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jueves, 20 de octubre de 2022

MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815. 1875. Benito Pérez Galdós

Esta novela viene de la mano de un personaje que Galdós caracteriza muy bien como el típico trepa, que no le importa la corrupción del régimen que dice defender, siempre y cuando le beneficie a él, que intenta ascender en la escala social de todas las maneras posibles, que llega a formar parte incluso de la camarilla del rey y que por eso se cree que es alguien con influencia, cuando, en realidad, es un ser servil, tal como tildan a los de su calaña la otra parte de la sociedad española decimonónica, que asciende haciendo favores, despreciando al más débil que él y que, sin embargo, no consigue la posición real que cree tener, pues cuando es necesario, se prescinde de él sin ningún tipo de miramiento.

El protagonista se llama Juan Bragas, amigo de Salvador Monsalud, que ya apareció en "El equipaje del rey José" en sus primeras páginas, y que aquí se muestra relator de su historia a lo largo de 2014 y 2015, que acaba en un hilarante baño en el lago de la Casa de Campo. Pero quizá me he adelantado demasiado. D. Juan Bragas, consciente que su apellido hace que la risa salga nada más mentarlo, lo cambia por D. Juan de Pipaón.

Esta novela es un panegírico, una oda al absolutismo de Fernando VII, que se instauró en 1814 mediante "El manifiesto de los persas" y los acontecimientos del 4 de mayo de dicho año, en Madrid y que acabaron con la suspensión de la Constitución de Cádiz y la restauración de la monarquía absolutista, totalmente calcada de los reinados del siglo XVIII. Pero, sin embargo, las ideas ya no eran las mismas. Muchos se habían dejado convencer o se habían convencido de que las ideas liberales, traídas a España por los ejércitos Napoleónicos, eran mucho más naturales, y, por tanto, más justas, que el dominio absoluto de un hombre por mor de su nacimiento o por gloria de Dios.

Aunque lo que prima en esta novela, siendo un elogio de la monarquía absolutista por parte del narrador, es la suave ironía y la crítica más mordaz que aplica Galdós a este sistema de gobierno, pues saca a la luz todos los fallos, defectos y corrupciones a las que se llega. Hay un capítulo muy destacado: D. Gabriel Araceli, el protagonista de la serie de novelas anteriores, por petición del narrador, lee y crítica el manuscrito de sus memorias. Y el discurso que le suelta a D. Juan de Pipaón deja bien claro que la lucha del pueblo español contra el ejército francés no tenía por objetivo la instauración de un régimen tan corrupto y tan de espaldas al pueblo. Por supuesto, la respuesta de Pipaón a esto, en una persona tan cínica como él, es la indiferencia ante dichas críticas, suponiéndolas, incluso, originadas de una envidia a su persona. Nada más lejos de la realidad.

viernes, 7 de octubre de 2022

EL EQUIPAJE DEL REY JOSÉ. 1875. Benito Pérez Galdós

 

Acabada ya la primera serie de Episodios Nacionales, Galdós cambia casi todos los personajes de sus próximas novelas que constituirán la segunda serie. Empieza la primera novela de la misma, "El equipaje del rey José", usando el acontecimiento de la batalla de Vitoria en 1813 y de la desbandada de las tropas francesas, que dejó a todo la caravana de desplazados a merced de las tropas de la península, tanto inglesas, portuguesas como españolas, así como de los bandoleros de la zona y de las poblaciones cercanas, gente que se había acercado a ver pasar dicha caravana y que en el desconcierto de la huida, se aprovechan para rapiñar todo lo que pueden de los infelices que huían en dirección a una supuesta mejor tierra para ellos, Francia.

Pero, aquí empieza a urdir, en los personajes que muestra Galdós, lo que va a ser el "leif motiv", la esencia de lo que va a contar en sus próximas novelas. Y esta esencia no es, ni más ni menos, que la división profunda de dos Españas que se enfrentarán a lo largo de todo el siglo XIX, y cuyo germen estuvo en el fin de la guerra de la Independencia.

Galdós nos muestra que aunque Fernando VII no hubiera sido un rey tan funesto como fue, la población estaba dividida en dos regímenes contrarios y contrapuestos, cuya razón de ser era el enfrentamiento con el contrario y la intransigencia con ideas diferentes de las suyas.

Así, nos encontramos con un personaje, Fernando Navarro, alias Garrote, que es la personificación perfecta de la nobleza de recio abolengo venida a menos, la personificación del carlista que protagonizará los enfrentamientos de mediados a finales de siglo XIX. Para este personaje, lo primero son Dios y el Rey, y el absolutismo. Cualquier cosa que oliera a libertad, a trastorno de clases, a pérdida de su poderío e influencia, era herejía que había que arrancar desde las raíz, y la mejor forma era pasar por las armas a todos aquellos que no comulgaran con sus ideas. A pesar de su confesión cristianísima, no deja de presumir de sus correrías de juventud, e incluso se jacta de ellas, hasta que una noticia hace que su conciencia se inquiete al final de la novela. Pero esa inquietud no es tanto por el mal que ha hecho a otras personas, importándole esto último un comino, sino por si Dios le perdonará las culpas y podrá "entrar en el paraíso si muere". Galdós nos muestra aquí, en toda su crudeza la hipocresía, soberbia y vanidad en que vivían ciertas personas.

Otro de los personajes es un spin-off de las novelas anteriores, Salvador Monsalud. Joven cuya única oportunidad en la vida le viene del ejercito que invade su país. Por tanto, se alista en él y sufre todo el desprecio de sus compatriotas, al que le consideran afrancesado de la peor calaña. Este será uno de los personajes que irá apareciendo a lo largo de las siguientes novelas. Aquí aparece joven, pero ya sin rumbo, estando en un lugar que él sabe que no le pertenece pero que es el único lugar en el que ha sido aceptado: el ejército invasor de su patria.

La que fuera novia de Salvador, Jenara, también es un personaje a destacar. Representa a las mujeres fieras, decididas, hasta diríase que pendencieras, y que volverá a aparecer más adelante en la serie. No hay que referir que cuando descubre el afrancesamiento de Salvador, todas las cañas se vuelven lanzas.

Otro personaje, el del guerrillero echado al monte lo personifica Carlos Navarro, hijo de Fernando Navarro, que bebe los vientos por Jenara y que, como se puede adivinar, se enfrentará a Salvador.

Lo que más me sorprendió de la novela fue la descarnada descripción de la rapiña que hacen las tropas vencedoras, y más aún, las gentes de los pueblos de la zona, sobre la columna de suministros del rey José, así como de las personas que iban en la misma. No existe piedad, pues la que aparenta describir Galdós está teñida de desprecio y soberbia. Si no me alargo más en su descripción es porque, como siempre, es mejor leerlo que describirlo. Así que, a ello.