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martes, 18 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 13: Ahorro energético


Muy bien. Hoy toca una nueva entrada de esos adorables pequeñuelos. Y hoy voy a contar la historia de un enanito iluminado y de un deber de ahorro energético. Empezamos.

Todo ocurrió hace unas noches. Mi hija está pasando por una época en que tiene terrores nocturnos o pesadillas, no sabría muy bien a qué achacarlo. Pero casi todas las noches, sobre las 3 de la madrugada se despierta, a veces dando un grito, y viene a nuestra cama, que está en la habitación de al lado, para que durmamos con ella. Nosotros hemos adoptado la costumbre de levantarnos y volverla a llevar a su cama, acostarla y quizá contarle algún cuento mientras se duerme.

Una noche que me tocó a mí, no se dormía, y la opción que tuve más adecuada para poder yo descansar algo, ya que al día siguiente iba a trabajar, fue preguntarla si nos íbamos a ir al sofá a dormir. Decir que, en el momento que ocurre todo esto que estoy narrando, la única luz que existe en toda la casa es la de un enanito de goma dura, con una bombilla en su interior y que sirve para dar un ambiente de penumbra en la habitación de la niña, y así pueda dormir sin oscuridad total. Es otra de las técnicas que hemos usado para intentar que estuviera tranquila en su cama, si se despertaba por la noche, y como se puede apreciar, sin éxito ninguno. La niña me dijo que sí, que íbamos al sofá, y se levantó de su cama.

Pues bien, mientras me dirigía al sofá, y al darme cuenta que no me seguía, me di la vuelta para ver en que se estaba entreteniendo. Resultado: la vi apagando el enanito mientras me miraba sonriente.

Y ahora diréis, ¿qué tiene de especial? Lo que tiene de especial es que yo le había estado enseñando durante los últimos 2 ó 3 días que el enanito se encendía solamente por la noche y siempre y cuando ella estuviera en la cama. No creí que lo había entendido. La mirada pícara quería decir algo así como: “Lo ves, lo he aprendido. Hay que apagar el enanito”.