Para empezar, está ambientada en la ciudad de Bagdad, lo cual lleva el exotismo de entrada. Pero no en una Bagdad actual, sino en la Bagdad que era la capital de un enorme imperio musulmán, durante el califato Abasí, que se extendía desde el Mediterráneo hasta el río Indo. Ahí es nada. Pero, resulta que los hechos ocurren a principios de siglo IX, entre el 820 y el 830 más o menos, durante el reinado de Al-Mamún, el califa que ha sido considerado por la historia el principal representante de dicha dinastía Abasí y que hizo que Bagdad refulgiera como la ciudad de la cultura a nivel mundial. A nivel mundial, del mundo que conocía el hombre occidental en aquellos momentos, que siempre habrá "pejigueros" que digan que no se conocía Bagdad en Sudamérica por aquellas fechas.
El caso es que el autor consigue algo que es lo ideal en cualquier novela de carácter histórico. Mezcla personajes históricos con personajes ficticios. Se inventa una trama que tiene parte de realidad, pues la conspiración que aparece en la novela existió realmente. Entra en el distinto entramado político, cultural y religioso de la Bagdad de principios del siglo IX como pez en el agua, se puede sentir como es capaz de moverse con desparpajo sin que la historia decaiga un momento y sin que se produzcan errores históricos de "bulto", como suelen ocurrir en otras novelas que son cortadas por el mismo patrón y en las que se pueden apreciar incoherencias o anacronismos.
Una novela histórica, verosímil, amena y que al acabar te deja un buen gusto en el paladar. Y quedas invitado para leer más obras de su autor.