Mi última
entrada en este blog es del 26 de marzo. Hace casi un mes. He estado muy
atareado. La labor de promoción de mi novela, PERTURBACIÓN, de dar a conocer la misma por los
distintos ambientes en los que me muevo, incluidas las redes sociales, ha hecho
que el paréntesis que se ha producido en este blog haya sido muy superior al
que yo había deseado en un primer momento. De hecho, incluso otra serie de
labores de tipo intelectual que debían haber sido realizadas han quedado
suspendidas por la ardua, sistemática y cansina tarea de promoción de la
novela.
Ahora espero
haberme descargado un poco de todo ello. Las fechas de las presentaciones de mi
novela están ya cerradas, casi por completo (22 de abril, Toledo; 29,
Fuenlabrada; 5 de mayo, Ciempozuelos; y 13 de Mayo, nuevamente en Madrid). Por
lo tanto, la labor de marketing está ya realizada y tan sólo queda acudir a las
mismas. O al menos, así creo yo.
Me queda, no
obstante, escribir una entrada en que os muestre unos ejemplos de las distintas
reseñas que me han ido llegando de la novela, de las distintas opiniones que
los lectores han ido vertiendo en los distintos medios, para que aquellos que
no estén aún animados, os dé el pequeño empujón necesario para comprarla. Eso
quizá será en la próxima entrada.
Hoy vamos a
recuperar nuestra aventura indígena. Hoy vamos a continuar con LA CULTURA DE
LOS PUEBLOS. Seguimos intentando conocer la cultura Maasai. Tal como nos hemos
propuesto, la queremos conocer a través de la mirada de dos niños que se están
haciendo adultos, Lengwesi y Makutule. Dos niños, nacidos en un Enkang, en un
poblado masai, y que van a vivir las distintas etapas de infancia, juventud y
madurez tradicionales de su etnia.
Con otros
pueblos la mirada ha sido más o menos científica. Aquí la hemos querido hacer
más literaria, más cercana. No sé si se habrá conseguido. Como suelo decir.
Estoy en vuestras manos, vosotros sois los que decidís si se ha logrado o no. Y
sin más preámbulos, pasemos al siguiente capítulo de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS.
-Aquí me tienes, Laibón. -la relación entre ambos seguía igual de respetuosa y distanciada que antes de la adopción de Makutule- ¿Para qué me querías?
-Hemos perdido algunas cabezas de ganado por enfermedad. He consultado con Ngai y en sueños he recibido la respuesta. -Ikoneti escuchaba atentamente. Obago prosiguió- Estoy reuniendo a los morani para hacer una incursión en los rebaños de los wakamba vecinos y obtener de ellos el ganado que necesitamos.
Foto de http://www.conserventures.org |
Los Maasai se sienten con el derecho de apropiarse del ganado de otras tribus vecinas porque, según su religión, Ngai, su Dios le concedió a su pueblo todo el ganado de la tierra para el cuidado del mismo. De forma regular, organizaban expediciones para robarlo a los pueblos vecinos. Estas expediciones las realizaban los morani, aunque eran planificadas por un comandante y un consejero. Ikoneti, sin embargo, no se hallaba muy de acuerdo con ellos. El hombre blanco había alcanzado sus posesiones hacía más de cincuenta años y cada vez sometía a más presión sobre el pueblo Maasai y sus costumbres.
-¿Crees que es adecuado? -preguntó.
Obago levantó la vista del recipiente en el que estaba moliendo unas hierbas y la fijó en el hombre que tenía frente a él.
-¿Por qué preguntas eso?
-El hombre blanco está cerca. Tiene armas más poderosas que las nuestras. Viene para quedarse. Cualquier altercado de este tipo es una excusa para él para penetrar en nuestras tierras e imponer su modo de vida. Deberíamos andar con mucho cuidado y procurar llamar lo mínimo la atención.
-¿Estás diciendo que nos refugiemos en las manyattas como cobardes? -preguntó Obago molesto.
-Estoy hablando de actuar con inteligencia. Su poder es muy fuerte.
-¿Más que el Maasai? ¿Más que el del hombre que mata al león con una lanza? -esta vez Obago estaba enfadado.
-No te enfades, laibón. -Ikoneti se dirigió a Obago por su título en señal de respeto- No hablo de valor. Un Maasai siempre valdrá más que cualquier hombre blanco. Hablo de qué si algún día se produjera un enfrentamiento entre el pueblo Maasai y el hombre blanco, este choque se produzca lo más tarde en el tiempo que sea posible.
Tal como dice el mapa: "Rutas de guerra conocidas de los Maasai por Gregory en 1895. Los Maasai también realizaban incursiones regularmente al sur y al oeste." Foto de agrabbagofgames.wordpress.com |
Obago reflexionó. Ikoneti tenía razón. Pero la incursión actual no se podía parar.
-Tendré en cuenta tu punto de vista. Pero la expedición actual ya no es posible detenerla. Hay ya un grupo de morani aislados en el bosque alimentándose de carne y sopa, bebiendo sangre de acacia y privándose de compañía femenina, tal y como debe hacerse previo al enfrentamiento. Me faltan tus guerreros y los de Olumoto.
-¿Quién dirigirá la expedición? -preguntó Ikoneti.
-Kanyi.
Kanyi era uno de los grandes comandantes del pueblo Maasai. Desde que eran moranis, la rivalidad había surgido entre Ikoneti y él. Primero de forma larvada y después, al ir creciendo poco a poco, terminó estallando en un enfrentamiento al final de una de estas incursiones. Si no hubiera sido por la intervención de Obago la situación habría acabado en un baño de sangre. Desde entonces Ikoneti se había dedicado al ganado, a hacer crecer su riqueza y a sus hijos, y despreciaba, de forma cada vez más intensa, la actitud violenta de su compañero Kanyi, pues los dos pertenecían al mismo sistema de edad, a la misma generación. Y los dos estaban condenados a encontrarse y a enfrentarse.
Obago captó de inmediato el gesto de disgusto que se formó en el rostro de Ikoneti.
-No te preocupes. En mis sueños he visto que todo saldrá bien.
-Será la primera incursión para Mwampaka.
El hijo de Ikoneti, que había guiado a Makutule y Lengwesi en sus primeros días como pastores, ya había pasado el emorata, el rito de la circuncisión, y ya se había convertido en un guerrero morani, tal como deseaba desde tiempo atrás.
-Saldrá bien parado. -le dijo Obago sonriendo, procurando transmitirle tranquilidad- Si no hubiera visto el éxito de la expedición, no la habría aconsejado.
Ikoneti asintió con la cabeza.
-Te enviaré a mis morani. Y no tendrás queja de ellos en la lucha.