viernes, 11 de septiembre de 2020

EL SEÑOR DE LOS MILAGROS, DE BUGA

Imagen del Señor de los Milagros de Buga

Tengo reservada una nueva "aventura" de mi hija. Pero, por el momento, y dado que en España se da más importancia a la celebración del día en que un pueblo fue derrotado que a otros eventos, hoy me he decidido a contar la historia que encabeza el santoral de hoy. Espero la disfrutéis conmigo.

11 de SEPTIEMBRE. EL SEÑOR DE LOS MILAGROS DE BUGA.

 

Allá por el año 1580, Buga era un pequeño caserío en el valle del Cauca, Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había una casita de paja, donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito.


Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a llevar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por la tristeza de aquel hombre e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde comprar el crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.


Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo, se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.


El huaso y la lavandera, 1835 (detalle), Juan Mauricio Rugendas.

Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos, pues ya estaban muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya cerca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro avisó al sr. cura párroco, el cual visitó enseguida la casa de la anciana y comprobó por sus propios ojos la verdad de lo que ella le había contado. Esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, sin que ella tuviera ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen. Por lo tanto, la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y tenía que ser un milagro.


Cruz en el agua. Autor del blog.
La Sagrada Imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya más que devoción, causaba repulsión. Entonces un visitador especial llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el fuego.

La Imagen, al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar, tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada Imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que era antes.


Cruz sudando. Autor del blog
Tenemos la declaración bajo juramento de una mujer que vivió en aquellos tiempos, Dª Luisa Sánchez, que nos cuenta: "El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente le empezó a tener gran devoción a esta Santa Imagen y a considerarla como de hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad, sino en muchas otras ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a visitar la Sagrada Imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y apoyado con juramento).

Después de estos sucesos extraordinarios, la casita de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A los anteriores milagros siguieron muchos más, y fue tal la cantidad que la gente le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El Señor de los Milagros.


La Ermita Vieja del Señor de los Milagros.
Una vez hubo fallecido la anciana, se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo. Su casa quedaba frente a las aguas. El río creció muchísimo y cambió de cauce, se desvió hacia el sur, dejando así el sitio libre para construirle el templo al Santo Cristo, templo que al principio era fue una ermita.

Apenas se difundieron las noticias de los maravillosos milagros que se conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y devociones. En 1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo un solemnísimo traslado de la milagrosa Imagen hacia su nuevo altar.


Hasta aquí la historia de El Señor de los Milagros de Buga. Una historia bonita, sencilla, y que posiblemente se conozca menos de lo que debiera conocerse. Desde aquí, un saludo cordial a todos los devotos del Señor de los Milagros.


Queridos amigos. Nos vemos en la red.


Basílica de Nuestro Señor de los Milagros, en Buga


martes, 1 de septiembre de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 22: La cuenta

 
Y seguimos con las andanzas de la pequeña protagonista de esta serie de historias, mi hija. Ésta que os voy a contar ahora es de nota. Ante ello quiero hacer una apreciación, tiene tres años y medio. Sí, ya sé, Mozart tocaba el violín a los tres años. Y otras muchas mentes privilegiadas eran unos genios en su infancia. Pero como el objeto de estos relatos no es ese, sino el descubrir hasta qué punto son mejores que nosotros, o más pícaros, nuestros pequeños y, por supuesto, el que dentro de algunos años mi hija tenga evidencia escrita de lo que la quiere su padre, pues ahí va nuestro siguiente relato, ocurrido hace unas semanas, con, repito, tres años y medio de edad.

Por fortuna o por desgracia, actualmente trabajo apartado de ella y de mi mujer. Tuvimos la suerte de poder pasar unos días juntos en un sitio que merece ser más turístico de lo que lo es. Pero quizá, eso rompería su encanto. Me estoy refiriendo a Ceuta.

Vista de la ciudad de Ceuta
Ceuta. Playa del Chorrillo

Nos encontrábamos en una de sus playas, comiendo en "El Chiringuito", guardando las medidas de seguridad por la pandemia, y disfrutando de un día de playa. Habíamos acabado el postre y los cafés, y nos disponíamos a volver a nuestro sitio en la playa. En ese momento me dijo mi mujer:

-Bueno, habrá que ir pidiendo la cuenta, ¿no?

-Pues sí. -respondí yo- Hala, hija, ves pidiendo la cuenta. -le dije a mi niña sin intención alguna que lo hiciera, como broma.

Mi mujer y yo intercambiamos otras dos frases y entonces nos dimos cuenta que la niña había desaparecido de su asiento.

-¿Dónde está? -nos preguntamos, más sorprendidos que asustados. Normalmente no solía separarse de donde estábamos, y si lo hacía nos lo decía. Empezamos a mirar por el restaurante, que al ser una hora avanzada ya estaba medio vacío. Yo ví al camarero que nos estaba sirviendo y le pregunté por la niña, no la había visto en los últimos momentos. Y dije, más para mí que para mi mujer:

-¡A qué ésta se ha ido a por la cuenta!

En ese mismo instante ví a la niña que doblaba la barra del restaurante y venía con la cuenta en la mano. 

Según nos comentaron más tarde los camareros, se había bajado de la silla, se la había pedido a un camarero, éste le había dicho que tenía que ser a la vuelta de la barra y ni corta ni perezosa, no encomendándose ni a Dios ni al diablo, se dirigió hacia allá para pedir la cuenta.

Iniciativa, retentiva y servicio no le faltan a la muchacha a día de hoy. Por supuesto, acabó el día con un buen helado del sabor que más le gustaba. ¡Faltaría más!

Reflexión. Cuidado con lo que les decimos a nuestros pequeños, pues entienden más de lo que nosotros pensamos. Y no nos confundamos cuando hay cosas que dicen no saber. Su "cerebro" está en "construcción". Las distintas vías por las que circula la información se están formando de continuo. De hecho, últimamente parte de la comunidad científica se postula en que esas "vías de información" que conectan las distintas neuronas del cerebro están siempre formándose y desapareciendo. Algunas, las más marcadas, quedan remanentes durante mucho más tiempo. Y si eso ocurre en un cerebro adulto, ¿qué no más ocurrirá en el cerebro de un ser humano que se está desarrollando durante sus primeros años de vida? Por ello hay veces que nos sorprenden con iniciativas como la que tuvo mi hija hace algunos días. Y por ello, hay otras veces en que parece que están "empalagados" como si su cerebro no funcionara. No es así, funciona. Pero de una forma distinta al nuestro. Y, a veces, hasta mejor.

Hasta la próxima entrada, queridos amigos, nos vemos en la red.



martes, 18 de agosto de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 21: Mofletes

A ver si soy capaz de escribir esta nueva entrada antes que se despierte la protagonista de la misma. Hace algún tiempo dí por ¿cerrada? esta sección, pero dado que la inventiva de mi hija y su razonamiento lógico me llenan de admiración, la retomo. Por otra parte, no va en contadicción con mi última entrada, pus voy a hablar de unas impresiones que son propias, por lo que no existe problema para que se incluyan en esta nueva etapa del blog, así como otras. Pero comencemos, que la de hoy es corta.

Hace unos días estaba jugando con mi hija en el salón de mi casa cuando, viendo fotografías en el móvil, me dí cuenta que tenemos una cara con "muchos" mofletes. Como estábamos medio jugando y riendo con las fotos, le dije:

-¡Mira! Tenemos muchos mofletes, tú y yo.

Y de pronto, ella me dijo toda seria:

-No. tenemos dos, como los demás. -y cogiéndome ambos mofletes de forma sucesiva, me espetó- Mira. Uno, y dos. Dos mofletes.

¿Qué se le die en ese caso? La lógica era aplastante. Todo el mundo tiene el mismo número de mofletes. Dos. Pueden ser grandes, pequeños, irregulares, asimétricos. Pero, al final de too, el número no varía, son dos.

Y hasta aquí la pequeña aportación de hoy. nos veos e la red.


domingo, 12 de julio de 2020

VANITAS, VANITATUM


He de reconocer que me siento decepcionado. No he conseguido llegar a un montón de gente que pretendía llegar. Me cuesta más de lo que parece hacer las distintas entradas y todo ¿para qué? Ya no es que llegue a poca gente, es que ni siquiera se interesan por las mismas. 

Aquellas que yo creo que pueden ser interesantes y lograr una repercusión importante, se quedan en agua de borrajas. En cambio, otras que creo que tendrán una aceptación, digamos, regular, obtienen una gran difusión, como es la dedicada al hijo de San Agustín, Adeodato. No solo es la que tiene un mayor número de visitas, sino la que ha presentado un mayor número de comentarios. 

Sin embargo otra dedicada a la madre de San Agustín, Santa Elena, no ha conseguido una repercusión mínimamente cercana a la de su nieto. 

Conclusión: Tengo una gran vanidad. Me creo que puedo entretener o decir o contar algo interesante a la gente. Y la realidad es que hay muy pocos que les interese lo que yo tenga que decir. Quizá dentro de 50, 100 años alguien descubra este blog "navegando" por un arcaico internet y se encuentre con algo que le merezca la pena lo suficiente para que lo siga y lo difunda, y entonces, se descubra, como el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, una narración, unos textos que lleguen a aquellos que los lean (mi parte de ego que no me falta). Pero lo dudo. Por tanto...


Se acabaron las series, se acabaron los temas, se acabaron los guiones y, además, se acabó la difusión en Facebook y Twitter como venía haciendo hasta este momento. Lo dejaré todo a la Providencia Divina. Yo escribo (lo que me apetezca según el momento), lo cuelgo en el blog y el que quiera que lo lea. Y el que no, que siga haciendo lo que está haciendo, es decir, no leerlo.


Si me parece un tema interesante, hablaré de él. Si hay una noticia que me conmueve, hablaré de ella. Si ha pasado algo en mi familia o en mi círculo de personas cercanas, hablaré de ello (siempre, por supuesto, sin citar nombres, la intimidad ante todo). 

Porque si alguién tiene que hacer el ridículo aquí soy yo. Si alguién debe ser un antipático aquí, debo ser yo. Si alguién debe ser un payaso aquí, debo ser yo. 

Todo el resto de personajes que aparezcan en este blog a partir de ahora serán eso, personajes. No personas. Me servirán para mis reflexiones, para mis razonamientos, para mi escritura, pero nada más. No responderán a ningún otro tipo de objetivo, como pueda ser el críticar, ridiculizar, insultar o calumniar a tal o cual persona. 

Ya digo, por aquí pasarán personajes, no personas. Pasarán Don Quijote y Sancho, pero no Felipe II y el Duque de Alba, para que podáis entenderlo. Por supuesto, algún día puede que hable de Felipe II y del Duque de Alba, pero será para divulgación, no para reflexión sobre la vida que el autor de estas letras está llevando.


Por último explicaros el porqué del título de hoy de la entrada. He consultado en varios sitios y he leido cosas que no tenían nada que ver con lo que yo pensaba sobre esa expresión:

VANITAS VANITATUM (En español: "Vanidad de vanidades")

De hecho, yo pensaba que era "vanitas vanitatis". Pues bien, ahí va lo que yo pensaba respecto a lo que se refería dicha expresión.

Muchos quizá sepan que a finales del siglo XV, Italia se encontraba repartida en distintas repúblicas en las que ejercían el poder diferentes familias. Y ese poder variaba según las circunstancias. Pues vámonos a la república de Florencia, donde se encontraba "entronizada" la familia Médici. 

Hubo, sin embargo un periodo de unos 4 años, desde que se expulsa a los Médici en 1494 hasta que se quema al monje Girolamo Savonarola en 1498, en los cuales éste último, Savonarola, rigió la ciudad italiana como si se tratara de una teocracia cuya cabeza era Dios y él el encargado de comunicar las distintas decisiones divinas. Una de las "decisiones" que comunicó Savonarola a sus conciudadanos fue que quemaran todos aquellos objetos de valor que tuvieran en sus casas, pues esos objetos les movían al pecado y a la relajación de costumbres.


Una hoguera se levantó en la plaza de Florencia, el 7 de febrero de 1497, martes de carnaval, por cierto, y allí ardieron libros considerados inmorales, cuadros que estaban inspirados en motivos mitológicos, entre ellos varios del pintor Boticcelli, junto a otras numerosas obras de arte. 

Una curiosidad, si tuviéramos un telescopio del tiempo, no una nave, y acercásemos ese telescopio a los tipos que están lanzando estas obras de arte a la hoguera, con pasión y fanatismo, podríamos distinguir entre ellos a un joven musculoso, alto, mal encarado y que participa alegremente y se deja embriagar por el ambiente general. Este jóven es, ni más ni menos, que Miguel Ángel Buonarroti. Sí. El que 10 años después dejará perplejo al mundo con una de las creaciones cumbres de la pintura universal: la Capilla Sixtina. ¡Las vueltas que puede dar el mundo!


Pero volvamos a la expresión "VANITAS VANITATUM". Esta expresión era favorita de Savonarola y sus seguidores, y el monje la usaba en muchas de sus prédicas. Y, aunque estaba errado en la mayoría de sus razonamientos, aquí acertaba. 

Parece ser que la expresión viene del texto del Eclesiastés, un libro del Antiguo Testamento, y se refiere a la futilidad, a la falta de sentido de acumular riquezas y placeres en el mundo, cuando después de la muerte nos espera una eternidad de la que nos tendríamos que preocupar mucho más. Y se puede afinar aún más el significado de la expresión. Sin necesidad de irnos o de tener en cuenta la eternidad, debiéramos parar un poco a pensar de qué nos valen las cosas "mundanas". Si aquello que acumulamos nos da la felicidad, o quiza nos adormece y hace que no nos demos cuenta que la felicidad no está en las cosas de fuera sino en el interior del ser humano.

Hasta aquí por hoy. Si os apetece seguir leyéndome, solo tenéis que suscribiros, sin coste alguno. O simplemente, entrar de vez en cuando en el blog, al que yo también entraré, de vez en cuando, para "reflexionar en alto".

Gracias a todos los que hayáis llegado a esta altura de la lectura. Nos seguimos viendo en la red.


sábado, 2 de mayo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 20: ¿Final?


He de pedir perdón a todos aquellos que, aunque pocos, hayan seguido la serie de mi blog dedicada a las andanzas de mi hija. Llevo cerca de dos meses sin publicar una entrada. Ello es debido a dos cosas. La primera, que debido a cuestiones de trabajo me he tenido que desplazar lejos de donde vivo, y me he tenido que establecer durante unos meses en un nuevo "emplazamiento". La segunda es que no calculé bien y no he tenido capacidad para poder escribir nuevas entradas hasta hace muy poco tiempo. Me faltaba primero conexión a internet y, segundo, teclado adecuado para poder realizar de forma correcta lo que estoy haciendo en estos momentos, que es, ni más ni menos que escribir.

Por el momento dejaré de hablar de mi hija. Cumplió tres años, me encuentro separada de ella y la "morriña" hace que me entristezca cuando hablo de ella o la veo en alguno de los vídeos que me mandan, no cuando la veo a través de vídeo-llamadas con el móvil. Por tanto acabo hoy la serie dedicada a mi niña para pasar a hablar de otras cosas. Y acabo a lo grande.


Resulta que mi mujer ha estado durante varias semanas aquejada de un dolor de espalda en la zona lumbar. Este dolor le bajaba por la pierna izquierda, convirtiéndose en una ciática difícil de controlar y que hacía que se sintiera imposibilitada en algunas ocasiones. Pues, ¿dónde llega la última y estupenda anécdota de mi niña? En su respuesta a la situación.

Al ver a su madre dolorida y que, sin embargo, hacía esfuerzos por levantarse, en alguna ocasión, segun me ha contado mi mujer, ha ido corriendo adonde estaba ella y le ha dicho:

-¡Espera, espera! Que yo te ayudo.

Y, ni corta ni perezosa, le ha puesto la mano en la espalda, ella, lo "mico" que es, que no le llega casi con la cabeza a la zona lumbar, le ha puesto, digo, la mano en la espalda para ayudar a su madre a levantarse y a desplazarse por el piso.


Lo más extraordinario es que ha surgido de ella misma. Nadie la ha indicado, ni mucho menos aleccionado, que tenía que ayudar a su madre. Ha sido ella misma la que ha entendido que tenía que cuidarla.

Sin más, acabo aquí la serie, aunque puede que en lugar de ser un "adiós", sea un "hasta luego".

Queridos amigos, nos vemos en la red.