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domingo, 12 de julio de 2020

VANITAS, VANITATUM


He de reconocer que me siento decepcionado. No he conseguido llegar a un montón de gente que pretendía llegar. Me cuesta más de lo que parece hacer las distintas entradas y todo ¿para qué? Ya no es que llegue a poca gente, es que ni siquiera se interesan por las mismas. 

Aquellas que yo creo que pueden ser interesantes y lograr una repercusión importante, se quedan en agua de borrajas. En cambio, otras que creo que tendrán una aceptación, digamos, regular, obtienen una gran difusión, como es la dedicada al hijo de San Agustín, Adeodato. No solo es la que tiene un mayor número de visitas, sino la que ha presentado un mayor número de comentarios. 

Sin embargo otra dedicada a la madre de San Agustín, Santa Elena, no ha conseguido una repercusión mínimamente cercana a la de su nieto. 

Conclusión: Tengo una gran vanidad. Me creo que puedo entretener o decir o contar algo interesante a la gente. Y la realidad es que hay muy pocos que les interese lo que yo tenga que decir. Quizá dentro de 50, 100 años alguien descubra este blog "navegando" por un arcaico internet y se encuentre con algo que le merezca la pena lo suficiente para que lo siga y lo difunda, y entonces, se descubra, como el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, una narración, unos textos que lleguen a aquellos que los lean (mi parte de ego que no me falta). Pero lo dudo. Por tanto...


Se acabaron las series, se acabaron los temas, se acabaron los guiones y, además, se acabó la difusión en Facebook y Twitter como venía haciendo hasta este momento. Lo dejaré todo a la Providencia Divina. Yo escribo (lo que me apetezca según el momento), lo cuelgo en el blog y el que quiera que lo lea. Y el que no, que siga haciendo lo que está haciendo, es decir, no leerlo.


Si me parece un tema interesante, hablaré de él. Si hay una noticia que me conmueve, hablaré de ella. Si ha pasado algo en mi familia o en mi círculo de personas cercanas, hablaré de ello (siempre, por supuesto, sin citar nombres, la intimidad ante todo). 

Porque si alguién tiene que hacer el ridículo aquí soy yo. Si alguién debe ser un antipático aquí, debo ser yo. Si alguién debe ser un payaso aquí, debo ser yo. 

Todo el resto de personajes que aparezcan en este blog a partir de ahora serán eso, personajes. No personas. Me servirán para mis reflexiones, para mis razonamientos, para mi escritura, pero nada más. No responderán a ningún otro tipo de objetivo, como pueda ser el críticar, ridiculizar, insultar o calumniar a tal o cual persona. 

Ya digo, por aquí pasarán personajes, no personas. Pasarán Don Quijote y Sancho, pero no Felipe II y el Duque de Alba, para que podáis entenderlo. Por supuesto, algún día puede que hable de Felipe II y del Duque de Alba, pero será para divulgación, no para reflexión sobre la vida que el autor de estas letras está llevando.


Por último explicaros el porqué del título de hoy de la entrada. He consultado en varios sitios y he leido cosas que no tenían nada que ver con lo que yo pensaba sobre esa expresión:

VANITAS VANITATUM (En español: "Vanidad de vanidades")

De hecho, yo pensaba que era "vanitas vanitatis". Pues bien, ahí va lo que yo pensaba respecto a lo que se refería dicha expresión.

Muchos quizá sepan que a finales del siglo XV, Italia se encontraba repartida en distintas repúblicas en las que ejercían el poder diferentes familias. Y ese poder variaba según las circunstancias. Pues vámonos a la república de Florencia, donde se encontraba "entronizada" la familia Médici. 

Hubo, sin embargo un periodo de unos 4 años, desde que se expulsa a los Médici en 1494 hasta que se quema al monje Girolamo Savonarola en 1498, en los cuales éste último, Savonarola, rigió la ciudad italiana como si se tratara de una teocracia cuya cabeza era Dios y él el encargado de comunicar las distintas decisiones divinas. Una de las "decisiones" que comunicó Savonarola a sus conciudadanos fue que quemaran todos aquellos objetos de valor que tuvieran en sus casas, pues esos objetos les movían al pecado y a la relajación de costumbres.


Una hoguera se levantó en la plaza de Florencia, el 7 de febrero de 1497, martes de carnaval, por cierto, y allí ardieron libros considerados inmorales, cuadros que estaban inspirados en motivos mitológicos, entre ellos varios del pintor Boticcelli, junto a otras numerosas obras de arte. 

Una curiosidad, si tuviéramos un telescopio del tiempo, no una nave, y acercásemos ese telescopio a los tipos que están lanzando estas obras de arte a la hoguera, con pasión y fanatismo, podríamos distinguir entre ellos a un joven musculoso, alto, mal encarado y que participa alegremente y se deja embriagar por el ambiente general. Este jóven es, ni más ni menos, que Miguel Ángel Buonarroti. Sí. El que 10 años después dejará perplejo al mundo con una de las creaciones cumbres de la pintura universal: la Capilla Sixtina. ¡Las vueltas que puede dar el mundo!


Pero volvamos a la expresión "VANITAS VANITATUM". Esta expresión era favorita de Savonarola y sus seguidores, y el monje la usaba en muchas de sus prédicas. Y, aunque estaba errado en la mayoría de sus razonamientos, aquí acertaba. 

Parece ser que la expresión viene del texto del Eclesiastés, un libro del Antiguo Testamento, y se refiere a la futilidad, a la falta de sentido de acumular riquezas y placeres en el mundo, cuando después de la muerte nos espera una eternidad de la que nos tendríamos que preocupar mucho más. Y se puede afinar aún más el significado de la expresión. Sin necesidad de irnos o de tener en cuenta la eternidad, debiéramos parar un poco a pensar de qué nos valen las cosas "mundanas". Si aquello que acumulamos nos da la felicidad, o quiza nos adormece y hace que no nos demos cuenta que la felicidad no está en las cosas de fuera sino en el interior del ser humano.

Hasta aquí por hoy. Si os apetece seguir leyéndome, solo tenéis que suscribiros, sin coste alguno. O simplemente, entrar de vez en cuando en el blog, al que yo también entraré, de vez en cuando, para "reflexionar en alto".

Gracias a todos los que hayáis llegado a esta altura de la lectura. Nos seguimos viendo en la red.