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jueves, 2 de julio de 2015

CUEVAS (III): UNOS "NOVILLOS" DE ENERO

Once de enero de 1959. Un grupo de chiquillos se han saltado la clase ese día. Habían decidido ampliar sus correrías por la zona de la sierra que se extendía a las afueras del pueblo. Esta zona escarpada surgía desde el mar y ascendía hasta formar un grupo de montes y montañas que constituían la sierra de Almijara. Los chicos habían oído, de boca de sus mayores, las aventuras y desventuras de los bandoleros que las usaban como refugio durante el siglo anterior. También les había contado alguno de sus abuelos, más versado en la historia del lugar, como en época de los moros, los distintos emires, visires e incluso el gran califa de Córdoba, habían bajado hasta la zona para disfrutar de la conjunción de montaña y playa de que se podía gozar en aquellos lugares.


Dibujo del autor del blog

Pero los niños no estaban interesados en esos momentos por esas historias. De hecho, no habían ido a clase para evitar ese tipo de rollos. En su mente había algo más emocionante. El primo de uno de ellos les había dicho que en la Mina, una oquedad del terreno donde se arrojaban las basuras, había un montón de murciélagos. Y este mismo primo les había enseñado como cazarlos.

Murciélagos durmiendo
"Se localizan donde están. Con mucho cuidado de no hacer ruido, se coloca la red alrededor del agujero de salida. Uno o dos del grupo se introduce a eso del mediodía, que es cuando están más atolondrados por el calor. Se les asusta y ¡zas! cuando quieran salir chocan con la red y se les atrapa." Les había explicado el crío.

Y allí se dirigían con la red, tomada "prestada" al padre de uno de ellos sin que éste lo supiera. Caminaban alegres, descuidados, hablando entre ellos de los que iban a cazar y de lo que iban a presumir delante de sus compañeros y de las chicas. Incluso esconderían algún murciélago para dar un buen susto a alguna de las chicas más remilgadas. Y acabaron riendo sonoramente, al contarse entre sí lo bien que lo iban a pasar.

Dibujo del autor del blog

Cuando colocaron la red, y se disponían a entrar y a asustar a los murciélagos, notaron una corriente de aire frío. "¡Qué raro!" pensaron. El soplo venía de lo profundo de la oquedad. Uno de ellos, el mayor, mandó callar a los otros y se acercó al lugar. Vio un orificio que estaba atravesado por una especie de "ramos de piedra", estalagmitas, que les impedían el paso. Si hay algo más fuerte en la mente de un crío que el afán de aventuras es la curiosidad. Y llevada por ella, intentaron cruzar el orificio, pero debido a las estalagmitas no pudieron. Sin embargo, no se dejaron vencer por ese obstáculo. Decidieron regresar al día siguiente con los útiles necesarios para romper las estalagmitas y tener libre el paso.

Dibujo del autor del blog

El día siguiente fue claro como el anterior. La sierra de Almijara se recortaba en el horizonte. Los niños llegaron a la Mina. Rompieron los obstáculos que les impedían introducirse en el agujero y se deslizaron en su interior. ¿Qué les ocurrió?

Creo que lo siguiente merece una nueva entrega. Hasta entonces, queridos amigos, muy buenas tardes.