El pasado viernes por la noche fallecía a los 90 años de edad Fidel Castro, dictador de Cuba desde 1959. Desde entonces se están dando numerosas reacciones en todo el mundo. Y como estoy escuchando reacciones muy positivas, halagadoras y casi canonizantes de la figura histórica, que por supuesto que lo es, de dicho personaje, me he puesto a reflexionar sobre lo que ha conseguido en su país y en el mundo durante los (2016-1959=57) 57 años transcurridos desde que tomó por las armas la nación cubana. Porque aquel primero de enero de 1959 don Fidel Castro no subió al poder de forma democrática, sino a través de un procedimiento militar, una guerrilla que luchaba contra un régimen dictatorial, de derechas, que permitía que el tío Sam considerara a Cuba como su "cantina" particular del Caribe. Pero, ¿tras echar al régimen dictatorial de Batista, instauró una democracia en Cuba? No, que yo sepa.
Primer punto en su contra. El régimen que instauró fue otro régimen tan dictatorial y represivo como al que había sustituido. Barrió a la oposición de la forma en que la barrían por aquel tiempo las dictaduras de izquierdas, eso sí, "en aras de la libertad del pueblo". El pueblo era libre, siempre y cuando pensara lo mismo que Fidel Castro. A Fidel no le temblaba el pulso si había que matar a algún opositor. No se si eso es ser luchador por la libertad o simplemente un dictador más.
Luego llegó el enfrentamiento con los Estados Unidos y el alineamiento con la URSS. Por supuesto, los EE.UU. también tuvieron mucha culpa. Eso de intentar invadir la isla, de intentar asesinarlo cientos de veces, fracasando vergonzosamente está muy mal, señores de la CIA. Pero la deriva extremista, sí, extremista que dio a su régimen Fidel hizo que se produjera un bloqueo por parte de EE.UU. tan fuerte que el mundo no ha vivido otro hasta que ha llegado la situación de Gaza e Israel, décadas después. Cual fue la consecuencia de tanta lucha contra el "imperialismo yankee", un bloqueo que sumió al país en unos niveles de pobreza cada vez más acuaciantes.
En un primer momento, pudo salvarse gracias a la ayuda soviética, pero cuando el régimen soviético se vino abajo, la pobreza aumentó. Los coches se reciclaban, las paredes no se pintaban, la economía se inventaba. Para evitar que los cubanos se dieran cuenta de lo mal que estaban se estableció una política restrictiva de viajes al exterior. No se daban visados de salida. El que salía normalmente no podía volver. Y llegó la crisis de los balseros. Empezaron a abandonar la isla en balsas. A cubrir los 150 kilómetros que les separaban de las costas de Florida en balsas mal hechas para alcanzar la "tierra prometida", aquel lugar donde, al menos, podrían hablar mal de Fidel sin temor a que algún miembro de la seguridad le tachara de opositor y le encarcelara o algo peor. O simplemente, donde se pudiera comer todos los días.
Ya vamos teniendo varios puntos en contra de esta "gran figura histórica del siglo XX". No sólo es el dictador de un régimen autoritario y represivo, sino que permite que su pueblo se muera de hambre. Sigamos.
Cuando ocurre todo esto, es el tiempo en que la URSS empieza a desmoronarse. Y Fidel empieza a acercarse a una institución en la que ve un apoyo seguro. ¡Oh, sorpresa! La iglesia católica. Va totalmente en contra de sus dictados. El régimen castrita es marxista y por tanto ateo y anticatólico, ¿cómo es posible? Fidel es astuto y ya es perro viejo. Si consigue una buena relación con la iglesia católica se le abrirán muchas puertas. Y así ocurre. Primero con Juan Pablo II, y después con sus sucesores, consigue un acercamiento y una distensión, que después ha continuado su hermano Raúl Castro que ha permitido una mayor apertura al exterior y una consideración del régimen cubano. Aquí sí hay que reconocer que los Castro deben apuntarse un tanto.
Pero se mantienen todos los postulados del régimen. Se mantiene toda la política exterior, interior, con respecto a la oposición, a la libertad de expresión, etc.
Resultado: Fidel Castro es un Dictador de un régimen Totalitario y Represivo que es Responsable de la Muerte a sangre fría de miles de cubanos, de Seres Humanos, y ha llevado durante estos 57 años al Pueblo Cubano a unos niveles de Pobreza que yo no los quiero para mi pueblo.
No niego que sea una figura histórica del siglo XX, que lo es, pero no deja de ser un dictador como los que sufrieron durante el siglo XX países como Alemania, Italia y España.
Para terminar con una nota de humor, contaré un chiste que estaba de moda en la época de la presidencia de Jimmy Carter: se encuentran debatiendo en un plató de televisión dos políticos, uno norteamericano y otro cubano sobre la libertad en sus países y dice el norteamericano:
-Nosotros (acento yankee) en Estados Unidos tenemos tal libertad que yo entró en el jardín de la Casablanca, subo las escaleras de la Casablanca, abro la puerta de la Casablanca, entro en el despacho oval, me siento en la silla del presidente Carter, me fumo un puro del presidente Carter y le digo al presidente Carter lo que me da la gana de lo mal que lo hace.
A lo que responde el cubano.
-Eso no es nada (acento cubano). Nosotros, en Cuba, tenemos más libertad aún, porque yo entró en el Palacio de la Revolución, paso al despacho del presidente Castro, me siento en la silla del presidente Castro, me fumo un puro del presidente Castro y le digo al presidente Castro lo que me da la gana de ¡lo mal que lo hace el presidente Carter!
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domingo, 27 de noviembre de 2016
domingo, 25 de septiembre de 2016
SI NO ESCUCHAN A MOISÉS Y A LOS PROFETAS, NO SE CONVENCERÁN NI AUNQUE RESUCITE UN MUERTO
De esta forma tan contundente acaba la parábola del
pobre Lázaro y del rico que se lee hoy en todas las iglesias del mundo católico.
Y me resisto a hablar del rico “Epulón”, pues es un
nombre inventado, ya que en el texto evangélico en ningún momento se nombra de
ninguna manera al poseedor de tan inmensa fortuna en la tierra y tan desdichado
destino después de su muerte. Simplemente sabemos que es rico, y que en su
puerta se encuentra un mendigo que se llama Lázaro.
De esta parábola se puede hablar mucho, durante
largo tiempo, y se pueden extraer un montón de reflexiones, obteniéndose un
gran número de conclusiones. Pero esta vez me quiero referir sólo a una. A algo
que ya había experimentado a lo largo de mi vida, a pesar que, como buen
testarudo que soy algunas veces, solía rebelarme contra ello. Y se trata
precisamente de lo que trata el final de la parábola. Cuando la gente, el ser
humano, no quiere convencerse, nunca dará su brazo a torcer.
Sábana Santa de Turín. Imagen frontal. |
Hace unos años, una persona me preguntó si creía
que la Sábana Santa era auténtica o era otra estafa más dentro de la multitud
de reliquias falsas que andan pululando por el mundo. Mi respuesta fue tan
sincera como aplastante: “Quizá sea la reliquia más auténtica que exista pero
el que yo crea o no crea en la existencia de Jesús como Hijo de Dios no depende
de una prueba científica. De hecho, el que mi creencia en una determinada Fe o
Religión dependa de una prueba científica pervierte dicha creencia.”
¿A dónde quiero llegar? A algo que ya decía Jesús
hace 2.000 años. Y que es sumamente actual. Aquél que no quiera creer en algo,
por muchas pruebas científicas que se le presenten seguirá sin creer. ¿Nos
quieres decir, querido Jesús que es actual porque actualmente no creemos en un
Dios? ¿No son aquellos fanáticos de un Dios, los del DAESH, los que la traen liada,
los “culpables” de todo lo que está pasando?
DAESH. El fin de la foto es expresión gráfica del texto, no publicidad del grupo. |
No. Mi visión no es tan estrecha. Mi reflexión no
es tan corta. Es actual porque el hombre occidental del s. XXI no es que no
crea en un Dios, es que no cree en unos valores que le hagan que a los pobres
del s. XXI les permitan “saciarse de lo que caía de la mesa del rico” (Lc 16,
21). El mundo occidental, el primer mundo es el poseedor de la mayor parte de la
riqueza de este planeta. Las fortunas más grandes, las sociedades más
avanzadas, las rentas per cápita más altas, los sistemas de bienestar mejores
se encuentran en nuestra parte del planeta. Somos los “ricos”, con gran diferencia,
respecto del resto de la humanidad. Y como tal nos comportamos. Vestimos bien,
gastamos nuestras riquezas, disfrutamos de nuestros niveles de vida. Hasta aquí
no quiero que nadie vea una denuncia a ese nivel de vida.
Pero, sin embargo, cuando la parte de la humanidad
más desgraciada, que sufre necesidad por guerra, cataclismos, o por nuestro
propio enriquecimiento, nos pide ayuda, no solemos mover un dedo. Como
sociedad, me refiero. Hay grandes esfuerzos a partir de organizaciones y
personas particulares, pero como sociedad no movemos un dedo. Hagan una prueba.
Durante siete días, en las conversaciones de sus círculos de amistades,
simplemente lleven la cuenta de las veces que se habla del drama de los
refugiados. ¿Una? ¿Tres? ¿Cinco? ¿O ninguna? Bastante tenemos con el día a día.
Eso sí, si sale la foto de un niño lleno de sangre y de polvo, si hablaremos de
ello, porque es impactante, es “espectáculo”. Así somos los seres humanos.
Niña refugiada en el puerto de Calais |
Pero cuando alguien que realmente se da cuenta del
infierno que se vive en los distintos lugares del mundo de dónde llegan los
refugiados que llaman a las puertas del “primer mundo” y pide “que les dé
testimonio de estas cosas” (Lc 16, 28) no solemos hacerle caso. O solemos
hacerle caso los 3 minutos que dura el reportaje del telediario; o nos “solidarizamos”
indignándonos con los dirigentes de los países que provocan todos estos hechos.
Pero nada más. No nos movemos más. Nuestra movilización se limita a esos
minutos del reportaje. Luego nuestra vida es nuestra y de nadie más. Como el
rico de la parábola.
Entonces, alguien que aún cree en la capacidad de
sorpresa de nuestro mundo. Alguien que aún cree que un golpe espectacular puede
mover las conciencias dormidas del primer mundo. Alguien que aún cree que este primer mundo cree en los milagros y se maravilla con las cosas maravillosas. Alguien,
en fin, que tiene algo de fe en raza humana, dice que “si un muerto va a ellos,
se arrepentirán.” (Lc 16, 30). Entonces es cuando oirá desde el seno de Abrahán
las palabras que encabezan la entrada de hoy:
“NO SE CONVENCERÁN NI AUNQUE RESUCITE UN MUERTO”
Refugiados sirios llegando a la costa de Mitilene |
lunes, 2 de marzo de 2015
DESARROLLO CEREBRAL HUMANO (II)
En la década de los años ochenta del siglo pasado, la Dra. Hallam Hurt, neonatóloga de Filadelfia, en Estados Unidos, comenzó a estudiar a los niños que llegaban a su consulta. Preocupada por la incidencia de las drogas, que en aquellos tiempos tenían una incidencia muy grande en altas capas de la población, sobre todo en las más desfavorecidas. El estudio trataba sobre la repercusión que tenía el consumo de estupefacientes por parte de los progenitores sobre los niños, y sobre los bebés, que estaban a su cuidado.
Cuando empezó a recoger datos y comenzó a cruzarlos entre sí fue encontrando algo sorprendente. Tanto los niños expuestos a drogas como los no expuestos presentaban el mismo coeficiente intelectual: 82-83. Un coeficiente intelectual considerado normal se halla alrededor del cien. Un 82 se puede considerar en el límite bajo de la normalidad. El supuesto de la Dra. Hallam había fallado. No podía achacarse a la exposición a la droga el bajo nivel intelectual que presentaban estos niños. ¿Cual era el otro factor que hacía que estuvieran en el límite bajo de la media?
Cuando repaso sus historias, la Dra. Hallam se dio cuenta. Todos ellos, drogadictos o no, procedían de nivel socioeconómico bajo. Se encontraban en el seno de familias económicamente deprimidas. Los padres debían hacer grandes esfuerzos para sacar adelante a su familia, o bien, se habían hundido ya tanto que no eran capaces de reaccionar y de preocuparse de dar una atención adecuada a sus niños. En resumen, era la pobreza la gran responsable del bajo coeficiente intelectual de los niños.
Esto le siguió preocupando a la Dra Hallam Hurt, que continuó con su trabajo en el Departamento de Neonatología del Hospital Universitario de Pennsylvania, en Filadelfia. Allí centro sus investigaciones sobre los efectos que producían el uso de sustancias por parte de las madres, la pobreza familiar y otra serie de factores complejos y de riesgo sobre el desarrollo de los bebés y de los niños.
Al cabo de los años, y nos ponemos ya en 2010, en el s. XXI, consiguió realizar un estudio junto con su equipo en el cual se siguió a un grupo de niños y niñas desde su nacimiento hasta su adolescencia, y en el que se pudo evaluar mediante un cuestionario, pasado a los 4 y a los 8 años de edad, el grado de cuidado paternal que recibían y el tipo de estímulos ambientales que experimentaban en el lugar donde vivían. En el cuestionario se trataba de conocer si había libros infantiles en casa y cuantos, si existía reproductor musical y si se ponían canciones infantiles, si había juguetes para el aprendizaje numérico y si se les trataba con tono afectuoso, se les daba abrazos, besos, elogios, y confianza para preguntar lo que se les ocurriera. Posteriormente, en la adolescencia, entre los 13 y los 16 años, se les realizaba una RM para comprobar si existía alguna relación entre el desarrollo de distintas áreas cerebrales, como el hipocampo, tal como se había visto en los estudios hechos en años anteriores con animales de laboratorio, y las distintas experiencias que habían sufrido los niños durante su infancia.
Los resultados fueron tremendamente alentadores. Los niños que habían sido mejor atendidos y cuidados presentaban un coeficiente intelectual más alto. Se vio que aquellos que presentaron mayor estimulación cognitiva eran mejores en tareas lingüísticas y aquellos que habían disfrutado de un mayor nivel de afecto paternal disfrutaban de mejor memoria. En los resultados de las pruebas de imagen, de las RM realizadas, se pudo observar que aquellos que habían recibido unos mejores cuidados hasta los cuatro años presentaban una mayor desarrollo del hipocampo; sin embargo, los que lo recibieron a edad más tardía no presentaron dicho desarrollo. Ello llevo a la conclusión que aquellos niños con un mayor cuidado por parte de los padres presentaban una maduración más acelerada del hipocampo.
En resumen, este estudio permitió a la Dra. Hallam Hurt afirmar que la experiencia infantil influye en el desarrollo de la estructura cerebral, que esa influencia es altamente selectiva respecto al cuidado que dan los padres hacia el niño que está desarrollándose, y que ese cuidado se debe de dar desde pequeños, pues ya a la edad de 4 años la estructura cerebral puede haberse desarrollado lo suficiente para quedar influenciada por la experiencia vivida durante ese tiempo.
Esto nos debe hacer reflexionar sobre la importancia del cuidado y atención que deben recibir los bebés desde el primer momento por parte de sus padres. Los últimos estudios nos muestran que un órgano tan complejo como el cerebro humano se ve influido desde los primeros años directamente por el trato recibido por sus seres más cercanos, por sus seres más queridos.
Pero el cerebro infantil aún nos depara más sorpresas. ¿Las descubres conmigo?
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