Esta vez me ha tocado dudar entre varias portadas. Por fin he escogido una que refleja una de las acciones, previas al 7 de julio, que dieron lugar a éste. Se trata del asesinato, el 30 de junio de 1822, del teniente Mamerto Landáburu por parte de tres granaderos de la Guardia Real, a la que éste pertenecía, cuando intentaba mediar entre la multitud que asediaba el Palacio Real, y la Guardia, que estaba dispuesta a cargar contra la misma. Se corrió la voz de que lo hacía debido a sus ideas liberales y unos cuantos soldados exaltados le maltrataron, golpearon y cuando Landáburu buscó refugio hacia la columnata de Palacio, le alcanzaron y le asestaron varios tiros que acabaron con su vida. Según describe Galdós en esta novela, y al contrario de lo que se ve en la ilustración, los disparos fueron realizados por la espalda. Una vez que se supo, fue la gota que colmó el vaso y que decidió a la Milicia Nacional a defenderse mediante las armas de la Guardia Real, de la cuál se sospechaba que estaba preparando un levantamiento.
Este levantamiento se produjo el 7 de julio de 1822. No pasó de ser una asonada, pues no sólo salió mal, sino, además estaba mal organizado, mal dirigido y fue peor ejecutado.
Galdós, en esta novela, nos presenta los dos cuerpos militares que se enfrentaron: la Guardia Real, cuerpo de ejército regular; y la Milicia Nacional, que, aunque estaba constituida por voluntarios, supo defender el régimen constitucional frente a los Guardias sublevados.
Un nuevo personaje aparece en escena. El primo asturiano de Soledad, con el cual está ella prometida, que representará el bando realista, y que romperá con ella por nuevas calumnias vertidas por el simpar, y sin corazón añado yo, maestro de escuela D. Patricio Sarmiento. Es curioso como Galdós consigue que te caiga mal alguien que, teóricamente, defiende las libertades. Es como si quisiera decir a su lector que las conductas personales van más allá y pesan más en la balanza de la vida, que los ideales que puedan defender tal o cual persona.
Salvador Monsalud sigue siendo protagonista y protector de Soledad y D. Urbano, sin que lo sepa este último y, aunque durante toda la novela se muestra juicioso y con la cabeza bien asentada, habrá un hecho que, al final, volverá a hacer salir todo la impetuosidad e indecisión de su personalidad. También aquí Galdós parece decir al lector que, por muy juicioso que alguien se haya vuelto, ello puede deberse a la ausencia de los estímulos para desviarse del camino correcto, y no a una honrada y correcta transformación.
Por último destacar que en esta novela de "El 7 de julio", Galdós despliega todo su conocimiento del Madrid decimonónico y esta ciudad entra como protagonista de su narración, al igual que Paris es la protagonista, por ejemplo, de "Los tres mosqueteros", por poner un caso de literatura coetánea, aunque harto distinta, del relato detenido y detallado de los sucesos del siglo XIX que Galdós nos hace en sus Episodios Nacionales.
En fin. Auténticas joyas.
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