martes, 10 de diciembre de 2024

MEDICINA: Fracturas distales de radio

 


La fractura del extremo distal del radio (FEDR) es una de las fracturas más comunes en adultos, corresponde al 18% de las fracturas totales [7].

Las fracturas del radio distal (FRD) suelen ser lesiones complejas que pueden afectar a la

metáfisis y a la epífisis radial y al extremo distal del cúbito. Las lesiones asociadas de la articulación radio-cubital distal y del cúbito distal son frecuentes. De hecho, las fracturas del radio distal (FRD) son indisociables de las lesiones del extremo distal del cúbito [2], por lo que se justifica plenamente la denominación de fracturas del extremo distal de ambos huesos del antebrazo.

En cuanto a los factores de riesgo de sufrir este tipo de fracturas, por un lado, encontramos factores personales, como son la edad, sexo, el estilo de vida o el estado de salud en el que se encuentra el paciente, como puede ser la presencia o no de osteoporosis. Y por otro lado los factores ambientales, como el clima en el que vive la persona o la densidad de población [8].

Mecanismo de producción.

Se considera la fractura más frecuente, afecta principalmente a personas de mayor edad y se produce como consecuencia de una caída sobre la mano extendida [1]. Puede clasificarse en dos tipos, dependiendo del mecanismo de producción:

Por extensión: fractura de Colles.

Por flexión: fractura de Goyrand y fractura de Smith o de Colles invertida.

Diagnóstico

Aunque el diagnóstico de fractura se realiza mediante el estudio radiológico, debemos sospecharlas ante una caída con apoyo de la mano y con clínica de dolor importante a la palpación e impotencia funcional. Además, podemos encontrar deformidad o hinchazón de la muñeca.

La presentación clínica se caracteriza por dolor y edema en la muñeca y en la zona distal del antebrazo. En la fractura de Colles [1] se observa la típica deformidad «en dorso de tenedor», debido al desplazamiento dorsal del extremo distal del radio.

De rutina se utiliza la radiografía con proyecciones anteroposterior y lateral, donde se pueden observar los trazos de fractura y la estabilidad que presenta. La tomografía computerizada (TC) podría ser útil en fracturas intraarticulares y la resonancia magnética (RMN) si hay lesiones de partes blandas o para descartar la fractura [7]. La imagen radiográfica nos ofrece una visión de la disposición de los huesos de la muñeca, la distancia entre ellos nos sirve para valorar la fractura, si es simple o compuesta, si hay conminución, si existe dislocación de la articulación, si está impactada, además de medir la inclinación radial y los grados de desplazamiento que presenta [7]. Y con todo esto saber qué tipo de fractura es la que presenta el paciente.

Tratamiento

La elección del tratamiento ante una fractura de radio distal depende de muchos factores como son el tipo de fractura, la estabilidad o inestabilidad que presenta, la calidad de la reducción, si se trata de la mano dominante o de la no dominante, la ocupación que tiene el paciente y el nivel de actividad que realiza, además de los factores de riesgo que presenta el paciente.

Los criterios de inestabilidad que se utilizan hoy en día fueron descritos por Lafontaine a través de cinco predictores como son:

• Personas mayores de 60 años

• Angulación dorsal > 20 grados

• Conminución dorsal

• Fractura que involucre de manera parcial o completa la superficie articular

• Fractura de cubito asociada

Actualmente consideramos pues que la fractura es inestable cuando nos encontramos con al menos tres de los cinco criterios.

Radiológicamente, existen otros criterios de inestabilidad que son [9]:

- Desplazamiento dorsal >15º

- Desplazamiento volar >20º

- Desplazamiento cubital >4mm

- Inclinación radial <10º

El tratamiento conservador es el más frecuente [1] y el más utilizado cuando la fractura no está desplazada o se encuentra mínimamente desplazada, cuando la reducción es aceptable y no hay otras lesiones. La mayoría de los ensayos aleatorios no logran mostrar evidencia convincente de la superioridad de una técnica de tratamiento, quirúrgica o conservadora, sobre otra para todo el espectro de FRD. La variedad y complejidad de los patrones de fractura, las lesiones asociadas a los ligamentos radiocubital e intercarpiano distal, los factores del paciente (p. ej., osteoporosis, nivel de actividad, enfermedad sistémica) impiden una única solución para el conjunto de todas las FRD. Por otro lado, el tratamiento quirúrgico implica complicaciones debidas a la cirugía que con el tratamiento conservador se evitan.

El tratamiento ortopédico o conservador se basa en la aplicación de un yeso o un material equivalente, destinado a la contención de una fractura no desplazada o reducida por maniobras externas. Siempre debe efectuarse una inmovilización con cabestrillo durante 6 semanas, pues limita el riesgo de desplazamiento secundario y permite la cicatrización de posibles lesiones capsulo-ligamentosas [2].

La reducción debe realizarse bajo anestesia. Se procede a la infiltración por vía dorsal de 10-20 mL de un anestésico local en el foco de fractura. Tras la administración del anestésico, es necesario permitir que éste se difunda alrededor de la zona de fractura, lo cual supone una espera de entre 5 y 10 minutos.

La reducción se consigue realizando una tracción longitudinal firme a la vez que se presiona directamente sobre el fragmento distal, ejerciendo simultáneamente flexión (en la fractura de Colles) o extensión (en la fractura de Colles invertida) del carpo, disponiéndolo en pronación y desviación cubital. Posteriormente se aplica durante 4-7 semanas un yeso antebraquial completo en flexión palmar y desviación cubital [1, 6]. Hay que realizar control radiológico posterior.

Aproximadamente, a los 10 días hay que realizar un nuevo control radiológico para asegurar que se mantiene la reducción y, por tanto, la estabilidad de la fractura. A las 6 semanas, se recomienda un último control radiológico para verificar la curación de la fractura y la posición aceptable de los fragmentos de la misma [6].

El gran reto del tratamiento ortopédico de la fractura de Colles no consiste tanto en la reducción de la fractura como en el mantenimiento de la posición de la misma durante el periodo de inmovilización.

Se recomienda que los pacientes que presenten niveles desproporcionados de dolor, pérdida del movimiento, edema o una recuperación funcional retrasada deben ser evaluados y tratados mediante rehabilitación y realizar fisioterapia o terapia ocupacional [10].

Complicaciones.

Dos problemas dominan la evolución: por una parte, la repercusión sobre la articulación radio-cubital distal (los dolores cubitales de la muñeca son la secuela más frecuente de la FRD) y, por otra, la aparición de una algodistrofia, que afecta al 25-33% de los casos y que puede dejar secuelas funcionales prolongadas e incluso definitivas [3, 6].

Lo que se asocia a una inestabilidad radio-cubital distal (RCD) no es tanto el nivel de la fractura como su desplazamiento. Un acortamiento radial de 3-5 mm o una desviación dorsal de más de 20° afectan al resultado funcional. Los mismos efectos producen una inclinación radial menor de 10° o una traslación radial mayor de 2 mm. El estudio de Gliatis et al. demuestra que los parámetros extraarticulares no influirían en la intensidad o la frecuencia de los dolores de la muñeca tras un seguimiento de 5 años [4], como tampoco lo harían los parámetros intraarticulares.

La edad es un factor importante pero no hay consenso sobre una edad a la que se debería ofrecer un tipo de tratamiento u otro, no hay una edad de corte que muestre a partir de qué edad se considera a un paciente mayor o joven. Existen estudios donde se observa que en los mayores de 60 años hay más tendencia a desplazamiento secundario [9]. Es bien sabido que incluso las fracturas sin desplazamiento primario pueden desarrollar un desplazamiento secundario, bajo tratamiento conservador, en el momento de la curación completa, y, por el contrario, las fracturas con un desplazamiento primario considerable pueden, después de la reducción e inmovilización, curar anatómicamente con un yeso [6].

Algodistrofia (AD) o síndrome doloroso regional complejo de tipo 1

Su prevalencia es del 15-35% en los estudios prospectivos recientes [5], con una incidencia más elevada en los casos de fractura asociada de la estiloides cubital. La AD era el factor que más influía sobre el resultado funcional y la satisfacción del paciente a 1 año. El diagnóstico es clínico y se apoya en las características del dolor, los trastornos simpáticos y los trastornos motores. Ningún tratamiento médico modifica la evolución espontánea si la AD ya está instaurada.

La AD se ha observado que puede ocurrir en cualquiera de los tratamientos utilizados [11]. Junto a este hallazgo, se ha documentado la asociación entre AD, el sexo femenino, y las fracturas de alta energía [12].

BIBLIOGRAFÍA

[1] Jiménez Murillo L., Roig Rodríguez J.J., Moreno Herrera C.M., Vida Pérez M., Bravo Aguilera C., Montero Pérez F.J. “Fracturas y luxaciones de la cintura escapular y del miembro superior” Capítulo 186. “Medicina de urgencias y emergencias, 7.ª edición”. Edit. Elsevier España S. L. U. 2023; 1022-1038.

[2] Laulan J., Obert L. “Fractures de l’extrémité distale des deux os de l’avant-bras chez l’adulte”. EMC (Elsevier Masson SAS, Paris), Appareil locomoteur, 14-045-B-10, 2009.

[3] Laulan J, Bismuth JP, Sicre G, Garaud P. “The different types of algodystrophy after fracture of the distal radius. Predictive criteria of outcome after 1 year”. J Hand Surg [Br] 1997;22: 441-7.

[4] Gliatis JD, Plessas SJ, Davis TR. Outcome of distal radial fractures in young adults. J Hand Surg [Br] 2000; 25:535-43.

[5] Dumontier C, Herzberg G. “Les fractures fraîches du radius distal chez l’adulte”. Rev Chir Orthop 2001; 87:1S67-1S141.

[6] Tägil M. Distal Radius “Fractures”. Capítulo 15. “Green's Operative Hand Surgery, Eighth Edition”. Edit. Elsevier, Inc. 2022; 601–676.

[7] Hove LM, Lindau T, Hølmer P. “Distal Radius Fractures Current Concepts”. 1st ed. Berlin Heidelberg: Springer-Verlag; 2014.

[8] Solvang HW, Nordheggen RA, Clementsen S, Hammer O-L, Randsborg P-H. “Epidemiology of distal radius fracture in Akershus, Norway, in 2010–2011”. Journal of Orthopaedic Surgery and Research. 13 de agosto de 2018;13(1):199.

[9] Walenkamp MM, Aydin S, Mulders MA, Goslings JC, Schep NW. “Predictors of unstable distal radius fractures: a systematic review and meta-analysis”. J Hand Surg Eur Vol. 2016 Jun;41(5):501-15.

[10] Handoll HH, Elliott J. “Rehabilitation for distal radial fractures in adults”. Cochrane Database Syst Rev. 2015 Sep 25;(9):CD003324.

[11] Lutz K, Yeoh KM, MacDermid JC, Symonette C, Grewal R. “Complications associated with operative versus nonsurgical treatment of distal radius fractures in patients aged 65 years and older”. J Hand Surg Am. julio de 2014;39(7):1280-6.

[12] Roh YH, Lee BK, Noh JH, Baek JR, Oh JH, Gong HS, et al. “Factors associated with complex regional pain syndrome type I in patients with surgically treated distal radius fracture”. Arch Orthop Trauma Surg. diciembre de 2014;134(12):1775-81.

martes, 3 de diciembre de 2024

MEDICINA: Síndrome de Distress Respiratorio Agudo (SDRA)

 


El síndrome de dificultad respiratoria aguda (SDRA) del adulto es un edema lesional que se debe a una permeabilidad anormal de la membrana alveolo-capilar pulmonar, que aparece tras una lesión directa o indirecta, asociado a una inflamación pulmonar intensa y a una hipoxemia grave.

Desde su descripción inicial en 1967, el SDRA ha sufrido numerosos intentos de definición. En la definición más reciente [2] se han tratado de compensar algunos límites de la definición precedente:

• se ha precisado la aparición aguda en el plazo de 1 semana, aunque en la mayoría de los casos se declara dentro de las 72 horas siguientes a una lesión pulmonar.

• las pruebas de imagen, que ya no se limitan a la radiografía, deben permitir identificar opacidades bilaterales.

• hay que descartar de manera categórica un componente hidrostático de edema pulmonar y/o insuficiencia cardiaca, a partir de datos objetivos (presión en la aurícula izquierda por ecocardiografía o catéter de Swan-Ganz), pero sólo si no se ha demostrado con claridad un factor de lesión pulmonar.

• la hipoxemia se determina según la relación PaO2/FIO2 (presión arterial de oxígeno/fracción inspirada de oxígeno) con una presión espiratoria positiva (PEP) de al menos 5 cmH2O y permite clasificar al SDRA en tres estadios: leve, moderado y grave, con umbrales de PaO2/FIO2 de 300, 200 y 100 mmHg, respectivamente.

Se recomienda confirmar los elementos de la definición, en particular la hipoxemia, al cabo de las 12-24 horas de evolución lo que permite identificar a los pacientes de pronóstico desfavorable.

La incidencia del SDRA es de 78,9 casos cada 100.000 personas por año [2]. Los factores de riesgo de mortalidad no modificables por un tratamiento son, sobre todo, la edad avanzada, la gravedad inicial elevada, un estado de shock, un plazo más corto en UCI tras la aparición del SDRA, una duración de hospitalización más larga antes del inicio del SDRA, el aspecto radiológico y la inmunodeficiencia.

El SDRA es la expresión de una lesión de la membrana alveolo-capilar del pulmón, que puede ser directa, en el lado epitelial, o exterior, de la membrana, como en las neumonías infecciosas, o indirecta, en el lado endotelial, o interior, como tras un shock séptico de origen urinario. Así pues, la sepsis infecciosa es la primera causa de SDRA. Una vez dada la causa que provocaría el SDRA, solamente se produce el cuadro de SDRA en el 25% de los casos. Para que un SDRA aparezca después de un factor de riesgo determinado, es preciso que haya otros factores antes, durante o después de la exposición a este factor principal. Por otro lado, la respuesta del huésped es la responsable de que, tras una lesión pulmonar, algunos pacientes desarrollen un SDRA y otros no lo hagan. Aunque no se conoce bien su naturaleza, parece que en ella participan factores genéticos.

Entre los factores de riesgo directos, la neumopatía infecciosa es la causa más frecuente. Entre los factores de riesgo indirectos, la sepsis extrapulmonar es la causa más frecuente.

En la actualidad, el diagnóstico de SDRA se basa en la identificación de los criterios de la definición [1]. El análisis del contexto de aparición es fundamental. Dado que la sepsis es la causa principal del SDRA, determinar el punto de partida de la infección (pulmonar o extrapulmonar) y el agente infeccioso responsable es la base del diagnóstico etiológico. El SDRA por inhalación se da cuando existe aspiración de líquido gástrico por reflujo gastroesofágico, ahogamiento, inhalación de cloro o de humo [3].

BIBLIOGRAFÍA

[1] Ranieri V.M., Rubenfeld G.D., Thompson B.T., Fergsuon N.D., Cladwell E., Fan E., et al. “Acute respiratory distress syndrome. The Berlin Definition”. JAMA 2012;307: E1–8.

[2] Rubenfeld G.D., Caldwell E., Peabody E., Weaver J., Martin D.P., Neff M., et al. “Incidence and outcomes of acute lung injury”. N Engl J Med 2005; 353:1685–93.

[3] Bedet A., Mekontso Dessap A. “Edema pulmonar”. EMC - Tratado de medicina Volume 24; n◦2; junio 2020.

martes, 26 de noviembre de 2024

MEDICINA: Complicaciones respiratorias postoperatorias

 

Las complicaciones respiratorias postoperatorias (CRPO) son frecuentes después de una cirugía y tienen un impacto significativo en términos de morbilidad, mortalidad y coste. Los cambios en el sistema respiratorio se producen tan pronto como se induce la anestesia general. Los factores de riesgo de CRPO son numerosos y pueden dividirse en factores modificables y no modificables.

A pesar de las mejoras en las prácticas y los avances técnicos, tanto anestésicos como quirúrgicos, las complicaciones respiratorias postoperatorias (CRPO) son un problema por sí mismas en la era moderna de la medicina perioperatoria. Su incidencia es mayor que la de las complicaciones cardíacas, con una contribución equivalente a la morbilidad (aparición de enfermedad) perioperatoria y la duración de la estancia hospitalaria.

Al contrario de lo que ocurre con las complicaciones quirúrgicas, no existe hasta la fecha una definición y clasificación precisa de las CRPO [1].

Excluyendo la cirugía cardiotorácica, la incidencia media de CRPO oscila entre el 2% y el 19%, con algunas series de pacientes bajo anestesia general en las que llega a alcanzar el 30% [2]. Una definición más restrictiva (necesidad de ventilación mecánica > 48 h) muestra una incidencia de CRPO del 3,4% en todos los tipos de cirugía. Si se aplica una definición mucho más amplia la incidencia es aún mayor, alcanzando el 5% de todas las intervenciones quirúrgicas.

Los cambios respiratorios inducidos por la anestesia general comienzan tan pronto como el paciente pierde el conocimiento. Se inhibe el control central de la respiración, lo que da lugar a una apnea prolongada seguida de la reanudación de la ventilación espontánea. La respuesta fisiológica del cuerpo a la hipercapnia (niveles de CO2 altos) y la hipoxemia (niveles de O2 bajos) se ve afectada, incluso con dosis bajas de agentes anestésicos.

La actividad de los músculos respiratorios (principales y accesorios) se modifica inmediatamente después de la inducción anestésica. Los cambios habituales inducidos por la anestesia incluyen: obstrucción de las vías respiratorias, disminución de la concavidad de la columna torácica, desplazamiento cefálico del diafragma (con la consecuente disminución del volumen pulmonar inspirado y, por tanto, de la capacidad funcional pulmonar) y la disminución del diámetro transversal de la caja torácica [1].

Los efectos de los agentes anestésicos en la función de los músculos respiratorios dependen de varios factores, como la naturaleza de la propia molécula, la dosis total, el nivel de anestesia obtenido y el propio grupo muscular. En efecto, la función de los músculos de las vías respiratorias superiores se ve más afectada por el sueño, los agentes anestésicos y los hipnóticos que los músculos inspiratorios. Los halogenados, los barbitúricos, los psicodislépticos y las benzodiazepinas disminuyen la estimulación nerviosa de los músculos de las vías respiratorias superiores y los músculos inspiratorios. Las sustancias psicodislépticas, como la ketamina, también disminuyen ambos grupos musculares, pero con menor intensidad en comparación con otras clases de medicamentos.

Hay muchas razones para desarrollar hipoxemia inmediatamente después de la cirugía en la sala de recuperación. Entre las etiologías figuran principalmente el efecto residual de los agentes anestésicos que provocan hipoventilación, la obstrucción de las vías respiratorias superiores y la desregulación de los controles centrales de la ventilación sensibles a la hipercapnia o la hipoventilación relacionada con el dolor, en particular durante la cirugía abdominal. En respuesta a este dolor, los pacientes tienden a hipoventilar y a tener una tos ineficaz, lo que aumenta el riesgo de desarrollar una infección. Para prevenir y/o tratar estas complicaciones, los médicos disponen de medios sencillos: una analgesia eficaz, la monitorización de la saturación de oxígeno y la oxigenoterapia para obtener una saturación de oxígeno superior al 92%, son medidas eficaces para combatir estas hipoxemias.

Algunas características de los agentes halogenados parecen ser beneficiosas para la función respiratoria durante la anestesia: inicio de acción y de eliminación rápidos en comparación con los agentes anestésicos intravenosos, inmunomodulación y broncodilatación, lo que permite una reducción significativa del tiempo de intubación. Los halogenados tienen efectos inmunomoduladores propios que reducen la inflamación y atenúan las lesiones pulmonares [3]. El uso de halogenados en cirugía no cardíaca se asocia con una disminución de las CRPO y una reducción de la mortalidad a los 30 días [4].

BIBLIOGRAFÍA

[1] Blondonnet R., James A., Godet T., Constantin JM. “Complicaciones respiratorias postoperatorias”. EMC – Anestesia-Reanimación. Volume 47; nº1; febrero 2021.

[2] Diaz-Fuentes G., Hashmi H.R., Venkatram S. “Perioperative evaluation of patients with pulmonary conditions undergoing non-cardiothoracic surgery”. Health Serv Insights 2016; 9:9–23.

[3] Jabaudon M., Boucher P., Imhoff E., Chabanne R., Faure J-S., Roszyk L., et al. “Sevoflurane for sedation in ards: a randomized controlled pilot study”. Am J Respir Crit Care Med 2017; 195:792–800.

[4] Grabitz S.D., Farhan H.N., Ruscic K.J., Timm F.P., Shin C.H., Thevathasan T., et al. “Dose-dependent protective effect of inhalational anesthetics against postoperative respiratory complications: a prospective analysis of data on file from three hospitals in New England”. Crit Care Med 2017;45: e30–9.

martes, 19 de noviembre de 2024

MEDICINA: Dolor abdominal

  

El dolor abdominal es un motivo muy frecuente de consulta, ya sea en el contexto de una urgencia o de una consulta programada, tanto si se trata de un dolor agudo reciente como de un dolor de más larga data, incluso crónico. Representa el 15-20% de los motivos de consulta en los servicios de urgencias [1]. La mayoría de estos dolores tienen una etiología benigna, por lo que el objetivo inicial de la asistencia médica es identificar a aquellos pacientes cuyo dolor abdominal sea debido a una patología grave [2]. Para ello es importante una buena anamnesis y exploración, enfocado a detectar signos y síntomas de alarma.

La clínica de dolor abdominal, en ocasiones, puede ser muy inespecífica pudiendo ser sutil en su inicio y variable en el tiempo, dificultando el reconocimiento precoz de su causa, retrasando así el tratamiento. Los diagnósticos más frecuentes dados a estas consultas son: dolor abdominal inespecífico (22,044.3%), apendicitis aguda (15,9-28,1%), enfermedad biliar (2,9-4,0%), perforación gastrointestinal (2,3-15,0%), íleo adinámico (4,1-8,6%), diverticulitis (8,2-9,0%), pancreatitis (3,2-4,0%), cólico renal (5,1%) y enfermedades inflamatorias intestinales (0,6%).

La herramienta para orientar los cuadros de dolor abdominal más sensible y específica, a la vez que económica, es una detallada anamnesis y exploración física [2].

El diagnóstico de “Dolor abdominal” viene avalado por la OMS (Organización Mundial de la Salud) en su Clasificación Internacional de Enfermedades, versión 11 (CIE-11), que está en vigor desde el 1 de enero de 2022, con los siguientes códigos:

 MD81: Dolor abdominal o pélvico.

 MD81.1Z: Dolor abdominal localizado, sin especificación.

 MD81.2: Dolor abdominal generalizado.

 MD81.4: Dolor abdominal de otro tipo y de tipo no especificado.

BIBLIOGRAFIA

[1] Alvarado Blasco, M., Pérez Torres, J. (2016). Dolor abdominal agudo. En Manual de diagnóstico y terapéutica médica. Hospital Universitario 12 de Octubre. 8.ª edición. Madrid, pp.139-151.

[2] Guía clínica de dolor abdominal agudo (2021). [Internet. Fisterra.com]. [Consulta: 15 mayo 2024]. Disponible en: https://www.fisterra.com/guias-clinicas/dolor-abdominal-agudo.

martes, 12 de noviembre de 2024

MEDICINA: Dismenorrea

 

La dismenorrea es uno de los síntomas ginecológicos más frecuentes en la adolescencia y suele empezar de 1 a 3 años después del inicio de la menstruación o menarquia. Aproximadamente un 10% de las mujeres pospuberales quedan incapacitadas de 1a 3 días de cada mes para realizar sus actividades normales.

El dolor suele iniciarse dentro de las 4 h primeras del comienzo de la menstruación, alcanza su acmé en el primer día de la regla y suele terminar a las 24-48 h. El dolor menstrual puede variar desde un dolor sordo hasta una sensación de presión, contracciones o cólicos de tipo espasmódico o continuo. Puede ir acompañado de náuseas y vómitos, diarrea o estreñimiento, etc. El dolor normalmente es pélvico, pero puede irradiarse a la región inguinal y a la zona lumbar.

La dismenorrea de la adolescente es, salvo alguna excepción, primaria y funcional. La forma severa se caracteriza porque el dolor es muy intenso y suele acompañarse de signos funcionales como náuseas, vómitos y diarreas.

Las tasas de afectación de la población son muy variables, entre el 20 y 60%, siendo de carácter severo entre el 10 y el 15%.

El diagnóstico clínico se basa principalmente en la práctica de una anamnesis detallada y bien dirigida, enfocando las preguntas con relación a los síntomas. Se trata de conocer la historia ginecológica y antecedentes patológicos, previos al dolor menstrual de la adolescente, y preguntar sobre los posibles sistemas involucrados, genital, urinario y digestivo.

BIBLIOGRAFÍA

-“Dismenorrea en la adolescencia”. Sociedad Española de Ginecología y Obstetricia. Prog Obstet Ginecol. 2014;57(10):481—485.