Según dice en su libro, se presentó voluntario para defender a su país ante la invasión en ese momento de las tropas aliadas. Siempre según su confesión, sólo participó en acciones bélicas, nunca en los actos de represión, por decirlo de forma suave, que realizaron las SS sobre la población y sobre los prisioneros de los desgraciadamente famosos campos de concentración nazis. Sin embargo, la polémica ya estaba servida. No sólo no se le perdonaba el haber pertenecido a las SS, sino también el haberlo mantenido "en secreto" durante tanto tiempo. Una de las mentes privilegiadas del siglo XX había caído de su pedestal.
Por eso, el encontrar en una de mis múltiples lecturas, dentro de un artículo referido al amor, una poesía de Günter Grass dedicada a ese tema, me llamó la atención. Me resultaba curioso que un autor que había destacado, a lo largo de toda su producción literaria, por presentar a la sociedad de la segunda mitad del siglo XX un retrato de sí misma, haciendo hincapié en los problemas que acuciaban a dicha sociedad, hablara sobre el amor.
Al leer dicho poema, me encontré con la descripción de lo que consistía el amor en nuestra sociedad actual. Fiel a su estilo, Günter Grass no define el amor como un sentimiento. En su composición va enumerando una serie de situaciones cotidianas que son las que nos permiten ver, de forma fidedigna, los hechos de amor. No es necesario ningún príncipe azul montado en un caballo blanco. El amor llega en las cosas sencillas del día a día. Y el amor permanece, día a día, hasta la vejez. Así nos lo hace ver Günter Grass en la última estrofa.
Una imagen vale más que mil palabras. Pero las últimas palabras del poema nos transmiten la imagen de un sentimiento que es imperecedero y que va más allá de palabras e imágenes.
Amor es esto:
Transacciones sin efectivo.
La manta siempre un poco corta.
El contacto flojo.
Buscar más allá del horizonte.
Rozar con cuatro zapatos las hojas muertas
y frotar mentalmente pies desnudos.
Arrendar y tomar en arriendo corazones;
o en la habitación con ducha y espejo,
en un coche alquilado, con el capó hacia la Luna,
dondequiera que la inocencia se baja
y quema su programa,
suena la palabra en falsete,
cada vez diferente y nueva.
Hoy, ante la taquilla aún cerrada,
susurran, de la mano,
el avergonzado viejo y la vieja delicada.
La película prometía amor.
GÜNTER GRASS
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