Al poco tiempo de la “danza
del antílope”, mi hermana habló con mi madre y mi padre. En sus andanzas con
sus amigas recogiendo frutos se habían cruzado varias veces con un grupo
vecino. Allí había un chico que le interesaba. Habían intimado y ahora mi
hermana les estaba comunicando la intención de casarse. Mis padres se
sorprendieron de la noticia, pero mi hermana estaba decidida. Entre los sam, un
hombre puede tener dos esposas. Pero éste no era el caso. Se trataba de un
hombre joven, que se había iniciado hace poco en la vida adulta.
Al observar la decisión
de su hija, mis padres aceptaron que se celebrara el enlace. Los días
siguientes fueron muy atareados, pero llenos de alegría. Los dos grupos se
encontraron y resultó que eran viejos conocidos. Se habían ayudado multitud de
veces y habían compartido aventuras, enseres, alimentos. Los padres del novio y
los míos se felicitaron por la elección que habían tenido ambos jóvenes. Y
entre estas cosas y otras pasó el tiempo hasta que llegó el día de la unión, de
la boda. Aquí, en el internado, me han contado que las celebraciones en otros
pueblos son más o menos complicadas, que conlleva muchos y distintos actos.
Incluso que en algunos lugares se unen para toda la vida. En los sam no es
necesariamente así. Tanto el hombre como la mujer pueden separarse sin problemas.
A esto lo llaman en otras culturas “divorcio libre”. Simplemente no se
entienden y dejan de estar juntos, así de simple. Pero bueno, me estoy
desviando de mi relato.
El día de la boda amanece
temprano para las dos madres de la pareja. Juntos, colaborando, tienen que
construir el primer refugio de la pareja. Aquél del que hablaba al comentar
como se pasaba el invierno. Con palos y ramas construyen un refugio redondeado
para los novios. Les llevó casi toda la mañana, porque tanto una como otra
querían que quedase lo mejor posible. Una vez que estuvo construido, se
reunieron los dos grupos, pues venía en estos momentos la parte más importante
de la celebración.
Cada una de las familias
trajo ascuas de sus hogueras respectivas. Y con ellas, las madres hicieron el
primer fuego del primer hogar de la pareja. Con esto se quiere simbolizar que
mi hermana y su novio forman un nuevo hogar, que surge de las dos familias,
pero que es un hogar nuevo y distinto. A mí me lo explicó mi abuela, y me
emocionó mucho. Un nuevo fuego a partir de las brasas de dos hogares distintos.
Un símbolo precioso.
Por fin llegó nuestra
parte de la celebración. Era la más sencilla. Junto con mis otros hermanos y
amigos y amigas, tanto del novio como de la novia, trajimos a la pareja al
refugio para que pasaran su primera noche de casados juntos. Allí los dejamos,
y nos fuimos dónde el resto de la gente estaba cantando y bailando, celebrando
el acontecimiento. Fue un día muy feliz para todos.
Bueno, he escrito tanto
que espero que la maestra quede contenta. Creo haberle resumido bastante bien
mi vida con mi familia antes del internado. Ya me lo contará cuando la lea.