En las entradas anteriores hablábamos del proceso de cerebralización que había sufrido la vida a lo largo de su desarrollo en el planeta Tierra, y que este proceso de cerebralización había alcanzado su cenit en la especie humana, en el Homo sapiens. Todo ello lo descubrimos a través del análisis de uno de los libros en los que el jesuita Teilhard de Chardin nos mostraba su teoría sobre la evolución no sólo de la vida en la Tierra, sino sobre la fuerza que llevaba a la evolución del Universo entero.
Pues bien, a partir de la cerebralización humana, podemos hablar de una serie de hallazgos que se han realizado en los últimos treinta años y que han permitido descubrir que el desarrollo del cerebro es mucho más rápido y flexible de los que podríamos pensar hace algún tiempo.
En el momento del nacimiento, nuestro cerebro tiene aproximadamente unos 100.000 millones de neuronas. Conforme vamos creciendo, sobre todo en los primeros meses y años de nuestra vida, vamos recibiendo del exterior una gran cantidad de estímulos, una gran cantidad de señales. Esos estímulos hacen que las conexiones entre las distintas neuronas se vayan haciendo cada vez más numerosas, de tal forma que la avalancha sensorial que recibe el pequeño en los primeros años de su vida permite que a los tres años alcance cientos de billones, con b, de conexiones entre las neuronas.
Pero no sólo va a existir un aumento en el número de conexiones entre las distintas neuronas, sino que además va a existir un aumento en la calidad de dichas conexiones. Estas conexiones se realizan a través de prolongaciones de las neuronas que reciben el nombre de dendritas y axones. Las dendritas son las cortas, las que reciben la información. Los axones son las prolongaciones más largas, las encargadas de transmitir información a otras neuronas. Estos axones van recubiertos de una vaina de mielina, que protege al axón y le permite una mejor transmisión de los datos de una a otra neurona. Se ha podido observar que el uso frecuente de las conexiones permite una aumento de la capa de mielina, con una mejora en la conducción. Pero también existe el fenómeno contrario: La Poda sináptica.
Esta "poda" consiste, tal como indica su nombre, en que aquellos circuitos que no son utilizados pierden la capacidad de conexión, esta conexión se interrumpe y acaban muriendo. Eso significa que existe una reestructuración cerebral que no se conocía hace treinta años. Y de hecho, se ha podido observar que existen ciclos de crecimiento y reestructuración cerebral, uno de ellos iría de los 12 meses a los 5 años y otro de ellos se daría en la primera fase de la adolescencia.
¿Quienes son las personas que nos han ido descubriendo estos hallazgos? ¿Cómo han conseguido llegar a dichas conclusiones? No sólo han descubierto lo escrito más arriba, sino que han llegado a conclusiones mucho más atractivas para nuestro día a día, pero merecen que se vayan descubriendo poco a poco.
Por todo ello, les emplazo para el próximo post. Y les dejo con una imagen de una de las maravillas de la vida: el cerebro humano.
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