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lunes, 5 de junio de 2023

FRANKENSTEIN o EL MODERNO PROMETEO. 1818. Mary Shelley


En el año sin verano de 1816, los Shelley visitaron a lord Byron en su casa de suiza, y una noche los tres, junto al doctor del lord, se retaron a escribir una historia de terror, tras haber leído historias y leyendas alemanas de fantasmas. Sólo Polidori, el doctor de lord Byron consiguió acabar su historia, ganando el reto. Pero de aquella noche nació la idea, o el primer boceto si de una obra de pintura se tratara, de lo que más adelante desarrollará Mary y que publicará un día muy señalado por ser el 1 de enero, al alba de 1818. Se trataba de la historia del monstruo de Frankenstein, a quién ella subtituló "El moderno Prometeo".

Por lo tanto, la obra no fue escrita en una sola noche, pero sí ha sido la que ha permanecido en el acervo cultural del hombre a lo largo de los últimos dos siglos. Sin embargo, las interpretaciones dadas a la obra mediante el cine, la radio, la televisión e incluso los dibujos animados han desvirtuado, casi más que a cualquier otro ser de las historias de terror, a Frankenstein. Y, de esa forma, han desvirtuado la obra que creo Mary Shelley.

Para empezar, en la obra no se describe la figura del monstruo que crea Frankenstein. Simplemente sabemos que es gigantesco, desproporcionado y tremendamente horrible, causando espanto a cualquier individuo que lo ve. Pero no describe más. Por lo que nos deja llevar la imaginación hacia aquellos lugares más feos y deformados de nuestra mente.

El monstruo nace "bueno", digámoslo así, pero es el contacto con la humanidad el que le transforma en un asesino vengativo. Esa es otra de las diferencias con el mito que se formó hacia la figura del monstruo a lo largo del siglo XX. No es un ser sin alma y sin entendimiento. De hecho, llega a tener cariño de los seres humanos. Hasta que ve que no tiene ninguna posibilidad de poder convivir con ellos de forma pacífica. Es entonces cuando surge lo que creo que es la esencia de este relato. El monstruo se dirige a su creador, a Frankenstein, para que le acepte o, al menos, le cree una compañera como él, para que pueda vivir feliz. Es algo así como cuando Adán le dice a Dios que echa de menos una compañera, pues los animales son distintos a él.

Y aquí llega el gran conflicto. Frankenstein, el creador del monstruo, en lugar de sentir compasión y amor hacia su creatura, tal como lo hace el Dios del Génesis, reniega de ella. No le da ningún margen de humanidad. Cree que es una aberración la que ha creado y a la que tiene el deber de matar. Curiosa reacción de un hombre que, al principio de su relato, se dice amante de la ciencia y del avance para el bien de la humanidad. No se quiere dar cuenta que los asesinatos que realiza el monstruo, en realidad son responsabilidad suya por partida doble. Primero, porque él le ha creado. Segundo, porque le ha abandonado. Y para rematar la desgracia del monstruo, le reniega una y otra vez.

Pero es que las características de Frankenstein permiten adivinar su actitud. Como digno representante de la corriente romántica del siglo XIX, el personaje de Frankenstein es exagerado en todo, es egocéntrico, lleva los sentimientos al extremo. Es tan estúpido que incluso la amenaza del monstruo "estaré en tu noche de bodas" se cree que es porque el monstruo le va a matar a él y no a su novia recién desposada, cuando ya ha matado a su hermano, criada, amigo del alma. Necesita más pruebas nuestro "héroe" de pacotilla. Es un autorreferencial, se cree que el mundo es mejor o peor por sus acciones, cuando lo es porque ha adoptado la actitud de mirarse el ombligo, por supuesto, sin mediar ningún tipo de razonamiento.

Y como colofón, cuando el monstruo le dice que se va a las regiones más desérticas del mundo, para no cruzarse con ningún humano, todavía se cree en la obligación sagrada de perseguir a su criatura para destruirla, cuando no ha sabido comprenderla, cuidarla y atenderla como debía ser. Por ello, el villano de este libro no es el monstruo, es su creador. Es más, el monstruo es el creador del mismo, Frankenstein. Pues el monstruo en sí muestra señales de humanidad y bondad que no aparecen por ningún lado en la persona de Frankenstein.

lunes, 26 de septiembre de 2022

LA BATALLA DE LOS ARAPILES. 1875. Benito Pérez Galdós.


Y esta novela da por acabada la primera serie de Episodios Nacionales, escrita por Galdós en la segunda mitad del siglo XIX, cuando habían pasado más de 50 años desde que se produjeron los hechos que narra. 

Aunque la novela se refiere a la batalla de los Arapiles, que son dos montes, situados uno enfrente del otro, uno mayor que el otro, en este caso Galdós nos retrata la variedad del bando antifrancés, con la mezcla de portugueses, españoles e ingleses. E igual que en la novela anterior, de Juan Martín el Empecinado, hay un protagonista secundario alrededor del cual gira la historia. En dicha novela era el cura mosén Antón, que acaba su vida en la última página de la novela. En este caso, se trata de todo lo contrario. Una mujer joven, pizpireta, algo fantasiosa, atrevida más que valiente y que procede de Gran Bretaña, y que hará que Gabriel, el protagonista de toda esta primera serie, esté en más apuros de los normales que se producen en una situación de guerra. Se trata de la representante de aquellas ideas románticas que se tenían de España fuera de sus fronteras, sobre todo dentro de los círculos aristocráticos de una serie de países avanzados, cuyo representante más paradigmático era el Reino Unido de la Gran Bretaña, y que fueron explotados por autores anglosajones como Washington Irving (Cuentos de la Alhambra).

También hay que decir que la ayuda de la llamada Miss Fly, nombre muy adecuado (señorita Mosca sería la traducción literal), será imprescindible en algunos momentos de la obra. También su historia, la de esta muchacha inglesa, estará relacionada con una de las novelas anteriores de esta serie, la que Galdós dedicó a Cádiz. Y su historia nos hará comprender la predilección de la señorita por permanecer en la compañía de nuestro protagonista. No sigo, pues destriparía el argumento.

En cuanto a la parte histórica reflejada en la novela, se describe el asedio de las tropas aliadas (inglesas, portuguesas y españolas) a Salamanca, la retirada de los franceses de dicha ciudad, y la batalla de los Arapiles, que, debido a un giro funesto del destino, Gabriel Araceli la vive en el lugar en que la lucha fue más dura, donde hubo más muertos, más sangre, más violencia; cuando a la parte española de las tropas de Wellington se le había encargado esta vez un papel más secundario, más digamos en retaguardia, de reserva. 

La maestría de Galdós ya no es necesaria comentarla y consigue un entrelazamiento de personajes y de acción, que no deja un momento de reposo, salvo por los circunloquios que hace tener a los personajes principales de esta serie de novelas que constituyen la primera parte de sus Episodios Nacionales.

Por último, con esta novela termina la historia de nuestro protagonista Gabriel Araceli. A partir del suceso, de la batalla de los Arapiles, Gabriel nos hace un resumen corto de lo que consistió su vida a partir de aquel momento, y de cómo siguió ya una existencia mucha más tranquila y acomodada. El descanso del guerrero.