sábado, 2 de julio de 2016

EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD


APUNTES A PARTIR DE UNA IDEA INSPIRADA DURANTE LA LECTURA DE LA ENCÍCLICA “LAUDATO SI” DEL PAPA FRANCISCO.

Partimos de la existencia de Dios. Si no, no tiene mucho sentido que nos preguntemos por la Santísima Trinidad. Para la demostración de Su existencia dejo a los Padres y Doctores de la Iglesia que, en su sabiduría, intentaron demostrar de forma razonada la existencia de Dios. A mí me basta con la creencia en Él. Pues está comprobado empíricamente, y aquí caigo en contradicción, que por muy científicamente demostrada que esté una verdad, aquél que no cree en ella no hará caso ni a la verdad científica ni a las conclusiones que puedan derivarse de ella. Por lo tanto, mi razonamiento acerca de la Santísima Trinidad será filosófico, teológico incluso, pero no científico. Por eso parto directamente de la existencia de Dios e intento razonar una de sus consecuencias.

La Santísima Trinidad es un dogma de la Iglesia Católica. Se debe creer sin más. Dios es único, pero posee tres personas: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo. Un solo Dios, tres Personas distintas. Pero si Dios es un único Ser, ¿cómo es posible que se “divida” en tres? ¿Y esas tres personas tener vida propia? A ello la Iglesia Católica contesta que precisamente por eso se trata de un misterio. Algo que el ser humano, creatura de Dios, no alcanza a comprender; algo que sobrepasa la capacidad de entendimiento humano. Por eso se habla de Misterio. Y como es algo que sobrepasa ese entendimiento del hombre, creado por Dios, debe ser creído sin más; por ello se decidió que fuera dogma de fe. Es decir, que tenía que ser creído a pie juntillas.


Bien. Repasemos ahora la actuación de las Tres Personas de la Santísima Trinidad a lo largo de la historia de la humanidad. En términos religiosos y católicos, por supuesto; recordemos que estamos hablando de un Misterio y un Dogma de la Iglesia Católica. Por tanto, hay que jugar en su campo. Igual que para hablar de algún dogma de fe de otra creencia habría que jugar también dentro de las reglas de la creencia a la que nos refiriéramos.


Durante todo el Antiguo Testamento, Dios se manifiesta al hombre de múltiples maneras. Según el relato de la creación de la humanidad, el de Adán y Eva, se manifiesta directamente Él mismo. También ocurre lo mismo con el relato de Caín y Abel, incluso en el de Noé. Parece que la comunicación de la humanidad antediluviana con Dios es directa, sin intermediarios. Con la humanidad postdiluviana ya es otro cantar. Dios se manifiesta ante el hombre a través de catástrofes, como la destrucción de la Torre de Babel, la destrucción de Sodoma y Gomorra, o bien de fenómenos naturales, como pudieran considerarse las plagas de Egipto, la zarza ardiendo, la columna de fuego, etc. A partir de la elección de los hijos de Abrahám como su pueblo elegido, Dios suele usar mediadores entre Él y su pueblo: los profetas. Los profetas serán personas escogidas que, a través de sueños o de otro tipo de sensaciones o percepciones, que hoy podríamos llamar alucinaciones, transmiten el deseo de Dios a su pueblo. Actúan como intermediarios. Dios les envía señales de distintos tipos y ellos las transmiten a su pueblo, al pueblo de Israel. Así durante todo el Antiguo Testamento.


Pero llega el Nuevo Testamente. Y llega Jesús. Jesús habla de Dios como Padre. Y dice ser su Hijo y ser la Palabra de Dios encarnada, hecha carne. Dice que sólo Él conoce al Padre, a Dios. Y que sólo se llega al Padre, a Dios, a través de Él. En todo su mensaje destaca el deseo de presentarnos a Dios de la forma más clara, y al mismo tiempo más sencilla posible. De presentárnoslo como Alguien que ama al hombre. De presentárnoslo como Padre. Nos dice que su labor es comunicar “la voluntad del Padre”, que para eso es para lo que ha venido al mundo. San Juan, en su evangelio, ya habla de Jesús como la palabra, que existía desde el principio, que era Dios y que bajó a la Tierra y se encarnó para la salvación del hombre. Esta salvación era el acercamiento del hombre a Dios, después que aquel se hubiera alejado de Dios por el pecado. Y en ese acercamiento de Dios era necesario que Dios se “diera a conocer” de forma más directa, más personal, más íntima, si se quiere decir.


Por último, antes de la ascensión a los cielos, Jesús dice a sus apóstoles que reciban al Espíritu y exhala su aliento sobre ellos. San Lucas contará en el libro de los Hechos de los Apóstoles que el Espíritu lo recibirían después de la ascensión de Jesús, una vez que Jesús hubiera desaparecido de entre ellos. Sea de una o de otra manera, el Espíritu que reciben les hace comprender en toda su profundidad lo que Jesús les había ido contando durante su vida. Los Apóstoles ya no necesitan tener a Jesús para saber qué es lo que Dios quiere. Jesús ya se lo dijo, y con la ayuda del Espíritu lo han comprendido.


Estos tres últimos párrafos son un resumen de la actuación, dentro de la Biblia, de las Tres Personas de la Santísima Trinidad. Parecen tres entidades bien diferenciadas: Padre, Hijo y Espíritu. ¿Cómo pueden ser una sola sin dejar de ser las tres? O más bien, ¿cómo pueden constituir las tres por entero un único Dios? La clave está en la comunicación entre Dios y los hombres; y más concretamente en la manifestación de Dios a los hombres.

Durante el Antiguo Testamento vemos que Dios se manifiesta a través de intermediarios, bien fenómenos de la propia naturaleza como las catástrofes mencionadas antes, o bien mediante hombres que reciben Su mensaje por sueños, alucinaciones u otros fenómenos, y que interpretan este mensaje: los profetas. La comunicación tiene un único momento en que Dios se manifiesta directamente al hombre: en el relato de la creación y en los primeros relatos anteriores al Diluvio Universal. Después se pierde esa relación directa. Por tanto, en la mayoría de la historia bíblica, Dios escoge intermediarios para su manifestación a la humanidad. Diríamos que es como el jefe de una empresa que sólo se comunica con sus empleados a través de correo, pero que no se deja ver.

En el Nuevo Testamento, tal como nos cuenta San Juan en su evangelio, el Logos, la Palabra de Dios se hace carne. El mensaje de Dios a la humanidad toma forma humana. ¿Por qué? Porque Dios quiere hablar directamente al hombre. No han servido los intermediarios, ni fenómenos de la naturaleza, ni profetas. Y quiere que su Voz se oiga y la escuchen los hombres. Esa Voz es la que se hará hombre, esa Voz es lo que conocemos como Hijo, como Segunda Persona de la Santísima Trinidad. Sigue siendo Dios, sigue siendo el mismo Ser, pero ya son dos personas, el Padre que hasta entonces se había manifestado por intermediarios, y el Hijo que es la manifestación oral del mismo Padre. Al ser la Voz del Padre, siempre ha existido con Él, siempre ha sido Él, siempre ha sido Dios, de igual manera que el Padre. Por eso Jesús dice: “nadie va al Padre sino por mí.” Igual que a una persona no la conoces hasta que “hablas” con ella, por mucho que antes te hayan contado cosas de esa persona, así el hombre no conoce a Dios hasta que se enfrenta con su Palabra. Dios no se manifiesta “a través” de Jesús. Dios se manifiesta directamente al hombre a través de su Voz, de su Palabra, de lo que hemos dado en llamar la Segunda Persona, el Hijo. Por eso Jesús habla de Dios como Padre, no porque Le conozca, sino porque es Él mismo, y está transmitiéndose y manifestándose en ese momento la Voz de Dios. Dios está hablando directamente al hombre.

Tras la muerte y resurrección de Jesús, antes o después de su ascensión, los Apóstoles reciben el Espíritu, la Tercera Persona. Pero, ¿en qué consiste esa Tercera Persona? ¿Cómo puede ser también Dios? ¿Se infunde el Espíritu de Dios de forma “mágica” a los Apóstoles? No. La explicación es mucho más sencilla. Quién acepta que Jesús es Hijo de Dios, quién cree en su Palabra, quién comprende en la profundidad de la misma, en resumen, quién piensa en Jesús como en el Verbo, en la Voz del mismo Dios, llegará a un estado de íntimo conocimiento que le permitirá saber, sin necesidad de que nadie se lo diga, el pensamiento de Dios. Igual que las parejas que se quieren y llevan una vida juntos no necesitan casi hablarse para saber lo que piensan, así ocurre a aquel que ha llegado a ese punto de conocimiento de Jesús. Los Apóstoles son los primeros que experimentan la existencia de ese Espíritu. Han visto directamente a Jesús, el Hijo de Dios, la Segunda Persona. Y, a partir de Pentecostés, a partir que Jesús exhala su Espíritu, no necesitan el Verbo, la Voz de Dios. Su nivel de “complicidad” es tan grande que no necesitan la voz física de la vida pública de Jesús, para transmitir y comunicar los sentimientos de Dios hacia ellos y hacia los hombres. Pero todo aquel que haya alcanzado esa capacidad de apreciación, se verá “invadido” por ese Espíritu, por la Tercera Persona de la Santísima Trinidad, de la misma forma que experimentaron los apóstoles. Se establece un grado de relación entre Dios y los hombres en el que, como en la pareja de enamorados que pasan toda su vida juntos, no es necesaria ninguna manifestación física, ni siquiera el Verbo, para saber lo que piensan cada uno y para “sintonizar” sus pensamientos.

¿Y aquellos que no “sienten” ese Espíritu? ¿Y aquellos que no experimentan esa Tercera Persona? Hemos puesto el ejemplo de una pareja que sabe lo que piensa el uno del otro sin necesidad de mirarse siquiera. Sigamos con el mismo ejemplo. Esa misma pareja que está tan bien compenetrada en el momento actual, habrá necesitado de mucho tiempo para llegar a ese punto. Una relación así no se forja de la noche a la mañana. Habrá necesitado tiempo, y trabajo, mucho trabajo, por parte de los dos. Por ello, hay parejas que no alcanzan esos niveles de intimidad, incluso parejas que no son tales, sino simples uniones de conveniencia. Es necesario ese trabajo mutuo. Y la historia bíblica puede ser también un reflejo de la historia de cada uno de nosotros. Siendo cada uno de nosotros quien decidamos si abrimos la Biblia o no; si llegamos al Nuevo Testamento o nos quedamos en el Antiguo; si queremos que el Espíritu llegue a nosotros o nos conformamos con reducir el Verbo de Dios a unas palabras dichas hace 2.000 años y lo tomamos como discursos de la historia humana.

Las Tres Personas de la Santísima Trinidad son las tres formas de comunicarse, de manifestarse Dios a los hombres a lo largo de la historia de la humanidad. Su Presencia, su Verbo, su Espíritu. Son tres personas, no son partes de un ser, son la misma esencia de ese mismo Ser que es Dios y que es único.

Para acabar, sólo hacer constar un detalle: Dios hizo al hombre libre. Por ello, depende del hombre mismo el experimentar a Dios como la Santísima Trinidad, como un Todo; como una parte tan sólo; o como una Biblia cerrada que no abrirá.

Escrito a las 02:45 horas del 19 de julio de 2015, por Jesús Alfonso Gallego Moreno.


miércoles, 22 de junio de 2016

LCP XXVI: EL LADO OSCURO DE LOS KARO


Tras la ceremonia del pilla, una vez que el joven karo ha saltado sobre los cuatro bueyes y ha conseguido su estatus de adulto dentro de la gente de la aldea, este joven ya podrá casarse. La elegida puede ser alguien que haya sido escogida por los padres previamente, o bien alguien con quien ya ha mantenido relaciones sexuales o con quien mantiene una relación de convivencia de mayor o menor tiempo de duración. Pero para unirse en matrimonio, precisaba pasar la ceremonia del pilla.

La unión de ambos se da por hecha, no siendo la dote que tiene que entregar el novio a la familia de la novia un problema. En primer lugar porque es fija: 127 cabras, ni una más, ni una menos. En segundo lugar, porque no la tiene que entregar de golpe. Puede entregarla poco a poco, a lo largo del tiempo. A partir de ese momento, los dos jóvenes son bendecidos por ambas familias y sus descendientes son aceptados como parte de las familias y del poblado.

Pero, ¿por qué, Jesús, nos hablas del lado oscuro de los karo? Hasta ahora, y desde que se pasa el pilla, sólo hemos visto cosas positivas. Se les allana el camino a los jóvenes, a la feliz pareja que, por fin, se pueden unir sin problemas. ¿Por qué nos titulas la entrada de hoy "El lado oscuro"?

Porque, queridos amigos de "La cultura de los pueblos", cualquier acercamiento a estos pueblos quedaría cojo si no me refiriera también a una de las costumbres que a nosotros, como occidentales y desde una cultura "humanística", nos puede resultar repulsiva.


Los karo, queridos amigos, practican el amor libre. Cualquier individuo, llegada la madurez sexual, puede tener encuentros sexuales con otro miembro del poblado. No importa y no va a influir para nada en su futura unión con un hipotético marido o una hipotética esposa. Pero, si de esas relaciones surge un descendiente, éste es declarado "mingi", maldito. Al ser maldito, es preciso deshacerse de él. Y, por tanto, el recién nacido es abandonado en la naturaleza para que el frío, el hambre, o los animales salvajes le conduzcan a la muerte. Si no se hace así, no sólo la familia, sino el poblado entero se llenará de mala suerte y de desgracias. Por tanto, los karo practicaban, parecer ser que hasta 2012, el infanticidio ritual. Pero no solamente son mingi, malditos, los niños nacidos fuera del matrimonio. Los que presentan alguna deformidad, los que presentan problemas en su desarrollo también son declarados mingi, y deben ser abandonados en la naturaleza.

He encontrado un video en youtube correspondiente a un reportaje sobre este problema fechado el 30/07/2014. Está en francés. Lo he traducido al español para aquellos que no lo entendieran y transcribo el texto debajo de él. En este caso, no comentaré. Simplemente dejaré que cada uno de nosotros saque sus propias conclusiones. Pues todas y cada una de ellas serán válidas.

Queridos amigos, nos seguimos viendo en la red.


Varias tribus en Etiopía como la Karo, Hamer y Bana, matan a los gemelos recién nacidos y a los niños ilegítimos que consideran que son una maldición.
Además de matar a los niños nacidos de padres no casados, los bebés gemelos, o los niños cuyos dientes superiores crecen antes que los inferiores también son considerados malditos.
Se ha informado de que si sus hijos malditos no se matan, la tribu se verá afectada por la sequía o las enfermedades.

El esposo de Buko Balguda, de 45 años, no ha realizado un ritual tribal que consiste en saltar sobre los bueyes antes de su matrimonio.
La reunión de la aldea, por tanto, no le ha reconocido oficialmente como marido, y 15 niños de la pareja han sido considerados ilegítimos.
Los descendientes de Balguda fueron arrojados al río para ser devorados por los cocodrilos o fueron abandonados en la naturaleza.

La tradición de matar a los "hijos de maldición" de la tribu Karo terminó en 2012 después de que una organización benéfica llamada "Omo Infancia Intervenida" lo denunciara.
Sin embargo, otras tribus como Hamer y Bana habrían matado cerca de 300 niños cada año a causa de la superstición.

martes, 14 de junio de 2016

MASACRE HOMÓFOBA, DISFRAZADA DE MATANZA ISLÁMICA


Cuando pensaba que hoy debía publicar la siguiente entrega de "La cultura de los pueblos", me venía a la cabeza lo ocurrido la madrugada del domingo en Orlando, Florida. A las dos de la madrugada, una persona, armada de una pistola y un fusil semiautomático, había asaltado una sala de fiestas de ambiente homosexual, o gay, como queramos llamarlo y había disparado contra todos los que se encontraban allí en ese momento. El resultado fue 50 personas muertas y 53 heridos, 11 de ellos de extrema gravedad.
Más adelante, se iban sabiendo los datos. El asaltante había llamado minutos antes al número de emergencias declarando su lealtad al DAESH. En un primer momento saltaron las alarmas, pues todo el mundo creyó que se trataba de un nuevo atentado perpetrado por terroristas islámicos en suelo estadounidense, el peor desde el ocurrido a las Torres Gemelas. De hecho, al DAESH le faltó tiempo para confirmar que el autor de la matanza había actuado movido por los ideales de su pensamiento radical.


Sin embargo, la verdad que va surgiendo es mucho más compleja, como suele ocurrir. El autor de la matanza era un individuo que en realidad actuó contra la comunidad gay de Orlando. Tenía problemas de sociabilidad, había estado casado y se había divorciado a los cuatro meses con denuncia de malos tratos por parte de su mujer. Lo último que se ha sabido es que él mismo era homosexual y, de hecho, frecuentaba el local dónde realizó la matanza. Con lo cual se puede concluir que ha sido la "ida de olla" de otro inadaptado en una sociedad como la norteamericana donde comprar y usar un arma semiautomática es más fácil que obtener el carnet de conducir. ¿O no?


¿Por qué hago esta última afirmación? Porque la repercusión, incluso mediática, ha tenido un carácter mucho menos, digamos, incisivo. No ha habido grandes manifestaciones en el sentido de "Je suis Orlando"; no ha habido grandes vigilias; no ha habido grandes llamamientos a la concordia entre los distintos sectores que forman la sociedad. Parece ser que no eran necesarios. A fin de cuentas, se trata de un gay resentido con su tendencia sexual que agarra un AR-15 y se lía a tiros contra otros gays que sí son capaces de vivir sanamente su condición de homosexuales. Y yo pregunto entonces:
¿La vida de esas 50 personas valen menos? ¿Son menos importantes, para no hacerles los homenajes que merecen? ¿No han muerto también víctimas del odio, de la intransigencia, de una manera errónea de entender al hombre y al mundo en que vivimos? Si la respuesta a esta última pregunta es sí, ¿no merecen los mismos homenajes que todos aquellos otros que mueren por las mismas causas y que tanto destacamos?


He mirado en mis redes sociales. Poco, muy poco se ha hablado de este suceso de Orlando. De hecho, en una de ellas, prácticamente nada. Por eso he comenzado esta reflexión. Pero al llegar al final de la misma, me surge una pregunta. Una pregunta que, al mismo tiempo, me indigna y me escandaliza:
¿No será que estos 50 muertos nos pillan lejos en el espacio? ¿No será que estas 50 vidas truncadas, al fin y al cabo, se suman a uno más de los tiroteos que nos tiene acostumbrados la nación americana? Y algo peor aún, y que me indigna más, si cabe ¿no será, en el fondo, que la condición sexual de las víctimas nos lleve a alzar menos la voz? No es mi caso. Alzo mi voz en contra de toda violencia, en contra de todo odio, en contra de toda muerte.

martes, 7 de junio de 2016

LCP XXV: LA ESTÉTICA DEL PUEBLO KARO


Queridos amigos de "La cultura de los pueblos". Veíamos en la última entrada dedicada al pueblo Karo, cómo el joven Molu conseguía saltar los cuatro bueyes, tal como mandaba el ritual en el pueblo Karo, en su etnia, y de esta forma obtenía el rango, el estatus, de adulto, de persona madura. Y junto a él, todo el poblado lo celebraba. Pero dejemos por un momento disfrutando al joven con su recién conseguido nivel social y pasemos a hablar de algo que, si hemos sido un poco avispados, hemos podido observar en las distintas fotos que han ido apareciendo en las entradas correspondientes a este pueblo: su estética.


Los Karo se caracterizan por presentar una manera muy representativa de adornarse el cuerpo. Su pintura es ornamental y simbólica, y se realiza en los rostros y en los cuerpos, a veces cubriendo casi por completo toda la superficie de la piel, sin dejar ni un minúsculo poro de la misma libre de color. Nos podemos encontrar en ellos desde finos detalles muy elaborados, realizados con gran cuidado con los dedos, y que destacan por su belleza y armonía; hasta toscas pinturas, extendidas con las palmas de las manos, en las cuales más parece que les hayan dado brochazos de pintura para cubrir el cuerpo, sin ningún tipo de finalidad, que el que hayan intentado realizar algún tipo de dibujo ritual.


Cuando los dibujos son más delicados y finos, suelen cubrir la zona de la cara y el pecho, y se muestran de forma orgullosa al resto de los individuos de la aldea. Combinan varios colores: el blanco que lo obtienen del yeso de los terraplenes de la zona, el negro que lo sacan del carbón, y el amarillo ocre y el rojizo a partir de minerales que suelen encontrar en zonas cercanas a la orilla del río Omo. Sin embargo, el usado con más profusión, y por el que suelen ser más conocidos, es el blanco, con el que suelen ocupar la mayor parte de su piel.


martes, 24 de mayo de 2016

LCP XXIV: LA CELEBRACION DEL RITO "PILLA" DE MOLU (2ª parte)


El joven Molu estaba preparado para ese día. Se había ejercitado durante mucho tiempo en los riscos, al lado del río, saltando de una a otra de las rocas, salvando las distancias que había entre ellas, de cresta en cresta de las piedras que remarcaban el borde del río Omo, el cual transcurría al lado de su poblado. También se había entrenado con los troncos caídos que se podían encontrar en los bordes del bosque ribereño, con sus ramas retorcidas. 


Pero su padre siempre le había avisado que no era lo mismo saltar sobre algo inerme, algo quieto, que sobre un animal, sobre un ser vivo, que estaba en continuo movimiento, aunque estuviera sujeto por alguno de sus compañeros. Por ello Molu también ensayó con alguna de las cabras que tenía su padre. Los pobres animales, al sentir el peso del muchacho encima de su cuerpo, habían salido corriendo y balando espantadas, y Molu había terminado con sus huesos por los suelos con gran regocijo por parte de su grupo de amigos. Cuando lo vio su padre, sacudió la cabeza y le volvió a decir:

-Hijo, cuando aprenderás. Una cabra no es un buey. Nunca se está lo suficientemente preparado. No te obsesiones.-y, sonriendo, le daba un pequeño pescozón en la cabeza. 

En su interior, sin embargo, su padre se sentía orgulloso de la tenacidad y entrega del muchacho. Sabía que lo lograría. Por eso dispuso los medios para que la ceremonia se celebrara de forma pronta, sin escatimar en gastos. No pudo obtener prestados, como era lo habitual, los bueyes de los Hamer; no al menos para la fecha que quería realizar el rito de la pilla. Se decidió, por tanto, comprarlos a los Dassanetch, que era otra de las formas que tenían los Karo de obtener dichos bueyes para la ceremonia. Y el día había llegado.

Cuando Molu salió de la choza, del ono, se vio rodeado de las jóvenes del poblado que con sus cánticos y bailes le agasajaban. Es la manera que tienen en la tribu Karo de desear buena suerte al muchacho en la pilla. Molu se sintió algo aturdido, con tanto ruido ensordecedor, pues al cántico había que sumarle el ruido de los collares, pulseras, brazaletes, de los que pueden colgar distintos tipos de campanillas, y toda clase de abalorios que provocan un ruido que hacía que el jolgorio atronara los oídos del joven Molu. A éste le vinieron a rescatar sus compañeros y entre enfrentamientos verbales, más fingidos que reales, se fueron dirigiendo al lugar dónde se iba a celebrar la pilla. Conforme Molu se acercaba al lugar, iba olvidando el ambiente que le rodeaba e iba notando como el temblor que le había nacido en el estómago se convertía en nudo y éste ascendía hacía la garganta.

De pronto los vio frente a él. Había cuatro bueyes. Eran cuatro cebúes, con sus gibas y sus cuernos característicos. Estaban preparados, juntos. Sólo quedaba alinearlos. Para ello era necesario que él se preparara, diera la señal de estar listo. Ya no oía todo el griterío de su alrededor. Se había congregado casi todo el poblado. El pilla era el principal acontecimiento del pueblo, y solía acudir toda la gente. Molu sólo tenía la mente puesta en su reto: saltar los cuatro bueyes.

Lentamente, se fueron colocando en fila. Costado junto a costado. Molu se deshizo de todo lo superfluo. Tenía hasta cuatro intentos, y conque lo consiguiera una vez era suficiente. Miró el lomo del primer animal. Levantó el brazo. Dio un paso atrás y comenzó la carrera. Saltó. Uno, dos...al tercer salto se le resbaló el pie entre el lomo del tercer y cuarto buey. Los compañeros le sujetaron. Había fallado. La algarabía aumentó. Miró a su padre. Éste le mantuvo la mirada, serena, con una leve sonrisa.


Volvió al punto de partida. Fijó su vista en los lomos de los animales. Arrancó la carrera, saltó. Uno, dos...y se escurrió. Esta vez en el segundo animal. La algarabía disminuyó, y un rumor de desencanto planeó por el lugar. Molu bajó la cabeza. Estaba avergonzado. Dio la vuelta. Casi no quería, pero volvió a mirar a su padre. Éste le miraba de forma serena, y le hizo un gesto de asentimiento con la cabeza, manteniendo la sonrisa. Molu se le quedó mirando.

Llegó al punto de salida. Seguía mirando a su padre. De pronto, le comprendió, le devolvió el gesto de asentimiento, y se dispuso a saltar sobre los bueyes. Miró el lomo del primero y emprendió la marcha. Uno, dos, tres, cuatro. Un grito de cientos de voces llenó el cielo africano. Molu lo había conseguido. Todos le estaban abrazando. Todos le felicitaban. Ya había subido de estatus. Ya era un adulto. Un hombre. Molu miró a su padre. Éste se acercó a él. Y los dos se fundieron en un abrazo.