sábado, 11 de junio de 2022

NAPOLEÓN EN CHAMARTÍN. 1874. Benito Pérez Galdós


El levantamiento del 2 de mayo de 1808, que acabó con los fusilamientos del 3 de mayo, supuso el levantamiento de todo el pueblo español ante el ocupante, pues no se le había dado carta de invasor hasta ese momento, pues todavía se vivía en el ensimismamiento de que los ejércitos de Napoleón venían para guerrear contra Portugal, y un retroceso en la mayoría de los frentes en que el ejército francés se había enfrentado con el pueblo español.

Tanto fue el descalabro sufrido que tuvo que venir el propio Napoleón, procedente del frente europeo, a poner orden en el "patio de atrás" de lo que consideraba su casa. Es en este momento en el que arranca esta novela de Galdós. Los madrileños están en espera de la llegada de las tropas francesas y del propio Napoleón.

En un primer momento, cabe destacar una larga escena en la que una noble, dos frailes y el protagonista de la novela, se dedican, sobre todo los tres primeros, a realizar una selección de las distintas obras literarias, libros, libretos y panfletos que ha ido recibiendo la noble, de todas las publicaciones que se han hecho relacionadas con Fernando VII, Napoleón y las distintas relaciones de estos dos personajes con el pueblo español. Lo que más admira de esta extensa escena es el gran conocimiento de Galdós sobre las publicaciones de la época, pues no habla de las más comunes o famosas, sino que se refiere a distintas obras de tono menor, o de poca tirada o poco éxito, que pululaban en el Madrid de ese verano y principios de otoño de 1808.

Posteriormente, nos muestra una escena que podría calificarse de costumbrista, tal como se entendía en la época de Galdós, dónde nos muestra la relación entre las distintas clases sociales, la influencia del clero en la población en general, las pequeñas muestras de la Ilustración que había llegado tan sólo a las altas esferas de la nobleza y aristocracia española, pero que no habían calado en absoluto en las clases populares. En algún momento da la impresión al lector que está leyendo un sainete costumbrista, más que una novela de tintes históricos.

Por último, llega el momento de la movilización, del enfrentamiento con el enemigo, del cual se deseaba no pasara Navacerrada y de la floja resistencia, por falta de medios de que se disponía, que se podía presentar al mismo.

Otro de los aspectos que se pueden ver en esta novela es cómo los aprovechados, siempre moviéndose según el ritmo que toque, se valen de las circunstancias cambiantes para, al fin y al cabo, cambiar las opiniones de la muchedumbre, la cual se cree que decide en libertad, cuando únicamente es una bestia bien domada por aquellos que saben hacerla saltar al son que les conviene. Y se ve a uno de los personajes secundarios que, antes de la entrada e Napoleón, es el más fervoroso defensor de Madrid y los madrileños, y tras la entrada del emperador francés se consigue hacer con un puesto de inspector de policía que le permite hacer y deshacer a su gusto.

Pero para conocer más de cerca todo esto, lo mejor es leer la novela, que no dejará de hacer que se pase un buen rato con ella.

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