Vamos a hablar hoy de un libro y una película, o una película y un libro, porque "tanto monta, monta tanto". Y es que el libro se fue escribiendo al mismo tiempo que el guion de la película. El caso es que Arthur C. Clarke consigue una obra brillante de la literatura de ciencia-ficción.
Porque no sabes si estás ante una novela, un ensayo filosófico, un ensayo científico o los sueños de un humano ante el momento tecnológico que se estaba viviendo a finales de los 60 del siglo pasado. Se escribe un año antes de que el hombre alcance la Luna, cosa que ocurriría en 1969, y ya nos plantea lo que podía ocurrir, si se seguía avanzando a ese ritmo, en el curso de los siguientes 30 años.
Al principio, coincidiendo con las escenas más icónicas de la película, nos muestra la vida en la superficie terrestre de unos simios evolucionados (mono-humanoides, los llama). Recordemos que también durante esa época se están produciendo y dando a conocer los descubrimientos de los primeros fósiles homínidos, de aquellos de los que ya se pueden considerar como antepasados directos de la especie humana. Sin embargo, más que introducirlos como simples personajes, los dota de personalidad propia, individual, y la relación con el monolito que encuentran un amanecer en la planicie que está a la salida de sus cuevas, es mucho más directa y comprensible que en la película.
También es más comprensible que en la película lo que pinta ese mismo monolito en la Luna, cuando, dando un gran salto en el tiempo cifrado en tres millones de años por el autor, alrededor del año 1981 de nuestra era, lo encuentran los seres humanos, que ya han sido capaces de establecer una base humana en el satélite. Aquí despliega Arthur C. Clarke todos sus conocimientos técnicos y científicos para imaginar cómo serían los viajes de la Tierra a la Luna, y las estructuras que permitirían a los hombres vivir de forma permanente en la superficie de esta última, sin olvidar todas las diferencias físicas que experimenta el cuerpo humano en su estancia en la Luna. No en vano, el autor es astrónomo y tiene varios premios cosechados, a lo largo de su trayectoria vital anterior a la redacción de esta novela, en el campo de la astrofísica.
Pero donde se muestra la genialidad del Sr. Clarke es en la siguiente parte de la novela, que ya constituirá un todo hasta el final. Ambientada en el año 2001, narra el primer viaje de seres humanos hacia los anillos de Saturno. Empieza poco a poco, con una descripción detallada de la situación. La nave, los pasajeros, la forma en que es propulsado el ingenio que está atravesando el Sistema Solar. Todo ello nos habla de los profundos conocimientos del autor, y hay ocasiones, sobre todo cuando cruza los distintos planetas y los describe, en que consigue que te preguntes si estás leyendo una novela o un libro científico que te describe las maravillas del Universo.
Y la trama, por simple y sencilla, que surge en ese viaje, no deja de ser tremendamente atrayente a la vez que terrorífica. No diré más por si no se ha visto la película o no se ha leído el libro. Pero la maestría con que es narrada alcanza las cotas más altas (ya que hablamos del Espacio) de calidad y detalle.
Por último, el final del viaje, la llegada a las lunas de Saturno, la transformación del protagonista (ya no desvelaré nada más) consigue que te hundas con él en todos los acontecimientos que vive, que te maravilles con él de lo que él está viendo, y casi, sientas con él esa misma transformación.
Merece ser leída, y más aún, merece ser reposada.
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