En estos días de verano, cerca de la canícula, a uno le da por descansar y dejar volar su mente hacia los distintos recuerdos que tiene en su vida. Y en virtud de estar comenzando a leer "Los Siete Pilares de la Sabiduría", escrito por T. E. Lawrence allá por la decada de los veinte del siglo pasado, recordé una de las primeras escenas de la película protagonizada por Peter O'Toole y Omar Shariff, "Lawrence de Arabia". Se trata de lo siguiente.
En ella, Lawrence hace una apuesta, para pasar el rato, con otros oficiales del ejército británico. La apuesta consiste en ver quien aguanta más una cerilla encendida entre sus dedos. Sea verdad o ficción, como podréis comprender, quien gana es Lawrence, que aguanta la llama de la cerilla, incluso cuando ésta alcanza la yema de sus dedos. Sus otros compañeros le preguntan:
-¿Cómo es posible? ¿No te quemas?
Lawrence responde afirmativamente, a lo que su interlocutor vuelve a preguntar.
-Entonces... ¿Dónde está el truco?
Lawrence, mirando fijamente a la llama que aun baila entre sus dedos, contesta:
-El truco está... en que no te importe quemarte.
¿Que por qué empiezo la entrada contando esta anécdota? T. E. Lawrence "de Arabia" fue uno de esos personajes que, de cuando en cuando, nos brinda la humanidad. Fue un estudioso, un entusiasta, de la arquitectura medieval. Más bien se podría decir que de las construcciones defensivas. Y también se sintió atraído desde un primer momento por Oriente Medio, pero no como los románticos del siglo XIX, que se imaginaban escenas fantasiosas, sacadas de las Mil y Una Noches. No, Lawrence quiso realizar un acercamiento mucho más real. De hecho, para la realización de su tesis doctoral, recorrió todos los castillos de la zona del Levante mediterráneo (actuales Israel, Libano, Siria, Jordania), registrando sus características de construcción y defensivas.
Fue ese conocimiento de Oriente Medio, en aquel entonces una parte del Imperio Turco, lo que le llevó a que en la I Guerra Mundial fuera destinado por el Ejército Británico como espía en la zona. Pero más que espía, lo que se le había encargado era una misión mucho más amplia. Fomentar la revolución y el separatismo árabe frente al Imperio Turco, el cual ya estaba entrando en una más que evidente decadencia.
Pero T. E. Lawrence hizo mucho más que fomentarlo. Ayudó a crear nuevamente la identidad árabe, estuvo al lado de los que lideraron el movimiento de secesión e independencia del pueblo árabe, les aconsejó incluso más allá de las órdenes recibidas por parte de sus superiores, realizó junto a ellos incursiones a puertos y trenes. En fin, se implicó de forma muy importante en la lucha del pueblo árabe por su independencia del poder turco.
Cuando una persona normal, como yo, se acerca a este personaje, siente algo así como la "aureola" que rodea al mismo, y se siente atraído por él. Pero esa atracción es justo por el personaje, por el mito creado alrededor de un hombre. Posteriormente, he leído biografías, escuchado programas radiofónicos, por supuesto ví en su momento "Lawrence de Arabia" (De la cual, y en contra de la opinión general, creo que es una de las interpretaciones menos acertadas de Peter O'Toole) y fruto de todo eso se descubre al hombre.
Y tal como dice en el inicio de su libro "Los Siete Pilares de la Sabiduría", en que relata todos estos años pasados con los árabes y su experiencia con ellos, se implicó tanto, al tener que mimetizarse con ellos en cuanto a costumbres y cultura, que, al final, no sabe a qué cultura pertenece. Se siente un advenedizo, un extraño en la cultura árabe, pues su adaptación ha sido toda ella consecuencia de su misión de espionaje dentro de ese pueblo. Pero esa adaptación, esa mimetización, esa convivencia con el pueblo árabe en las situaciones extremas que vivió, le hace perder su personalidad de caballero británico. Y aquí es donde comienza el mito.
Lawrence, convertido ya en Lawrence de Arabia, será uno de los que más intente, en la medida de sus posibilidades, que se cumpla realmente la promesa que el gobierno británico hizo a los árabes. La existencia de una nación árabe independiente. Pero las circunstancias del tiempo; las luchas, una vez vencido y deshecho el Imperio Turco, entre las distintas facciones del pueblo árabe; la intención británica y francesa de asegurar la llegada de petróleo a las metrópolis en las mejores condiciones posibles; todo ello, digo, dará al traste con su sincera idea de conseguir una auténtica e independiente patria árabe.
Por eso, al principio de su libro, T. E. Lawrence nos habla como disculpándose. Se presenta como un simple peón (y realmente así fue) dentro del Ejército Británico que cumplió con la misión que se le había encomendado: levantar en armas toda una zona del Imperio Turco para que éste no pudiera centrar todo su poder militar en enfrentarse a las potencias europeas. Sin embargo, y quizá ahí resida lo más importante del mito de Lawrence de Arabia, T. E. Lawrence se identificó con el pueblo árabe, creyó en la independencia del pueblo árabe y les enseñó a reclamarla y luchar por ella.
Tal como empezaba mi entrada de hoy, Lawrence se "quemó" por una idea, por un ideal, que aún hoy, 100 años después, sigue sin cumplirse.
Queridos amigos de CULTURA Y SERENIDAD, nos vemos en la red.
Castillo Qasr al-Azraq. Centro de operaciones de Lawrence de Arabia. |
¿Que por qué empiezo la entrada contando esta anécdota? T. E. Lawrence "de Arabia" fue uno de esos personajes que, de cuando en cuando, nos brinda la humanidad. Fue un estudioso, un entusiasta, de la arquitectura medieval. Más bien se podría decir que de las construcciones defensivas. Y también se sintió atraído desde un primer momento por Oriente Medio, pero no como los románticos del siglo XIX, que se imaginaban escenas fantasiosas, sacadas de las Mil y Una Noches. No, Lawrence quiso realizar un acercamiento mucho más real. De hecho, para la realización de su tesis doctoral, recorrió todos los castillos de la zona del Levante mediterráneo (actuales Israel, Libano, Siria, Jordania), registrando sus características de construcción y defensivas.
Fue ese conocimiento de Oriente Medio, en aquel entonces una parte del Imperio Turco, lo que le llevó a que en la I Guerra Mundial fuera destinado por el Ejército Británico como espía en la zona. Pero más que espía, lo que se le había encargado era una misión mucho más amplia. Fomentar la revolución y el separatismo árabe frente al Imperio Turco, el cual ya estaba entrando en una más que evidente decadencia.
Pero T. E. Lawrence hizo mucho más que fomentarlo. Ayudó a crear nuevamente la identidad árabe, estuvo al lado de los que lideraron el movimiento de secesión e independencia del pueblo árabe, les aconsejó incluso más allá de las órdenes recibidas por parte de sus superiores, realizó junto a ellos incursiones a puertos y trenes. En fin, se implicó de forma muy importante en la lucha del pueblo árabe por su independencia del poder turco.
Cuando una persona normal, como yo, se acerca a este personaje, siente algo así como la "aureola" que rodea al mismo, y se siente atraído por él. Pero esa atracción es justo por el personaje, por el mito creado alrededor de un hombre. Posteriormente, he leído biografías, escuchado programas radiofónicos, por supuesto ví en su momento "Lawrence de Arabia" (De la cual, y en contra de la opinión general, creo que es una de las interpretaciones menos acertadas de Peter O'Toole) y fruto de todo eso se descubre al hombre.
Y tal como dice en el inicio de su libro "Los Siete Pilares de la Sabiduría", en que relata todos estos años pasados con los árabes y su experiencia con ellos, se implicó tanto, al tener que mimetizarse con ellos en cuanto a costumbres y cultura, que, al final, no sabe a qué cultura pertenece. Se siente un advenedizo, un extraño en la cultura árabe, pues su adaptación ha sido toda ella consecuencia de su misión de espionaje dentro de ese pueblo. Pero esa adaptación, esa mimetización, esa convivencia con el pueblo árabe en las situaciones extremas que vivió, le hace perder su personalidad de caballero británico. Y aquí es donde comienza el mito.
Lawrence, convertido ya en Lawrence de Arabia, será uno de los que más intente, en la medida de sus posibilidades, que se cumpla realmente la promesa que el gobierno británico hizo a los árabes. La existencia de una nación árabe independiente. Pero las circunstancias del tiempo; las luchas, una vez vencido y deshecho el Imperio Turco, entre las distintas facciones del pueblo árabe; la intención británica y francesa de asegurar la llegada de petróleo a las metrópolis en las mejores condiciones posibles; todo ello, digo, dará al traste con su sincera idea de conseguir una auténtica e independiente patria árabe.
Por eso, al principio de su libro, T. E. Lawrence nos habla como disculpándose. Se presenta como un simple peón (y realmente así fue) dentro del Ejército Británico que cumplió con la misión que se le había encomendado: levantar en armas toda una zona del Imperio Turco para que éste no pudiera centrar todo su poder militar en enfrentarse a las potencias europeas. Sin embargo, y quizá ahí resida lo más importante del mito de Lawrence de Arabia, T. E. Lawrence se identificó con el pueblo árabe, creyó en la independencia del pueblo árabe y les enseñó a reclamarla y luchar por ella.
Tal como empezaba mi entrada de hoy, Lawrence se "quemó" por una idea, por un ideal, que aún hoy, 100 años después, sigue sin cumplirse.
Queridos amigos de CULTURA Y SERENIDAD, nos vemos en la red.