lunes, 27 de octubre de 2014

HOY HA SUBIDO AL CIELO UN ÁNGEL


Era una personita menuda, no podía decir frases largas, se equivocaba al articular algunas palabras. Había pasado toda su vida en el mismo lugar, con salidas esporádicas al exterior. Según la medida de los hombres, tenía un coeficiente intelectual bajo, la habían diagnosticado de retraso mental. Por ello estaba, tal como lo llaman ahora, institucionalizada.

A lo largo de su vida había sufrido diversas enfermedades, una de ellas, del hígado, era la más preocupante. Por aquellas cosas que pasan a los más sencillos, una operación le había dejado un enorme bulto en su abdomen. Casi siempre iba acompañada de otra persona, de características similares que la providencia le había dado como hermana.

En el tiempo que la conocí, cerca de cinco años, había salido al exterior para ir a distintas excursiones a la gran ciudad, y también, y eso era lo que le hacía más ilusión, para ir a la playa. “La paya” decía ella, con una gran sonrisa, que reflejaba su gran ilusión por ver el mar.

Y en esos cinco años que la he conocido, nunca la he visto una mala cara. Cara de preocupación, sí. Pero cara de enfado, de enfurruñamiento como los chicos pequeños nunca. Siempre te recibía con un saludo y con una gran sonrisa, te llamaba por tu nombre y te cogía la mano.

Hace unos meses estuvo muy malita, ya se le venían presentando las complicaciones. Tanto era así, que desde el hospital nos dijeron que había poco que hacer. Yo la estaba esperando con miedo. Me tocaba recibirla. Cuando entré, esperando ver a una persona postrada en la cama, con cara de sufrimiento y dolor, no fue eso lo que me encontré.

Ella me recibía con los brazos abiertos, con una de sus amplias y contagiosas sonrisas y llamándome por mi nombre. No sólo su ánimo estaba por encima de la enfermedad, sino que lo irradiaba a los demás. Ese es uno de los momentos que ya han quedado grabados en mi memoria.

Por todas esas razones, independientemente que se crea o no en ello, hoy sé con seguridad que un ángel ha subido al cielo.

miércoles, 22 de octubre de 2014

REFLEXIONES DE MOUNA SALEH


DJIBOUTI

 Mouna Saleh Hassan es una chica que estudia 2º de Bachillerato en Ali-Sabieh, una ciudad de Djibouti, el pequeño país situado en la entrada del mar Rojo, entre Etiopía, Eritrea y Somalia.

   ¿Por qué la traigo a este post? bien. Hace aproximadamente dos meses leí una carta que le publicaron en una revista mensual de ámbito más o menos restringido. En ella, con sencillez, pero también con mucha claridad nos habla, y me habló, en la distancia de su cultura y de la globalización.    Me llamó la atención lo bien que supo distinguir en dicha carta los peligros de la globalización, la cual quizá no sea tan positiva como creemos. Quizá nos estamos acercando más al "mundo feliz" de Huxley de lo que nos pueda parecer, a ser quizá demasiado homogéneos en todo.
  
   Su carta es un canto a la diversidad y al mismo tiempo, a la armonía.
   Sin más paso a transcribir sus palabras esperando que os sirvan a todos vosotros.
   Un fuerte abrazo y os dejo con Mouna.


ALI-SABIEH
<<Nuestro modo de vida es distinto del de los occidentales. Nuestra cultura nacional incluye los cantos, juegos, vestimenta, que vienen de nuestra tradición originaria, especialmente de los pastores nómadas, de los guerreros, de los mercaderes de las costas y de los caravaneros. Porque los habitantes de nuestro país no tienen todos el mismo origen. Nuestra cultura se enriquece con varias tradiciones: somalí, afar, árabe, que reflejan un mismo género de vida y una pertenencia común al islam. Las culturas extranjeras no están ausentes.
   La situación de nuestro país, nuestra religión e historia explican que las dos lenguas oficiales sean el francés y el árabe. Las lenguas maternas empleadas por la casi totalidad de los yibutianos son el somalí, el afar, y el árabe. Nuestra religión es la musulmana. Nosotros y los cristianos tenemos diferente religión, diferente cultura y diferentes formas de vida. También hemos intercambiado la cultura occidental. Tenemos diferentes formas de vivir e incluso de pensar.
   Gracias a la globalización existe un intercambio cultural entre países. La globalización cultural corresponde a la emergencia de una cultura homogénea, la cultura mundial, nacida de la aportación de las diversas culturas nacionales. Pero a causa de la dominación del mundo por Occidente, la uniformidad cultural se refiere, con mucha frecuencia, a la occidentalización de la cultura y, más precisamente, a la americanización del mundo, es decir, a la difusión planetaria de la cultura americana.
   Hablar de uniformidad cultural puede también referirse a los productos, las prácticas, las formas de vida, los gustos, las normas, los valores. Incluso en los Países en Vías de Desarrollo se asiste a una occidentalización de la cultura, en el ámbito del consumo, en la alimentación, en la ropa, en la música, en el cine. En estos últimos tiempos se ve que incluso Yibuti se ha americanizado. Los yibutianos se visten igual que los americanos y tenemos también los mismos platos que los occidentales, como la pizza.


YIBUTI (Capital)


   Los medios de comunicación juegan también un papel muy importante. La televisión es hoy un medio de comunicación importante utilizado en todo el mundo, y las informaciones se conocen al mismo tiempo y con gran rapidez en todo el mundo.>>

martes, 21 de octubre de 2014

SIGUE TOCANDO

     Con el deseo de animar  a su hijo, para que avanzara en el piano, una madre llevó a su pequeño a un concierto de Paderewski. Después de sentarse, la madre vio a una amiga en la platea y fue a saludarla. El pequeño, cansado de esperar, se levantó y comenzó a recorrer el lugar hasta que llegó a una puerta donde estaba escrito: Prohibida la entrada.
     Cuando las luces se apagaron y el concierto estaba a punto de empezar, la madre regresó a su lugar y descubrió que su hijo no estaba allí... De repente, las cortinas se abrieron y las luces cayeron sobre un impresionante piano Steinway en el centro del escenario... Horrorizada, vio a su hijo sentado inocentemente al teclado, tocando las notas de "Mambrú se fue a la guerra". Entonces, el gran maestro entró, rápidamente fue al piano y susurró al oído del niño: "No pares, SIGUE TOCANDO".



     Entonces, Paderewski extendió su mano izquierda y empezó a llenar la parte del bajo. Luego, puso su mano derecha alrededor del niño y añadió un hermoso arreglo a la melodía. Juntos, el viejo maestro y el joven aprendiz, transformaron una situación embarazosa en una situación maravillosamente creativa. El público, emocionado, aplaudió puesto en pie.

Anónimo.

No es que me haya dado por lo cuentos, pero este que he leído hoy merecía la pena. ¿Cuántas veces nos preocupamos por cosas que son superfluas? ¿Cuántas veces dejamos que las oportunidades de vivir una experiencia maravillosa queden truncadas por las convencionalidades o las conveniencias? ¿Cuántas veces, llevados de un sentido de la respetabilidad, nos olvidamos de lo realmente importante, el ser humano?
Si el maestro Paderewski hubiera pensado en su posición, en su trabajo, en su categoría, en su espectáculo, en su prestigio... ¿Qué hubiera ocurrido? Simplemente, que hubiera perdido la ocasión de poder experimentar la maravillosa armonía del ser humano.
¿Valió la pena? Eso es algo que es a tí, querido lector, a quién corresponde decidirlo. Pero termino con otra pregunta... ¿Habrías sido capaz de hacer lo mismo?

domingo, 19 de octubre de 2014

EL CUENTO DE LA PRINCESA Y EL ZAPATERO

Después del paréntesis vacacional, comienzo esta nueva andadura con un cuento que inventé hace mucho, mucho tiempo, paseando por un jardín. No pretende ser más que eso. Un cuento que se pueda contar a los niños para que se duerman. Si es que aún existiera esa costumbre...

     Una princesa se vio obligada por su padre, el rey, a casarse para asegurar la continuidad del reino. La princesa estaba triste porque no quería casarse por obligación. Y entonces decidió recorrer el reino de incógnito, pero sin que lo supiera su padre, y saber si había alguien que le gustara. Y en una parada del camino se le rompió un zapato.
     Encontró a un zapatero y decidió que se lo arreglara. El zapatero aceptó el encargo sin saber que era la princesa, y le pidió que volviera a la semana siguiente. Cuando volvió se encontró con una par de zapatos nuevos que el joven zapatero le había hecho. Eran más bonitos que nos anteriores. Cuando la princesa quiso pagarlos, el joven insistió en que los había hecho para regalárselos, en sustitución de los viejos, y para que le recordara allí donde fuera. Al final, la princesa aceptó y se los puso. Nunca se había puesto unos zapatos tan cómodos y con ellos volvió a palacio.



     Durante las siguientes semanas, estuvo pensando en todos aquellos que había conocido y siempre acababa por mirarse los zapatos y sonreír.
     Dado que su hija no se decidía, el rey organizó un gran baile, al que invitó a todos los buenos partidos que había en el reino. Con ello quería que su hija se decidiera. Tenía la esperanza que el gran baile acabara con el compromiso de la princesa con alguno de loso nobles jóvenes que acudirían al mismo.
     El baile transcurrió como es normal en esos casos y cuando al final del mismo la princesa le dijo a su padre que ya había decidido, éste se llenó de tanto júbilo que, sin mediar más, hizo parar la música para dar la gran noticia. todos quedaron muy atentos, y cuando la princesa dijo quién era el elegido, a su padre, el rey, casi le da un soponcio.
     La princesa había escogido el humilde zapatero que tan gentilmente la había hecho aquel par de zapatos. Y aunque el rey intentó impedir el enlace, pues no quería ver a su hija casada con un simple artesano, al final, ante la determinación de la princesa y su disposición a abandonar el palacio si no respetaban su decisión, tuvo que aceptar al sencillo zapatero.
     No es necesario contar la sorpresa del zapatero cuando el heraldo real llegó a su humilde cabaña. Y mayor sorpresa aún cuando fue solicitado a ir a palacio para ser recibido por el rey. Y cada vez fue a más su sorpresa al darse cuenta que la bella joven a la que había hecho los zapatos, y de la que se había enamorado, era la princesa.
     Los esponsales se celebraron con gran júbilo de todos los habitantes del reino. Y el rey, al ver a la princesa feliz, dió por buena la decisión y firmeza de su hija, que tantas preocupaciones le había dado.

Y colorín colorado... Os dejo pensando, y con la fantasía volando.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

LA EXALTACIÓN DE LA SANTA CRUZ

El domingo pasado, se celebró en varios pueblos de nuestro país una fiesta que se refiere a uno de los símbolos más importantes, por no decir fundamental de la religión cristiana. Tanto es así, que se trata de una celebración que no se circunscribe a los santos canonizados desde la Sede Apostólica Romana. Se celebra también dentro de la Iglesia Ortodoxa. No se trata de celebrar la vida de ninguna persona o personaje histórico a lo largo de estos últimos 2.000 años. Se trata de la fiesta denominada de Exaltación de la Santa Cruz.




Es una fiesta que, por diversas razones, la tengo un cariño especial. Pero dichas razones no vienen aquí al caso, pues a lo que me quiero referir es al trasunto cultural cristiano de la misma.

Si dejamos que nos expliquen esta fiesta, harán hincapié en los aspectos teológicos, sobrenaturales o escatológicos de la misma. Pero yo me quiero ceñir más bien a su origen.

Porque si buceamos en el origen de dicha fiesta, nos encontramos unas historias que podrían ser la base, y de hecho en algunos casos lo son, de importantes libros de éxito de ventas.


Todo comienza allá por el s.III de nuestra era. A principios, concretamente. El Imperio Romano se encuentra debilitado por luchas entre distintos líderes que quieren hacerse con el trono imperial. Acaba de pasar la gran persecución de Diocleciano contra los cristianos. La última, y quizá la más sangrienta que haya realizado el Imperio Romano. Es más peliculera la de Nerón, llevada al cine multitud de ocasiones por razones que no vienen aquí al caso. Pero Diocleciano extiende la persecución por todo el Imperio, no sólo por Roma, como ocurrió con la de Nerón. A pesar de ello, no consigue "extirpar" el mal cristiano que está dañando y socavando el imperio. O, al menos, es lo que él cree.


Tras su muerte se sucederán una serie de emperadores que intentarán extender su poder por todo el vasto imperio, y ocurrirán luchas civiles entre los partidarios de uno y otro candidato al cetro imperial.

En este estado de cosas, una joven, algunos señalan que era princesa britana, otros que pertenecía a la nobleza iliria (los actuales Gran Bretaña, y Croacia), se casa con un alto oficial de las legiones romanas. Tiene un hijo con él, le llaman Constantino y queda a su cuidado mientras el oficial se dirige a dirimir los distintos enfrentamientos que se suceden en las fronteras del imperio. Poco a poco la va olvidando y ella queda relegada a un segundo plano.

Por azares del destino, al cabo de un largo tiempo su hijo se convierte en general de las legiones romanas y augusto, siendo uno de los candidatos a la tiara imperial. Se enfrenta a su enemigo Majencio y le vence en la batalla del puente de Milvius, a las afueras de Roma. Corría el año 312.

Una vez que Constantino asume el poder de todo el imperio, hace traer a su madre con él, pues ésta vivía en retirada de forma más o menos forzosa en Iliria y decide la construcción de la capital oriental del Imperio: Constantinopla.




Esta mujer, ya avanzada en edad, madre de Constantino, es Elena. Santa Elena. La artífice del "descubrimiento" de la cruz donde estuvo clavado Jesús de Nazareth.

Santa Elena, que había dejado de lado los cultos paganos, y que había abrazado el cristianismo, decidió, a pesar de su avanzada edad, aproximadamente setenta años, realizar una peregrinación a la tierra donde habían ocurrido los hechos que narraban los Evangelios.
No se conocía el paradero de la cruz. De hecho, 300 años separaban el momento del ajusticiamiento de la investigación que se llevaba en ese momento. A pesar de ello, un judío de Jerusalén, llamado Judas (y que sería recordado más tarde con San Judas Ciriaco), dijo a la Emperatriz y sus colaboradores que conocía donde se encontraba el escondite del Santo Madero.
Santa Elena y su equipo de excavaciones encontraron tres crucifijos, en vez de uno, correspondiendo, como puede comprenderse, los dos sobrantes a cada uno de los dos ladrones que fueron crucificados junto a Jesús, tal como está escrito en el Evangelio. Al no saber cuál sería la Cruz de Jesús, se decidió acercarlas a una moribunda que yacía cerca, para ver si alguna obraba el milagro de curarla. Con las dos primeras no pasó nada, pero al sentir el tacto de la tercera cruz, la desahuciada se levantó diciendo: “¡Dios mío! ¡Estoy curada!”; con lo que supieron cuál era la que correspondía a Nuestro Señor.
Entonces, Santa Elena dispuso que la Cruz se dividiera en tres partes, para que pudiera ser venerada tanto en Roma como en Constantinopla y Jerusalén, desde donde se ha ido dividiendo hasta nuestros días. La Emperatriz y su hijo, Constantino el Grande, encomendaron entonces la construcción de la Basílica del Santo Sepulcro de Jerusalén, para que fuera custodiada una tercera parte del madero y pudiera ser venerada por todos aquellos que así lo quisieran.

Hasta aquí la historia del descubrimiento de la Cruz. Y el lector pensará, bien el 14 de septiembre se conmemora esto. Pues no es así. Aparte de los datos legendarios, como encontrar justamente tres cruces, que no estuvieran carcomidas por el tiempo, y que una de ellas sanara a una moribunda y las otras dos no, aún no estaba tan extendido el culto a objetos. Nos encontramos en los principios del cristianismo y hasta este momento, bastante han tenido los seguidores de Cristo con contarse de forma oral su tradición, desarrollar ciertos conceptos y procurar no sucumbir a las distintas persecuciones que de forma regular se producían en el Imperio Romano.

Todo esto ocurría en el año 320. Trescientos años más tarde, en el 614, Jerusalen es invadida por las tropas del Imperio Persa, Cosroes II saquea la ciudad y se lleva el trozo de cruz que quedaba en Jerusalen, colocándola bajo los pies de su trono, como manifiesto de su desprecio ante la fe de sus enemigos.

Poco le durarían a los persas las conquistas de Cosroes. Jerusalen será recuperada, y el 628, el emperador bizantino Heráclio consigue recuperar la Santa Cruz y el 14 de septiembre de ese año entra triunfalmente en la Ciudad Santa con Ella. Sin embargo ocurre algo que recogerán las crónicas como prueba de la autenticidad de la Cruz que habían arrebatado a los persas.





Según manifiesta la historia, al recuperar el precioso madero, el emperador quiso cargar una cruz, como había hecho Cristo a través de la ciudad, pero tan pronto puso el madero al hombro e intentó entrar a un recinto sagrado, no pudo hacerlo y quedó paralizado. El patriarca Zacarías que iba a su lado le indicó que todo aquel esplendor imperial iba en desacuerdo con el aspecto humilde y doloroso de Cristo cuando iba cargando la cruz por las calles de Jerusalén. Entonces el emperador se despojó de su atuendo imperial, y con simples vestiduras, avanzó sin dificultad seguido por todo el pueblo hasta dejar la cruz en el sitio donde antes era venerada.


Ahí se veneraría hasta un día aciago para los ejercitos cruzados de los reinos latinos de Levante, en 1187. La batalla de Hattin. En la batalla de Hattin, los generales cruzados creyeron que pararían a Saladino con la exposición de la Veracruz y esta se perdió para siempre, pero eso es otra historia.





Fuentes: Catholic.net; aciprensa.com; infovaticana.com; webcatolicodejavier.org