Interior de un ascensor. (No es el que protagoniza el relato) |
domingo, 8 de agosto de 2021
ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 26: El ascensor
domingo, 25 de julio de 2021
FAVORITOS DE LA FORTUNA. 1993. Colleen McCullough
domingo, 18 de julio de 2021
ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 25: Lo poco agrada y lo mucho cansa.
Lo de hoy se refiere a un dicho, a un refrán que es posible que hayan oído bastante: "Lo poco agrada y lo mucho cansa." Y a mi hija, con cuatro años ya, reaccionando a la primera vez que oía esa expresión, o al menos, que se le pedía que se fijara en ella.
En fin. Se trataba de una mañana de sábado, en que desde que se había levantado, estaba retozando, con un comportamiento muy alegre, por toda la casa. No hacía más que ir de su madre a mí y de mí a su madre, interrumpiéndonos, molestándonos, preguntándonos cosas, riendo, gritando. Todo lo que se puede esperar en un niño de cuatro años que esté muy contento y alegre. ¿Y por qué estaba contenta? Pues porque ese día iba a ir al Parque de Atracciones para subir una y otra vez a sus atracciones preferidas.
Tan emocionada estaba que no paraba en todo el tiempo. E incluso, cuando su madree empezó a arreglarse, ella siguió igual. Se le pidió varias veces que se comportara para poder vestirla en condiciones y poder ir a gusto, pero nada. La niña seguía saltando, chillando y corriendo por toda la casa.
Cuando oí que su madre ya se estaba enfadando, se me ocurrió una idea. Me acerqué a ella y le dije:
-Escucha -primero intenté fijar su atención- papá te va a decir una frase a ver si la entiendes.
-Vale. -contestó ella.
-No. -me dijo con cara de interrogación.
-¿Quieres que te lo explique?
-Sí.
-Pues que si haces una cosa que gusta poco tiempo, caes muy bien. Pero si esa misma cosa la estás haciendo todo el tiempo, la gente ya no le gusta y la hartas. ¿Has entendido?
-Sí.
-Me alegro.
Y ahora viene lo que sí es importante en toda esta historia. Una vez que me retiré y la dejé junto a su madre, ya no la oí pegar gritos, ni chillar, ni la vi correr. Después cuando se lo pregunté a mi mujer, por si había sido únicamente impresión mía, me confirmó que sí había ocurrido.
La niña entendió la frase mejor que muchos adultos y la aplicó al instante. Con lo que se pudo arreglar a tiempo para pasar un día de diversión en el Parque de Atracciones. Y es que a veces los niños, con su ingenuidad e inocencia nos pueden dar lecciones a los adultos. ¡Ya te digo!
Nos vemos en la red.
sábado, 10 de julio de 2021
LA CORONA DE HIERBA. 1991. Colleen McCullough
sábado, 19 de junio de 2021
ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 24: La tormenta
Regreso a esta serie porque de vez en cuando, surge una anécdota que da gusto contar, escribir y que uno, dentro de sus fantasías, espera que sea leída por su hija cuando ésta tenga "uso de razón" como se decía antes, o, al menos, sea lo suficientemente madura como para valorar estas pequeñas historias que reflejan el cariño que sus progenitores tienen hacía ella.
El caso es que en estas fechas, tras un principio de junio con mucho calor, estamos sufriendo unos días de lluvias y tormentas muy fuertes en toda la Península Ibérica. Y ha ocurrido que esta noche comenzó, sobre las cuatro de la madrugada a diluviar. Lo primero que ocurrió y que dio paso a esa lluvia intensa, fue un relámpago seguido de un trueno enorme y "áspero", es decir, con gran estrépito y esa sensación que transmiten algunos truenos de que "puede caerse el firmamento".
El caso es que su madre y yo nos despertamos asustados, e inmediatamente fuimos a cerrar las ventanas que estaban abiertas. En el intervalo de tiempo entre nuestro despertar y el cierre de las ventanas, algunas de las puertas de casa dieron portazo, por el viento que recorría la casa.
Pues bien, después de cerrar la ventana del dormitorio, al salir al pasillo, me la encuentro en la puerta de su habitación, restregándose un ojo medio dormida. "Lástima", pienso, "se habrá despertado con miedo por el trueno". Menudo pensamiento, lógico pero equivocado. Su exclamación fue:
-¡Con el ruido de las puertas no puedo dormir!
Señores, no se había asustado del trueno, ni de los relámpagos que siguieron al gran trueno. No. Lo único que le pasaba es que "no podía dormir" por los portazos de las puertas.
Me reí, le revolví el pelo con una sonrisa y le dije:
-¡Sí señor! ¡Así me gusta mi niña!
¿Qué otra cosa podía hacer ante su reacción de indiferencia a la tormenta?
Un saludo, nos vemos en la red.