias de audio. Dichas secuencias de audio tienen distintas estructuras con distintos tipos de repeticiones, que pueden ser del tipo A-B-B o del tipo A-B-C, o del tipo A-A-C. Y se registran las reacciones en el espectroscopio del cerebro de los bebés ante los distintos estímulos a los que son expuestos.

¿Cuáles fueron los resultados? La Dra Gervain descubrió que los bebés eran más sensibles a una secuencia repetitiva, como ABB, que a una con partes distintas, como ABC. Y por si eso no fuera suficiente, también descubrió que el bebé era capaz de distinguir entre una secuencia AAB de una ABB, es decir, no sólo distinguía una secuencia repetitiva de una que no lo era sino que, además, podía distinguir dónde se encontraba la repetición.

¿Qué significaba esto? Una de las conclusiones de este trabajo es que el lenguaje como tal se interioriza en el ser humano en época mucho más temprana de lo que veníamos pensando desde hacía años.
El bebé, aún sin poder articular palabra, sí puede distinguir la sucesión de palabras y la diferencia entre sonidos y fonemas. Si la creencia original nos llevaba a creer que en un primer momento el ser humano aprendía los sonidos, después los asociaba a palabras, y más a posteriori era cuando, tras un estudio, accedía al conocimiento de las reglas gramaticales, estos últimos hallazgos nos hacen suponer que existe un conocimiento, quizá no innato, quizá adquirido, pero mucho más anterior, mucho más temprano, mucho más intuitivo de las reglas del lenguaje en el ser humano.

El siguiente estudio del que les quiero hablar nos dará alguna clave más en este sentido. Pero eso será materia para el próximo post. Mientras tanto, disfrutemos de la sonrisa de un ser humano en este periodo de vida tan apasionante.