Las fracturas de la meseta tibial
tienen una frecuencia del 1-2% dentro del conjunto de fracturas que afectan al
aparato locomotor. El periodo de edad de presentación suele variar desde los 30
a los 80 años, alcanzando el 8% de las fracturas en poblaciones ancianas [1, 2,
3, 4, 6].
Dentro de los distintos tipos de
fracturas de meseta tibial que podemos distinguir, aquellas que afectan a la
meseta tibial externa o lateral suelen ser los más frecuentes, presentándose
entre un 65-70% [1], existiendo algunos estudios que presentan series de casos
donde la frecuencia alcanza el 80% [3,4].
La clasificación más usada es la
clasificación de Schatzker [1,5], pues permite una mejor objetivación y un
tratamiento más adecuado a las lesiones que presentan cada una de los 6 tipos
de fractura en que las clasifica.
I. Fractura en cuña pura del
cóndilo externo.
II. Fractura en cuña periférica
asociada a depresión o hundimiento de la superficie articular central
adyacente.
III. Depresión central pura, sin
fractura en cuña.
IV. Fractura de cóndilo tibial
interno, con un trazo que comienza en el componente femorotibial externo y se
dirige hacia abajo y hacia dentro. Suele tener trazo accesorio, desde el
compartimento femorotibial interno a la línea de fractura principal que aísla
un tercer fragmento que corresponde a la eminencia intercondílea.
V. Fractura bicondílea, compuesta
por sendas fracturas en cuña de los dos cóndilos, a ambos lados de la eminencia
intercondílea, que permanece indemne.
VI. Fracturas más complejas con
separación metafisaria y fractura. Conminución y hundimiento.
Es importante indicar que el tipo II es el más frecuente entre las fracturas de meseta tibial, alcanzando un 75% del total de las mismas [2,3].
Un desplazamiento superior a 3-4
mm [1, 2, 3, 4, 5, 6] y un hundimiento superior a 3 mm precisan un tratamiento
de tipo quirúrgico que comienza a realizarse, según todas las guías, nacionales
e internacionales, a partir de 3 mm [1, 3, 4, 5, 6] de hundimiento. El
tratamiento conservador (reducción cerrada y escayola) no se plantea en estos
casos, pues la probabilidad de crear una pseudoartrosis es alta, con una serie
de efectos secundarios entre los que se encuentra la artrosis y degeneración
precoz de la rodilla [2], con todas las consecuencias negativas que ello supone
en la vida diaria de la persona.
El objetivo principal que se
busca en el tratamiento quirúrgico de la fractura de meseta tibial es la
estabilidad absoluta de la osteosíntesis que se realiza durante la cirugía de
meseta tibial [1, 5, 6]. Esa estabilidad es la que permite una adecuada consolidación
de los fragmentos de la fractura. Uno de los principales efectos secundarios es
el dolor residual que queda en la zona [2].
Todas las guías clínicas y
estudios muestran que la cirugía se realiza mediante tornillos o placas de
osteosíntesis [2,3,5,6], que precisa una descarga prolongada, de
aproximadamente 3 meses [2], y que es necesario comenzar una fisioterapia
temprana [2], sin realizar una carga completa, en el caso de estas fracturas,
antes de las 12 semanas [3].
Los ejercicios de fisioterapia
consisten principalmente en potenciación de la musculatura del músculo
cuádriceps [4,5], aconsejando algunos estudios la carga en unas 8 ó 10 semanas
[4,5].
La serie de controles a realizar,
una vez pasada la operación, consistirían en [5]:
a.- Valoración inicial a 2
semanas de la operación.
b.- Consulta de control a las 6
semanas con estudio radiológico.
c.- A las 12 semanas en el que se
derivaría al Sº de Rehabilitación para la programación de su fisioterapia.
El pronóstico dependerá por un lado de la reducción adecuada de la fractura en desplazamiento, y por otro, del equilibrio conseguido entre el periodo de inmovilización y el periodo de movilización durante el postoperatorio [2,4].
En casos en que la lesión fuera
irreconstructible [3], sería necesario la sustitución de la articulación de la
rodilla por una prótesis, realizando una Artroplastia Total de Rodilla (ATR).
BIBLIOGRAFÍA
[1] “Nuevos enfoques en las
fracturas de meseta tibial”. Vaquero M., Vaquero J. Rev Esp Traum Lab. 2020;
3(1): 53-59.
[2] “Fracturas de meseta tibial.” Novillo Casal D. Complexo Hospitalario de Ourense. Sociedad Gallega de Cirugía Ortopédica y Traumatología. 2015. https://sogacot.org/Documentos/Novillo__Fracturas_de_Meseta_Tibial.pdf
[3] “Fracturas de la meseta
tibial” Alarcón García L.J., Amigo Liñares L. Revista Sclecarto. 2019; 1:
21-29.
[4] “Fracturas de meseta tibial” Cabrillo Estévez C., Gallego Goyanes A., García Rico G., Caeiro Rey J.R. Guía clínica Fisterra: Lesiones de tibia y peroné. Fecha de revisión: 19/09/2018. https://www.fisterra.com/guias-clinicas/lesiones-tibia-perone/#sec5.
[5] “Diagnóstico y tratamiento de la fractura cerrada de meseta tibial en el adulto. Guía de referencia rápida.” División de Excelencia Clínica. Coordinación de Unidades Médicas de Alta Especialidad. Unidad de Atención Médica. Dirección de Prestaciones Médicas. Instituto Mexicano del Seguro Social. https://www.imss.gob.mx/sites/all/statics/guiasclinicas/578GRR.pdf
[6] “Guía de práctica clínica. Fractura cerrada de la meseta tibial en el adulto.” Ocegueda Sosa M.A., Valenzuela Flores A.A., Aldaco García V.D., Flores Aguilar S., Manilla Lezama N., Pérez Hernández J. Rev Med Inst Mex Seguro Soc. 2013;51(5):592 9.