En Belén no había campanassss.
En Belén no había alegríaaaa.
En Belén un Niño llorabaaa.
Mientras su Madre sufríaaa.
Y sin embargo, en Belén
era Dios el que nacíaa.
Y sin embargo, en Belén
era Dios el que nacíaa.
En 2015, en Belén si hay campanas.
En 2015, en Belén si quiere haber alegría.
Pero, en Belén, en 2015, aún existe el llanto.
Pero, en Belén, en 2015, aún existe el sufrimiento.
sábado, 26 de diciembre de 2015
viernes, 18 de diciembre de 2015
LCP X. EL DESTINO DEL PUEBLO SAM
De los 100.000 sam que
viven en el sur de África, alrededor de 60.000 se encuentran en Botswana. Dada
la frecuencia de su aparición en distintos medios de comunicación, documentales
y libros de referencia, cabría pensar que están protegidos y viven en
consonancia con el entorno que les rodea. Nada más lejos de la realidad.
En el centro de Botswana
existe la Reserva de Caza del Kalahari Central. Cuando se creó en 1961,
pretendía ser un santuario para la fauna del desierto del Kalahari, y
protegería el territorio de los sam que vivían en aquella zona, garantizando la
continuidad de su cultura. Y todo fue así hasta los años 80 del pasado siglo.
¿Qué ocurrió?
La misma historia que nos podemos encontrar en muchos otros lugares. Aparece la codicia, en este caso en forma de diamantes. En los años ochenta se descubre la existencia de vetas diamantíferas en la zona de la Reserva. Y para explotarlas es necesario el uso de maquinaria pesada. Se produce el choque de intereses. La población sam vive de la misma tierra que ahora pretenden remover, perforar, destruir. Con la destrucción de la tierra, desaparece el hábitat de la zona que suponía la vida y la supervivencia, durante miles de años, del pueblo sam. Surge el conflicto.
El gobierno de Botswana
envía a sus ministros a hablar con los sam. Se pretende que salgan de la zona.
Es necesario, se les explica, para que puedan optar a un mejor desarrollo. No
consiguen convencerlos.
Ante la situación, un
grupo de bosquimanos, un grupo de sam, reaccionan. Llevan ante los tribunales
al gobierno de Botswana. Ocurre en 2002, las primeras vistas orales comenzarán
en 2004. Como resultado, el 13 de diciembre de 2006 consiguen una victoria
histórica: Los jueces dictaminan que la expulsión es ilegal e inconstitucional
y que los sam tienen derecho a vivir en la zona de la reserva.
A pesar de que el
gobierno no apela la sentencia, trata de poner las máximas trabas al
cumplimiento de la misma. Llega a establecer incluso la necesidad de una
licencia para cazar en la Reserva, tanto para nativos como para foráneos. A los
sam se les pide una licencia que deben renovar todos los meses. Sin embargo,
los cazadores extranjeros, acompañados de divisas que aportan al país, son
bienvenidos. Se llega incluso a negar el acceso a un pozo de agua a los sam que
viven en el interior de la reserva, lo que los lleva nuevamente a los
tribunales.
Nuevamente la sentencia
es a favor del pueblo sam. En enero del 2011 el Tribunal de Apelaciones de
Botswana falla a su favor y condena el trato “degradante” del gobierno de
Botswana a los bosquimanos. A pesar de ello, y oyendo al activista bosquimano
Jumanda Gakelebone: “mi gente aún está luchando por el derecho a seguir
viviendo según su antiguo modo de vida”.
Pero, por desgracia, la
infravaloración del pueblo sam está arraigada en el resto de la sociedad. Según
recoge en un artículo publicado en febrero pasado Robyn Dixon: “si un chico
hace algo malo se le dice: No te comportes como un bosquimano. Si va sucio, se
le dice: Eres tan sucio como un bosquimano.” Robyn recoge incluso la emisión de
una noticia de radio en dónde se narraba que había ocurrido un accidente de
tráfico en el cual habían muerto cuatro personas y un bosquimano. No se
consideraba al sam como ser humano.
Es triste que quizá la
salvación de los sam venga precisamente de la pérdida de la hegemonía mundial de Botswana en la producción diamantífera. Botswana produjo 3.600 millones de
dólares en diamantes el pasado 2014, siendo superada por Rusia con 3.700
millones. Las autoridades se han dado cuenta que su prosperidad no puede basarse
única y exclusivamente en la extracción de diamantes, que deben diversificar su
economía, pues el nivel de vida que han tenido hasta ahora, debido en gran
parte a la producción diamantífera, se está viendo mermado. De hecho, se prevé
déficit presupuestario para 2016, cosa que no había ocurrido en el último
lustro.
Esperemos que esto, junto
con la presión de distintos organismos internacionales, permita al pueblo sam continuar con su vida, tal como ellos quieran, en la tierra de sus ancestros.
Para concluir, podemos citar las palabras de Gakelebone: “La manera de vida de
los sam es suya. Si ellos la escogen así, ellos la han escogido.”
martes, 8 de diciembre de 2015
LCP IX. LOS SAM. La iniciación de Nkosi (3ª parte)
Bosquimano apreciando un kudú abatido previamente |
Ahora correspondía
encender el fuego alrededor del cual dispondrían sus lechos, excavados en la
tierra, dónde se entregarían a un sueño reparador. Al estar en su proceso de
iniciación, a Nkosi le correspondió encender el fuego. Era una técnica que
dominaba, que le fue enseñada bastante tiempo atrás por su abuelo.
Disponía de
dos varas de madera, una más ancha, la otra más redondeada. Puso la ancha en el
suelo, cogió un pequeño manojo de hierbas secas que acumuló en el centro de la
tabla, y con la vara más redondeada, colocada sobre ese conjunto de hojarasca,
comenzó a moverla con ambas manos con rapidez. Para ello, colocó las manos
palma contra palma, la vara sujeta entre ellas, y las desplazó alternativamente
hacia delante y hacia atrás, en un movimiento rítmico, rápido, potente. Poco a
poco, debido a la fricción de las dos superficies, la temperatura fue
aumentando hasta alcanzar el grado de combustión de la hojarasca. Comenzó a
salir humo del grupo de hojas secas.
Cuando Nkosi consideró que había llegado
el momento, separó la vara redondeada, acercó su cara a la madera humeante y
empezó a soplar. Primero suavemente, hasta que las chispas empezaron a dar paso
a una pequeña llama; la intensidad de su soplido fue haciéndose mayor hasta
conseguir una llama que acercó a la zona dónde se había acumulado el ramaje
para realizar el fuego. Sin dejar de soplar, introdujo el puñado de hojarasca
en el interior del montón de palos amontonados. Introdujo el fuego en el
corazón del montículo de madera. Y poco a poco, primero tímidamente, después
con fuerza, las llamas hicieron acto de aparición. Nkosi las miró extasiado. Le
gustaba la sensación que recorría su cuerpo. La sensación de haber realizado un
pequeño milagro.
Bosquimanos haciendo fuego |
La mañana siguiente
comenzó al amanecer. Nkosi notó un vigoroso zarandeo que lo sacó del sueño. Era
su padre, que le urgía a levantarse. Había que trocear el eland, y decidir los
pedazos de carne que llevarían al grupo, y lo que dejarían en la sabana para
que las hienas, chacales u otro tipo de carnívoros, dieran buena cuenta de
ellos. También se precisaba llegar pronto al grupo. Esa noche sería la
celebración de su exitosa iniciación. Había conseguido una presa importante y
había pasado al mundo de los adultos. Ahora sería uno más del grupo. Sus
opiniones serían tenidas en cuenta de igual a igual. Dejaría de ser el hijo de
uno de los cazadores para convertirse en Nkosi, el cazador. Podría casarse,
formar una familia, tener hijos a los que enseñar y transmitir toda la
sabiduría que había adquirido de sus mayores.
Llegó la noche. Y llegó
la celebración. El te-kúa, un instrumento hecho de púas de metal clavadas en un
trozo de madera alas que se hacía vibrar, y el guashi, un instrumento de
cuerda, se dejaban oír junto al sonido de las gargantas de los sam al dejar
volar por el cielo del Kalahari los cánticos ancestrales de sus antepasados.
Los sam consideran que la música y la danza tienen poderes curativos, son capaces de alejar los espíritus. Quizá la alegría contagiante de sus canciones es la que obra el milagro. El caso es que esa noche Nkosi disfrutó de su paso a la edad adulta. Bailó y cantó como uno más. Había alcanzado la madurez. Al día siguiente empezaba una nueva etapa para él, llena de retos, dificultades y experiencias. Pero esa noche tocaba disfrutar. Y así hizo.
Los sam consideran que la música y la danza tienen poderes curativos, son capaces de alejar los espíritus. Quizá la alegría contagiante de sus canciones es la que obra el milagro. El caso es que esa noche Nkosi disfrutó de su paso a la edad adulta. Bailó y cantó como uno más. Había alcanzado la madurez. Al día siguiente empezaba una nueva etapa para él, llena de retos, dificultades y experiencias. Pero esa noche tocaba disfrutar. Y así hizo.
domingo, 29 de noviembre de 2015
CUENTO TRADICIONAL DE CAMERÚN
Acabo de oír un cuento de la zona interior de Camerún. Y no me resisto a transcribirlo a mi blog.
LA TORTUGA
Iba un día la tortuga caminando por la selva. La tortuga es un animal muy, muy lento. Da un paso y descansa. Y tanto tiene que descansar que pasa un año, y otro, y otro, y entonces da el siguiente paso. Así la tortuga camina segura por la selva.
Pues la tortuga iba así, lenta, segura, por la selva, con cuidado. Y, de pronto, se cae en un hoyo. Un hoyo grande, profundo, de paredes lisas. La tortuga no podía subir, no podía salir del hoyo. Y, triste, se decía a sí misma:
-¡Cómo he podido caer en este hoyo, si iba tan segura! ¡En qué andaría pensando para equivocarme así y caer en este hoyo! ¿Cómo saldré de aquí?
Estaba en estas cavilaciones nuestra amiga la tortuga, cuando, de pronto cayó un leopardo. El leopardo también se había equivocado y había caído al hoyo. Cuando le vio la tortuga pensó: "Otro que se ha caído. Al menos, tendré compañía y no estaremos solos ninguno de los dos."
Pero después se dijo: "¡Qué estoy diciendo! El leopardo es más fuerte que yo. Podrá conmigo y me comerá, a no ser..."
Y entonces la tortuga se puso enfrente del leopardo y se encaró con él.
-¡Eh! ¡Leopardo! ¿Qué estás haciendo en mi casa? ¡Has entrado sin permiso! ¡Ahora mismo te estás marchando!
El leopardo, en un primer momento se avergonzó, pues era verdad que había entrado sin permiso. Pero tras unos instantes de confusión, reflexionó: "¡Qué estoy haciendo! Soy más fuerte que la tortuga. ¡A qué viene hablarme de esa manera! Se va a enterar ésta de quien soy yo."
Entonces, el leopardo cogió a la tortuga, la subió con sus garras delanteras y la lanzó al exterior del hoyo.
Así la tortuga pudo seguir con su vida, lenta, pero segura.
LA TORTUGA
Iba un día la tortuga caminando por la selva. La tortuga es un animal muy, muy lento. Da un paso y descansa. Y tanto tiene que descansar que pasa un año, y otro, y otro, y entonces da el siguiente paso. Así la tortuga camina segura por la selva.
Pues la tortuga iba así, lenta, segura, por la selva, con cuidado. Y, de pronto, se cae en un hoyo. Un hoyo grande, profundo, de paredes lisas. La tortuga no podía subir, no podía salir del hoyo. Y, triste, se decía a sí misma:
-¡Cómo he podido caer en este hoyo, si iba tan segura! ¡En qué andaría pensando para equivocarme así y caer en este hoyo! ¿Cómo saldré de aquí?
Ilustración del autor del blog |
Estaba en estas cavilaciones nuestra amiga la tortuga, cuando, de pronto cayó un leopardo. El leopardo también se había equivocado y había caído al hoyo. Cuando le vio la tortuga pensó: "Otro que se ha caído. Al menos, tendré compañía y no estaremos solos ninguno de los dos."
Pero después se dijo: "¡Qué estoy diciendo! El leopardo es más fuerte que yo. Podrá conmigo y me comerá, a no ser..."
Y entonces la tortuga se puso enfrente del leopardo y se encaró con él.
-¡Eh! ¡Leopardo! ¿Qué estás haciendo en mi casa? ¡Has entrado sin permiso! ¡Ahora mismo te estás marchando!
El leopardo, en un primer momento se avergonzó, pues era verdad que había entrado sin permiso. Pero tras unos instantes de confusión, reflexionó: "¡Qué estoy haciendo! Soy más fuerte que la tortuga. ¡A qué viene hablarme de esa manera! Se va a enterar ésta de quien soy yo."
Entonces, el leopardo cogió a la tortuga, la subió con sus garras delanteras y la lanzó al exterior del hoyo.
Ilustración del autor del blog |
Así la tortuga pudo seguir con su vida, lenta, pero segura.
martes, 24 de noviembre de 2015
LCP VIII. LOS SAM. La iniciación de Nkosi (2ª parte)
Nkosi se acercaba, agachado, procurando disminuir la distancia que
existía entre él y el joven eland. El resto del grupo se había ido distribuyendo,
tal como era la costumbre, en semicírculo alrededor del animal. La comunicación
entre ellos se hacía por gestos. Su habilidad era tal que mediante la mímica se
podrían transmitir unos a otros la especie de antílope que habían visto; su
número; incluso su localización. Así era que mediante mímica, su padre le había
comentado la aparición del eland, el mayor antílope que podían encontrar en
toda esa tierra. Para su iniciación, para su entrada en la vida adulta, sería una
gran presa.
Utensilios y adornos encontrados en Border Cave (KwalaZulu-Natal) |
Con ella podría alimentar
al grupo durante semanas. No sólo obtendrían carne, que podrían consumir fresca
o después de un proceso de secado que haría que sirviera de reserva para
tiempos de escasez. También aprovecharían su sangre como alimento, así como el
tuétano de los huesos. Este último, al estar tan bien protegido por la capa
dura del hueso, era muy apreciado. Pero además de nutrir a su grupo, con los
cuernos y con los huesos del animal, adecuadamente tallados, se podrían obtener
agujas y armas. Las agujas servirían para confeccionar ropa hecha con la piel
del mismo antílope que el muchacho cazaría. Incluso alguna de las mujeres se
coserían una especie de bolso para llevar las cosas en su nomadeo a través de
la sabana, con sus correas respectivas para llevarlas colgadas. Un animal como
aquel podría suponer una fuente de riqueza para toda su comunidad.
Cuando Nkosi consideró
que estaba a la suficiente distancia, se levantó, apuntó con su arco al
antílope y disparó la flecha. Ésta se clavó en el flanco del eland. En ese
momento, el resto de la partida de caza se levantó, dejándose ver y formando un
griterío ensordecedor, se dirigieron corriendo hacia el antílope. Éste había
sentido una punzada en su flanco izquierdo, y sin tiempo para revolverse por el
dolor, vio un grupo de hombres vociferando y dirigiéndose hacia él. Salió
huyendo. Inició una carrera rápida, intensa, en dirección contraria de dónde
provenía el grupo de humanos. Eso era lo que querían los componentes de la
partida de caza. Al correr, al movilizar todos sus músculos, al aumentar la fuerza
y la frecuencia con que su corazón bombeaba sangre, el veneno se distribuía más
rápidamente por el organismo del antílope, facilitando su agotamiento, y, al
final, su muerte.
Su padre le dio un golpe
en el hombro y le hizo una seña para seguir al grupo. Nkosi se había quedado
quieto, viendo su puntería y la reacción del eland. Una sonrisa se dibujó en su
cara y comenzó a correr para unirse al grupo. Estas persecuciones podían durar
varios días. A veces era suficiente seguir el rastro de la sangre y en pocas
horas se encontraba al animal agonizante. Otras veces había que seguir el
rastro durante más tiempo, pues el animal lograba resistir días. En estos casos
los sam usaban todo su repertorio de grandes rastreadores para encontrar a su
víctima. Por último, en ocasiones la presa se encontraba siempre a la vista,
pero era muy resistente y se hacía necesario correr detrás de ella durante
varias horas, o incluso días.
Grupo de leones devorando un eland común |
Sin embargo, en esta ocasión todo fue bien. El joven eland aguantó sólo unas pocas horas. El veneno se distribuyó tan bien y fue tan efectivo que al final de la jornada le encontraron muerto, a la sombra de un arbusto. El animal se había ido a refugiar en sus últimos momentos de vida dónde al menos un poco de sombra le permitiera morir sin sentir sobre él los punzantes rayos del sol, que caían ese día sobre la sabana.
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