-¿Por qué? -preguntó Lengwesi extrañado.
-Porque nuestra comunidad Maasai nos reserva todo lo bueno y todos los honores al varón. -en el tono de voz Lengwesi no pudo apreciar el orgullo que notaba en su padre cuando hacía afirmaciones similares. Su tío era distinto y Lengwesi lo sabía.
-¿Sabes cómo es la circuncisión de la muchacha maasai? -le preguntó nuevamente a Lengwesi. Como éste le negó con la cabeza, su tío se dispuso a contársela.
-Pues no está tan llena de ceremonia ni de fasto. Sí, tiene que buscar el árbol "alatim" para ponerlo en la puerta de su casa, como tú lo vas a hacer hoy. Sí, sus padres tienen que preparar cerveza de miel, como los tuyos. No necesita plumas de avestruz; y hasta puede gritar, llorar y quejarse en la circuncisión, porque no se espera de ella que sea valiente.
-¿De verdad? -preguntó Lengwesi en un tono de sorpresa, y añadió- Entonces es más fácil que lo nuestro.
-Hasta cierto punto, Lengwesi, hasta cierto punto. -dijo su tío- ¿Sabes qué le cortan en la circuncisión?
-No.
-¿Qué te imaginas?
-Pues la piel externa, como a nosotros.
El tío de Lengwesi sonrió amargamente. En su interior pensó que así debía de ser. Pero no. La respuesta era más dura.
-No, querido sobrino. Les cortan el clítoris y los labios internos.
Lengwesi paró un momento de andar. Dirigió su vista a su tío y lo miró fijamente a los ojos. Su tío mantenía la sonrisa amarga, con un punto de socarronería.
-¡Me estás mintiendo! -exclamó Lengwesi- ¡No puede ser ! ¡Si es...
-Sí. -le cortó su tío- Es la parte de mayor placer en el acto sexual. Y no, no te estoy mintiendo.
Lengwesi no entraba en sí.
-Entonces... -acertó a decir Lengwesi al cabo de un rato.
-Nosotros llevamos la mejor parte. Y hay más.
-¿Más? -preguntó Lengwesi incrédulo.
-Una vez que está circuncidada está lista para casarse. Antes no. Pero, si comete un "pequeño" desliz y queda embarazada, además de la gran humillación que acarrea a toda la familia, ya no sirve para casarse. Ya está "estropeada" para una boda. -Lengwesi escuchaba atentamente- Sólo puede esperar que haya algún hombre que la acepte y adopte al niño como suyo.
-Lo cual es muy raro. -completó Lengwesi.
-Así es. -dijo su tío- Pero, ¿sabes lo más gracioso?
-No, tío.
-¿Sabes lo que le pasa al hombre que causó el embarazo, si es que se llega a saber quién es?
-No. ¿Qué le ocurre? -preguntó el muchacho, interesado con todo lo que le estaba contando su tío.
-Bueno, en realidad es un buen castigo para un Maasai.
El tío de Lengwesi dejó unos segundos de hablar. Lengwesi que estaba ansioso por saberlo, pero que sabía que a su tío le gustaba causar expectación, esperó sin perder un ápice de su curiosidad. Al cabo de ese tiempo, su tío retomó la explicación:
-El embarazo cuesta siete cabezas de ganado al que la preña, pero; y ahora viene lo gracioso; si la chica se circuncida, sólo le costará un ternero.
-¿Cómo? -preguntó Lengwesi, que no salía de su asombro.
-Ya sabes. Si dejas preñada a alguna incircuncisa, convéncela para se circuncide antes de pagar la multa. ¡Te saldrá más barato! -una risa sorda y una sacudida de cabeza siguieron a ésta última afirmación.
-Ahora entiendo lo que me decías, tío.
-Pues no está tan llena de ceremonia ni de fasto. Sí, tiene que buscar el árbol "alatim" para ponerlo en la puerta de su casa, como tú lo vas a hacer hoy. Sí, sus padres tienen que preparar cerveza de miel, como los tuyos. No necesita plumas de avestruz; y hasta puede gritar, llorar y quejarse en la circuncisión, porque no se espera de ella que sea valiente.
-¿De verdad? -preguntó Lengwesi en un tono de sorpresa, y añadió- Entonces es más fácil que lo nuestro.
-Hasta cierto punto, Lengwesi, hasta cierto punto. -dijo su tío- ¿Sabes qué le cortan en la circuncisión?
-No.
-¿Qué te imaginas?
-Pues la piel externa, como a nosotros.
El tío de Lengwesi sonrió amargamente. En su interior pensó que así debía de ser. Pero no. La respuesta era más dura.
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Durante la circuncisión, una mujer agarra la muñeca de la muchacha a la que se circuncida. Foto cortesía de Meeri Koutaniemi—Echo |
-No, querido sobrino. Les cortan el clítoris y los labios internos.
Lengwesi paró un momento de andar. Dirigió su vista a su tío y lo miró fijamente a los ojos. Su tío mantenía la sonrisa amarga, con un punto de socarronería.
-¡Me estás mintiendo! -exclamó Lengwesi- ¡No puede ser ! ¡Si es...
-Sí. -le cortó su tío- Es la parte de mayor placer en el acto sexual. Y no, no te estoy mintiendo.
Lengwesi no entraba en sí.
-Entonces... -acertó a decir Lengwesi al cabo de un rato.
-Nosotros llevamos la mejor parte. Y hay más.
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Lugar de la ceremonia de circuncisión, una vez que dicha ceremonia ha acabado. Foto cortesía de Meeri Koutaniemi—Echo |
-¿Más? -preguntó Lengwesi incrédulo.
-Una vez que está circuncidada está lista para casarse. Antes no. Pero, si comete un "pequeño" desliz y queda embarazada, además de la gran humillación que acarrea a toda la familia, ya no sirve para casarse. Ya está "estropeada" para una boda. -Lengwesi escuchaba atentamente- Sólo puede esperar que haya algún hombre que la acepte y adopte al niño como suyo.
-Lo cual es muy raro. -completó Lengwesi.
-Así es. -dijo su tío- Pero, ¿sabes lo más gracioso?
-No, tío.
-¿Sabes lo que le pasa al hombre que causó el embarazo, si es que se llega a saber quién es?
-No. ¿Qué le ocurre? -preguntó el muchacho, interesado con todo lo que le estaba contando su tío.
-Bueno, en realidad es un buen castigo para un Maasai.
El tío de Lengwesi dejó unos segundos de hablar. Lengwesi que estaba ansioso por saberlo, pero que sabía que a su tío le gustaba causar expectación, esperó sin perder un ápice de su curiosidad. Al cabo de ese tiempo, su tío retomó la explicación:
-El embarazo cuesta siete cabezas de ganado al que la preña, pero; y ahora viene lo gracioso; si la chica se circuncida, sólo le costará un ternero.
-¿Cómo? -preguntó Lengwesi, que no salía de su asombro.
-Ya sabes. Si dejas preñada a alguna incircuncisa, convéncela para se circuncide antes de pagar la multa. ¡Te saldrá más barato! -una risa sorda y una sacudida de cabeza siguieron a ésta última afirmación.
-Ahora entiendo lo que me decías, tío.
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Joven Maasai con la cabeza afeitada. El afeitado de cabeza forma parte de los ritos de paso a la edad adulta de la cultura Maasai. Foto cortesía de Javier Carcamo. |