Son aproximadamente 450 páginas que no tienen desperdicio. Jay Rubenstein, profesor de Historia Medieval, hace un retrato muy acertado de la sociedad de finales del siglo XI en Europa Occidental. Nos muestra como el materialismo histórico, tan defendido en nuestros días por muchos académicos, no puede explicar por sí mismo el enorme movimiento migratorio, religioso y bélico, todo al mismo tiempo, que recorrió Europa Central, incluyendo en ella a Francia, durante un lustro. Nos hace ver que existía un pensamiento, una obsesión y un objetivo que consiguió unir a gente de la más diversa condición, desde el más pobre y miserable, hasta aquellos que gozaban de posiciones muy altas en la jerarquía social del momento. Todo ello, la existencia de un pensamiento común y de una meta común, no significa que dichos planteamientos sean acertados ni mucho menos moralmente aceptables. Lo que hay que comprender, y es lo que señala el historiador en este libro, es el sentimiento común de una gran multitud de gentes hacía un destino común, y que ese hecho, más que el materialismo que nos hacen tragar últimamente en todo momento, es lo que hace que masas de gente sean capaces de realizar gestas, más bárbaras que civilizadas, en momentos dados de la Historia.
En resumen, un magnífico ensayo histórico sobre la primera Cruzada, en el que descubriremos que la palabra Cruzada no era usada por los protagonistas de la misma, como nos hacen creer los manuales de historia, en el que también descubriremos que mucho más importante que el dictado de las autoridades fue la marea que llevo a multitud de gente a comportarse de forma criminal y enloquecida, y que las autoridades que en principio prendieron la mecha de esta campaña no consiguieron parar las consecuencias de la misma, que sobrepasaron, con mucho, lo que dichas autoridades pretendían.
Recomendable totalmente su lectura si queremos comprender adecuadamente las inquietudes y sentimientos de los hombres y mujeres de aquella época, y si queremos entender porqué ocurrió lo que se vino a denominar más tarde como primera Cruzada.