Mostrando entradas con la etiqueta NIÑOS. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta NIÑOS. Mostrar todas las entradas

martes, 11 de julio de 2023

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS se convierte en NIÑOS. Cap. 29


Mi hija ya ha crecido y ha alcanzado los 6 años de edad. Ya no es una "pequeñuela", por lo que muchas de las cosas que podían llamarme la atención ya van quedando atrás. Ahora lo que sí puede que me anime a escribir sea las "aventuras" que pueda protagonizar, las conversaciones que pueda tener, o las salidas graciosas que pueda protagonizar y que sean dignas de dejar escritas. Con lo cual el blog puede convertirse en un auténtico "blog", pues hace tiempo me dijeron que tener un blog era como tener un diario, pero en lugar de escribirlo en cuadernos que luego acumulan polvo en un viejo mueble destartalado, lo que escribes queda "flotando" en la red de internet y, con suerte, alguien lo puede leer y pasar un rato agradable con ello. 

Por supuesto, también me avisaron que si lo que quería escribir era algo que no deseaba que pudiera saber el público en general, no se me ocurriera dejarlo en la "red de redes" pues, siempre, como ocurre en la vida, va a leerlo la persona menos indicada o más afectada por ese relato. En fin, reconozco que he metido muchas veces la pata en mi vida, como todos, y espero haber aprendido algo de todo ello. Así que lo único que espero en esta segunda etapa de esta serie es que aquella persona que lo lea pase un rato agradable con lo que yo pueda contar.

Aviso a navegantes, la publicación no creo que vaya a ser regular. Más bien será caótica. Gracias por soportarme.

jueves, 13 de octubre de 2022

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 28: La textura de los alimentos


Todo ocurrió en un mediodía soleado de Santiago de Compostela. Un rato antes había estado lloviendo. Como llueve en Santiago. Una llovizna fina, que empapa, pero no daña. Casi no la notas. Y cuando quieres darte cuenta, ahí está. Ha oscurecido la calle, te ha mojado la ropa y el pelo. Para cuando abres el paraguas o te pones la capucha del chubasquero, ya es demasiado tarde.

Pero después sale el sol. Empieza a secarte con sus rayos. También lo hace suavemente, así, sin hacerse notar. Al poco rato te sientes vivificado. Hasta agradeces que alguna nube cubra el lugar donde estás, pues ya alguno de los rayos del sol te molesta. El astro rey impone su ley. Pero el agua, convertida en vapor y elevada los cielos, intercede por los seres humanos que nos encontramos debajo de ese derroche de energía que constituye nuestra estrella más cercana.

De pronto, una vocecita, a tu izquierda, rompe la singularidad del momento.

-¡No me gusta! -con cinco años sabe ya de sobra expresar su malestar frente a aquello que no le apetece. Si se trata de una nueva comida, como era en ese momento, mucho más aún.

-Pruébalo. -la anima su madre- Verás como está bueno. Si es parecido a los berberechos que tanto te gustan. -ante la nueva negativa de mi hija, su madre insiste- A ver, ¿por qué no te gusta?

-No me gusta su textura. -dice la niña con decisión y convencimiento.

El padre, que soy yo, como digno representante de mi género, como el león al que ya le está molestando el juego continuo de los cachorros, o el gorila de espalda plateada que está cansado de las múltiples correrías de sus retoños algo más crecidos, responde, entre curioso y sarcástico:

-¡Sabrás tú lo qué es la textura!

Sin pensárselo dos veces, y de forma inmediata, la niña, la leoncilla, la pequeña cachorra de humano responde:

-¡Sí! La forma en cómo se siente en la boca.

Su madre y yo nos miramos. Hacía mucho tiempo que alguien no me dejaba parado ante una definición tan clara, precisa y categórica. A mi mujer le pasa tres cuartos de lo mismo. Ante la derrota profunda a mi intelecto, no tengo más remedio que reconocer su razón. Le digo a mi mujer, aún no repuesto de la sorpresa:

-¡Anda! Cuando quieras, vuelve.


jueves, 3 de febrero de 2022

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 27: Las tijeras

El día de Navidad del 2021 mi hija me dio una sorpresa con una frase que dijo. Había cogido unas tijeras para cortar cierto papel, que tengo ahora encima de mi mesa, que eran pequeñas pero puntiagudas. Yo le advertí que podía coger otras que había que no eran tan puntiagudas, pero ella prefirió las primeras porque eran más pequeñas y las podía manejar mejor con sus manos.

Entonces le mostré, pinchándole con mucho cuidado la palma de su mano con una y con otra tijera, la diferencia entre una y otra. Vio que la puntiaguda hacía más daño. El caso es que al llevarse la puntiaguda, le volví a advertir que tuviera cuidado con esas tijeras. Su respuesta fue una pregunta:

- ¿Tú te crees que un niño de cinco años (le faltaba menos de un mes para cumplirlos) no sabe tener cuidado con las tijeras?

El tono de voz que usó fue entre irónico y afirmativo, con lo que únicamente me dejó la salida de decir que, por supuesto, no lo creía, pero que, a pesar de ello, yo prefería advertirla.

Por supuesto no se cortó, realizó un dibujo de la televisión y me lo dio como regalo.

A seguir aprendiendo.

domingo, 8 de agosto de 2021

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 26: El ascensor

Interior de un ascensor. (No es el que protagoniza el relato)

Y ahora dirán ustedes, ¿a qué viene hablar de un ascensor? Porque la narración que viene a continuación tiene tres actores principales: mi hija, el ascensor del edificio dónde vivimos, y yo.

El caso es que mi mujer se llevaba a mi hija a que pasara la tarde con su tía, y así me dejaba unos ratos libres, para poder dedicarme a alguna cosa alternativa al diario de siempre. Salieron de casa y cuando llegaron al garaje, mi mujer se dio cuenta que se le había olvidado el móvil. Envío a mi hija por el ascensor, que está al lado de mi puerta para que me lo pidiera.

Cuando yo oí el timbre de la puerta, me dije: "Ya está. ¿Qué se le habrá olvidado ahora?" Pero al abrir descubrí a mi hija.

-Subo a por el móvil, que se le ha olvidado a mamá.
Después de una ligera búsqueda, encontramos el aparato y se lo di a la niña.
-¿Puedes ir tú sola?
-Sí. Si sólo es el ascensor.
-Vale.

Me gusta que tenga iniciativas propias y que se sepa valer por sí misma. Y no me dí cuenta que para bajar al garaje tenía que meter un código después de pulsar el botón correspondiente.

Al rato, alguien daba unos golpecitos a la puerta. Me extrañó. Miré por la mirilla y no vi a nadie. Me imagine que era ella. Aún así pregunté.
-¿Quién es?
-Soy yo.
Abrí la puerta y allí estaba ella.
-¿Me ayudas? No he podido meter el código.
-¡Claro, hija, como no!

Y la acompañé y di a los botones. Me despedí de ella y aquí hubiera acabado la cosa si ella no hubiera contado a su madre, al llegar al garaje su aventura.

Nuestro código está formado por números que se repiten. Pues bien, sí que los había dado, pero no recordó repetirlos. Conclusión. El ascensor le subió a varios pisos más arriba. ¿Qué hizo ella? Ni corta ni perezosa, volvió a dar el botón que llevaba a nuestro piso porque sabía que era la mejor solución. Volver a casa, y pedirle a papá que le ayudara a poner el código, que ella lo había puesto, pero no había funcionado bien.

No sé qué les parecerá a ustedes, pero yo me sentí orgulloso. No había tenido miedo; tenía iniciativa para buscar una solución lógica; y sabía ya, sin nadie decírselo, solamente de vernos a su madre y a mí, que había que poner un código después del botón del garaje para poder bajar al mismo.

En fin. Sé que poco a poco va creciendo (muy rápido en algunos momentos) y que ese tipo de cosas las tiene que adquirir conforme crece. Pero, a pesar de ello, no deja de sorprenderme.

Un abrazo. Nos vemos en la red.
 

domingo, 18 de julio de 2021

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 25: Lo poco agrada y lo mucho cansa.

Lo de hoy se refiere a un dicho, a un refrán que es posible que hayan oído bastante: "Lo poco agrada y lo mucho cansa." Y a mi hija, con cuatro años ya, reaccionando a la primera vez que oía esa expresión, o al menos, que se le pedía que se fijara en ella.

En fin. Se trataba de una mañana de sábado, en que desde que se había levantado, estaba retozando, con un comportamiento muy alegre, por toda la casa. No hacía más que ir de su madre a mí y de mí a su madre, interrumpiéndonos, molestándonos, preguntándonos cosas, riendo, gritando. Todo lo que se puede esperar en un niño de cuatro años que esté muy contento y alegre. ¿Y por qué estaba contenta? Pues porque ese día iba a ir al Parque de Atracciones para subir una y otra vez a sus atracciones preferidas.


Tan emocionada estaba que no paraba en todo el tiempo. E incluso, cuando su madree empezó a arreglarse, ella siguió igual. Se le pidió varias veces que se comportara para poder vestirla en condiciones y poder ir a gusto, pero nada. La niña seguía saltando, chillando y corriendo por toda la casa.

Cuando oí que su madre ya se estaba enfadando, se me ocurrió una idea. Me acerqué a ella y le dije:

-Escucha -primero intenté fijar su atención- papá te va a decir una frase a ver si la entiendes.

-Vale. -contestó ella.


-Lo poco agrada y lo mucho cansa. -esperé a ver su reacción, se quedó quieta- ¿Lo has entendido?

-No. -me dijo con cara de interrogación.

-¿Quieres que te lo explique?

-Sí.

-Pues que si haces una cosa que gusta poco tiempo, caes muy bien. Pero si esa misma cosa la estás haciendo todo el tiempo, la gente ya no le gusta y la hartas. ¿Has entendido?

-Sí.

-Me alegro.

Y ahora viene lo que sí es importante en toda esta historia. Una vez que me retiré y la dejé junto a su madre, ya no la oí pegar gritos, ni chillar, ni la vi correr. Después cuando se lo pregunté a mi mujer, por si había sido únicamente impresión mía, me confirmó que sí había ocurrido.

La niña entendió la frase mejor que muchos adultos y la aplicó al instante. Con lo que se pudo arreglar a tiempo para pasar un día de diversión en el Parque de Atracciones. Y es que a veces los niños, con su ingenuidad e inocencia nos pueden dar lecciones a los adultos. ¡Ya te digo!

Nos vemos en la red.

sábado, 19 de junio de 2021

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 24: La tormenta

Regreso a esta serie porque de vez en cuando, surge una anécdota que da gusto contar, escribir y que uno, dentro de sus fantasías, espera que sea leída por su hija cuando ésta tenga "uso de razón" como se decía antes, o, al menos, sea lo suficientemente madura como para valorar estas pequeñas historias que reflejan el cariño que sus progenitores tienen hacía ella.

El caso es que en estas fechas, tras un principio de junio con mucho calor, estamos sufriendo unos días de lluvias y tormentas muy fuertes en toda la Península Ibérica. Y ha ocurrido que esta noche comenzó, sobre las cuatro de la madrugada a diluviar. Lo primero que ocurrió y que dio paso a esa lluvia intensa, fue un relámpago seguido de un trueno enorme y "áspero", es decir, con gran estrépito y esa sensación que transmiten algunos truenos de que "puede caerse el firmamento".

El caso es que su madre y yo nos despertamos asustados, e inmediatamente fuimos a cerrar las ventanas que estaban abiertas. En el intervalo de tiempo entre nuestro despertar y el cierre de las ventanas, algunas de las puertas de casa dieron portazo, por el viento que recorría la casa.

Pues bien, después de cerrar la ventana del dormitorio, al salir al pasillo, me la encuentro en la puerta de su habitación, restregándose un ojo medio dormida. "Lástima", pienso, "se habrá despertado con miedo por el trueno". Menudo pensamiento, lógico pero equivocado. Su exclamación fue:

-¡Con el ruido de las puertas no puedo dormir!

Señores, no se había asustado del trueno, ni de los relámpagos que siguieron al gran trueno. No. Lo único que le pasaba es que "no podía dormir" por los portazos de las puertas.

Me reí, le revolví el pelo con una sonrisa y le dije:

-¡Sí señor! ¡Así me gusta mi niña!

¿Qué otra cosa podía hacer ante su reacción de indiferencia a la tormenta?

Un saludo, nos vemos en la red.



domingo, 25 de abril de 2021

LA ASERTIVIDAD: EXPRESIÓN DE UNA SANA AUTOESTIMA. 1996. Olga Castanyer


Hoy el libro va de autoayuda. Y aunque pueda creerse que ha quedado retrasado, pues fue publicado en 1996, a finales del siglo pasado, puedo asegurar que tiene plena actualidad. De ahí que ya lleve la friolera de 41 (si no más) ediciones.

Y es que los "trucos" de la asertividad, su definición y sus posibilidades, si funcionan, no pueden variar en tan sólo 25 años, por mucho que nuestra sociedad avance a velocidad de AVE o de jet supersónico.

La autora define la asertividad, dejando claro lo que es y lo que no es. Y también deja bien claro para que sirve. No es un truco mágico para que todo te salga bien. Ni tampoco es adoptar una actitud resignada, como si no se pudiera nada frente al destino cruel que nos toca vivir a cada uno de nosotros. Pero la precisión de la definición se la dejo a la autora.

Después nos lleva a descubrir los "puntos débiles" que nos pueden hacer menos asertivos, y que, por tanto, debemos cuidar. También explica las distintas reacciones que podemos tener a los comportamientos que nos llevan a adoptar actitudes que nos desgastan en demasía y que podríamos resolver de mejor manera usando tan solo un poco de esa asertividad que nos falta.

Y por último, nos hace un repaso de cómo podemos enseñar asertividad a nuestros hijos, y evitarles algunos de los problemas que nosotros, personas poco asertivas, venimos arrastrando a lo largo de nuestra vida, y que serían mucho más llevaderos con algo de esa asertividad que nos falta.

En resumen, un buen libro para leer y aplicar sus enseñanzas.

 

sábado, 13 de marzo de 2021

EDUCAR SIN IRA. 2011. Ángel Peralbo


Se trata de un libro bastante interesante. Condensa aquellos recursos que podemos tener para evitar que la ira tome el mando de nuestras vidas.

En una primera mitad, nos describe una serie de técnicas psicológicas, que no por más sabidas, dejan de ser efectivas, para alejar el estrés de nuestras vidas, que es uno de los principales nutrientes, la gasolina digamos, de las situaciones de ira que podamos protagonizar. Por tanto, también sirven para alejar ese monstruo de siete cabezas imparable que es la ira.

En la segunda mitad, a través de ejemplos, y con una estructura clara y precisa, nos va explicando las distintas situaciones que podemos encontrar a la hora de educar a nuestros hijos. Son recomendaciones generales, y en todo momento nos recuerda que no siempre la solución puede ser la correcta, pero que es una de las cosas (la recomendación que da) que mejor podemos hacer en casos como los que nos cuenta. Pero no sólo se conforma con lo que recomienda sino que explica el porqué, cosa que no siempre se encuentra en estos textos.

A pesar de haber pasado 10 años de su publicación, mantiene toda su vigencia. Recomendable 100%.

domingo, 28 de febrero de 2021

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 23: El monte Tabor

El monte Tabor
Retomo esta serie sobre las sorpresas que me da mi hija pequeña, porque ayer surgió algo que me llamó la atención y que creo que es importante dejar aquí la reseña.

El evangelio de hoy se refiere a la subida al monte Tabor y a la transfiguración que sufrió Jesús de Nazareth en la cima del mismo. Le acompañaban sólo 3 de sus apóstoles, Santiago el Mayor -patrono de España-, San Juan -el discípulo amado-, y San Pedro -el que será la piedra sobre la que edificará su Iglesia-. Eran algo así como el círculo más íntimo de Jesús, pero vayamos al lío.

Mi hija vio un librito sobre el evangelio de cada día que tengo en mi escritorio. Antes habíamos hablado de otro libro que tenía encima de la mesa. Sólo tiene 4 años, y el hablar es que me enseñó como sabía pasar las páginas y yo le enseñé lo que era un señalador de libro y para que servía. Pues su atención pasó de ese libro al librito del evangelio 2021. Le volví a enseñar lo mismo, por dónde iba, que me lo señalaba el separador, y que era lo siguiente que me tocaba leer. Y avanzando en el mismo, llegamos al evangelio de este domingo (28 de febrero) en que se narra, en el evangelio según San Marcos, la transfiguración de Jesús.

Y le quise explicar lo que era, o ella me lo preguntó, no recuerdo bien. Y aquí llegó el problema:

-¿Y qué es que se transfiguró? -preguntó ella. Pregunta interior que me hice: ¿Cómo se lo explico? Inmediatamente me fui a lo que yo creía un sinónimo.

-Pues que empezó a relucir por dentro. -Podía haber usado el término "relumbrar", quizá sería más preciso, y desde aquí un saludo a todos los que me leen y usan esa palabra. Pero la niña no lo entendía, así que tuve que echar un vistazo a lo largo de la habitación mientras hacía tiempo para buscar una explicación que pudiera entender mi hija, cuando me topé con el flexo. "¡Ya está!" Pensé.

-Relucir es como esto. ¿Ves la bombilla que está apagada? -y le di al interruptor, la bombilla se encendió- Lo ves, es como si tuviera una luz interior que reluce. -volví a realizar la misma operación para que lo terminará de entender.

-¡Yo también tengo una cosa que reluce! -dijo toda entusiasmada. Saltó de la silla y se fue hacia el pasillo, indicándome que fuera a su habitación- Ven, ven.

-Mira. -me dijo. Estaba sentada enfrente de un enanito de Blancanieves que su madre le puso para que no tuviera miedo por la noche. Este enanito tiene una bombilla en su interior y cuando das al interruptor ¡reluce!

Lo había entendido mucho mejor que muchos adultos, que cuando llegan a este texto, se empiezan a hacer cábalas preguntándose qué es eso de "transfigurarse". Pues ya lo ven. Una niña de 4 años lo ha explicado para todos ustedes.

Un abrazo y nos vemos en la red.

"Transfiguración del Señor". Giovanni Francesco Penni (Según modelo de Rafael Sanzio)


martes, 1 de septiembre de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 22: La cuenta

 
Y seguimos con las andanzas de la pequeña protagonista de esta serie de historias, mi hija. Ésta que os voy a contar ahora es de nota. Ante ello quiero hacer una apreciación, tiene tres años y medio. Sí, ya sé, Mozart tocaba el violín a los tres años. Y otras muchas mentes privilegiadas eran unos genios en su infancia. Pero como el objeto de estos relatos no es ese, sino el descubrir hasta qué punto son mejores que nosotros, o más pícaros, nuestros pequeños y, por supuesto, el que dentro de algunos años mi hija tenga evidencia escrita de lo que la quiere su padre, pues ahí va nuestro siguiente relato, ocurrido hace unas semanas, con, repito, tres años y medio de edad.

Por fortuna o por desgracia, actualmente trabajo apartado de ella y de mi mujer. Tuvimos la suerte de poder pasar unos días juntos en un sitio que merece ser más turístico de lo que lo es. Pero quizá, eso rompería su encanto. Me estoy refiriendo a Ceuta.

Vista de la ciudad de Ceuta
Ceuta. Playa del Chorrillo

Nos encontrábamos en una de sus playas, comiendo en "El Chiringuito", guardando las medidas de seguridad por la pandemia, y disfrutando de un día de playa. Habíamos acabado el postre y los cafés, y nos disponíamos a volver a nuestro sitio en la playa. En ese momento me dijo mi mujer:

-Bueno, habrá que ir pidiendo la cuenta, ¿no?

-Pues sí. -respondí yo- Hala, hija, ves pidiendo la cuenta. -le dije a mi niña sin intención alguna que lo hiciera, como broma.

Mi mujer y yo intercambiamos otras dos frases y entonces nos dimos cuenta que la niña había desaparecido de su asiento.

-¿Dónde está? -nos preguntamos, más sorprendidos que asustados. Normalmente no solía separarse de donde estábamos, y si lo hacía nos lo decía. Empezamos a mirar por el restaurante, que al ser una hora avanzada ya estaba medio vacío. Yo ví al camarero que nos estaba sirviendo y le pregunté por la niña, no la había visto en los últimos momentos. Y dije, más para mí que para mi mujer:

-¡A qué ésta se ha ido a por la cuenta!

En ese mismo instante ví a la niña que doblaba la barra del restaurante y venía con la cuenta en la mano. 

Según nos comentaron más tarde los camareros, se había bajado de la silla, se la había pedido a un camarero, éste le había dicho que tenía que ser a la vuelta de la barra y ni corta ni perezosa, no encomendándose ni a Dios ni al diablo, se dirigió hacia allá para pedir la cuenta.

Iniciativa, retentiva y servicio no le faltan a la muchacha a día de hoy. Por supuesto, acabó el día con un buen helado del sabor que más le gustaba. ¡Faltaría más!

Reflexión. Cuidado con lo que les decimos a nuestros pequeños, pues entienden más de lo que nosotros pensamos. Y no nos confundamos cuando hay cosas que dicen no saber. Su "cerebro" está en "construcción". Las distintas vías por las que circula la información se están formando de continuo. De hecho, últimamente parte de la comunidad científica se postula en que esas "vías de información" que conectan las distintas neuronas del cerebro están siempre formándose y desapareciendo. Algunas, las más marcadas, quedan remanentes durante mucho más tiempo. Y si eso ocurre en un cerebro adulto, ¿qué no más ocurrirá en el cerebro de un ser humano que se está desarrollando durante sus primeros años de vida? Por ello hay veces que nos sorprenden con iniciativas como la que tuvo mi hija hace algunos días. Y por ello, hay otras veces en que parece que están "empalagados" como si su cerebro no funcionara. No es así, funciona. Pero de una forma distinta al nuestro. Y, a veces, hasta mejor.

Hasta la próxima entrada, queridos amigos, nos vemos en la red.



martes, 18 de agosto de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 21: Mofletes

A ver si soy capaz de escribir esta nueva entrada antes que se despierte la protagonista de la misma. Hace algún tiempo dí por ¿cerrada? esta sección, pero dado que la inventiva de mi hija y su razonamiento lógico me llenan de admiración, la retomo. Por otra parte, no va en contadicción con mi última entrada, pus voy a hablar de unas impresiones que son propias, por lo que no existe problema para que se incluyan en esta nueva etapa del blog, así como otras. Pero comencemos, que la de hoy es corta.

Hace unos días estaba jugando con mi hija en el salón de mi casa cuando, viendo fotografías en el móvil, me dí cuenta que tenemos una cara con "muchos" mofletes. Como estábamos medio jugando y riendo con las fotos, le dije:

-¡Mira! Tenemos muchos mofletes, tú y yo.

Y de pronto, ella me dijo toda seria:

-No. tenemos dos, como los demás. -y cogiéndome ambos mofletes de forma sucesiva, me espetó- Mira. Uno, y dos. Dos mofletes.

¿Qué se le die en ese caso? La lógica era aplastante. Todo el mundo tiene el mismo número de mofletes. Dos. Pueden ser grandes, pequeños, irregulares, asimétricos. Pero, al final de too, el número no varía, son dos.

Y hasta aquí la pequeña aportación de hoy. nos veos e la red.


sábado, 2 de mayo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 20: ¿Final?


He de pedir perdón a todos aquellos que, aunque pocos, hayan seguido la serie de mi blog dedicada a las andanzas de mi hija. Llevo cerca de dos meses sin publicar una entrada. Ello es debido a dos cosas. La primera, que debido a cuestiones de trabajo me he tenido que desplazar lejos de donde vivo, y me he tenido que establecer durante unos meses en un nuevo "emplazamiento". La segunda es que no calculé bien y no he tenido capacidad para poder escribir nuevas entradas hasta hace muy poco tiempo. Me faltaba primero conexión a internet y, segundo, teclado adecuado para poder realizar de forma correcta lo que estoy haciendo en estos momentos, que es, ni más ni menos que escribir.

Por el momento dejaré de hablar de mi hija. Cumplió tres años, me encuentro separada de ella y la "morriña" hace que me entristezca cuando hablo de ella o la veo en alguno de los vídeos que me mandan, no cuando la veo a través de vídeo-llamadas con el móvil. Por tanto acabo hoy la serie dedicada a mi niña para pasar a hablar de otras cosas. Y acabo a lo grande.


Resulta que mi mujer ha estado durante varias semanas aquejada de un dolor de espalda en la zona lumbar. Este dolor le bajaba por la pierna izquierda, convirtiéndose en una ciática difícil de controlar y que hacía que se sintiera imposibilitada en algunas ocasiones. Pues, ¿dónde llega la última y estupenda anécdota de mi niña? En su respuesta a la situación.

Al ver a su madre dolorida y que, sin embargo, hacía esfuerzos por levantarse, en alguna ocasión, segun me ha contado mi mujer, ha ido corriendo adonde estaba ella y le ha dicho:

-¡Espera, espera! Que yo te ayudo.

Y, ni corta ni perezosa, le ha puesto la mano en la espalda, ella, lo "mico" que es, que no le llega casi con la cabeza a la zona lumbar, le ha puesto, digo, la mano en la espalda para ayudar a su madre a levantarse y a desplazarse por el piso.


Lo más extraordinario es que ha surgido de ella misma. Nadie la ha indicado, ni mucho menos aleccionado, que tenía que ayudar a su madre. Ha sido ella misma la que ha entendido que tenía que cuidarla.

Sin más, acabo aquí la serie, aunque puede que en lugar de ser un "adiós", sea un "hasta luego".

Queridos amigos, nos vemos en la red.


lunes, 23 de marzo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 19: Moras y frambuesas

Moras
La anécdota de hoy es más corta y más sencilla, aunque refleja las lecciones que, a veces, recibimos los adultos de los niños. Y no me refiero a lecciones de las que hayan aprendido en la escuela, o por sus parientes, o en la televisión, del tipo de: "Mamá, no se come con la boca llena", "Papá, primero hay que rellenar los vasos de los demás antes de llenar el tuyo de agua", o "Mamá, si querías esa ropa, ¿por qué le has dicho al dependiente que te lo tenías que pensar?"

No. Me refiero a algo más profundo, que penetra más en la mente del niño, y además de enseñarnos cómo funciona su cerebro, es decir, lo sencillo y al mismo tiempo apabullante de su lógica, nos indica el nivel de enrevesamiento que tiene la nuestra, por la cantidad de pre-juicios (es decir, juicios previos) con que la llenamos al cabo de los años.


Entro en materia. Habíamos acabado el plato principal de la comida de ese día y tocaba el postre. Había que ir por él a la cocina. Mi mujer se dispuso a ello, pues sabía que para mí serían unas mandarinas y para ella una naranja. Pero quedaba nuestra hija, de 2 años y 11 meses. Normalmente le gustan las moras y las frambuesas, y nunca dice que no a un buen cuenco de semejantes golosinas naturales. Toda confiada, mi mujer le dijo a la niña:

- Y para Raquel tengo ahí un tazón de moras y frambuesas. ¿Verdad que sí?

- No quiero. -dijo la niña con tranquilidad.

Tanto a mi mujer como a mí nos dejó sorprendidos. Más a mi mujer, que volvió a preguntar:

- Pero si te gustan mucho las moras. ¿Por qué no las quieres? ¿Es que ya no te gustan?

Atención a la respuesta de la niña:

- Las moras y frambuesas unas veces me gustan y otras no. Y ahora no me gustan.


Así de sencillo. No es que ya no le gustarán. No es que estuviera enfadada con alguno de nosotros y lo usará como llamada de atención. No es que quisiera otra cosa, porque ese día, de hecho, no tomó postre. Era simple y llanamente que nos recordaba algo que todos nosotros no solemos darnos cuenta en el periodo adulto: las cosas, sea fruta u otro tipo de estímulos, no gustan de manera continua. Hoy te gustan, mañana no, pasado sí. Y eso les ocurre igual a los niños. Hoy les apetece algo que ayer no querían y que mañana no querrán. Pero eso no significa que no les apetezca de forma general, simplemente habrá ocasiones en que no disfruten con ello, o que no tengan ganas de ese juguete, diversión, chuche o alimento en ese momento.

Es decir, para todos nosotros, los "adultos": cuando alguien no quiere algo en un momento determinado, no significa que no lo vaya a querer en otro momento. Y sobre todo, que siempre existe la libertad de escoger, incluso la de rechazar aquello que nos gusta.

Las moras y frambuesas le gustan, pero cuando ella quiere. Una "pequeña" lección.

Queridos amigos, nos vemos en la red.


jueves, 19 de marzo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap.18: La muleta.

Me recuerda mi mujer un hecho qué ha pasado en esta última Navidad. Ha estado unos días con nosotros mi madre.

La mujer, aparte de otras afecciones, sufre una hernia discal lumbar. Fue estudiada por neurocirugía y debido precisamente a las otras enfermedades que posee, y las complicaciones que éstas pudieran dar en la intervención quirúrgica, decidieron que no solo no la operarían, sino que no querían ni saber nada del asunto. El resultado fue que la "desecharon" para realizar en ella ningún tipo de operación y la dieron de alta. Y allí te las compongas.


Ésto ocurrió hace ya algunos años. De unos meses esta parte, parece que la hernia debe haber aumentado, pues no solamente le duele más, sino que el dolor le recorre, le "dimana", de la cadera hasta la punta de los pies. Cómo médicamente no se podía hacer gran cosa, ni corta ni perezosa, sin encomendarse a Dios ni al diablo, se compro una muleta, la cual usa con mucho orgullo, y diría que hasta alegría, porque además de ayudarla en sus desplazamientos largos, léase fuera de la casa, permite mantener su estatus de mujer enferma como el soldado que luce las medallas al valor.

Bueno al lío. Mi hija ha estado con ella estos días y, por supuesto, le ha preguntado por qué lleva la muleta. Mi madre le ha contestado en todo momento que la lleva porque le duele la pierna. Junto con ello, mi niña, recordemos que aún no ha cumplido los 3 años, ha visto que bastantes veces nos costaba a mi mujer y a mí desplazarla para que saliera a la calle. Y siempre que conseguíamos que saliera a dar una vuelta teníamos el "soniquete" de que le dolía la pierna, cosa que no niego en ningún momento punto. Y por fin, gracias al consabido "soniquete", conseguia que el paseo fuera más corto y regresáramos antes a casa.


Pues bien, hace unos días mi hija no quería bajar a la calle en brazos, sino que la cogiera su madre. Empezó que le dolía la rodilla como papá. Al ver que papá, o sea yo, le decía que por eso bajaba todas las mañanas a andar, para mejorar la rodilla, cambio de táctica. ¿Qué dijo? "¡Mamá, me duele la pierna!" Al insistir su madre en que se pusiera andar y no se quejará, ya os amazing eyes por dónde van los tiros, le pidió a su madre, ¡una muleta!

La niña había visto que al estar la abuela coja y con muleta la hacíamos más caso, e intentó hacer lo mismo con nosotros. Pero da la casualidad que no resultó. A mi hija todavía la puedo coger en brazos, darla vueltas y moverla a mi antojo, físicamente, porque mentalmente ha salido muy fina, y de eso va precisamente esta serie de entradas. A mi madre, por fortuna o por desgracia, ya no la puedo mover a mi antojo,  ni física ni mentalmente. Porque, además, eso de que los ancianos se vuelven como niños y se les puede engañar fácilmente ¡miau! como dicen en mi pueblo.


Con todo, ya le llegará la edad a mi hija de que me empiece a dar vueltas a mí, en la que todos los padres coinciden que es la peor edad: la adolescencia.

Queridos amigos, nos vemos en la red.


domingo, 1 de marzo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 17: ¿Los animales no piensan?

HUSKY SIBERIANO
Bajando en el ascensor y tratando de sacar un tema para que se le quitara la rabieta del día, le comenté:

-¿Sabes que podemos ver ahora a Brooklin y le puedes saludar?

Brooklyn es el perro de una vecina, un husky siberiano muy bonito, y solemos coincidir justo cuando nos vamos a la guardería. Su dueña llega con él de darle el primer paseo de la mañana. Pues su respuesta fue totalmente lógica:

-Los animales no hablan.

Ante aquello, y como ya la conozco, no me arredré y seguí atacando el tema.

-Pero seguro que pensará qué le pasa a esta niña que no me saluda.

Ella siguió en sus trece:

-Los animales no piensan.

Mi experiencia, incluso con animales salvajes, me sirvió perfectamente para pillarla el renuncio. Así que la contesté:

-¿Tu estás segura de que no piensan?


La callada por respuesta, con lo que insistí otro poco más:

-¿Entonces cómo saben distinguir si se quieren ir a derecha o izquierda, o quiénes son sus amos?

Calló. Y al ver que no estaba el perro con su dueña en el portal, exclamó:

-¡No está Brooklyn!

-Claro -le dije-, porque a veces coincidimos con ellos y otras veces no.

No sé si aprendió algo, lo que yo sí me di cuenta es de que razonaba, con tan sólo 2 años y 10 meses, de forma mucho más compleja de lo que habría pensado nunca.


sábado, 29 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 16: El Padrenuestro

Imagen de COVID-19
Hoy, 29 de febrero, como día que tan solo se repite cada 4 años, y enmedio de la psicosis generalizada provocada por una nueva pandemia vírica, cuya mortalidad es menor que la de la gripe, os voy a contar una historia de mi hija cuando tenía 2 años y pico y comenzaba a hablar.

Kenneth David Kaunda
Siguiendo la máxima del dirigente africano Kenneth David Kaunda, presidente de Zambia durante los años 70 y 80 del pasado siglo, que dice: "...hay que enseñar a los hijos aquello que crees mejor para ellos, porque más tarde, cuando sean jóvenes y se hagan adultos, ya tendrán tiempo de decidir por sí mismos lo que es bueno para ellos...", me dispuse a enseñar a mi hija una oración que, no por ser común, es menos importante: El padrenuestro.

Decir que la cita a la que me he referido viene en el libro "Carta a mis hijos", escrito por el dignatario zambiano en la mitad de su carrera política. Si doy la referencia de este libro es porque creo que es una lectura muy recomendable para cualquier persona que se interese por conocer el pensamiento y filosofía de vida de uno de los dirigentes africanos más destacables.

Pues bien, siguiendo, como digo, esta máxima, me puse a enseñar a mi hija de dos años y medio aproximadamente el Padrenuestro. Estábamos en la cama, intentando que se durmiera y, antes de dormir, le dije que le quería enseñar una nueva oración. Dijo que sí y empecé a decírsela. Ella iba repitiendo lo que yo decía y en algún momento se intentaba adelantar y adivinar lo que seguía. Y aquí vino la anécdota.

Cuando yo llegaba a la parte que decía: "... no nos dejes caer..." ella siguió la frase con una espontaneidad que yo no hubiera esperado, y saltó diciendo:
-Al suelo.
No puede aguantar la risa. La oración, para quién no lo sepa, dice así: "...no nos dejes caer en tentación..." Ella por supuesto ni se imaginaba que uno pudiera caerse en cualquier otro sitio distinto que el suelo, y mucho menos en "tentación" porque, como muy niña que era, no sabía que era eso. Con lo que su oración quedó en "...no nos dejes caer al suelo..."

Posteriormente, tras acabar de reír, le corregí el fallo, aunque más bien era la continuación más lógica a esa frase.

Hasta aquí mi episodio de hoy de "Esos adorables pequeñuelos". Nos vemos en la red.


jueves, 20 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 15: El cuidado en las expresiones


Hubo un domingo en que yo salí a dar un paseo. Suelo hacerlo siempre que puedo. Tengo la suerte de que cerca de casa hay un parque lo suficientemente amplio como para pasear, correr, disfrutar de un libro bajo las copas de los árboles, hacer gimnasia con aparatos que han puesto desde hace ya algún tiempo los ayuntamientos para sumarse a lo de “la vida en forma”, y más cosas.

Ese día mi mujer, junto a mi hija, se iban a ir de casa porque habían quedado a comer. Como salí tarde, me despedí de ellas, pues al volver al cabo de una hora aproximadamente, no esperaba encontrármelas.

Total, que cuando volví y abrí la puerta, ahí estaba la niña. No se habían marchado todavía. Me estaba mirando con una cara entre alegre y pícara. Y tanto me sorprendió que le dije:

-¡Pero bueno! ¿Qué haces aquí?

Lo dije con cara alegre y en un tono jovial y alegre.

De pronto, la cara de mi hija, con 2 años y 9 meses, pasó, de esa alegría que tenía inmediatamente antes, a la seriedad; y en lugar de ir hacía mí para darme un abrazo, como solía hacer, se volvió a los juguetes que tenía esparcidos por casa, se puso seria y me dio la espalda. Tanta fue su reacción, que por mucho que yo la decía algo, ella no me contestaba. No sabiendo muy bien porque tenía ese extraño comportamiento, seguí como si tal cosa. “Ya se le pasará”, pensé. Pero no se le pasaba.

Entre mi mujer y yo caímos en la cuenta. ¡Había entendido literalmente mis palabras! Creía que en lugar de alegrarme de que ella estuviera allí, me suponía un disgusto, o un fastidio el que ella anduviera todavía por casa.

Tratando de desandar lo andado, mi mujer y yo le explicamos que lo que yo había dicho era porque me sorprendía y me alegraba mucho, no lo que ella había pensado. ¡Abracadabra! Nada más oír la explicación, a la que no tenía yo mucha fe que digamos, pues no pensaba que fuera a entenderla, se puso a jugar conmigo a estar a mi lado y allí se mantuvo hasta que se fueron.

Así que, desde entonces, tengo muy en cuenta que ella, la niña, de solamente 2 años, entiende perfectamente todas las expresiones y el significado de lo que decimos, por mucho que ella no sea capaz de explicarlo.


miércoles, 19 de febrero de 2020

ESOS ADORABLE PEQUEÑUELOS. Cap. 14: Preparar una cama nido.


Hubo un día que la pequeña, hace no mucho tiempo, entró con su madre en la casa y se marchó hacia su habitación.

Su habitación está en el extremo opuesto de la puerta de entrada, y normalmente, cuando llega ella suele quedarse en el recibidor o en la cocina, que es la parte de la casa pegada a la puerta, alrededor de nosotros, sus progenitores. En otras ocasiones, se dirige hacia el salón, que es dónde tiene en estos momentos todos sus juguetes.

En estos casos, me quedo hablando con su madre en la cocina. Tras un rato de charla, no sé si por instinto paternal o por otra razón más “civilizada”, me dirijo a ver dónde ha ido la pequeña y lo qué esta haciendo, y suelo ponerme a jugar con ella un poco.

Ese día, después de hablar un rato con su madre, y darme cuenta que no estaba alrededor, ni con los juguetes, decidí ir a buscarla. Cuando llegué a la puerta de su habitación, que suele estar siempre abierta, me encontré con un espectáculo impresionante para un padre.

La niña estaba sacando su cama de debajo de la otra, es una cama nido, y estaba estirando su sábana y remetiendo el edredón de la cama que hay arriba, después de haber dejado su abrigo y su mochilita en el sitio correspondiente para ella. Le costó algo de trabajo, pues es una cama de 180 x 90 cm. Pero me dejó totalmente asombrado.

Tal como me había visto hacer varias noches, ella misma estaba preparando su cama para dormir esa noche.



martes, 18 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 13: Ahorro energético


Muy bien. Hoy toca una nueva entrada de esos adorables pequeñuelos. Y hoy voy a contar la historia de un enanito iluminado y de un deber de ahorro energético. Empezamos.

Todo ocurrió hace unas noches. Mi hija está pasando por una época en que tiene terrores nocturnos o pesadillas, no sabría muy bien a qué achacarlo. Pero casi todas las noches, sobre las 3 de la madrugada se despierta, a veces dando un grito, y viene a nuestra cama, que está en la habitación de al lado, para que durmamos con ella. Nosotros hemos adoptado la costumbre de levantarnos y volverla a llevar a su cama, acostarla y quizá contarle algún cuento mientras se duerme.

Una noche que me tocó a mí, no se dormía, y la opción que tuve más adecuada para poder yo descansar algo, ya que al día siguiente iba a trabajar, fue preguntarla si nos íbamos a ir al sofá a dormir. Decir que, en el momento que ocurre todo esto que estoy narrando, la única luz que existe en toda la casa es la de un enanito de goma dura, con una bombilla en su interior y que sirve para dar un ambiente de penumbra en la habitación de la niña, y así pueda dormir sin oscuridad total. Es otra de las técnicas que hemos usado para intentar que estuviera tranquila en su cama, si se despertaba por la noche, y como se puede apreciar, sin éxito ninguno. La niña me dijo que sí, que íbamos al sofá, y se levantó de su cama.

Pues bien, mientras me dirigía al sofá, y al darme cuenta que no me seguía, me di la vuelta para ver en que se estaba entreteniendo. Resultado: la vi apagando el enanito mientras me miraba sonriente.

Y ahora diréis, ¿qué tiene de especial? Lo que tiene de especial es que yo le había estado enseñando durante los últimos 2 ó 3 días que el enanito se encendía solamente por la noche y siempre y cuando ella estuviera en la cama. No creí que lo había entendido. La mirada pícara quería decir algo así como: “Lo ves, lo he aprendido. Hay que apagar el enanito”.


lunes, 17 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 12: Una clase de pintura.

Lápices de colores
Hoy toca pintar. Para ello tengo un cuaderno de hojas blancas, sin líneas ni cuadrículas, para que pueda dibujar a sus anchas. Tanto es así que empezó con rayas, después círculos y ahora le van saliendo medio en condiciones los caracoles. Pero no es de las “habilidades artísticas” de lo que os quiero hablar hoy. Es de una conversación mantenida con ella, que aún me tiene anonadado.

Bien, era una tarde en la cual yo tenía los lápices de colores y ella dibujaba. Conforme quería un color distinto, me daba el que tenía ella en ese momento y después elegía el color con el que quería hacer el dibujo. Yo le preguntaba qué iba a dibujar y, después de su respuesta, le decía si era adecuado el color y por qué.

Paso a transcribir la conversación:

Papá: -¿Qué color quieres ahora?

Hija: -El negro.

Papá: -¿Y qué vas a pintar?

Hija: -El cielo.

Papá: -Pero el cielo es azul, no negro.

Hija: -Sí lo es. Por la noche.

Después de esa lógica tan rotunda, decidí tener más cuidado con mis observaciones, pues me di cuenta que la mente de un pequeño es un auténtico saco de sorpresas. Y te puede vencer con una lógica aplastante.

Cielo nocturno