sábado, 26 de noviembre de 2016

LCP Cap. 44: LOS SUEÑOS DE MAKUTULE

Dos niños Maasai a la entrada de su choza

Una tarde, al acabar el día, estaban los dos niños en la puerta de su choza. Estaban hablando de cómo les había ido en el trabajo con las vacas de su padre, cuando Makutule le dijo a Lengwesi:

-¿Te acuerdas de la visita al laibón?

-Sí, Makutule. ¿Por qué lo preguntas?

-Porque la noche anterior la soñé. -respondió Makutule en un tono de voz bajo, confidente.

-¿Cómo que la soñaste? -le interrogó Lengwesi.

Meshuko, laibón de Tanzania.
-Sí. Soñé la escena de la mujer, y la de nosotros entrando en la choza, y la de la elección de las plantas, el enfado de nuestro padre, pero sobre todo -y aquí Makutule hizo una parada en la narración de su sueño y acercó su cara a la de su hermano, que le estaba mirando con estupefacción- sobre todo vi la faz de ese hombre, del laibón, preguntándome una y otra vez: ¿quién eres? ¿quién eres? ¿quién eres?

Lengwesi soltó una risotada, mientras echaba su cuerpo hacia atrás.

-¡Venga ya! Me estás mintiendo. Quieres contarme una historia de miedo, pero ya no trago. ¡No olvides que ya somos pastores Maasai! Y un día nos circuncidarán. ¡Ahí sí que sabrás lo que es el miedo!

-¡Qué no, hermano! ¡Qué lo que te estoy contando es la verdad! ¡Qué soñé que se iba a producir antes que ocurriera!

-Bueno, vale. Pongamos que es verdad.

-¡Que lo es! -insistió Makutule. Lengwesi le miró.

-Bien. Es verdad. Y eso, ¿de qué nos sirve ahora?

Makutule lanzó un suspiro, dejó caer los brazos a lo largo del cuerpo, y apoyó su espalda, que la había mantenido erguida durante la conversación, sobre la pared de la choza.

-Me imagino que de nada. -dijo con tristeza- Pero necesitaba contárselo a alguien. Tengo sueños en los que veo cosas que luego pasan al día siguiente, a los dos días, o varios días más tarde.

-¿No es el primero? -preguntó su hermano.

-No.

-¿Y desde cuándo los vienes teniendo?

-Desde que recuerdo que sueño. Al principio no le di importancia. Pero desde aquel día que conocimos al laibón, no hago más que darle vueltas.

-¿No será que quieres ser laibón y te estás inventando todo esto? -dijo Lengwesi con un tono entre pícaro y enojado.

-Sí, me gustaría ser laibón, pero ya nos dijo padre bien claro que es algo que se hereda. Por lo que desde entonces deseché la idea, y por eso mismo me preocupan más estos sueños.

Lengwesi hizo una mueca de asombro.

-No entiendo. Si lo tienes claro, ¿por qué te preocupan unos cuantos sueños?

-Porque si no me corresponde ser laibón, porque no pertenezco a su clan, y sin embargo tengo sueños como un laibón, -Lengwesi seguía muy atento el razonamiento de su hermano- entonces yo, ¿quién soy realmente? Si el laibón es el "veedor" bueno de nuestro pueblo y a mí no me toca serlo, ¿me toca ser el malo?

La cara de Makutule expresaba una tristeza muy profunda. Lengwesi le miró a los ojos.

-No, hermano. No te toca ser el malo. Tiene que haber otra explicación, y la encontraremos. -diciendo esto último abrazó fuertemente a su hermano.


sábado, 19 de noviembre de 2016

LCP Cap. 43: LOS CONOCIMIENTOS PASTORILES DE LOS MAASAI

Rebaño de vacas en la reserva de Masai Mara. Kenya.

Todavía tuvieron que recorrer un largo trecho hasta llegar donde se encontraba el rebaño de Ikoneti. Una vez llegados al lugar de pasto de las numerosas vacas, ovejas y cabras que formaban la gran cabaña ganadera de la que disponía el patriarca Maasai, Ikoneti les dejó a cargo de su otro hijo, Mwampaka. Mwampaka era un muchacho de alrededor de 15 años, alto, bien desarrollado, musculoso, que ya estaba dispuesto para, en la próxima celebración, recibir la circuncisión y pasar a ser Morani, guerrero Maasai. Por su inteligencia, bravura y arrojo, era uno de los preferidos de su padre dentro de todos los hijos de los que disfrutaba Ikoneti.

Porque Ikoneti, al tener gran número de vacas era uno de los Maasai más influyentes de la zona. Superaba los mil ejemplares, lo cual se considera ser rico dentro del pueblo Maasai. De hecho, el Maasai que no fuera capaz de alcanzar las cincuenta cabezas de ganado, podía considerarse pobre. Tanto el número de vacas como el número de hijos es lo que permite al Maasai alcanzar su posición social y su importancia dentro del grupo.

Sangre de vaca recogida en un cuenco y lista para beber.
Mwampaka les fue enseñando a Lengwsi y a Makutule durante las siguientes semanas las distintas labores que debían ejercer como pastores. Tenían que aprender a cuidar las vacas, de las cuales obtendrían la leche y la sangre; de las ovejas y cabras, además de usar su leche, también podían usar su carne, y su crianza era más llevadera. Cuando el agua escaseaba en el entorno, que podía ser uno de cada tres días, la leche en forma de grasa sustituía de forma adecuada al agua para eliminar todas las impurezas del polvo y de la tierra.

Los dos niños descubrieron también que la palabra en lengua Maa -la lengua principal de los Maasai- con que se denomina a los bueyes es la misma con la que se denomina a los hombres. Y que una expresión de buena educación que podían utilizar para saludar a otro Maasai cuando se cruzaran por los caminos era: "Espero que su ganado esté bien". Mwampaka también les contó que con la piel se hacían sus ropas, sus camas, que el ganado servía para pagar multas, y que incluso se usaba para establecer lazos políticos entre unos poblados y otros.

Morani (Guerreros Maasai).
Hubo una cosa que les contó Mwampaka que les llamó mucho la atención. A veces, los rebaños de ganado se engrandecían robando los animales de pueblos vecinos. Eso era en parte lo que justificaba el largo periodo de quince años como Morani de un Maasai. Eran necesarios grupos de guerreros bien entrenados y organizados, como auténticos ejércitos, para defender el propio ganado y las propias tierras; y para, cuando llegaba la ocasión, conquistar la tierra y el ganado vecino.

Por último, los niños fueron aprendiendo a reconocer las plantas silvestres de cuyos frutos o semillas se podían alimentar. Los Maasai suelen despreciar los vegetales cultivados, por razones religiosas y culturales. También se fueron acostumbrando como base de su dieta, a tomar leche, mezclada con sangre de vaca o bien sola, queso y mantequilla. Y en cuanto a comer la carne de animales salvajes, solamente les estaba permitido consumir la carne del eland y del búfalo, estando el resto prohibidos por causas religiosas.

Eland. Cráter del Ngorongoro. Tanzania. Fotografiado por Mary Ann McDonald
Búfalo del Cabo. Fotografiado en el Serengeti. Tanzania.

domingo, 13 de noviembre de 2016

HAY MUCHOS COMO "TRUMP" A LOS QUE ACEPTAMOS SIN RECHISTAR

Queridos amigos, y seguidores, de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS. Hoy empiezo con ese título entre ambíguo y contestatario porque os tengo que dar una mala noticia. Y como nos encontramos en medio de una oleada de manifestaciones anti-Trump, el nuevo presidente electo de los Estados Unidos de América, ello me ha llevado a una reflexión, que por vieja en mi mente, no deja de ser menos verdad. El primer mundo, la gente del primer mundo, los que ahora se llevan las manos a la cabeza protestando porque a la jefatura del país más poderoso del mundo ha llegado una persona prepotente con aires de, porque no decirlo, dictador, se creen que ese señor les va a manejar sus vidas. Pues bien, hay mucha gente que ya les están manejando sus vidas desde hace mucho tiempo, y ellos, como ratones de laboratorio, o como cobayas, han entrado en el juego de forma totalmente irreflexiva. O si no, ¿cómo se explican las colas, por ejemplo, para comprar el nuevo modelo de una marca conocida de teléfono móvil, cuando hace menos de un año habían comprado el anterior, que era un lujo en ese momento? ¿O cómo es posible que todos vayamos vestidos de las mismas prendas, con las mismas zapatillas, o con los mismos pantalones? No quiero entrar en mayores profundidades. El caso es que siempre me han hecho gracia que los mismos que protestan tanto frente a estos señores, son los que luego les rellenan las arcas consumiendo sus productos.

Pero como creo que nuestra pequeña comunidad que hemos llegado a formar en este recorrido de más de un año, dentro de la serie de LA CULTURA DE LOS PUEBLOS, no cae del todo en este tipo de engaños y trampas del mundo occidental, por eso me desahogo un poco con todos vosotros. Y me desahogo por la mala noticia que os tengo que dar.

No me permiten que os etiquete en las fotos de Twitter. Nadie me ha avisado de nada. Nadie me ha dicho nada. No he recibido ninguna recomendación. Ayer subí mi nueva entrada, como suelo hacer todas las semanas, pasé a etiquetarla en twitter, como solía hacerlo y me encontré conque me permitían realizar todo como si realmente pudiera hacerlo, pero no salíais nadie etiquetados. Lo probé con la cuenta de otras personas y a éstas se lo permitían sin problemas. He esperado más de 24 horas por si era un problema de conexión. He apagado, reiniciado, apagado el router, cambiado de navegadores, y todo lo que informáticamente pueda ocurrírsele a alguien y nada. Hoy sigo sin poder etiquetar a nadie. Me temo que me han impedido que realice esa acción mediante la cual os podía avisar directamente cada vez que colgaba una entrada.

¿Qué ocurre? Algo muy sencillo. Desde este verano, twitter a puesto en marcha un "servicio" de publicidad para empresas. Y me han llegado directamente a mí varias "ofertas" para que me apuntara. Este "servicio", por supuesto, precisa del desembolso de una cantidad determinada de dinero. Yo por este blog no obtengo ninguna remuneración. En algún momento he visto si podía obtener algo de dinero, lo confieso, pero después, al ver que tenían que aparecer anuncios que yo no controlaba, pasé totalmente de ello. Prefería que quedara tal como está y que fuera tal como es y en lo que ha llegado a convertirse: un lugar de encuentro entre gente que le interesa la cultura y el conocimiento humano. Pues bien, yo me lo curro, yo me lo guiso, y yo lo etiqueto. Sin más, no hay trampa ni cartón. Pero parece que a los directivos de twitter no les ha gustado que yo publicite mi blog a través de su red. Y han pensado que, aunque yo me lo curro, debo pagar por ello. Twitter es un medio de comunicación entre personas. Pero, eso sí, "la pela es la pela". O dicho de otro modo, "No me toques el dinero, no me toques el dinero".

El caso es que por todo ello me veo obligado a cambiar de estrategia, y en ella tengo que pediros un poco más de esfuerzo. No repetiré la forma en que os hago llegar esta entrada, porque no quiero que me bloqueen por completo la cuenta. Pues, como podéis comprender, ya no me puedo fiar de lo que pueda hacer "esta gente". Yo, por mi parte, seguiré colgando las aventuras de Makutule y Lengwesi semanalmente como hasta ahora. Pero la presentación de mi blog pasa de ser dinámica, mucho más atractiva, a la sencilla que tenía anteriormente. En la presentación sencilla he cambiado algunas cosas. En la columna de la derecha, he puesto en primer lugar un gadget para que os apuntéis si queréis recibir por e-mail la notificación cada vez que cuelgue una nueva entrada y así no tener que estar al tanto de mi blog, y bajo ese gadget está otro para suscribirse mediante RSS y otros  medios. Os pediría que continuáramos formando la comunidad que hemos estado siendo hasta hoy. Sé que es más difícil y que la rapidez del día a día del mundo de hoy nos deja poco tiempo para dedicarlo a estas cosas, pero creo que el seguir conociendo a personas como nosotros que viven a miles de kilómetros vidas distintas pero tan intensas, e interesantes, como puedan ser las nuestras vale la pena.

Por último, decidáis lo que decidáis, quiero daros las gracias a todos por vuestra compañía durante todo este tiempo que habéis compartido conmigo, en que me habéis acompañado y en el que he podido sentir vuestra cercanía y vuestro cariño.


sábado, 12 de noviembre de 2016

LCP Cap. 42: LOS DESPRECIADOS HERREROS MAASAI

Maasai cuidando de su ganado en las planicies del Serengeti

Ikoneti siguió con sus hijos ya de forma más relajada el resto del camino. Empezó a hablarles del ganado y de la importancia para el pueblo Maasai.

-Ya sabéis que para nosotros las vacas son muy importantes.

-Sí, padre. -contestaron ambos niños al unísono. Ikoneti había reducido el ritmo de sus pasos, para adecuarlo al del de los niños, de tal forma que los tres podían ir andando juntos y hablando de forma más o menos animada.

-Y que tenemos que cuidarlo mucho. -dijo Lengwesi.

-Sí, desde ya mismo. -siguió diciendo Makutule, que quería reconciliarse con su padre, después de su insistencia al hablar del laibón.

-Pues bien, debéis de saber que el rebaño y lo que procede de él es puro. Por eso las mujeres tienen prohibido ocuparse de él. Somos nosotros, los hombres los que debemos realizar todas las tareas que se refieren al rebaño. Sacarlo a pastar. Ordeñar las vacas. Obtener la sangre de los bueyes. Facilitar la monta. Ayudar al parto de los terneros. E incluso la elección de la vaca o el buey a sacrificar en las ceremonias y fiestas. Pero daros cuenta que he dicho la elección, no la muerte.

Matanza sacrificial Maasai de un toro blanco
-Pero padre, yo he visto cómo se mataba al buey, y cómo comíamos su carne después. -decía Lengwesi.

-Sí, pero no eran Maasai quién los mataba. Para matarlo, llamamos a individuos de otros pueblos, de otras tribus. Concretamente a los Doroto, para que sean ellos quienes los sacrifiquen, y que lo hagan siempre de forma ritual, de una determinada manera.

-No los matamos, pero nos lo comemos. No lo entiendo, padre. -dijo Makutule.

-Lo hacemos sólo en las grandes ceremonias. Y su comida es tan solo ritual. No lo hacemos de ninguna otra forma. Además, nunca se puede comer la carne junto con vegetales, y menos aún junto con leche.

-Hay que comerla sola, ¿entonces? -preguntó Lengwesi.

-Sí. -respondió Ikoneti- Y la leche. La leche hay que recogerla y conservarla en recipientes de madera, nunca en metal, porque el metal es impuro.

-Pero si las lanzas de los morani están hechas de metal. -señaló Makutule.

-Sí, pero las hacen los herreros, el clan más bajo de nuestro pueblo. Su ocupación es la más inmunda a la que se puede dedicar un Masaai. Por eso viven en aldeas separadas del resto de nosotros. Procurar no ser vecinos suyos, atraen la muerte. -los niños se quedaron boquiabiertos- La mujer que se casa con un herrero, tendrá hijos inválidos y acabará perdiendo la razón. Por eso mismo, suelen casarse solamente entre ellos.

Los niños estaban atemorizados por esto último que les había contado su padre. Éste, al darse cuenta del efecto que les había producido lo que les había contado, intentó suavizarlo un poco.

-Bueno, quizá haya exagerado un poco. Pero Ngai, nuestro Dios, nos dio la tierra, y el ganado, y la madera. No necesitamos del hierro. El hierro fue un invento que vino de fuera. Por eso se considera impuro, y por eso el clan más bajo de nuestro pueblo es el que se dedica a trabajar el hierro.
Herrero Maasai. Tanzania. 2011.

Una vez que los niños se habían recuperado de la impresión, y se habían tranquilizado con estas últimas palabras de su padre, le preguntaron.

-Pero si a los herreros se les considera impuros, ¿quién fue el que les escogió a ellos para que hicieran la labor del metal?

Ikoneti sonrió.

-¿Recordáis la historia del nacimiento del mundo que os conté ayer?

Los chicos dudaron un poco. Habían ocurrido tantas cosas, habían vivido tantas emociones en las últimas veinticuatro horas que les costaba recordar el principio de su enseñanza como Masaais. Por fin, Lengwesi se atrevió a responder:

-Era sobre Ngai, cuando nos dio todo el ganado para que lo cuidáramos.

-Sí. -saltó Makutule- Dio tres regalos a sus tres hijos, y a uno de ellos le correspondió un palo para conducir los rebaños, y de él procedemos nosotros.

-Muy bien. Veo que sois unos muchachos muy atentos y con buena memoria. Pues hay otra versión.

-¿Otra versión? -preguntó Lengwesi.

-Sí. -aclaró el padre- Otra forma de contarlo. En ella, la única diferencia es que al tercer hijo, al tercer ser humano se le da un martillo. Por tanto, es Ngai directamente el que los seleccionó para que trabajaran el hierro.

-Pero si Ngai los escogió, ¿por qué los consideramos impuros, padre? No lo entiendo. -preguntó Makutule.

Ikoneti sonrió. Esperaba esa pregunta. Iba conociendo ya a sus nuevos dos hijos. Y, de hecho, se hubiera sentido un poco decepcionado si Makutule no hubiera hecho algún comentario parecido.

-Makutule. En esa leyenda, Ngai da a escoger un palo de pastoreo, un arco y un martillo. El primero escoge el palo de pastoreo, y fuimos nosotros. El segundo cogió el arco, los cazadores. Y el tercero, al dejar a los demás escoger, al ser tan pusilánime, se quedó con lo que los demás no querían, el martillo. Makutule, no dejes nunca que nadie escoja por tí. ¿Has entendido? ¿Habéis entendido los dos?

-Sí, padre. -dijeron los dos niños al unísono.

-Ahora, sigamos adelante, que con tanta charla no vamos a llegar al rebaño en todo el día. -acabó Ikoneti, reanudando su marcha hacia el horizonte de la sabana.

Sabana africana. Serengeti.


sábado, 5 de noviembre de 2016

LCP Cap. 41: LA LEYENDA DEL PRIMER LAIBÓN


El sol se encontraba ya alto en el horizonte, e Ikoneti había adoptado un ritmo alto a su paso, por lo que los niños debían seguirlo sin descuidarse. No podían casi hablar entre ellos, pues si se paraban un momento, luego les tocaba correr un buen trecho, tanto era el terreno que les adelantaba su padre. Una vez pasado un rato, Makutule preguntó a su padre:

-¿Y el laibón sabía qué le pasaba a la mujer a través de las piedras?

-Puede ser. -la respuesta de Ikoneti fue no solo corta. El tono fue cortante. Sin embargo, Makutule no se arredró y volvió a la carga.

-¿Y solamente por el dibujo de las piedras en la piel de cabra podía saber cuál era el mejor remedio para los males de la mujer?

-Quizá. -Ikoneti contestaba de forma lacónica, y sin bajar el ritmo de la caminata. Había vuelto a la seriedad que le caracterizaba. Makutule aceleraba el paso para ponerse a su lado, dispuesto a preguntarle una vez más.

-¿Entonces basta con saber los dibujos de las piedras para aprender a ser un laibón?

-No. -Ikoneti iba acortando las respuestas e iba acelerando el paso. Lengwesi se acercó a Makutule.


-Le estás enfadando hermano. No creo que sea muy prudente que sigas preguntando.

-Pero es que me ha gustado todo lo que he visto, y ha dicho que nos iba a enseñar.

-¿Qué estáis cuchicheando? -preguntó Ikoneti en tono de enfado.

-Nada, -dijo esta vez Lengwesi- que nos ha gustado tanto la choza del laibón que nos preguntábamos si nos traerías alguna vez más.

Ikoneti se paró de repente. Todo su cuerpo se tensó. Los niños, que le estaban viendo desde la espalda sintieron un temor atávico, que les surgía desde el interior de su mente, fruto de las historias contadas por su madre sobre sus antepasados. Estaban ellos solos, en medio de la sabana africana, dos niños de pocos años frente a un adulto que les doblaba en tamaño y que tenía todos los músculos de su cuerpo definidos por años de duro trabajo con el ganado y al aire libre. Al final, Ikoneti respiró hondo, todo su cuerpo se relajó, se volvió hacia los niños, se acuclilló y les dijo:

-Hijos míos. Acercaros un momento. Os voy a contar el origen del laibón.

Y se dispuso a contarles la historia del primer laibón.

-Un día, dos de nuestros guerreros, uno del clan de Ilmolelian y otro del clan de Ilaiser, decidieron salir a cazar. Llevaban ya mucho tiempo de batida, y no conseguían nada. De pronto, descubrieron en el bosque a un niño que se encontraba solo. No encontraron a nadie en los alrededores a quién pudiera pertenecer el niño. No había signo de que hubiera habido presencia humana y, sin embargo, el niño estaba allí. El niño tampoco les daba ninguna pista de nada.

"Decidieron llevárselo al poblado. Al poco el guerrero del clan de Ilmolelian, que era quién realmente había descubierto al niño, tuvo que marcharse, y lo dejó al cuidado del otro guerrero, del clan de Ilaiser. Este guerrero lo cuidó como si fuera hijo suyo. Tanto es así que lo convirtió en su hijo, y lo educó como tal.

"Al cabo del tiempo, el muchacho demostró tener poderes maravillosos. Sacaba el ganado en tiempos de sequía y las vacas volvían bien alimentadas. Caía la lluvia y la hierba crecía en las tierras dónde el muchacho cuidaba el ganado. Después empezaron a darse cuenta de sus dotes para la curación, y por último de sus capacidades para ver el futuro. Este muchacho fue el primer laibón.

-¡Qué historia más bonita! -dijo Lengwesi.

-¿Y qué le pasó, padre? -preguntó Makutule.

-Pues que tomó a sus mujeres, tuvo hijos y éstos heredaron sus poderes, ¿entendéis? -Ikoneti hizo esta pregunta en un tono insinuante.

-¡Qué tienes que heredar esos poderes! -dijo Makutule.

-Que los heredan ellos solamente. -añadió Lengwesi entristecido.

-¿Cómo? -preguntó inmediatamente Makutule

-Eso es lo que os quiero hacer ver. -concluyó Ikoneti- El laibón hereda sus poderes, porque todos pertenecen al clan de Ilaiser. A nosotros nos está encargado el ganado, y vosotros, como yo, como mi padre, y como el padre de mi padre, deberéis ser buenos pastores y buenos guerreros. Pero laibón solamente se puede ser si se ha nacido en ese clan. Al resto de los clanes les está vetado.

-Pero, ¿por qué? ¿No hay ninguna otra forma?

-No. -dijo tajante Ikoneti.

-Pero padre, si yo quisiera...-insistió Makutule.

-Te deberías de olvidar. -cortó nuevamente Ikoneti- Tú serás pastor, morani, y maasai. Te casarás y tendrás hijos, como yo. Y pertenecerás al consejo del poblado, como yo, que es algo tan importante o más que el laibón.

-¡Vaya mier...

-¡Makutule! -riñó Ikoneti a su hijo.

-Sí, padre. -dijo con tono resignado el niño.
Padre Maasai con sus hijos pequeños. Arusha. 2011.

-Es mejor que sepáis desde ya lo que podéis y no podéis esperar de la vida. Vuestro lugar en ella y todo lo que os está permitido alcanzar. -Ikoneti miró a los niños. Quizá les estaba dando una lección demasiado compleja para su edad- Cuanto más tardéis en saber hasta dónde podéis llegar, más tardaréis en frustraros y más tardaréis en seguir adelante como auténticos Maasais. Y seáis pastores, morani, ancianos o laibón, por encima de todo quiero que no olvidéis nunca lo que sois. Sois Maasais.

-Sí, padre. -dijeron ambos niños.

-Y ahora vayamos al ganado, que os tengo que dar los primeros conocimientos sobre el ganado. ¿O os creéis que sólo los laibones tienen conocimientos?