martes, 18 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 13: Ahorro energético


Muy bien. Hoy toca una nueva entrada de esos adorables pequeñuelos. Y hoy voy a contar la historia de un enanito iluminado y de un deber de ahorro energético. Empezamos.

Todo ocurrió hace unas noches. Mi hija está pasando por una época en que tiene terrores nocturnos o pesadillas, no sabría muy bien a qué achacarlo. Pero casi todas las noches, sobre las 3 de la madrugada se despierta, a veces dando un grito, y viene a nuestra cama, que está en la habitación de al lado, para que durmamos con ella. Nosotros hemos adoptado la costumbre de levantarnos y volverla a llevar a su cama, acostarla y quizá contarle algún cuento mientras se duerme.

Una noche que me tocó a mí, no se dormía, y la opción que tuve más adecuada para poder yo descansar algo, ya que al día siguiente iba a trabajar, fue preguntarla si nos íbamos a ir al sofá a dormir. Decir que, en el momento que ocurre todo esto que estoy narrando, la única luz que existe en toda la casa es la de un enanito de goma dura, con una bombilla en su interior y que sirve para dar un ambiente de penumbra en la habitación de la niña, y así pueda dormir sin oscuridad total. Es otra de las técnicas que hemos usado para intentar que estuviera tranquila en su cama, si se despertaba por la noche, y como se puede apreciar, sin éxito ninguno. La niña me dijo que sí, que íbamos al sofá, y se levantó de su cama.

Pues bien, mientras me dirigía al sofá, y al darme cuenta que no me seguía, me di la vuelta para ver en que se estaba entreteniendo. Resultado: la vi apagando el enanito mientras me miraba sonriente.

Y ahora diréis, ¿qué tiene de especial? Lo que tiene de especial es que yo le había estado enseñando durante los últimos 2 ó 3 días que el enanito se encendía solamente por la noche y siempre y cuando ella estuviera en la cama. No creí que lo había entendido. La mirada pícara quería decir algo así como: “Lo ves, lo he aprendido. Hay que apagar el enanito”.


lunes, 17 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap. 12: Una clase de pintura.

Lápices de colores
Hoy toca pintar. Para ello tengo un cuaderno de hojas blancas, sin líneas ni cuadrículas, para que pueda dibujar a sus anchas. Tanto es así que empezó con rayas, después círculos y ahora le van saliendo medio en condiciones los caracoles. Pero no es de las “habilidades artísticas” de lo que os quiero hablar hoy. Es de una conversación mantenida con ella, que aún me tiene anonadado.

Bien, era una tarde en la cual yo tenía los lápices de colores y ella dibujaba. Conforme quería un color distinto, me daba el que tenía ella en ese momento y después elegía el color con el que quería hacer el dibujo. Yo le preguntaba qué iba a dibujar y, después de su respuesta, le decía si era adecuado el color y por qué.

Paso a transcribir la conversación:

Papá: -¿Qué color quieres ahora?

Hija: -El negro.

Papá: -¿Y qué vas a pintar?

Hija: -El cielo.

Papá: -Pero el cielo es azul, no negro.

Hija: -Sí lo es. Por la noche.

Después de esa lógica tan rotunda, decidí tener más cuidado con mis observaciones, pues me di cuenta que la mente de un pequeño es un auténtico saco de sorpresas. Y te puede vencer con una lógica aplastante.

Cielo nocturno

sábado, 1 de febrero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap. 11: Llegando al primer año de vida.

Y aquí viene la guinda del pastel. Una de las cosas a la que no llegamos fue a recibir a mi madre, que vino a pasar la Nochebuena el 23 de diciembre y se encontró conque tuvo que esperar con sus cosuegros en nuestra casa a que nos dijeran si la fiebre que tenía nuestra hija de 11 meses era por infección de orina y se iba para casa o pielonefritis y quedaba ingresada. Afortunadamente fue lo segundo y pasamos la Nochebuena en casa. Pero como no podía ser de otra manera, y a mí me gustan “una montón” los hospitales, repetimos el día 26 con la misma protagonista, que aunque volvimos también para casa, también nos puso casi todo el día el susto en el cuerpo, porque creímos que esta vez sí se quedaba.

Me servía de alivio. Su sonrisa me hacía sentir que al menos ella vive y tiene una personalidad propia, fuerte y determinada.

Porque así es. La pequeña diablilla, se ha transformado un montón en los últimos tiempos. Llevo dos meses sin hablar de ella y en estos dos meses ha adquirido unas habilidades sociales, de comprensión y de comunicación fantásticas. Quizá diréis que es amor de padre, puede ser. Y si es así, ¡bienvenido sea! Os cuento.
La pequeña, que cumplirá en 6 días su primer año de vida ya es capaz de decir no moviendo la cabeza de un lado para otro. La he enseñado durante la comida. Al acabar la comida solía gritar, llorar o hacer pedorretas, pero al observar que ya decía no con la cabeza, sin que supiera muy bien lo que era, la estoy enseñando a decir no, con resultados muy positivos. Ya se pone de pie por sí misma, y no anda sola porque aún tiene un poco de miedo, pero agarrándose a las cosas se puede recorrer todo el salón de casa. Por supuesto, ya empiezan a peligrar un montón de objetos que antes estaban seguros, sin ir más lejos el otro día me rompió la portada de una revista que tenía encima de la mesa del salón, que yo creía tener a buen recaudo.

Otro apartado es a la hora de hacerle la papilla. Su forma de pedir algo es “Am!” Antes lo usaba tan sólo para comer, pero ahora lo utiliza siempre que quiere algo, con lo cual nos vuelve locos. Bien, siempre que le hago la papilla procuro que esté conmigo en la cocina. No hay peligro, por el momento para ella, y mientras se la hago, la controlo, el resto de la casa queda libre y le hablo, aumentando el lazo paterno-filial (o eso me creo yo, ya habrá tiempo de disminuirlo cuando me pida dinero para salir). Con eso, creo que aumenta el deseo de comerse la papilla, cosa que no siempre consigo.
Me sorprende muchas veces. Hoy mismo. Le he dicho, sin creer siquiera que lo iba a hacer y más bien diciéndolo a mí mismo: “Vamos a ayudar a mamá a recoger la cocina.” Estábamos en la otra punta del piso y en distintas habitaciones. Pues bien, cuando me dirigía hacia la cocina, de pronto veo una cosa pequeña, gateando de forma rápida en dirección a la cocina. Era la niña que había decidido que lo que decía papá tenía sentido y que realmente iba a ayudarle a recoger la cocina.
Ahora podéis comprender porqué he estado tanto tiempo sin escribir una sola letra.
Escrito en el año de Nuestro Señor de 2018, el 13 de enero, en la festividad de San Hilario.

San Hilario de Poitiers

viernes, 31 de enero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS Cap.10: Prodigios e incapacidades

Atardecer en Móstoles. Madrid
En primer lugar, pedir disculpas, pues éste debería haber ido entre el episodio 5 y el 6, pero como no hablaba del 6º mes, no me dí cuenta y se quedo para el final, creyendo yo que se refería al mes nº 11. Pues bien, después de pensarlo un poco, he decidido dejarlo en el orden en que lo voy a publicar, es decir, en el puesto nº 10. Espero que lo entendáis y que disfrutéis con él.

Almendro rosa en flor
No alcanzamos el 7º mes y el avance es meteórico.
Mi hija ya no sólo se gira por sí sola, sino que empieza a hacer sus pinitos para gatear, para quedarse sentada solita, comienza a comerse toda la papilla de cereales sin ningún tipo de protesta, parece que por fin la de verduras empieza a aceptarla sin muchas protestas y la de fruta de merienda también. Pero estas dos últimas con una “pequeña” condición. La muy bruja quiere comerlas en plato. Si se las ofreces en el tarro dice que se las coma tu tía. Ella quiere comerlas desde el plato, como una persona adulta. Así ocurrió el pasado domingo, que tocaba darle la papilla de verduras y estábamos tomándonos el aperitivo con unos amigos en una terraza. Tuve que pedirle al camarero si, por favor, podía verter el contenido del tarro en un plato. El camarero, muy amable, nos trajo un plato hondo, de donde la niña comió sin problema la mitad aproximadamente de la papilla.

Castaño en plena floración
Por otro lado, hace unos días ocurrió algo curioso. La había echado la siesta. La dejé durmiendo con el peluche abrazándole, y me retiré de la habitación, cerrándole la puerta. Pues bien, a la hora y media en que fuí a despertarla para darla la merienda, me encontré conque el peluche que había dejado en sus brazos estaba muy bien colocadito, sentado y todo, en una esquina de la cuna, tal como lo suelo dejar yo, cuando arreglo la cuna para cuando la llevo a dormir por la noche. Esa tarde solamente estábamos ella y yo en el piso, pues su madre estaba ya trabajando, ya que se le había acabado la baja. ¿Hay fantasmas en el edificio? No creo, pues ya habríamos sentido su presencia. Fue la pilla de la niña que consiguió colocar el peluche. Le dió por ahí. Desde luego, es más fácil creer la teoría de los fantasmas. No lo ha vuelto a hacer.

Estanque en Parque Liana. Móstoles
Esta semana ando bien fastidiado. El domingo, que es cuando estuvimos con esos amigos que cuento más arriba, me bañé en una piscina. Hice unos tramos, aguantando la respiración, y usando la rodilla derecha, la dañada, para ver que tal iba. Sentí tres o cuatro chasquidos, pero creí que era algo normal, dada la situación de la misma. Sin embargo, al salir de la piscina empecé a cojear. El lunes y el martes fue apareciendo un dolor progresivamente incapacitante. He llegado a tomar 7 u 8 calmantes en el día. Resultado. Desde el miércoles se han tenido que llevar a mi hija a casa de sus abuelos porque yo no me podía hacer cargo de ella. Hasta ayer, que me encontraba algo mejor, pues anteayer empecé con AINEs, al cojerla en brazos aparecía el dolor de rodilla y en tres pasos volvía a estar incapacitado. Espero que para el lunes ya esté lo suficientemente bien para hacerme cargo de ella. Esa es la esperanza que tengo en este momento. Ya se irá viendo.
Escrito en el año de Nuestro Señor de 2017, a 5 de agosto, en la festividad de la Virgen de las Nieves.

Nuestra Sra. de las Nieves

miércoles, 29 de enero de 2020

ESOS ADORABLES PEQUEÑUELOS. Cap.9: Anécdotas de bebé.

El martirio de San Lorenzo. S. XVII, mármol. Anónimo italiano
Bueno, tengo varias anécdotas que reflejar con respecto a mi hija. Quizá ese sea el problema de este blog. Las historias se escriben de una en una. No varias a la vez. Y así se tienen entradas diarias, que “enganchan” a los lectores. Yo no lo hago. Y puede que así me ocurra. El caso es que ahí van.

La Adoración de los pastores. 1580, óleo sobre tabla. Jacopo Bassano
La primera ocurrió mientras jugaba con mi hija en la cama. No me tiro al suelo por mi problema de rodilla. Prefiero llevármela a la cama, donde ella tiene un espacio grande, y yo puedo incorporarme sin necesidad de tener que adoptar la postura de rodillas que prácticamente es imposible para mí, con la lesión que tengo en la rótula. El caso es que está a punto de comenzar a gatear. Pero aún le queda algún tiempo. Lanza la cabeza por delante de los brazos. Es divertido, y preocupante, hay que tener mucho cuidado cuando lo hace y procuramos que no esté “gateando” salvo en cama, sofá y alguna superficie blanda, pues el topetazo puede ser importante.
Pues bien, cansado de que lanzará la cabeza y con el resultado de que acabará dicha cabeza hundida en el colchón, le cogí uno de sus brazos y le dije que no lanzará la cabeza que pusiera el brazo por delante, y le dirigí el brazo por delante del otro, para enseñarle a gatear. De forma inmediata, la muy tuna, comenzó a hacer lo mismo que le había indicado. Como si lo hubiera entendido perfectamente, a la primera, y supiera perfectamente lo que le había dicho. Me dejó asombrado. He ahí mi primera anécdota.

La coronación de la Virgen. Después de 1521, óleo sobre tabla. Vicente Macip
La segunda. Estaba en el salón y era el mediodía. Estaba preparando la mesa para comer. Tenía que retirar el cambiador y la cesta de sus cosas al sofá. No tenemos una casa que permita tener las cosas fijas en un sitio. Al mismo tiempo, aproveché para bajar el toldo de la terraza que da al salón, quitar la mosquitera y cerrar la puerta de la terraza. Ella estaba dormida en el carrito de paseo. Había salido con mi mujer a comprar y se había dormido a la vuelta. En esos casos la dejamos en el carrito, inclinado hacia atrás, hasta que se despierta. Es mejor que despertarla. Suele durar el sueño poco. El caso es que iba a abandonar el salón en dirección a la cocina para terminar de poner la mesa cuando, de pronto, oigo una voz, clara, suave y dulce que dice:
-Papi.
No me lo había imaginado, ni inventado. Venía la voz de mi espalda. Me volví. Mi hija estaba despierta, sentada en el carrito, mirándome fijamente, como diciéndome “aquí estoy, ¿dónde vas para allá?” Aquellos que tenéis hijos ya podéis imaginar lo que sentí en ese momento. Algo que no se puede explicar con palabras.

La Virgen con el Niño y San Juan. 1599-1600. Annibale Carracci
Otra anécdota más. Quizá  más que anécdota, debiera decir que es algo que estamos construyendo entre ella y yo, pues es un lenguaje en donde no sé quién es el que enseña a quién. Me dedico a darle la papilla. Hasta ahora la de la mañana, mediodía y merienda. La de la noche también si es posible. Cuando llega un momento en que ella no quiere más, los primeros días se retorcía, lloraba, y retiraba la cara de la cuchara que se le ofrecía. Pero en una ocasión, empezó a mirarme a los ojos. Yo me dí cuenta, y se puede decir que “le recogí el guante”. Así, cada vez que me miraba a los ojos cuando le estoy dando la papilla, empiezo a decirle: “¿Qué pasa? ¿No quieres más? ¿Estás segura?” con tomo medio serio medio triste. Le ofrezco unas pocas cucharadas más. Y si ella me sigue mirando a los ojos fijamente con semblante serio y compungido, ya sabemos los dos que la toma de papilla se puede dar por concluida. Ésto me ha ahorrado muchos lloros, esfuerzos inútiles y me ha desarrollado una pequeña “seña” entre mi hija y yo.

La Virgen con el Niño. 1565, óleo sobre tabla. Luis de Morales
Por último, quiero acabar hoy con el caso que puede hacerte un bebe de 6 meses y medio. No paro de recibir sorpresas de ella. Era una noche en que mi mujer había llegado de trabajar, llevaba poco tiempo trabajando y mi hija la recibió totalmente alterada. Se la bañó, se la dio la cena, se le dio de mamar y se la acostó. Pero no había forma de que callara y se durmiera. Estaba demasiado agitada y nerviosa. Decidimos que iría yo a la habitación, pues si iba mi mujer podría ponerse más nerviosa. Entre en el dormitorio y me dirigí a la cuna. Me incliné sobre ella que estaba dando golpes con el chupete, una costumbre que ha adquirido hace algunas semanas.
-Duérmete, que mamá ha venido de trabajar y está muy cansada. Tienes que dormirte para que descansemos y mañana podamos pasarlo bien todos. Así que ahora a dormir. ¿Vale?
Y le puse el chupete. Ella me respondió con un sonido gutural, con el chupete puesto. Me retiré del dormitorio y cerré la puerta. Al llegar a la mesa, donde estaba ya puesta la cena, me encontré con la sorpresa. En la pantalla del intérfono se veía a mi hija de lado, abrazada al muñeco, como era su costumbre, durmiendo plácidamente. Le dije a mi mujer: “¡Pero si sólo le he dicho que se duerma!” Otras veces la había mecido, la había cantado una nana, la había paseado. Esta vez únicamente le había pedido, medio ordenado, que se durmiera. Y ella lo había hecho.
Escrito a 11 de agosto del año de Nuestro Señor de 2017, en la festividad de Santa Clara.

Santa Clara