Por el momento dejaré de hablar de mi hija. Cumplió tres años, me encuentro separada de ella y la "morriña" hace que me entristezca cuando hablo de ella o la veo en alguno de los vídeos que me mandan, no cuando la veo a través de vídeo-llamadas con el móvil. Por tanto acabo hoy la serie dedicada a mi niña para pasar a hablar de otras cosas. Y acabo a lo grande.
Resulta que mi mujer ha estado durante varias semanas aquejada de un dolor de espalda en la zona lumbar. Este dolor le bajaba por la pierna izquierda, convirtiéndose en una ciática difícil de controlar y que hacía que se sintiera imposibilitada en algunas ocasiones. Pues, ¿dónde llega la última y estupenda anécdota de mi niña? En su respuesta a la situación.
Al ver a su madre dolorida y que, sin embargo, hacía esfuerzos por levantarse, en alguna ocasión, segun me ha contado mi mujer, ha ido corriendo adonde estaba ella y le ha dicho:
-¡Espera, espera! Que yo te ayudo.
Y, ni corta ni perezosa, le ha puesto la mano en la espalda, ella, lo "mico" que es, que no le llega casi con la cabeza a la zona lumbar, le ha puesto, digo, la mano en la espalda para ayudar a su madre a levantarse y a desplazarse por el piso.
Lo más extraordinario es que ha surgido de ella misma. Nadie la ha indicado, ni mucho menos aleccionado, que tenía que ayudar a su madre. Ha sido ella misma la que ha entendido que tenía que cuidarla.
Sin más, acabo aquí la serie, aunque puede que en lugar de ser un "adiós", sea un "hasta luego".
Queridos amigos, nos vemos en la red.