domingo, 25 de septiembre de 2016

SI NO ESCUCHAN A MOISÉS Y A LOS PROFETAS, NO SE CONVENCERÁN NI AUNQUE RESUCITE UN MUERTO


De esta forma tan contundente acaba la parábola del pobre Lázaro y del rico que se lee hoy en todas las iglesias del mundo católico.

Y me resisto a hablar del rico “Epulón”, pues es un nombre inventado, ya que en el texto evangélico en ningún momento se nombra de ninguna manera al poseedor de tan inmensa fortuna en la tierra y tan desdichado destino después de su muerte. Simplemente sabemos que es rico, y que en su puerta se encuentra un mendigo que se llama Lázaro.

De esta parábola se puede hablar mucho, durante largo tiempo, y se pueden extraer un montón de reflexiones, obteniéndose un gran número de conclusiones. Pero esta vez me quiero referir sólo a una. A algo que ya había experimentado a lo largo de mi vida, a pesar que, como buen testarudo que soy algunas veces, solía rebelarme contra ello. Y se trata precisamente de lo que trata el final de la parábola. Cuando la gente, el ser humano, no quiere convencerse, nunca dará su brazo a torcer.
Sábana Santa de Turín. Imagen frontal.

Hace unos años, una persona me preguntó si creía que la Sábana Santa era auténtica o era otra estafa más dentro de la multitud de reliquias falsas que andan pululando por el mundo. Mi respuesta fue tan sincera como aplastante: “Quizá sea la reliquia más auténtica que exista pero el que yo crea o no crea en la existencia de Jesús como Hijo de Dios no depende de una prueba científica. De hecho, el que mi creencia en una determinada Fe o Religión dependa de una prueba científica pervierte dicha creencia.”

¿A dónde quiero llegar? A algo que ya decía Jesús hace 2.000 años. Y que es sumamente actual. Aquél que no quiera creer en algo, por muchas pruebas científicas que se le presenten seguirá sin creer. ¿Nos quieres decir, querido Jesús que es actual porque actualmente no creemos en un Dios? ¿No son aquellos fanáticos de un Dios, los del DAESH, los que la traen liada, los “culpables” de todo lo que está pasando?
DAESH. El fin de la foto es expresión gráfica del texto, no publicidad del grupo.

No. Mi visión no es tan estrecha. Mi reflexión no es tan corta. Es actual porque el hombre occidental del s. XXI no es que no crea en un Dios, es que no cree en unos valores que le hagan que a los pobres del s. XXI les permitan “saciarse de lo que caía de la mesa del rico” (Lc 16, 21). El mundo occidental, el primer mundo es el poseedor de la mayor parte de la riqueza de este planeta. Las fortunas más grandes, las sociedades más avanzadas, las rentas per cápita más altas, los sistemas de bienestar mejores se encuentran en nuestra parte del planeta. Somos los “ricos”, con gran diferencia, respecto del resto de la humanidad. Y como tal nos comportamos. Vestimos bien, gastamos nuestras riquezas, disfrutamos de nuestros niveles de vida. Hasta aquí no quiero que nadie vea una denuncia a ese nivel de vida.

Pero, sin embargo, cuando la parte de la humanidad más desgraciada, que sufre necesidad por guerra, cataclismos, o por nuestro propio enriquecimiento, nos pide ayuda, no solemos mover un dedo. Como sociedad, me refiero. Hay grandes esfuerzos a partir de organizaciones y personas particulares, pero como sociedad no movemos un dedo. Hagan una prueba. Durante siete días, en las conversaciones de sus círculos de amistades, simplemente lleven la cuenta de las veces que se habla del drama de los refugiados. ¿Una? ¿Tres? ¿Cinco? ¿O ninguna? Bastante tenemos con el día a día. Eso sí, si sale la foto de un niño lleno de sangre y de polvo, si hablaremos de ello, porque es impactante, es “espectáculo”. Así somos los seres humanos.
Niña refugiada en el puerto de Calais

Pero cuando alguien que realmente se da cuenta del infierno que se vive en los distintos lugares del mundo de dónde llegan los refugiados que llaman a las puertas del “primer mundo” y pide “que les dé testimonio de estas cosas” (Lc 16, 28) no solemos hacerle caso. O solemos hacerle caso los 3 minutos que dura el reportaje del telediario; o nos “solidarizamos” indignándonos con los dirigentes de los países que provocan todos estos hechos. Pero nada más. No nos movemos más. Nuestra movilización se limita a esos minutos del reportaje. Luego nuestra vida es nuestra y de nadie más. Como el rico de la parábola.

Entonces, alguien que aún cree en la capacidad de sorpresa de nuestro mundo. Alguien que aún cree que un golpe espectacular puede mover las conciencias dormidas del primer mundo. Alguien que aún cree que este primer mundo cree en los milagros y se maravilla con las cosas maravillosas. Alguien, en fin, que tiene algo de fe en raza humana, dice que “si un muerto va a ellos, se arrepentirán.” (Lc 16, 30). Entonces es cuando oirá desde el seno de Abrahán las palabras que encabezan la entrada de hoy:

“NO SE CONVENCERÁN NI AUNQUE RESUCITE UN MUERTO”

Refugiados sirios llegando a la costa de Mitilene

jueves, 22 de septiembre de 2016

LA CULTURA DE LOS PUEBLOS (LCP) Cap 36: La madrugada de Lengwesi y Makutule.

Choza Maasai. Se pueden observar las paredes revocadas con excrementos de vaca. La techumbre esta realizada
con palos entrelazados y cubiertos con paja y otro tipo de hierbas secas.

Aquella mañana, Ikoneti llegó temprano a la puerta de la choza dónde vivían Lengwesi y Makutule.

-¡Mujer! -gritó desde la entrada- Dí a tus hijos que salgan.

A la llamada, más bien orden, del Maasai, salió una mujer, medio dormida, con los ojos entreabiertos, encorvada debido a la baja altura de la entrada, y mirándole, le preguntó:

-¿A qué vienen esas voces a estas horas de la madrugada?

-Hoy vienen conmigo a seguir su instrucción de auténticos Maasai.

-¿Y tiene que ser tan temprano? Están durmiendo aún y... -protestó la mujer.

-Sí. Deben estar preparados para todo, mujer.
Mujer Maasai construyendo su choza.

Ante la determinación de Ikoneti, la mujer desapareció en el interior de la choza. La choza la había construido con ramas, que había clavado verticalmente para formar el entramado de las paredes; barro, para ir tapando los entresijos entre las mismas; y excrementos de las vacas, con los que había cubierto todas las paredes de la choza, para conseguir un ambiente lo más aislado posible de los cambios de temperatura exterior que sufría la sabana africana. Para ese menester, le habían ayudado las otras mujeres de Ikoneti. El techo se había hecho de la misma manera, conjugando las ramas, paja e hierbas secas de forma que pudiera escaparse el humo del fuego que se prendía en el interior para caldear el habitáculo así formado. Los enseres eran sencillos. Los dos niños dormían sobre unas esteras de palos más o menos finos, que permitían cierta comodidad a sus jóvenes cuerpos. Su madre les despertó.

-Venga, gandules, que vuestro padre os espera a la puerta.

Los chicos se revolvieron en sus camastros, adormilados.

-No, mama, más tarde.

-Venga, levantaos. Ya sabéis que a vuestro padre no le gusta esperar. Vamos. -y sacudió sus cuerpecillos con las manos- Venga. Que me vais a hacer enfadar a mí también.

-Vaale. -respondieron los chicos. Levantándose y restregándose los ojos, se dirigieron a la puerta.

Cuando salieron al exterior, vieron la figura de su padre. Se proyectaba sobre el horizonte ese amanecer de forma soberbia. Alto, fuerte, todo su cuerpo denotaba la agilidad que después demostraba en la sabana. Esbelto, de facciones finas. Vestido con el manto rojizo a cuadros, que le rodeaba el torso. Llevaba el pelo afeitado. No le gustaban las trenzas que poseían otros Maasai. Otros miembros de su tribu se peinaban de forma complicada y decorativa, untándose de grasa y barro, tiñéndose el pelo de ocre rojizo. A Ikoneti le gusta ir afeitado. No se había dejado crecer el pelo desde que dejó de ser guerrero, hacía ya de eso varios años. Sí llevaba, en cambio, varios brazaletes repartidos en sus dos brazos y pendientes en ambos lóbulos de las orejas.

Ikoneti miró a sus hijos, sonriendo. Sentía una mezcla de amor y orgullo. El día anterior les enseñó el origen de su pueblo. Hoy les iba a comenzar a enseñar la forma de vida que debían seguir de ahora en adelante. Se dirigió a ellos.

-Venid conmigo. Hoy vamos a ver nuestro ganado.

Los chicos se alegraron, irrumpieron en gritos y saltos de alegría alrededor de su padre. Tanto alboroto formaron, que Ikoneti les tuvo que reñir.

-O estáis tranquilos, o volvéis a la choza.

Los chicos pararon. Sabían que su padre lo decía en serio. Su padre era justo, pero era también un padre muy severo. Y cumplía todo aquello que decía. Por lo que valía la pena obedecerle.
Enkang o Boma Maasai.

Salieron del cercado de la boma o enkang. El enkang o boma es la aldea básica en que suelen vivir los Maasai. Comprende a varias familias, y está constituido por unas diez o veinte viviendas aproximadamente, junto con un cercado o empalizada para encerrar el ganado. Todo el conjunto está rodeado por una valla de espinos de una altura cercana a los dos metros, bien intrincada, para evitar que pasen los animales salvajes.

Ikoneti con sus dos hijos, salió de la boma y se dirigieron hacia el horizonte, hacia dónde pastaba su ganado, el ganado de Ikoneti.
Pastor Maasai con su ganado

jueves, 15 de septiembre de 2016

LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Cap 35: Retazos de la historia del pueblo Maasai


Queridos amigos de La Cultura de los Pueblos, tras conocer la leyenda del origen del pueblo Maasai, tras haber presenciado, llevados por ese magnífico vehículo de que dispone el ser humano que es la imaginación, cómo un padre transmitía a sus hijos el saber ancestral sobre el nacimiento de su pueblo, sobre la razón de porqué y para qué estaban en el mundo; y no sólo eso, el cómo había nacido ese mundo; una vez que hemos conocido todo ello, vayamos a lo que los sesudos científicos conocen o han podido averiguar sobre el pueblo Maasai, sobre sus orígenes y su historia.

En primer lugar hay que decir que, según las distintas fuentes a las que acudamos, su población actual ronda los 880.000 individuos. Por tanto, nos encontramos con un pueblo indígena relativamente pujante. No se trata de las etnias del río Omo, la mayor de ella, los Hamer, alcanzaba los 46.000 individuos. Lo importante en el caso de los Maasai es que, a pesar de que constituyen uno de los mejores ejemplos de resistencia a la inculturación, al sometimiento a reglamentos, leyes o mandatos exteriores a su propio pueblo; sin embargo, su cultura puede estar diluyéndose. Sus formas de vida ancestrales chocan con las formas "civilizadas" actuales y, como veremos en las próximas entregas, tienden a la desaparición. Pero ya lo iremos viendo.
Maasailandia. Territorio Maasai.

Tienen una religión tradicional, con un Dios supremo, Ngai. Algunos han adoptado el cristianismo, fruto de la labor evangelizadora de los distintos grupos misioneros que han llegado a ellos. Son pastores nómadas, su vida gira en torno a su ganado vacuno que constituye su riqueza. Lo rico que es un hombre se mide por las vacas que posee. Por ello, siempre van buscando las mejores condiciones para criar a sus rebaños, y siempre se desplazarán allí dónde encuentren mejores pastos para sus reses. Viven en las llanuras abiertas al sudeste de Kenya, en la zona entre las ciudades de Narok y Namanga, y al norte y noreste de Tanzania.

Y su origen se encuentra en una zona que hemos visitado hace muy poco tiempo. El pueblo Maasai es un pueblo de origen nilótico, que en un primer momento se hallaban situados al noroeste del lago Turkana. Sí, justo al lado de la zona del río Omo, dónde hemos estado conociendo a las etnias anteriores, como los Surma, Mursi, Nyangatom, Dassanetch, Karo, Hamer. El pueblo Maasai, durante el primer milenio de nuestra era fue trasladándose junto con sus ganados, en un largo periplo migratorio, hacia el sur, recorriendo la gran fosa del Rift, de norte a sur. Y llegaron, casi como si fueran un pueblo elegido, a las llanuras situadas entre el lago Victoria al oeste, el Kilimanjaro al este, el monte Kenya y lago Nakuru al norte, y las Montañas Nguru al sur. Unas planicies llenas de herbívoros y carnívoros, de animales salvajes, y de hierbas. Unas planicies llenas de pastos donde sus ganados podrían alimentarse de forma continua con el correr de las estaciones. Y se hicieron dueños de las mismas, ocupando un terreno que se calcula aproximadamente en unos 16.000 kilómetros cuadrados, a finales del siglo XVI.
Periplo migratorio Maasai: Rojo = Zona asentamiento s. I; Verde = Zona asentamiento s. XVI.;
Azul = aproximación de la ruta que siguieron a través del valle del Rift

Desde entonces, y hasta la llegada del hombre blanco, a finales del siglo XIX, ejercen una especie de dominio sobre la zona. No sólo se ocupan de pastorear sus ganados. Son un pueblo guerrero. Y como tal, se lo demuestran a sus vecinos, robándoles el ganado y aumentando así sus propios rebaños. Ese continuo enfrentamiento con las tribus vecinas les lleva a ser una de las etnias más temidas, y al mismo tiempo admiradas, de todo el Oriente Africano.
La autora del libro "Memorias de Africa", Karen Blixen, dónde se narra
la vida de la colonia británica de Kenya a principios del s. XX

Es la colonización del s. XX la que hace que este pueblo comience a abandonar su tradicional forma de vida. En un primer momento, comienza la presión del gobierno británico sobre sus tierras, las más fértiles, para incautárselas y cederlas a los colonos para su explotación. Así transcurre la primera mitad del siglo. Posteriormente, con el nacimiento de los movimientos de protección de la fauna, los británicos se dan cuenta de la gran riqueza faunística que poseen en las tierras que hasta entonces eran de los Maasai, y que es mucho más rentable su explotación turística y ecológica que su uso agrícola y ganadero. Esto llevará a la expulsión de los Maasai de amplias zonas de sus territorios, como ya vimos en la entrada sobre el problema de Loliondo.

Con la independencia de los países de la metrópoli británica en los años 60 del pasado siglo tampoco les va a ir mucho mejor, sobre todo en Kenya. Parte de su tierra será nuevamente embargada para utilizarla en la agricultura debido a la presión demográfica y pasarán por un periodo de pobreza y desorganización. Será a partir de la última década del siglo cuando, gracias a cambios en el gobierno, comience una colaboración con el mismo, aunque no todos en Kenya vean esta colaboración con buenos ojos.
1 de junio de 1963. Independencia de Kenya. Investidura de Jomo Kenyatta como primer presidente de la joven nación africana

También a partir de esos años, y vuelvo a hacer referencia como ejemplo a la entrada sobre Loliondo, los Maasai comienzan a ver las posibilidades que posee el ecoturismo, comienzan a organizarse, a defender sus derechos, a darse a conocer internacionalmente y de esa forma conseguir victorias sobre un progreso que en bastantes casos destruye más que construye. Aunque creo que esta reflexión la dejaremos para otro día, pues el pueblo Maasai nos espera con sus costumbres y tradiciones.

Pero hasta ese momento, tened buena navegación por la red. Nos vemos en ella.

jueves, 8 de septiembre de 2016

LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Cap 34: El origen legendario del pueblo Maasai

Afueras de poblado Maasai, en plena sabana africana

Ikoneti salió de su poblado, acompañado por sus dos hijos, Lengwesi y Makutule. Aún quedaba un tiempo para que la tarde decayera, pero Ikoneti quería vivir con sus hijos un momento único, tal como hizo su padre con él, hacía tanto tiempo. Ikoneti iba recordando por el camino como su padre le cogió aquel día de la mano, cuando estaba a punto de cumplir siete años, y lo sacó de la boma donde vivía con su madre y sus hermanas.

-¿Dónde vamos, papa? -fue su pregunta.

-Ya lo verás. -respondió su padre.

Anciano Maasai

Su padre era parco en palabras. Solía hablar poco. Pero lo poco que hablaba era suficiente para que todos obedecieran. Su padre era uno de los ancianos más respetados en el poblado Maasai. Recordaba como defendió el derecho de los Maasai sobre la caza del león en sus tierras frente a los invasores que venían de lejos. Recordó cómo habló al resto de los ancianos del poblado del valor y de la gallardía del Maasai respecto al resto de los pueblos, incluso del recién llegado del este, del hombre blanco. Ellos tenían unas lanzas que escupían fuego a distancia. ¿Qué valor tenía eso? Podían matar a la fiera de lejos. ¿Era eso ser guerrero?
Familia de leones en la reserva del Maasai Mara. Kenya

Ikoneti sonreía mientras recordaba cómo su padre encogió el alma de todos los ancianos de la tribu al recordarles la lucha de todos sus antepasados y el origen de los Maasai, ese origen que ahora iba a contar a sus hijos.

Sus hijos. Los miró con amor y con tristeza. ¿Qué camino tomarían? Aún eran pequeños, habían cumplido seis y siete años. Estaban yendo a la escuela de la misión, dónde les enseñaban a leer y escribir. Les enseñaban a valerse por sí mismos en el mundo que se imponía y que lanzaba sus tentáculos, llegando hasta aquella remota aldea Maasai. Era el progreso. Así lo llamaban. Él prefería llamarlo el fin, la destrucción de toda una cultura.
Escuela en Tanzania

Por eso era importante comenzar a enseñar a sus hijos las costumbres Maasai. Los orígenes, de dónde provenían, el porqué de sus ritos y ceremonias. Por eso ahora tocaba contarles porque Dios les quería como les quería. Como guerreros.

Por fin alcanzaron el sitio. Era la cima de una pequeña loma, alejada unos kilómetros de la aldea. Desde allí se podía divisar toda la gran llanura que se extendía hasta un conjunto de montes lejanos al poniente y si se miraba en dirección a levante había un único monte, con la cima nevada, que se distinguía levemente entre la bruma que lo cubría. Allí es dónde, en un primer momento, Ikoneti hizo que los niños miraran.

-Mirad la gran montaña que tenéis allá, a lo lejos.

-Sí, padre. -contesto Lengwesi, que era el más extrovertido. Makutule asintió con un movimiento de cabeza y ambos niños se quedaron fijos mirando el espectáculo del Kilimanjaro iluminado por los rayos del sol del atardecer.

-Allí vive Ngai, nuestro Dios. -dijo Ikoneti. Los niños lanzaron una exclamación de admiración- Por eso nosotros, los Maasai llamamos a esa montaña Oldoinyo Ngai, "La Montaña de Dios", y la adoramos como el hogar de Ngai.
Vista oeste del Kilimanjaro

Los niños seguían extasiados con la vista que ofrecía la montaña, que si de por sí era atrayente, al unirse a la historia que les estaba relatando su padre, ésta se volvía para ellos casi mágica.

Cuando los primeros grises del atardecer comenzaron a hacerse presentes, su padre les pidió que se dieran la vuelta y se sentaran en el suelo, para ver con tranquilidad la puesta de sol.

El sol, antes de desvanecerse en el horizonte, aumentaba de tamaño y adquiría unos tonos más ocres. Su luminosidad, que durante todo el día iluminaba la sabana, el poblado y a sus gentes, pasaba de forma paulatina del amarillo al ocre y de éste al rojizo intenso, semejando un inmenso plato de loza que terminaba desvaneciéndose en el horizonte.

Sentados cómodamente los tres en el suelo de la loma, el padre y los dos hijos, mientras disfrutaban del espectáculo del atardecer de la sabana, Ikoneti comenzó su relato.

-Queridos hijos. al principio de los tiempos el cielo y la tierra eran uno. Y ese uno era Dios. Y ese Dios era Ngai. Un buen día Ngai decidió separar el cielo de la tierra. Y viendo ambos, decidió vivir en la tierra, en Oldoinyo Ngai, la montaña que os he enseñado.

Los dos niños escuchaban atentamente. Ikoneti continuó su relato.

-Ngai es el Dios supremo. Pero puede manifestarse de dos formas. Como Ngai Narok, el Dios Negro, el Dios bueno, benévolo, el que nos cuida. Él nos trae las lluvias, las hierbas las hace crecer para que nuestros rebaños puedan pastar y para que nuestra comunidad pueda prosperar. Él se manifiesta en el trueno. Pero también puede aparecer de otra forma. En forma de Ngai Na-nyokie, El Dios Rojo y vengativo, que se muestra en los relámpagos, cuando caen sobre los árboles, los animales y las personas y los quema o, peor aún, los mata. Es el culpable de las sequías, el hambre y la muerte.

-Entonces, -se atrevió a preguntar Makutule- ¿Ngai es malo?

Ikoneti le miró, miró al horizonte y, extendiendo los brazos, le contestó.

-¿Crees que es malo Aquel que separó todo esto y que se dio para que nosotros podamos vivir de ello?
Guerrero Maasai contemplando el cráter del Ngorongoro

-Pero tú dices que es responsable de las sequías y del hambre y de la muerte. -insistió Makutule.

-Así es, porque todo surge de Él. Lo que me recuerda que debo contaros la segunda historia, que es sobre el origen de los Maasai, nuestro pueblo. Pero si no queréis...

Ambos niños comenzaron a protestar y a pedírselo en voz alta y cuando al alboroto bajo de volumen, su padre se dispuso a contarla.

-Pues bien. Ngai tenía tres hijos. Y un buen día les dio tres regalos.

-¡Alá! ¡Cuántos regalos! ¡Qué bien se lo pasarían! -dijo Lengwesi.

-No te equivoques. -le respondió su padre- Un regalo para cada uno.

Los rostros de los niños expresaron una pequeña decepción.

-El primero recibió una flecha. Y a partir de entonces se ganó la vida cazando. Son aquellos congéneres nuestros que viven de lo que cazan y recolectan en el bosque. Al segundo le dio una azada para cultivar la tierra. Esos debían curvar su espalda y romper la superficie de la tierra, hacer heridas en la piel de Ngai para sobrevivir, una atrocidad. Al tercero le dio un palo. Ya os imagináis para qué, ¿no?

-Para el ganado. -dijeron ambos niños al unísono.

-Sí, pero el tercero no lo entendía y preguntó "¿Qué puedo hacer con un palo, poderoso Ngai? No sirve como la azada ni como la flecha, solo ahuyenta a los animales". Y Ngai le contestó: "No para ahuyentar, sino para conducirlos en rebaños, mi querido Natero Kop, es el palo." Porque debéis saber que el tercer hijo se llamaba Natero Kop. Y es de ese tercer hijo del que descendemos todos los Maasai.

Una exclamación de admiración surgió de las gargantas de los dos niños.

-Por eso los Maasai somos los guardianes del ganado y tenemos derecho sobre los mismos. Por eso cualquier otra actividad para nosotros es inferior. Por eso, si rompemos la tierra, rompemos la piel de Ngai, de Dios. Por eso cuidamos de lo que Ngai nos encargó. Los animales, el ganado, nuestro ganado.
Pastores masaais cuidando su ganado

Un silencio casi sagrado se extendió sobre la loma, en medio de la sabana. La figura de los tres seres humanos, un adulto y dos niños, se recortaba en el horizonte mientras el sol lanzaba sus últimos rayos de atardecer, antes de ocultarse detrás de las lejanas montañas.

Al desaparecer el último rayo de sol, Ikoneti se levantó, cogió a sus dos hijos de la mano e inició el camino de regreso al poblado. Para Lengwesi y Makutule había sido una experiencia inolvidable. Habían pasado un atardecer con su padre en el que le había sido revelado el origen de su pueblo y la razón por la que eran tan distintos a otros pueblos con los que convivían. Y habían dado los primeros pasos en las costumbres y conocimiento de la sociedad Maasai de la que se sentían parte.
Maasai en la sabana, al pie de un volcán dormido

sábado, 27 de agosto de 2016

LCP XXXIII: LOS MASAIS DE LOLIONDO

Vista aérea de la ciudad de Loliondo, al norte de Tanzania.
Queridos amigos de La Cultura de los Pueblos. Hoy, al contrario de lo que vengo haciendo, empiezo por el final. Y me explico. En los pueblos anteriores, los sam y los pueblos del río Omo, he empezado con una breve presentación histórica de los mismos, para luego pasar a intentar describir su vida, bien en boca de ellos mismos como protagonistas, o bien intentando describir sus usos y costumbres de una forma lo más sencilla y amena posible. Por último, y como colofón a todo el conocimiento que hemos ido adquiriendo a través de estos días en que hemos estado en contacto con estos pueblos, he pasado a hablar de la problemática actual de dichos pueblos. Del por qué en estos momentos se puede considerar que se encuentran amenazados por parte del hombre civilizado, por parte de una cultura del desarrollo que, sin negar todo el bien que ha supuesto para la humanidad, tiene sus indudables puntos negros. Y esa amenaza es tan grave que puede llegar a la desaparición de dicha etnia, de dicha raza o de dicho pueblo junto con sus tradiciones, sus costumbres y su cultura propia y única.
Guerrero masai

Pero al hablar del pueblo del que quiero hoy hablar, tengo que retrotraerme a mi niñez. A aquella niñez en que uno oía historias de unas tierras muy lejanas, en dónde los hombres y mujeres eran recios, altos, fuertes, sin un gramo de grasa en sus cuerpos, hechos de ébano, forjados por el sol y la sabana africana. Aquellas historias en las que un joven, armado sólo del escudo y de la lanza, se enfrentaba al gran rey de los animales, que no de la selva, para demostrar su valentía. Historias, en suma, dónde la arrogancia no era un defecto, pues ante un guerrero massai, la arrogancia y la gallardía de su porte no muestran ni más ni menos que uno de los cuerpos mejor esculpidos por la madre naturaleza para vivir en un ambiente tan hostil como es el de la sabana africana.

Y cómo es posible que a lo largo de todos estos días surjan muchas historias de éste tipo. Como creo que las historias que oí, puede ser interesante que ahora sea yo el que las cuente, para así ir pasando el testigo a aquellos que, como yo en aquellos días, quieran oírlas. Como puede que hablemos de muchas más cosas a partir de hablar de los masai, por eso mismo, hoy empiezo por el final. Empiezo hablando por el conflicto que ha hecho que los incluya en este viaje por los distintos pueblos amenazados de nuestro planeta Tierra.

Mapa que muestra la localidad de Loliondo, situada en una zona rodeada de los principales parques nacionales y
reservas naturales de África Oriental.

Y empezamos la historia en una localidad de Tanzania. Para aquellos que no lo sepan, Tanzania es un país de África Oriental, fruto de la unión de Tanganika, la parte continental, y de la isla de Zanzíbar, la parte isleña. Y tiene una de las zonas de fauna más rica y privilegiadas de todo el mundo. Y sé que no exagero. En el norte de Tanzania se encuentra el mítico Parque Nacional del Serengueti, cuya prolongación en el vecino país de Kenya forma el Parque Nacional del Masai Mara, se encuentra el también mítico cráter del Ngorongoro, cerca de él la Garganta de Olduvai, el monte Kilimanjaro, el lago Natrón y tantos otros lugares. Pues bien, Loliondo, que es la localidad que nos ocupa hoy, se encuentra situado en medio de todo ese paraíso. Y sufre la desgracia de todo aquello que se encuentra en medio del paraíso, sin serlo.

En Loliondo vive una comunidad Masai importante, que ha venido siendo desplazada de los parques nacionales. En un primer momento, en la década de los años 40 del s.XX, creyendo que la acción de las poblaciones indígenas era negativa para los animales de las zonas protegidas, se produjo el desplazamiento de las poblaciones masai de dichos parques a áreas fuera de los mismos, con lo que perdieron ricas zonas de pastoreo. Posteriormente, estudios más concienzudos dieron al traste con el concepto simplista de que cualquier tipo de actividad humana perjudicaba el entorno natural. Con ello, los gobiernos de la ya independiente Tanzania prometieron a los masai la recuperación de sus tierras, al menos para vivir en ellas de la forma tradicional, hecho que nunca se produjo. Y al final, en los años 90 ocurrió la gota que colmó el vaso. El gobierno decidió asignar la zona de Loliondo a una empresa extranjera de safaris de caza, sin tener en cuenta los derechos de las tierras comunitarias existentes de los masai.

Foto de la cacería en Loliondo en 2009 del príncipe heredero de Dubai.
Posan con una avutarda de Kori, una de las presas abatidas en dicha cacería.
¿Qué ocurrió a partir de entonces? El conflicto comenzó poco a poco. Primero por denuncias de incursiones de pastores masai en terrenos que estaban restringiéndose para la caza y que hasta ese momento habían sido de uso comunal de los masai. Después vinieron enfrentamientos entre pastores masai y personal de la empresa. El conflicto fue aumentando de tono al intervenir los guerreros masai y las fuerzas del orden gubernamentales. Hubo evacuaciones brutales, en algunos casos con quema de poblados.

El desalojo de cientos de masai en 2009 por parte del gobierno fue la mecha que encendió el fuego que permitió que la comunidad internacional se fijara en este problema. Numerosos grupos de derechos humanos, nacionales e internacionales, se pusieron a favor de los masai e iniciaron acciones tendentes a la recuperación de la zona y la paralización del proyecto. Sin embargo en marzo del 2013, el ministro de Turismo y Recursos Naturales anunció un plan según el cual el 40% del área de Loliondo se convertiría en Reserva Natural, exclusiva para la fauna salvaje, y precisamente afectaría a los seis pueblos masai de la zona. Y el movimiento comunal masai se puso en marcha nuevamente.
Reunión masai en Oloipiri el 25 de marzo de 2013, contra la decisión gubernamental de crear la reserva natural.
Miles de masai decidieron iniciar acciones legales que incluían al parque nacional del Serengueti,
líderes políticos e, incluso al primer ministro, Mizengo Pinda.

Las comunidades masai, apoyadas por ONGs de Tanzania, se movilizaron política y legalmente para defender sus derechos. Ésto atrajo una mayor cobertura por parte de los medios de comunicación y abrió el debate sobre los derechos de la tierra y los distintos modos de desarrollo tanto en Tanzania en particular como en África en general.

Mizengo Pinda, primer ministro tanzano de 2008 a 2015
Gracias a estos esfuerzos, el primer ministro tanzano, Mizengo Pinda, anunció en septiembre de 2013 que derogaba el proyecto, pues la tierra pertenecía a los masai. Por fin, aunque sea una gota en el océano, una comunidad indígena, rural, remota y marginada, conseguía una victoria sobre la "apisonadora" del progreso desmedido. ¿Qué lecciones nos pueden enseñar estos masai desde la humildad de sus hogares?

1ª/ Uno de los puntos que ha permitido la victoria ha sido el posicionamiento de distintos organismos sociales, tanto nacionales como internacionales, detrás de la causa de los masai de Loliondo. La lucha de la comunidad local precisa del apoyo de organizaciones que sepan estructurar sus esfuerzos y encauzarlos hacia las vías adecuadas.

2ª/ La cobertura mediática internacional también ha jugado un papel muy importante. Seguramente, sin esa repercusión internacional, muy posiblemente, la decisión de realojo del pueblo masai no se hubiera desechado con tanta celeridad. Pero no nos "pongamos medallas" los medios internacionales. Han sido los propios masai los que, con sus redes locales de teléfonos móviles y su imaginación, han sido capaces de atraer la atención de los grandes medios de comunicación y del gran público.

Uno de los "utensilios tecnológicos" que sirvió al pueblo masai para hacer
visible su movimiento comunal de defensa de sus tierras.
3ª/ De hecho, la existencia de móviles y de redes de comunicación de tipo global, permiten una mejor transmisión de la comunicación, no sólo de texto, sino también de fotos y vídeos, por lo que el apoyo externo se puede movilizar en días. Hace unos cuantos años se hubieran necesitado semanas o meses, eso si es que se hubiera conseguido.

4ª/ Las mujeres han jugado un papel fundamental en esta labor. A pesar de que la sociedad masai está dominada por hombres, las mujeres han asumido un papel de liderazgo y de trabajo que es el que las ha convertido en el auténtico motor de esta "pequeña" revolución. Son las que han sido capaces de caminar decenas de kilómetros para montar reuniones y dar charlas de información sobre la situación que se estaba viviendo.

Una de las voluntarias explica al grupo local los distintos derechos sobre las tierras y las distintas acciones que se estaban
realizando en esos momentos.

5ª/ Tanzania tiene una de las leyes más progresistas del continente africano en términos de protección de derechos de las comunidades sobre la protección de las tierras. Los masai de Loliondo tenían esos derechos sobre sus tierras documentados, por lo cual pudieron presentar su caso con total eficacia ante los tribunales tanzanos.

6ª/ Tanzania se está convirtiendo cada vez más en una vibrante democracia multipartidista, en donde el ciudadano tiene la oportunidad de ser oído, pero también tiene la oportunidad de sancionar a sus dirigentes con su voto en contra en las siguientes elecciones, algo que no se puede decir de otros estados africanos.
Fila de votantes en las elecciones de 2013, en la localidad de Loliondo, en su mayoría de etnia masai.

Hoy, como veis, acabamos con una buena noticia para nuestros protagonistas. A partir de la próxima entrada, comenzaremos a hablar de su cultura, sus usos y sus costumbres.

Hasta entonces, un abrazo. Nos vemos en la red.

Vista de la ciudad de Loliondo.