lunes, 12 de junio de 2023

EL PADRE BROWN (Relatos completos). G. K. Chesterton. Editorial Encuentro. 2017


"El conjunto de los relatos del padre Brown, escrito a lo largo de más de veinte años, constituye quizá la obra más popular de Chesterton." Así comienza la reseña oficial de la recopilación de relatos del Padre Brown, de G. K. Chesterton, que la editorial Encuentro lanzó en el 2017. Y como me he encontrado con que tan importante como la escritura del autor de la obra es la maestría del editor que pone a la venta el libro, esa razón me ha llevado a incluir la editorial y el año de publicación de esta recopilación. Por supuesto, los relatos están escritos en el primer cuarto del siglo XX (entre 1911 y 1935), y llevan el sello personal del autor.

He de decir que estos relatos me han sorprendido, además de por los problemas planteado y resueltos con maestría a la par que, con sencillez, me ha sorprendido, repito, el lirismo que manifiesta Chesterton al describir los paisajes, los ambientes donde ocurren las andanzas del menudo sacerdote que sale de su pluma. Los paisajes, los amaneceres, los atardeceres, las noches, todo está detallado con gran maestría que hace que lo vivamos con si estuviéramos introducidos en un cuento de hadas, en el cual tan pronto puede surgir como protagonista del relato un ogro o una princesa. De ahí que, al estarlo leyendo, no estoy tan sólo metido en una intriga más o menos enrevesada, con un final inesperado y, a veces, genial. Me veo dentro de las aventuras del pequeño sacerdote del paraguas, o de los relatos en los que participa como narrador o inquisidor (dicho esto con el puro significado de la palabra: el que inquiere, el que pregunta).

Hay unas constantes en la actitud del sacerdote del paraguas que puede sorprender a aquellos que no tengan una relación directa con alguno de los miembros del clero. Me refiero a su rechazo de los milagros como explicaciones de situaciones en un momento determinado inexplicables. Así como a la negativa de usar lo sobrenatural a la ligera, el buscar los poderes sobrenaturales como los causantes de hechos que, en realidad, y como se explican más tarde, tienen unas razones más naturales, más simples y más sencillas.

Esto es debido a la humildad que debe tener un cristiano, y en esto creo que Chesterton dio en el blanco, a la hora de valorar los hechos que ocurren en su vida y dar a la intervención directa divina la importancia suficiente para saber que ocurre pocas veces, y que la propia persona no es lo suficientemente importante como para que esté Dios continuamente controlando su devenir personal. A través del padre Brown, Chesterton traslada, entre otras muchas cosas, que la humildad ante Dios no es bajar el cuello considerándose pecador, sino, más bien, considerar que nos deja libertad más que suficiente como para que nuestras acciones sean las que modulan la evolución de nuestra propia vida. Porque en la vida siempre suele tenerse alternativa, siempre puede escogerse, incluso aunque se escoja entre dos males. A veces el creer que no tenemos otra opción que tomar una decisión determinada, así lo expresamos, no consiste en que no exista esa otra opción a escoger, sino, más bien, que esa otra opción es tan dolorosa o denigrante que ni siquiera se tiene en cuenta. Y aunque para el resto del mundo, la alternativa sea aceptable, para el sujeto no lo es, vive esa alternativa como la destrucción de su persona y por eso no está dispuesto a tenerla en cuenta.

Me viene a la mente, hablando de opciones, el hecho del suicidio. Los suicidios que vivimos actualmente en el siglo XXI, y muchos, muchísimos de los de épocas pasadas, surgen de esa "cerrazón" a aceptar que otra opción distinta a la de quitarse la vida es posible. Aquel que intenta suicidarse es una persona que está experimentando un tremendo sufrimiento mental, moral, social y de su propia personalidad. Tanto es así que la única salida viable que ve, tanto para él como para todo su derredor social, es abandonar el mundo material, acabar con todo de una forma definitiva. Él, esa persona dejará de sufrir y todos los que están conviviendo con él vivirán mejor cuando la persona no esté, no exista.

Ese es el continuo caballo de batalla con los suicidas. Hacedles ver que su vida vale la pena y que hay otras opciones más que la simple desaparición de la faz de la tierra. Y que esas opciones distintas están realmente a su alcance, que pueden elegirlas. Que, al instante, su sufrimiento disminuirá. En un principio, para evitar dar el paso fatal. Después para adaptarse a esa opción, a esa alternativa adoptada. Y, al final, para que esa parte de su vida en que quería poner punto final quede como aquellas épocas de la vida, como la niñez o la juventud que, una vez pasadas, nunca volverán.

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