sábado, 16 de abril de 2022

EL AMOR DE LA SABIDURIA ETERNA. 1703. San Luis María Grignion de Montfort

¡Aviso! Es un libro religioso. Y el que quiera leerlo debe tener en cuenta que está escrito por un santo católico. Luego, entonces, lo que va a encontrar es la interpretación de dicha persona sobre la Sabiduría con mayúsculas, que él la basa en Jesucristo como Hijo de Dios. Por tanto, absténganse aquellos que se echan para atrás de aquellos textos en que se habla de Dios, Jesucristo y la Virgen María. Porque éstos son los protagonistas de las páginas de este libro.

Sin embargo, todos aquellos que quieran sentir palabras de consuelo, de alivio, en el transcurrir de sus vidas; y que no les importe que les hablen de la religión católica, se van a encontrar con una lectura acogedora y preciosista. Se trata, como su título indica, un libro de amor. ¿Y qué es lo que se puede escribir cuando se escribe a la persona amada? ¿Al ser vivo al que más quieres? Pues seguramente lo que destacaremos serán todas las virtudes, todas las características positivas, todo aquello que nos hace que nos sintamos atraídos hacia esa persona que nos llena por entero y que sin ella la vida no tendría sentido.

Por tanto, este libro es un texto dedicado al amor que un cristiano, un cristiano auténtico, no de aquellos de cumplimiento (cumpli y miento), de los cuales, gracias a Dios y a la sociedad de nuestros días, van quedando cada vez menos. Decía que el libro describe el amor que un cristiano auténtico tiene hacia Jesucristo y que se puede observar en todo lo que escribe San Luis María Grignion de Montfort.

San Luis María habla de sus fundamentos cristianos profundos. Pone a la figura de Jesucristo, no al Jesús histórico, sino al Jesús Hijo de Dios, como la Sabiduría Eterna. Y esa sabiduría no la hace equivalente a ninguna ciencia o conocimiento humano. La sabiduría de la que habla el santo es la mística con palabras sencillas, cercanas, y vuelvo a decir, acogedoras.

Se nota que me ha gustado, pero reconozco que debe ser para personas que simpatizan con las figuras religiosas del cristianismo. El resto, lo dicho, abstenerse.

VIDA DE SAN LUIS MARÍA GRIGION DE MONTFORT

Se celebra el día: 28 de abril

Nacimiento: 1673 - Muerte: 1716 - País: Francia

Beatificación: León XIII, 22 ene 1888 - Canonización: Pío XII, 20 jul 1947

Hagiografía: «Vidas de los santos de A. Butler», Herbert Thurston, SI

Elogio: San Luis María Grignion de Montfort, presbítero, que evangelizó las regiones occidentales de Francia, anunciando el misterio de la Sabiduría Eterna, y fundó dos congregaciones. Predicó y escribió acerca de la Cruz de Cristo y de la verdadera devoción hacia la Santísima Virgen, y, después de convertir a muchos, descansó de su peregrinación terrena en la aldea francesa de Saint-Laurent-sur-Sévre.

Vida: San Luis María era el mayor de los ocho hijos de Juan Bautista Grignion, modesto ciudadano de Montfort que pertenecía, entonces, a la diócesis de Saint- Malo. Allí nació el santo en 1673. Después de educarse en el colegio de los jesuitas de Rennes, fue al cumplir veinte años a París, a prepararse para el sacerdocio. Como era demasiado pobre para entrar en el seminario de San Sulpicio, ingresó en otra institución dirigida por el P. de la Barmondiére. A la muerte de éste, pasó a un seminario todavía más estricto, en el que reinaba una gran pobreza. Los mismos seminaristas preparaban por turno la comida, «para tener el gusto de envenenarse a sí mismos», según la irónica expresión de uno de ellos. Luis cayó tan enfermo, que hubo de ser trasladado al hospital. Cuando recobró la salud, consiguió ingresar en el seminario de San Sulpicio, donde permaneció hasta el fin de sus estudios. Un año, tuvo el honor de ser uno de los dos mejores estudiantes que, según la costumbre, visitaban un santuario de Nuestra Señora. La peregrinación de aquel año fue a la catedral de Chartres.

El éxito que obtuvo durante sus años de seminario en la catequesis de los niños más abandonados de la ciudad, no hizo más que confirmar su deseo de consagrarse al apostolado. Después de recibir la ordenación sacerdotal, en 1700, estuvo algún tiempo en Nantes, con un sacerdote que se encargaba de preparar a los jóvenes para diversas clases de apostolado y, al fin, fue nombrado capellán del hospital de Poitiers. Pronto emprendió las reformas que necesitaba aquella institución de caridad y organizó, entre el personal femenino, el núcleo de lo que más tarde había de convertirse en la Compañía de las Hijas de la Divina Sabiduría, cuyas reglas redactó entonces. Pero las reformas que había introducido provocaron una violenta reacción, y el santo tuvo que renunciar a su cargo. Enseguida, se dedicó a predicar misiones entre los pobres que acudían en masa a oírle; pero el obispo de Poitiers, a instancias de los enemigos del siervo de Dios, le prohibió predicar en su diócesis. Sin desalentarse por ello, San Luis emprendió, a pie, el viaje a Roma, donde fue recibido amablemente por el papa Clemente XI; al volver a Francia, llevaba el título de misionero apostólico. Como Poitiers siguió cerrándole las puertas, volvió a su tierra natal de Bretaña, donde emprendió una serie de misiones hasta su muerte.

Cierto que la mayoría de las parroquias le recibían con los brazos abiertos, pero no faltaban quienes le criticaban severamente, hasta el grado de que varias diócesis jansenizantes le cerraron las puertas. El santo exhortaba a sus oyentes a llevarle todos los libros impíos para quemarlos públicamente en una gran hoguera, sobre la que colocaba la efigie de una mujer mundana que representaba al diablo. En otras ocasiones, organizaba la representación de la escena en que agonizaba un pecador, cuya alma se disputaban el diablo y su ángel guardián. El santo representaba el papel del pecador y otros dos sacerdotes, los del diablo y el ángel custodio. A pesar de ello, su predicación no era puramente emocional y conseguía frutos prácticos y duraderos, simbolizados por la restauración de alguna iglesia en ruinas, la erección de gigantescas cruces misionales, limosnas muy generosas y profunda reforma de las costumbres. Casi sesenta años después de la muerte del santo, el párroco de Saint-Lô declaraba que muchos de sus feligreses practicaban todavía las devociones que Luis María había inculcado en una de sus misiones. La principal de ellas era la recitación del rosario, para promover la cual fundó numerosas cofradías. Además, hacía aprender al pueblo oraciones rimadas e himnos que él mismo componía y que se cantan aún en muchas regiones de Francia. A lo que parece, su amor al rosario fue lo que le movió a ingresar en la tercera orden de Santo Domingo.

Pero el esfuerzo de evangelización de san Luis no se limitaba a las misiones, pues era de los que creían que debe predicarse la Palabra de Dios oportuna e inoportunamente (2Tim 4,2). En una ocasión en que navegaba por el río, entre Dinant y Rouen, sus compañeros de travesía empezaron a entonar canciones obscenas; cuando el santo los invitó a rezar el rosario, se burlaron de él, pero al fin, acabaron todos por arrodillarse a rezar y escucharon atentamente el sermón que siguió a las oraciones. En otra ocasión, un baile al aire libre terminó de la misma manera. Pero tal vez el santo obtuvo sus mayores triunfos en La Rochelle, que era el centro del calvinismo, donde predicó una serie de misiones famosas y reconcilió a numerosos protestantes con la Iglesia. San Luis tenía, desde hacía tiempo, el proyecto de fundar una asociación de sacerdotes misioneros; pero sólo pocos años antes de su muerte, logró reunir a los primeros misioneros de la Compañía de María. La súbita enfermedad que le llevó a la tumba le sorprendió cuando predicaba una misión en Saint-Laurent-sur-Sévre. Entregó su alma a Dios en 1716, a los cuarenta y dos años de edad. Además de sus versos e himnos, la más conocida de sus obras es el tratado de «La verdadera devoción a la Santísima Virgen», que se divulgó ampliamente de nuevo con motivo de su canonización, en 1947.

Oración: Oh Dios, sabiduría eterna, que hiciste al presbítero San Luis María insigne testigo y maestro de la total consagración a Cristo, tu Hijo, por mano de su Madre, la bienaventurada Virgen María; concédenos que, siguiendo su mismo camino espiritual, podamos extender tu reino en el mundo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos. Amén (oración litúrgica).

Tomada de El Testigo Fiel, https://www.eltestigofiel.org/index.php?idu=sn_1399

viernes, 8 de abril de 2022

2001: UNA ODISEA ESPACIAL. 1968. Arthur C. Clarke

Vamos a hablar hoy de un libro y una película, o una película y un libro, porque "tanto monta, monta tanto". Y es que el libro se fue escribiendo al mismo tiempo que el guion de la película. El caso es que Arthur C. Clarke consigue una obra brillante de la literatura de ciencia-ficción.

Porque no sabes si estás ante una novela, un ensayo filosófico, un ensayo científico o los sueños de un humano ante el momento tecnológico que se estaba viviendo a finales de los 60 del siglo pasado. Se escribe un año antes de que el hombre alcance la Luna, cosa que ocurriría en 1969, y ya nos plantea lo que podía ocurrir, si se seguía avanzando a ese ritmo, en el curso de los siguientes 30 años.

Al principio, coincidiendo con las escenas más icónicas de la película, nos muestra la vida en la superficie terrestre de unos simios evolucionados (mono-humanoides, los llama). Recordemos que también durante esa época se están produciendo y dando a conocer los descubrimientos de los primeros fósiles homínidos, de aquellos de los que ya se pueden considerar como antepasados directos de la especie humana. Sin embargo, más que introducirlos como simples personajes, los dota de personalidad propia, individual, y la relación con el monolito que encuentran un amanecer en la planicie que está a la salida de sus cuevas, es mucho más directa y comprensible que en la película.

También es más comprensible que en la película lo que pinta ese mismo monolito en la Luna, cuando, dando un gran salto en el tiempo cifrado en tres millones de años por el autor, alrededor del año 1981 de nuestra era, lo encuentran los seres humanos, que ya han sido capaces de establecer una base humana en el satélite. Aquí despliega Arthur C. Clarke todos sus conocimientos técnicos y científicos para imaginar cómo serían los viajes de la Tierra a la Luna, y las estructuras que permitirían a los hombres vivir de forma permanente en la superficie de esta última, sin olvidar todas las diferencias físicas que experimenta el cuerpo humano en su estancia en la Luna. No en vano, el autor es astrónomo y tiene varios premios cosechados, a lo largo de su trayectoria vital anterior a la redacción de esta novela, en el campo de la astrofísica.

Pero donde se muestra la genialidad del Sr. Clarke es en la siguiente parte de la novela, que ya constituirá un todo hasta el final. Ambientada en el año 2001, narra el primer viaje de seres humanos hacia los anillos de Saturno. Empieza poco a poco, con una descripción detallada de la situación. La nave, los pasajeros, la forma en que es propulsado el ingenio que está atravesando el Sistema Solar. Todo ello nos habla de los profundos conocimientos del autor, y hay ocasiones, sobre todo cuando cruza los distintos planetas y los describe, en que consigue que te preguntes si estás leyendo una novela o un libro científico que te describe las maravillas del Universo.

Y la trama, por simple y sencilla, que surge en ese viaje, no deja de ser tremendamente atrayente a la vez que terrorífica. No diré más por si no se ha visto la película o no se ha leído el libro. Pero la maestría con que es narrada alcanza las cotas más altas (ya que hablamos del Espacio) de calidad y detalle.

Por último, el final del viaje, la llegada a las lunas de Saturno, la transformación del protagonista (ya no desvelaré nada más) consigue que te hundas con él en todos los acontecimientos que vive, que te maravilles con él de lo que él está viendo, y casi, sientas con él esa misma transformación.

Merece ser leída, y más aún, merece ser reposada.

lunes, 4 de abril de 2022

TIERRA DE GODOS. EL REY DESTRONADO. 2020. Alfonso Solís

Un libro que sabe mezclar aventuras, personajes históricos, tensión y dramatismo. Además, sobresale de la gran abundancia de novelas históricas que se pueden ver en las distintas librerías, centros comerciales y páginas web. El final no es como otros, que te dejan un sabor de boca de que han estado jugando contigo. El final es el que debe ser, pero, al mismo tiempo, es original. Al principio cuesta un poco, pues parece seguir un cliché muy manido. Pero pronto la trama se dirige hacia otros recovecos de tal forma que no te deja descanso hasta esa última página.

Otro de los aciertos de la novela es que se hace eco de una serie de leyendas y tradiciones sobre el final del reino visigodo de Toledo, y las sabe imbricar muy bien dentro de la trama de la novela. Es de destacar el relato de la entrada del rey Rodrigo en la cueva de Hercules y su ambición desmedida que desatará el final que ya se puede leer en el subtítulo de la novela.

Una lectura interesante, que te deja un buen sabor de boca.

viernes, 25 de marzo de 2022

ZARAGOZA. 1874. Benito Pérez Galdós

 

Escribo esta reseña cuando se cumple un mes de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. ¿Qué porque comento la fecha? Porque al estar leyendo esta novela de Galdós me he dado cuenta, o, mejor dicho, he confirmado algo que venía pensando desde hace mucho tiempo. Se está poniendo de "malo" al invasor ruso, y no seré yo el que diga lo contrario. Quién invade es el agresor y el causante de las desgracias que se están produciendo. Pero se está poniendo la resistencia de Ucrania como algo ejemplar. Bien. Aquí tengo alguna cosa que decir, como, por ejemplo, lo tan manido de que la gente no conoce la historia, más concretamente "su" historia. Y es que en el mundo de tanta inmediatez que hemos inventado en Occidente, en que todo lo queremos para ya, no somos capaces de reflexionar, pensar, y mirar a un pasado que no es tan lejano.

Hace unos 200 años y pico, hubo una nación invasora que se encontró con la misma resistencia que se está encontrando el ejército ruso. Y que fue el principio del fin para ese régimen expansionista. También hubo un pueblo que se empleó a fondo en la defensa de su tierra y de su idiosincrasia. Que defendió palmo a palmo su lugar en el mundo, su identidad, y que no se doblegó, en este caso incluso sin tener un líder carismático como lo está teniendo hoy en día Ucrania.

Si quieren saber de qué hablo, lean, por favor, "Zaragoza", de Benito Pérez Galdós. Más que una novela, una descripción, punto por punto, de la defensa civil, no militar, de un pueblo, de una ciudad, frente a un ejército poderoso que quiere tomar a toda costa dicha ciudad. Galdós cuenta, paso por paso, cómo se organizó la defensa, las miserias a las que se enfrentó la población, las distintas posturas frente a la invasión francesa, la forma en que se defiende, casa por casa, habitación por habitación, una ciudad frente a unas tropas extranjeras, y las desgracias y sacrificios de los que son protagonistas todos los hombres y mujeres que defendían, de diciembre de 1808 a febrero de 1809, la ciudad de Zaragoza. Había momentos en que se me venían imágenes de la colección de otro genio español, que sufrió en sus carnes la invasión napoleónica. Me refiero a "Los desastres de la guerra", de Francisco de Goya.

En resumen, si nos causa profunda admiración la defensa del pueblo ucraniano frente a la agresión rusa, deberíamos, debiéramos estar orgullosos de la lucha del pueblo español frente al invasor napoleónico. Pero, por desgracia, o no lo conocemos siquiera, o no "está de moda". No sé cuál de las dos cosas es la peor.

jueves, 17 de marzo de 2022

EL KYBALION. 1908. William Walker Atkinson

Otro libro cercano a lo religioso, a lo místico, a lo "oscuro". En él se dice que tres iniciados en la ciencia hermética comentan los principios de dicha ciencia que se haya contenida en un escrito, procedente del Antiguo Egipto, que recibe el nombre de Kybalion y que recoge toda la sabiduría de Hermes Trimegisto, el cual es un mediador entre los hombres y una raza superior, los dioses.

He puesto como autor a William Walker Atkinson, pues es él el que lo publica a principios del siglo XX, pero la autoría no se manifiesta de forma clara, en consonancia con los principios herméticos, los cuales están desvelados solamente a los iniciados. Tres de estos iniciados quieren compartir con el mundo ciertos principios que servirán a aquellos que los sepan aprovechar bien.

Es un libro interesante. Mezcla de religión, filosofía y ética. Se lee bastante bien, y cuando acabas te das cuenta que los principios a los que hace referencia son los comunes a todo el pensamiento filantrópico que tanto se extendió durante el siglo XIX, por no hablar que también beben de las distintas normativas de comportamiento que podemos apreciar en todas las religiones.

En fin, un intento de poner la "ciencia" (entre comillas) por encima de la religión, y que se queda en ética disfrazada de ciencia. A pesar de ello, se pueden sacar enseñanzas para el comportamiento humano.