sábado, 19 de septiembre de 2020

SANTA HILDEGARDA VON BINGEN

 

Desde que conocí la existencia de esta mujer, que en plena Edad Media desarrolla una labor diplomática, creadora, literaria, científica e incluso pone negro sobre blanco sus visiones, he de decir que me ha admirado su vida y he procurado ir sabiendo, poco a poco, a sorbos como se paladea un buen licor, la existencia y la obra de esta gran mujer.

Nace, como vamos a ver, al final del s. XI y su vida se extiende por todo el s. XII. Los siglos XII y XIII son conocidos actualmente por los historiadores del medievo como los grandes siglos en el avance de la sociedad europea. Y en esos avances, la mujer juega un papel mucho más fundamental del que podamos creer. No sólo en personajes famosos a través del tiempo, como Leonor de Aquitania o la misma Hildegarda von Bingen. La mujer sube un escalón y llega a ser, según queda reflejado en los libros de cuentas de la época, dueña de su propia vida, al llegar a poseer casas e incluso negocios, como herrerías, tal como está registrado en la zona de la, por entonces, incipiente Borgoña. Pero me estoy alejando del objeto de esta entrada: conocer la vida y obra de esta mujer, no de forma profunda, pues para ello necesitaríamos más de un libro, pero sí lo suficientemente atractiva para que nos pique la curiosidad, como me pasó a mí, y nos quedemos con más ganas de saber de ella. ¡Allá vamos!


HILDEGARDA DE BINGEN, SANTA ABADESA.

Festividad en el Santoral Católico: 17 de septiembre.


MARTIROLOGIO ROMANO

En el Martirologio Romano se puede leer: En el monasterio de monte San Ruperto (hoy Rupertsberg), cerca de Bingen, en Hesse, santa Hildegardis, virgen, que expuso y describió piadosamente en libros sus conocimientos experimentales, tanto sobre ciencias naturales, médicas y musicales, como de contemplación mística (1098-1179).

ETIMOLOGÍA

Su nombre, Hildegarda, proviene de la lengua alemana y significa "guerrera vigilante".

BIOGRAFÍA

Nace en Böckelheim sur Nähen, cercano a la población de Bingen, en el año 1098. Fallece en Rupertsberg, en el 1179 a la longeva edad, para su época, de 81 años. Su fiesta se celebra el 17 de septiembre.


Flechas azules: Böckelheim sur Nähen, lugar de posible nacimiento de Santa Hildegarda de Bingen
Flechas rojas: Ruppertsberg, lugar en que falleció Santa Hildegarda a la edad de 81 años.

Es desconocido el apellido de la familia de esta gran vidente y profetisa, a la que se la llegó a llamar "La Sibila del Rin" y "Profetisa teutónica". Los primeros biógrafos dan a sus padres los nombres de Hildeberto y Matilde (o Matilda), hablan de su nobleza y opulencia, pero no dan ningún detalle de sus vidas. Escritores posteriores la llaman Santa Hildegarda de Böckelheim, de Rupertsberg, o de Bingen, refiriéndose bien a su lugar de nacimiento, o bien al lugar dónde vivió y murió.

Las leyendas la convertirían en la condesa de Spanheim. J. May (Katholik. XXXVII, 143) muestra, mediante cartas y otros documentos, que ella probablemente pertenecía a una familia ilustre de Stein. Su padre estaría al servicio de Meginhard, Conde de Spanheim, de ahí que se produjera la confusión y que fuera asociada a la titularidad del condado de Spanheim.

Hildegarda fue una niña débil y enfermiza, lo que dificultó que recibiera la educación en su casa, tal como ocurría en los principios del siglo XII. Sus padres tenían inclinación religiosa y habían prometido a la niña para el servicio de Dios, lo que solía suponer el ingreso en un convento. Por ello, a la tierna edad de ocho años, en 1106, fue puesta bajo el cuidado de Juta, hermana del conde Meginhard, que vivía como monja en el Disenberg (o Disibodenberg, la Montaña de San Disibod) en la diócesis de Speyer. Tampoco aquí le fue dada a Hildegarda más que una mínima instrucción, debido a su delicado estado de salud, que llevaba con frecuencia a que la pequeña tuviera dificultad a la hora de caminar, e incluso presentara alteraciones de la visión. Se le enseñó a leer y a cantar los salmos en latín, lo suficiente para el canto del Oficio Divino, pero nunca aprendió a escribir.

Más adelante fue investida con el hábito de San Benito e hizo su profesión religiosa. Juta murió en el año 1136, e Hildegarda fue designada superiora a la edad de 38 años.

A partir de ese momento, numerosas aspirantes se unieron a la comunidad, y ella, abrumada por el alto número de novicias y monjas al que llegó su comunidad, decidió irse a otra localidad. Esta "escapada" se ve impelida además, como ella dice, por un mandato Divino. Escogió Rupertsberg cerca de Bingen en la orilla izquierda del Rin, aproximadamente a quince millas (unos 24 kilómetros) de Disenberg. Tras superar muchas dificultades y obtener el permiso del señor del lugar, el Conde Bernardo de Hildesheim, se estableció en su nuevo hogar con dieciocho hermanas en el 1147 o 1148 (1149 o 1150 según Delehaye), encontrándose en esa época entre los 49 y los 51 años. Probablemente en el 1165 fundó otro convento en Eibingen, en el lado derecho del Rin. De esta forma, a las dos orillas del Rin se podían encontrar fundaciones levantadas por Hildegarda.

La flecha verde nos señala la población de Bingen am Rhein, a la orilla del río Rhin, dónde se levantó la primera fundación de Santa Hildegarda.
La flecha azul nos señala el recorrido del Rhin, resaltado en el mismo color, desde su paso por Mainz hasta su llegada a Coblenza.
La vida de Hildegarda como niña, religiosa, y superiora se considera extraordinaria. Pasó mucho tiempo sola a causa de su frágil salud, y esa soledad le lleva a desarrollar una vida interior muy rica. Desde sus primeros años sufrió una serie de visiones que le producirán gran desasosiego y preocupación. Ella dice de sí misma:

"Hasta mi decimoquinto año vi mucho, y relaté algunas de las cosas vistas a otros, quienes inquirían con asombro, de dónde podrían venir tales cosas. Yo también me preguntaba y durante mi enfermedad le pregunté a una de mis enfermeras si también veía cosas similares. Cuando contestó que no, un gran temor me poseyó. Frecuentemente, en mi conversación, relataba cosas del futuro, las cuales yo veía como si fueran del presente, pero, notando el asombro de mis oyentes, me volví más reservada."  Ésto hace que se sienta mejor en soledad, y no le guste la interacción con grupos numerosos de personas.

Esta situación continuó hasta el fin de su vida. Juta, la hermana del conde de Meginhard de Spanheim, que la recibió en su convento y se ocupó de su educación desde los ocho años de edad, había notado sus dones y se los había hecho saber a un monje de la abadía vecina, pero no se hizo nada. 

Cuando tenía aproximadamente cuarenta años de edad, Hildegarda recibió un mandato, a través de sus visiones, de divulgar al mundo lo que ella veía y oía. Ella dudó, temerosa de lo qué las personas podrían pensar o decir, a pesar de que estaba plenamente convencida del carácter Divino de las revelaciones. Pero, continuamente urgida, reprendida, y amenazada por la voz que sentía en su interior, manifestó todo a su director espiritual, y a través de él al abad bajo cuya jurisdicción estaba puesta su comunidad. Entonces se le ordenó a un monje que pusiera por escrito cualquier cosa que ella relatara; algunas de sus monjas también ayudaron a Hildegarda en este trabajo de registrar las visiones. 

Visión de un ángel

Papa Eugenio III
Los escritos fueron sometidos al obispo de Mainz (la actual Maguncia), Enrique (1142-53), y al clero de de esa ciudad,  que los declararon como provenientes de Dios. La cuestión fue llevada también a conocimiento del papa Eugenio III (1145-53) quién estaba en Tréveris en el 1147. Albero de Cluny, Obispo de Verdún, fue comisionado para investigar e hizo un informe favorable. Hildegarda continuó sus escritos. 

Una vez que sus escritos fueron conocidos y difundidos, muchedumbres se congregaron en torno a ella, provenientes de los alrededores de Maguncia y de todas partes de Alemania y la Galia, para escuchar palabras de sabiduría de sus labios, y para recibir consejo y ayuda en las dolencias corporales y espirituales. No sólo acudía a ella gentes del pueblo, sino que también tuvo que aconsejar y asistir a notables de la Iglesia y del Estado. 

Así, por ejemplo, leemos que el arzobispo Enrique de Mainz, el arzobispo Eberhard de Salzburgo y el abad Luis de la comunidad de San Eucario en Tréveris, le hicieron visitas. Santa Isabel de Schönau era amiga íntima suya y la visitaba con frecuencia. No sólo dentro su comunidad daba consejo, sino también en el extranjero. Muchas personas, de todos los estamentos y en toda circunstancia, le escribían y recibían respuesta, por lo que su correspondencia es bastante extensa. 

Su gran amor por la Iglesia y sus intereses llevo a Hildegarda a hacer muchos viajes. Visitaba a intervalos las casas de Disenberg y Eibingen; recibió una invitación para ir a Ingelheim a conocer al emperador Federico I Barbarroja en 1150. El mismo emperador Federico que encabezaría la que sería tercera cruzada y moriría de forma estúpida en un río de la actual Turquía en 1190, al querer cruzarlo ataviado con su armadura al completo. Hildegarda viajó también a las ciudades de Würzburg, Bamberg, Ulm, Cologne (actual Colonia), Werden, Tréveris y Metz.

Los viajes de Santa Hildegarda
El asunto del interdicto

En el último año de su vida, en 1179, Hildegarda tuvo que atravesar una prueba muy dura. En el cementerio adyacente a su convento fue enterrado un joven que había estado una vez bajo excomunión. Las autoridades eclesiásticas de Mainz exigieron que se sacara el cuerpo. Ella consideró que no estaba obligada a obedecer, dado que el joven había recibido los santos óleos y con ello se suponía que estaba reconciliado con la Iglesia. Una sentencia de entredicho (interdicto) fue puesta sobre su convento por el capítulo del obispado de Mainz, la sentencia fue confirmada por el arzobispo Christian von Buch (1160-1182) que en ese momento se encontraba en Italia. Tras mucha preocupación y correspondencia Hildegarda logró que el entredicho fuera levantado. 

Aquí se hace necesaria una explicación sobre la pena de "entredicho" o "interdicto". Veamos en que consiste.

El entredicho o interdicto es una figura del derecho canónico, una censura eclesiástica, o castigo, por la cual las autoridades religiosas prohíben a los fieles la asistencia a la misa, a otra serie de celebraciones litúrgicas, la recepción de algunos sacramentos y la sepultura cristiana.​

La diferencia con la excomunión consiste en que el afectado no es expulsado de la sociedad cristiana, aunque en ambos casos los actos religiosos prohibidos son los mismos.

En la época de Santa Hildegarda (s. XII), el entredicho general prohibía administrar todos los sacramentos a excepción del bautismo a los recién nacidos y el viático (no la extremaunción) a los moribundos. A finales de dicho s. XII, los distintos papas fueron eliminando algunas de las prohibiciones, pues se dieron cuenta del efecto contraproducente que podría ocurrir, ya que al aplicarlo a una comunidad, que podía ser tanto eclesiástica como el pueblo llano, éstos podrían dar la espalda a la Iglesia y formar clero y creencias aparte, tal como sucedería siglos después, con la reforma protestante de Martín Lutero.

Atendiendo a su ámbito de aplicación el entredicho puede ser:

  1. Personal o ambulatorio, cuando afecta directamente a un individuo o a un grupo de ellos.
  2. Local, cuando va dirigido contra un determinado lugar, sea iglesia, provincia o estado; afecta indirectamente a las personas que se encuentren en él. Éste sería el que se le aplicaría a Santa Hildegarda, aunque posteriormente fue levantado. Importante señalar que no afectaba sólo a la santa, sino que afectaba a toda su comunidad.
  3. Mixto, cuando reúne las dos condiciones anteriores.

Independientemente de la clasificación anterior, atendiendo al rigor del castigo el entredicho puede ser:

  1. General o total, cuando prohíbe los oficios divinos, los sacramentos y la sepultura eclesiástica.
  2. Especial, particular o parcial, cuando sólo excluye de alguno de estos.
Una vez que consiguió librar a su comunidad del entredicho que se había aplicado sobre ella, Santa Hildegarda murió de santa muerte y fue enterrada en la iglesia de Rupertsberg a la edad de 81 años.


INFLUENCIA POSTERIOR

Hildegarda fue muy venerada en vida y después de su muerte. Su biógrafo, Teodorico, la llama santa, y se responsabiliza a su intercesión la realización muchos milagros. Gregorio IX (1227-41) e Inocencio IV (1243-54) ordenaron un proceso de investigación el cual fue repetido por Clemente V (1305-14) y por Juan XXII (1316-34). 

Ninguna canonización formal ha tenido lugar , pero su nombre está en el Martirologio Romano y su fiesta es famosa en las diócesis de Speyer, Maguncia, Tréveris y Limburg, siéndolo también en la abadía de Solesmes dónde un oficio propio es cantado (Brev. Monast. Tornac., 18 Sept.). 

Cuando el convento de Rupertsberg fue destruido en 1632 las reliquias de la santa fueron llevadas a Colonia y más tarde a Eibingen. En la secularización de este convento, fueron colocadas en la iglesia parroquial del lugar. En 1857 se realizó un reconocimiento oficial por parte del obispo de Limburg y las reliquias se pusieron en un altar especialmente construido para la ocasión. Fue en estas fechas cuando el pueblo de Eibingen la escogió como patrona. El 2 de julio del 1900, fue puesta aquí la piedra angular para el nuevo convento de Santa Hildegarda. Las monjas Benedictinas de San Gabriel en Praga, recordemos que Santa Hildegarda pertenecía a la orden de las benedictinas, entraron a la nueva casa el 17 de septiembre de 1904.

Actual convento de Eibingen

OBRA

Todos los manuscritos encontrados en el convento en Eibingen fueron transferidos en 1814 a la biblioteca estatal en Wiesbaden. De esta colección el primer y mayor trabajo de Santa Hildegarda es el "Scivias" (Scire o vias Domini, o vias lucis), parte del cual había sido presentado al arzobispo de Mainz. Ella lo comenzó en 1141, con 43 años, y trabajó en él durante diez años. Es una producción extraordinaria y difícil de entender, todo él está escrito de modo profético y admonitorio al estilo de Ezequiel y el Apocalipsis, en la Biblia.

El "Scivias" se estructura de la siguiene manera:

  1. En la introducción, ella habla de sí misma y describe la naturaleza de sus visiones. Tras esta introducción, siguen tres libros.
  2. El primero contiene seis visiones. 
  3. El segundo da siete visiones y tiene alrededor del doble del tamaño del primero. 
  4. El tercero, igual en tamaño a los otros dos juntos, tiene trece visiones. 

El "Scivias" representa a Dios en Su Santa Montaña con la humanidad en la base; narra la condición original del hombre, su caída y redención, el alma humana y sus luchas, el Santo Sacrificio de la Misa, los tiempos por venir, el hijo de la perdición y el fin del mundo.

Visión de la Santísima Trinidad, según el "Scivias".
Las visiones se entremezclan con admoniciones saludables para vivir en el temor del Señor. Los manuscritos del "Scivias" están también en Cues y en Oxford. Fue impreso por primera vez en París (1513) en un libro que contiene además los escritos de otras personas. Fue impreso de nuevo en Colonia en 1628, y fue reproducido por Migne, PL 197. 

El "Liber vitae meritorum" escrito entre 1158 y 1163, cuando la santa tenía 60 a 65 años, es una descripción pintoresca de la vida de un cristiano virtuoso y de su contrario. Fue impreso por primera vez por Pitra, "Analecta Sacra", VIII (Monte Cassino, 1882). 

El "Liber divinorum operum" (1163-70) es una contemplación de toda la naturaleza a la luz de fe. El sol, la luna, y las estrellas, los planetas, los vientos, los animales, y el hombre, son en sus visiones expresión de algo sobrenatural y espiritual, y como éllos vienen de Dios, deben conducir a Él. 

Su "Carta a los Prelados de Mainz" con respecto al entredicho puesto sobre su convento está ubicada entre sus cartas.

Al manuscrito de Wiesbaden, el "Liber Epistolarum et Orationum", le anexa siete pequeños ensayos: 

  • Sobre la Creación y la caída del hombre.
  • El trato de Dios a los renegados.
  • Sobre el sacerdocio y la Santa Eucaristía.
  • Sobre la unión entre Cristo y la Iglesia.
  • Sobre la Creación y la Redención.
  • Sobre los deberes de los jueces seculares. 
  • Sobre las alabanzas a Dios, con oraciones entremezcladas. 
El manuscrito de Wiesbadem

El "Liber Epistolarum et Orationum", también conocido como "manuscrito de Wiesbaden", contiene las cartas de y para Eugenio III, Anastasio V, Adriano IV, y Alejandro III, todos ellos papas, que fueron sucediéndose en el solio pontificio durante la vida de Hildegarda. También contiene cartas de y para el rey Conrad III y el emperador Federico I Barbarroja, ambos dirigentes del Sacro Imperio Romano Germánico. San Bernardo de Claraval, fundador de la orden del Císter, creador de la regla de la Orden del Temple y predicador de la segunda cruzada, la cual resultó un fracaso casi absoluto; también mantuvo un contacto epistolar, a través de cartas, con Santa Hildegarda. De la misma forma diez arzobispos, nueve obispos, cuarenta y nueve abades y prebostes de monasterios o capítulos, veintitrés abadesas, muchos sacerdotes, maestros, monjes, monjas, y comunidades religiosas recibieron correspondencia procedente de la monja de Bingen. 

"Vita S. Disibodi" y "Vita S. Ruperti": éstos "Vitae", lo que se conoce actualmente como biografías, Hildegarda declara ser revelaciones. Sin embargo, se cree que fueron probablemente producto de las tradiciones locales. Siendo, sobre todo la de San Ruperto, de fuentes muy exiguas; tienen sólo valor de leyenda. 

"Expositio Evangeliorum" cincuenta homilías en alegoría. 

"Lingua Ignota": el manuscrito, en once folios con una lista de novecientas palabras de un idioma desconocido, principalmente sustantivos y sólo unos pocos adjetivos, una explicación en latín, y en algunos casos en alemán, junto con un alfabeto desconocido de veintitrés letras impreso por Pitra. Una colección de setenta himnos y sus melodías. Un manuscrito de esto está también en Afflighem, impreso por Roth (Wiesbaden, 1880) y por Pitra. No sólo en este trabajo, sino en otros lugares Hildegarda exhibe elevados dotes poéticos, transfigurados por su persuasión íntima de una misión Divina. 

"Liber Simplicis Medicinae" y "Liber Compositae Medicinae"; el primero fue editado en 1533 por Schott en Estrasburgo como "Physica S Hildegardis".

El Dr. Jessen (1858) encontró un manuscrito en la biblioteca de Wolfenbuttel. Consta de nueve libros que tratan de las plantas, de los elementos, de los árboles, de las piedras, de los peces, de los pájaros, de los cuadrúpedos, de los reptiles, de los metales, impresos por Migne como "Subtilitatum Diversarum Naturarum Libri Novem." 

En I859, Jessen logró obtener de Copenhague un manuscrito titulado "Hildegardis Curae et Causae", y examinándolo comprobó satisfecho que era el segundo trabajo médico de la santa. Consiste en cinco libros y tratados de las divisiones generales de las cosas creadas, del cuerpo humano y de sus dolencias, de las causas, síntomas, y tratamiento de enfermedades. 

"38 Solutiones Quaestionum" son las respuestas a preguntas propuestas por los monjes de Villars a través de Gilberto de Gembloux sobre varios textos de la Escritura. 

"Explanatio Regulae S. Benedicti", también declarado revelación, exhibe la regla tal como la entendía y aplicaba en esos días con una superior y moderada inteligencia. 

"Explanatio Symboli S. Athanasii", una exhortación dirigida a sus hermanas en religión. 

La primera biografía de Santa Hildegarda fue escrita por los monjes contemporáneos Godofredo y Teodorico. 

Santa Hildegarda von Bingen


Pues aquí acaba el legado de Santa Hildegarda y, al mismo tiempo, acaba mi entrada sobre la santa. Si habéis llegado hasta aquí, espero que os haya gustado y que sigáis indagando sobre ella, pues material hay de sobra.

Muchas gracias por vuestra atención. Nos vemos en la red.

viernes, 11 de septiembre de 2020

EL SEÑOR DE LOS MILAGROS, DE BUGA

Imagen del Señor de los Milagros de Buga

Tengo reservada una nueva "aventura" de mi hija. Pero, por el momento, y dado que en España se da más importancia a la celebración del día en que un pueblo fue derrotado que a otros eventos, hoy me he decidido a contar la historia que encabeza el santoral de hoy. Espero la disfrutéis conmigo.

11 de SEPTIEMBRE. EL SEÑOR DE LOS MILAGROS DE BUGA.

 

Allá por el año 1580, Buga era un pequeño caserío en el valle del Cauca, Colombia. El río de Buga corría en aquel entonces por el sitio donde ahora está el templo del Señor de los Milagros. Al lado izquierdo del río había una casita de paja, donde vivía una india anciana cuyo oficio era lavar ropa. Esta mujer era muy piadosa y estaba ahorrando y reuniendo dinero para comprarse un Santo Cristo y poder rezarle todos los días. Reunió 70 reales que era lo que necesitaba para comprarlo y traerlo desde Quito.


Precisamente el día en que la piadosa lavandera iba a llevar su dinero al señor cura párroco para que le consiguiera la imagen, pasó por allí llorando un honrado padre de familia a quién iban a llevar a la cárcel porque debía 70 reales y no tenía con qué pagarlos. La buena mujer se conmovió por la tristeza de aquel hombre e inspirada por un pensamiento caritativo se propuso dejar para más tarde comprar el crucifijo, y le dio al pobre necesitado los 70 reales que tenía ahorrados. Aquel hombre lleno de alegría y de agradecimiento le deseó que Dios la bendijera y le ayudara mucho.


Unos días después, la anciana estaba lavando ropa en el río, cuando una ola colocó delante de ella un pequeño crucifijo de madera, que resultó para ella una joya más valiosa que todo el oro y la plata y las esmeraldas que le pudieran ofrecer. El crucifijo hallado de esta manera no podía haber pertenecido por allí cerca a ninguna otra persona, pues hacia arriba, a las orillas del río no vivía nadie. La feliz lavandera, llena de gozo, se dirigió a su choza e improvisó allí un altarcito, sobre el cual colocó el santo Cristo que le había llegado de manera tan misteriosa, guardándolo cuidadosamente en una cajita de madera.


El huaso y la lavandera, 1835 (detalle), Juan Mauricio Rugendas.

Una noche la anciana oyó golpecitos en el sitio donde guardaba la imagen y se llevó una gran sorpresa al darse cuenta que el Santo Cristo y la cajita habían crecido notablemente, pero se imaginó que eso sería ilusión de sus ojos, pues ya estaban muy debilitados por la edad. Pero pocos días después advirtió que la imagen tenía ya cerca de un metro de estatura. Sorprendida por este milagro avisó al sr. cura párroco, el cual visitó enseguida la casa de la anciana y comprobó por sus propios ojos la verdad de lo que ella le había contado. Esta pobre mujer poseía un crucifijo de un tamaño muy difícil de conseguir por aquellos alrededores, sin que ella tuviera ni dinero ni amistades para conseguir semejante imagen. Por lo tanto, la existencia de aquel crucifijo allí no se podía explicar naturalmente y tenía que ser un milagro.


Cruz en el agua. Autor del blog.
La Sagrada Imagen se fue deformando porque los devotos le quitaban pedacitos de madera para llevarlos como reliquia y porque todos la tocaban con sus manos sudorosas, y se fue poniendo tan fea que ya más que devoción, causaba repulsión. Entonces un visitador especial llegado de Popayán mandó que la dicha imagen fuera quemada y destruida por el fuego.

La Imagen, al ser echada a las llamas empezó a sudar y a sudar, tan copiosamente que los vecinos empapaban algodones con aquel sudor para llevarlos como reliquias y obtener curaciones. Este milagro fue comprobado y atestiguado con la gravedad de juramento por numerosas personas. Y al terminar el sudor, la Sagrada Imagen se había vuelto mucho más hermosa de lo que era antes.


Cruz sudando. Autor del blog
Tenemos la declaración bajo juramento de una mujer que vivió en aquellos tiempos, Dª Luisa Sánchez, que nos cuenta: "El sudor duró dos días. Todos los vecinos de los alrededores venían con algodones a recoger sudor y llevarlo como reliquias, y yo también recogí allí de aquel sudor en algodones y todavía lo guardo. Y desde aquel milagro la gente le empezó a tener gran devoción a esta Santa Imagen y a considerarla como de hechura milagrosa y comenzaron a obtener favores de Dios que consideraron sobrenaturales y milagrosos. Y no sólo en esta ciudad, sino en muchas otras ciudades y regiones de donde se han visto llegar muchos romeros y peregrinos a visitar la Sagrada Imagen. A muchos de ellos les hemos oído contar que se sanaron prodigiosamente de graves enfermedades. Otros narran que se libraron de gravísimos peligros al invocar al Señor de los Milagros". (Firmado y apoyado con juramento).

Después de estos sucesos extraordinarios, la casita de la anciana se convirtió en sitio de oraciones y peregrinaciones. A los anteriores milagros siguieron muchos más, y fue tal la cantidad que la gente le dio a esta imagen el nombre con el cual se le conoce desde hace siglos: El Señor de los Milagros.


La Ermita Vieja del Señor de los Milagros.
Una vez hubo fallecido la anciana, se pensó cual era el mejor lugar para colocar el Cristo. Su casa quedaba frente a las aguas. El río creció muchísimo y cambió de cauce, se desvió hacia el sur, dejando así el sitio libre para construirle el templo al Santo Cristo, templo que al principio era fue una ermita.

Apenas se difundieron las noticias de los maravillosos milagros que se conseguían junto al Cristo de Buga se desató una corriente de peregrinaciones y devociones. En 1907 tuvo lugar la construcción y consagración de un nuevo templo construido con las donaciones de sus devotos agradecidos y se hizo un solemnísimo traslado de la milagrosa Imagen hacia su nuevo altar.


Hasta aquí la historia de El Señor de los Milagros de Buga. Una historia bonita, sencilla, y que posiblemente se conozca menos de lo que debiera conocerse. Desde aquí, un saludo cordial a todos los devotos del Señor de los Milagros.


Queridos amigos. Nos vemos en la red.


Basílica de Nuestro Señor de los Milagros, en Buga


martes, 1 de septiembre de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 22: La cuenta

 
Y seguimos con las andanzas de la pequeña protagonista de esta serie de historias, mi hija. Ésta que os voy a contar ahora es de nota. Ante ello quiero hacer una apreciación, tiene tres años y medio. Sí, ya sé, Mozart tocaba el violín a los tres años. Y otras muchas mentes privilegiadas eran unos genios en su infancia. Pero como el objeto de estos relatos no es ese, sino el descubrir hasta qué punto son mejores que nosotros, o más pícaros, nuestros pequeños y, por supuesto, el que dentro de algunos años mi hija tenga evidencia escrita de lo que la quiere su padre, pues ahí va nuestro siguiente relato, ocurrido hace unas semanas, con, repito, tres años y medio de edad.

Por fortuna o por desgracia, actualmente trabajo apartado de ella y de mi mujer. Tuvimos la suerte de poder pasar unos días juntos en un sitio que merece ser más turístico de lo que lo es. Pero quizá, eso rompería su encanto. Me estoy refiriendo a Ceuta.

Vista de la ciudad de Ceuta
Ceuta. Playa del Chorrillo

Nos encontrábamos en una de sus playas, comiendo en "El Chiringuito", guardando las medidas de seguridad por la pandemia, y disfrutando de un día de playa. Habíamos acabado el postre y los cafés, y nos disponíamos a volver a nuestro sitio en la playa. En ese momento me dijo mi mujer:

-Bueno, habrá que ir pidiendo la cuenta, ¿no?

-Pues sí. -respondí yo- Hala, hija, ves pidiendo la cuenta. -le dije a mi niña sin intención alguna que lo hiciera, como broma.

Mi mujer y yo intercambiamos otras dos frases y entonces nos dimos cuenta que la niña había desaparecido de su asiento.

-¿Dónde está? -nos preguntamos, más sorprendidos que asustados. Normalmente no solía separarse de donde estábamos, y si lo hacía nos lo decía. Empezamos a mirar por el restaurante, que al ser una hora avanzada ya estaba medio vacío. Yo ví al camarero que nos estaba sirviendo y le pregunté por la niña, no la había visto en los últimos momentos. Y dije, más para mí que para mi mujer:

-¡A qué ésta se ha ido a por la cuenta!

En ese mismo instante ví a la niña que doblaba la barra del restaurante y venía con la cuenta en la mano. 

Según nos comentaron más tarde los camareros, se había bajado de la silla, se la había pedido a un camarero, éste le había dicho que tenía que ser a la vuelta de la barra y ni corta ni perezosa, no encomendándose ni a Dios ni al diablo, se dirigió hacia allá para pedir la cuenta.

Iniciativa, retentiva y servicio no le faltan a la muchacha a día de hoy. Por supuesto, acabó el día con un buen helado del sabor que más le gustaba. ¡Faltaría más!

Reflexión. Cuidado con lo que les decimos a nuestros pequeños, pues entienden más de lo que nosotros pensamos. Y no nos confundamos cuando hay cosas que dicen no saber. Su "cerebro" está en "construcción". Las distintas vías por las que circula la información se están formando de continuo. De hecho, últimamente parte de la comunidad científica se postula en que esas "vías de información" que conectan las distintas neuronas del cerebro están siempre formándose y desapareciendo. Algunas, las más marcadas, quedan remanentes durante mucho más tiempo. Y si eso ocurre en un cerebro adulto, ¿qué no más ocurrirá en el cerebro de un ser humano que se está desarrollando durante sus primeros años de vida? Por ello hay veces que nos sorprenden con iniciativas como la que tuvo mi hija hace algunos días. Y por ello, hay otras veces en que parece que están "empalagados" como si su cerebro no funcionara. No es así, funciona. Pero de una forma distinta al nuestro. Y, a veces, hasta mejor.

Hasta la próxima entrada, queridos amigos, nos vemos en la red.



martes, 18 de agosto de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 21: Mofletes

A ver si soy capaz de escribir esta nueva entrada antes que se despierte la protagonista de la misma. Hace algún tiempo dí por ¿cerrada? esta sección, pero dado que la inventiva de mi hija y su razonamiento lógico me llenan de admiración, la retomo. Por otra parte, no va en contadicción con mi última entrada, pus voy a hablar de unas impresiones que son propias, por lo que no existe problema para que se incluyan en esta nueva etapa del blog, así como otras. Pero comencemos, que la de hoy es corta.

Hace unos días estaba jugando con mi hija en el salón de mi casa cuando, viendo fotografías en el móvil, me dí cuenta que tenemos una cara con "muchos" mofletes. Como estábamos medio jugando y riendo con las fotos, le dije:

-¡Mira! Tenemos muchos mofletes, tú y yo.

Y de pronto, ella me dijo toda seria:

-No. tenemos dos, como los demás. -y cogiéndome ambos mofletes de forma sucesiva, me espetó- Mira. Uno, y dos. Dos mofletes.

¿Qué se le die en ese caso? La lógica era aplastante. Todo el mundo tiene el mismo número de mofletes. Dos. Pueden ser grandes, pequeños, irregulares, asimétricos. Pero, al final de too, el número no varía, son dos.

Y hasta aquí la pequeña aportación de hoy. nos veos e la red.


domingo, 12 de julio de 2020

VANITAS, VANITATUM


He de reconocer que me siento decepcionado. No he conseguido llegar a un montón de gente que pretendía llegar. Me cuesta más de lo que parece hacer las distintas entradas y todo ¿para qué? Ya no es que llegue a poca gente, es que ni siquiera se interesan por las mismas. 

Aquellas que yo creo que pueden ser interesantes y lograr una repercusión importante, se quedan en agua de borrajas. En cambio, otras que creo que tendrán una aceptación, digamos, regular, obtienen una gran difusión, como es la dedicada al hijo de San Agustín, Adeodato. No solo es la que tiene un mayor número de visitas, sino la que ha presentado un mayor número de comentarios. 

Sin embargo otra dedicada a la madre de San Agustín, Santa Elena, no ha conseguido una repercusión mínimamente cercana a la de su nieto. 

Conclusión: Tengo una gran vanidad. Me creo que puedo entretener o decir o contar algo interesante a la gente. Y la realidad es que hay muy pocos que les interese lo que yo tenga que decir. Quizá dentro de 50, 100 años alguien descubra este blog "navegando" por un arcaico internet y se encuentre con algo que le merezca la pena lo suficiente para que lo siga y lo difunda, y entonces, se descubra, como el caso de Gustavo Adolfo Bécquer, una narración, unos textos que lleguen a aquellos que los lean (mi parte de ego que no me falta). Pero lo dudo. Por tanto...


Se acabaron las series, se acabaron los temas, se acabaron los guiones y, además, se acabó la difusión en Facebook y Twitter como venía haciendo hasta este momento. Lo dejaré todo a la Providencia Divina. Yo escribo (lo que me apetezca según el momento), lo cuelgo en el blog y el que quiera que lo lea. Y el que no, que siga haciendo lo que está haciendo, es decir, no leerlo.


Si me parece un tema interesante, hablaré de él. Si hay una noticia que me conmueve, hablaré de ella. Si ha pasado algo en mi familia o en mi círculo de personas cercanas, hablaré de ello (siempre, por supuesto, sin citar nombres, la intimidad ante todo). 

Porque si alguién tiene que hacer el ridículo aquí soy yo. Si alguién debe ser un antipático aquí, debo ser yo. Si alguién debe ser un payaso aquí, debo ser yo. 

Todo el resto de personajes que aparezcan en este blog a partir de ahora serán eso, personajes. No personas. Me servirán para mis reflexiones, para mis razonamientos, para mi escritura, pero nada más. No responderán a ningún otro tipo de objetivo, como pueda ser el críticar, ridiculizar, insultar o calumniar a tal o cual persona. 

Ya digo, por aquí pasarán personajes, no personas. Pasarán Don Quijote y Sancho, pero no Felipe II y el Duque de Alba, para que podáis entenderlo. Por supuesto, algún día puede que hable de Felipe II y del Duque de Alba, pero será para divulgación, no para reflexión sobre la vida que el autor de estas letras está llevando.


Por último explicaros el porqué del título de hoy de la entrada. He consultado en varios sitios y he leido cosas que no tenían nada que ver con lo que yo pensaba sobre esa expresión:

VANITAS VANITATUM (En español: "Vanidad de vanidades")

De hecho, yo pensaba que era "vanitas vanitatis". Pues bien, ahí va lo que yo pensaba respecto a lo que se refería dicha expresión.

Muchos quizá sepan que a finales del siglo XV, Italia se encontraba repartida en distintas repúblicas en las que ejercían el poder diferentes familias. Y ese poder variaba según las circunstancias. Pues vámonos a la república de Florencia, donde se encontraba "entronizada" la familia Médici. 

Hubo, sin embargo un periodo de unos 4 años, desde que se expulsa a los Médici en 1494 hasta que se quema al monje Girolamo Savonarola en 1498, en los cuales éste último, Savonarola, rigió la ciudad italiana como si se tratara de una teocracia cuya cabeza era Dios y él el encargado de comunicar las distintas decisiones divinas. Una de las "decisiones" que comunicó Savonarola a sus conciudadanos fue que quemaran todos aquellos objetos de valor que tuvieran en sus casas, pues esos objetos les movían al pecado y a la relajación de costumbres.


Una hoguera se levantó en la plaza de Florencia, el 7 de febrero de 1497, martes de carnaval, por cierto, y allí ardieron libros considerados inmorales, cuadros que estaban inspirados en motivos mitológicos, entre ellos varios del pintor Boticcelli, junto a otras numerosas obras de arte. 

Una curiosidad, si tuviéramos un telescopio del tiempo, no una nave, y acercásemos ese telescopio a los tipos que están lanzando estas obras de arte a la hoguera, con pasión y fanatismo, podríamos distinguir entre ellos a un joven musculoso, alto, mal encarado y que participa alegremente y se deja embriagar por el ambiente general. Este jóven es, ni más ni menos, que Miguel Ángel Buonarroti. Sí. El que 10 años después dejará perplejo al mundo con una de las creaciones cumbres de la pintura universal: la Capilla Sixtina. ¡Las vueltas que puede dar el mundo!


Pero volvamos a la expresión "VANITAS VANITATUM". Esta expresión era favorita de Savonarola y sus seguidores, y el monje la usaba en muchas de sus prédicas. Y, aunque estaba errado en la mayoría de sus razonamientos, aquí acertaba. 

Parece ser que la expresión viene del texto del Eclesiastés, un libro del Antiguo Testamento, y se refiere a la futilidad, a la falta de sentido de acumular riquezas y placeres en el mundo, cuando después de la muerte nos espera una eternidad de la que nos tendríamos que preocupar mucho más. Y se puede afinar aún más el significado de la expresión. Sin necesidad de irnos o de tener en cuenta la eternidad, debiéramos parar un poco a pensar de qué nos valen las cosas "mundanas". Si aquello que acumulamos nos da la felicidad, o quiza nos adormece y hace que no nos demos cuenta que la felicidad no está en las cosas de fuera sino en el interior del ser humano.

Hasta aquí por hoy. Si os apetece seguir leyéndome, solo tenéis que suscribiros, sin coste alguno. O simplemente, entrar de vez en cuando en el blog, al que yo también entraré, de vez en cuando, para "reflexionar en alto".

Gracias a todos los que hayáis llegado a esta altura de la lectura. Nos seguimos viendo en la red.


sábado, 2 de mayo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 20: ¿Final?


He de pedir perdón a todos aquellos que, aunque pocos, hayan seguido la serie de mi blog dedicada a las andanzas de mi hija. Llevo cerca de dos meses sin publicar una entrada. Ello es debido a dos cosas. La primera, que debido a cuestiones de trabajo me he tenido que desplazar lejos de donde vivo, y me he tenido que establecer durante unos meses en un nuevo "emplazamiento". La segunda es que no calculé bien y no he tenido capacidad para poder escribir nuevas entradas hasta hace muy poco tiempo. Me faltaba primero conexión a internet y, segundo, teclado adecuado para poder realizar de forma correcta lo que estoy haciendo en estos momentos, que es, ni más ni menos que escribir.

Por el momento dejaré de hablar de mi hija. Cumplió tres años, me encuentro separada de ella y la "morriña" hace que me entristezca cuando hablo de ella o la veo en alguno de los vídeos que me mandan, no cuando la veo a través de vídeo-llamadas con el móvil. Por tanto acabo hoy la serie dedicada a mi niña para pasar a hablar de otras cosas. Y acabo a lo grande.


Resulta que mi mujer ha estado durante varias semanas aquejada de un dolor de espalda en la zona lumbar. Este dolor le bajaba por la pierna izquierda, convirtiéndose en una ciática difícil de controlar y que hacía que se sintiera imposibilitada en algunas ocasiones. Pues, ¿dónde llega la última y estupenda anécdota de mi niña? En su respuesta a la situación.

Al ver a su madre dolorida y que, sin embargo, hacía esfuerzos por levantarse, en alguna ocasión, segun me ha contado mi mujer, ha ido corriendo adonde estaba ella y le ha dicho:

-¡Espera, espera! Que yo te ayudo.

Y, ni corta ni perezosa, le ha puesto la mano en la espalda, ella, lo "mico" que es, que no le llega casi con la cabeza a la zona lumbar, le ha puesto, digo, la mano en la espalda para ayudar a su madre a levantarse y a desplazarse por el piso.


Lo más extraordinario es que ha surgido de ella misma. Nadie la ha indicado, ni mucho menos aleccionado, que tenía que ayudar a su madre. Ha sido ella misma la que ha entendido que tenía que cuidarla.

Sin más, acabo aquí la serie, aunque puede que en lugar de ser un "adiós", sea un "hasta luego".

Queridos amigos, nos vemos en la red.


lunes, 23 de marzo de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 19: Moras y frambuesas

Moras
La anécdota de hoy es más corta y más sencilla, aunque refleja las lecciones que, a veces, recibimos los adultos de los niños. Y no me refiero a lecciones de las que hayan aprendido en la escuela, o por sus parientes, o en la televisión, del tipo de: "Mamá, no se come con la boca llena", "Papá, primero hay que rellenar los vasos de los demás antes de llenar el tuyo de agua", o "Mamá, si querías esa ropa, ¿por qué le has dicho al dependiente que te lo tenías que pensar?"

No. Me refiero a algo más profundo, que penetra más en la mente del niño, y además de enseñarnos cómo funciona su cerebro, es decir, lo sencillo y al mismo tiempo apabullante de su lógica, nos indica el nivel de enrevesamiento que tiene la nuestra, por la cantidad de pre-juicios (es decir, juicios previos) con que la llenamos al cabo de los años.


Entro en materia. Habíamos acabado el plato principal de la comida de ese día y tocaba el postre. Había que ir por él a la cocina. Mi mujer se dispuso a ello, pues sabía que para mí serían unas mandarinas y para ella una naranja. Pero quedaba nuestra hija, de 2 años y 11 meses. Normalmente le gustan las moras y las frambuesas, y nunca dice que no a un buen cuenco de semejantes golosinas naturales. Toda confiada, mi mujer le dijo a la niña:

- Y para Raquel tengo ahí un tazón de moras y frambuesas. ¿Verdad que sí?

- No quiero. -dijo la niña con tranquilidad.

Tanto a mi mujer como a mí nos dejó sorprendidos. Más a mi mujer, que volvió a preguntar:

- Pero si te gustan mucho las moras. ¿Por qué no las quieres? ¿Es que ya no te gustan?

Atención a la respuesta de la niña:

- Las moras y frambuesas unas veces me gustan y otras no. Y ahora no me gustan.


Así de sencillo. No es que ya no le gustarán. No es que estuviera enfadada con alguno de nosotros y lo usará como llamada de atención. No es que quisiera otra cosa, porque ese día, de hecho, no tomó postre. Era simple y llanamente que nos recordaba algo que todos nosotros no solemos darnos cuenta en el periodo adulto: las cosas, sea fruta u otro tipo de estímulos, no gustan de manera continua. Hoy te gustan, mañana no, pasado sí. Y eso les ocurre igual a los niños. Hoy les apetece algo que ayer no querían y que mañana no querrán. Pero eso no significa que no les apetezca de forma general, simplemente habrá ocasiones en que no disfruten con ello, o que no tengan ganas de ese juguete, diversión, chuche o alimento en ese momento.

Es decir, para todos nosotros, los "adultos": cuando alguien no quiere algo en un momento determinado, no significa que no lo vaya a querer en otro momento. Y sobre todo, que siempre existe la libertad de escoger, incluso la de rechazar aquello que nos gusta.

Las moras y frambuesas le gustan, pero cuando ella quiere. Una "pequeña" lección.

Queridos amigos, nos vemos en la red.